Salió el rey, en plena crisis de la pandemia del
coronavirus y del escándalo de la herencia de su padre, para decir… nada.
Frases hechas y mil veces repetidas en estos últimos días que parecían sacadas
del manual de supervivencia de cualquier ‘coaching’ de segunda fila o de una
redacción de fin de semana de un aventajado alumno de Primaria deseando la paz
y la felicidad para todo el mundo. Se espera algo más profundo del jefe del
Estado que apelaciones baratas a la solidaridad colectiva y un silencio
absoluto sobre la fortuna de su padre, el emérito.
El rey no está ni cuando se le espera.
El rey no está ni cuando se le espera.