Principio del final de una anomalía, de un vestigio de una Guerra Fría que
(supuestamente) se derrumbó con la caída del Muro de Berlín. Washington y La
Habana comienzan una nueva e ilusionante era. “A fin de cuentas, estos
cincuenta años han demostrado que el aislamiento no ha funcionado. Ha llegado
la hora de un nuevo enfoque” ha reconocido el mismo Obama. “Todos somos americanos”. Entre el castrismo y el bloqueo de Washington,
los únicos que han sufrido han sido los ciudadanos cubanos. Ahora sí tienen derecho
a soñar con su libertad.
Obama se ha ganado su paso a los libros de historia. Más allá de ser el
primer presidente negro en Estados Unidos y su mejor respuesta a la crisis económica mundial,
Obama había decepcionado a mucha gente (a mí me había decepcionado enormemente)
en lo que supone el gran lunar de la Casa Blanca en los últimos tiempos: la
política exterior. La Administración Obama ha sido errática con múltiples
equivocaciones en la llamada Primavera Árabe en Egipto y Libia. Estados Unidos no ha
sabido qué hacer en Siria y sigue con los brazos cruzados en Palestina. De la
guerra de Ucrania, mejor ni hablamos.