Por primera vez, los
socialistas no canalizan el voto de izquierdas. El conjunto del resto de
formaciones progresistas (IU, ERC, Equo y el fenómeno Podemos, principalmente)
ha superado en las urnas a la lista encabezada por Elena Valenciano. Mucho más
que una circunstancia puntual. La crisis, más en concreto la respuesta a la
crisis, ha devorado los cimientos de un partido anclado en el pasado y desconectado
de la sociedad, incluso de sus bases y sus potenciales votantes. La solución no
pasa solo por un cambio de nombres, un Congreso preparado por la curia del
partido y unas primarias descafeinadas.
El PSOE lleva cuatro años
desangrándose. Una hemorragia que no se ha taponado desde mayo de 2010 y que ha
dejado a un enfermo anémico a punto de entrar en situación irreversible. Las
urnas de las elecciones europeas han confirmado una percepción creciente en la
calle. El PSOE ha dejado de ilusionar, ha dejado de canalizar el voto
progresista, ha dejado de ser un partido de izquierdas.