Las encuestas empiezan a reflejar un sentir que se percibe desde hace muchas
semanas en la calle: la derrota del bipartidismo PP-PSOE. Y por muchos motivos,
no solo la pesada sombra de la corrupción y el hastío de los ciudadanos. Un ascenso que solo inquieta a quien
lleva años aburguesado en una posición de privilegio y con comportamientos, en
ocasiones, antidemocráticos. No hay nada, para salvar el sistema, como apretar
el botón de reinicio.
La primera vez que
escuché hablar sobre Podemos fue escasas semanas antes de las elecciones
europeas del pasado 25 de mayo. Es cierto que, a pesar de mi condición de
ciudadano crítico, nunca he participado en un movimiento social de protesta del
estilo del 15-M, germen de Podemos a través de los círculos creados. Mi entorno
(en especial el laboral y el formado por los amigos) no destaca por su
movilización política. Individualmente, siempre es complicado.
Mi forma de hacer
política es otra. Desde chaval (tengo ya 35 años) siempre he sentido interés
por la política. Me parece absurdo lo contrario. Y, seguro, que usted, como yo,
se ha encontrado a demasiada gente ‘apolítica’. Y es que, parece ser (al menos
hasta ahora), se vive muy bien en el pasotismo. ¡No hay nada como no pensar
para no tener preocupaciones! ¡Tan triste como real! Me indigna bastante este
tipo de personas.
Pero, como decía, mi
forma de hacer política es otra. Devoro actualidad, de todo tipo, por eso me
hice periodista (de los que creen en el periodismo, ya ve usted). Lo que empezó
como niño, como muchos, por una gran afición a la mayoría de los deportes
pronto se contagió también hacia la cultura o la política. Recuerdo no pocas
noches en las que prestaba ya más atención en la radio a ‘Hora XXV’, con el añorado
Carlos Llamas, que a ‘El Larguero’ de José Ramón de la Morena. Ni les cuento
ahora con la actual situación económica y política.
Mi forma de hacer
política ha sido, sin pretender ser presuntuoso, abriendo mentes cerradas. Hay
que hablar de todo en la vida, no todo van a ser risas, cachondeo, fútbol,
ligoteo…, en fin, diversión. Hay tiempo para todo: también para ser ciudadano.
Creo, sinceramente, que quien no explora esa condición del ser humano se hace
un flaco favor a sí mismo y, de paso, a personas más comprometidas.
En definitiva, una
oveja mansa más en el rebaño del pastor, en el rebaño del poder. No se trata de
ser un rebelde, se trata de tener espíritu crítico, de ser ciudadano. Así que,
en cierta manera, yo también he hecho y hago política. Y más, si cabe, con
algún familiar o amigo especialmente de derechas. Al menos, a base de insistir,
he conseguido desanimarlos. Como mal menor, se quedarán en casa en las próximas
elecciones. Ya no votarán al PP. Me siento satisfecho.
Pero, es cierto, que
para realizar un cambio político hace falta algo más: un partido, una
estructura, un colectivo con ideas y un programa. Ese es el camino de Podemos.
Un camino que está recorriendo a toda prisa, y sin caerse, desde que se creara
el 17 de enero de 2014. En menos de diez meses, ha canalizado los deseos de
cambio de una parte muy importante de la sociedad española. Deseos de cambio, no solo de rabia contra el poder como tratan de infravalorar los múltiples defensores mediáticos
del bipartismo.
Conocí a Pablo Iglesias, como la mayoría, como un comprometido socialmente profesor de Ciencias Políticas de la Complutense en la tertulia política de cada sábado por la noche en La Sexta. De
todos los invitados, era el rostro más desconocido y, al mismo tiempo, quien
demostraba mayor conexión con la calle. No obstante, me sorprendía su
determinación y su firme propósito para cambiar el sistema. Creó Podemos para
ganar. Y lo que parecía hace diez meses un brindis al sol es, hoy en día, una posibilidad
real, muy real.
Durante mucho tiempo,
quizás por mi desmesura informativa y mi poco apego a los partidos
tradicionales, me he mantenido en la abstención. Soy muy crítico con la
democracia española. No mitifico la transición. Fue un paso adelante que, en
vez de tener continuidad, ha sufrido una regresión hacia demasiados vicios
predemocráticos. La realidad es que, muchos de los que nacimos tras la
dictadura, pensamos que otra democracia es posible. Más justa, más
participativa, más real, más, en definitiva, democrática.
Rompí mi
abstencionismo en las elecciones europeas. Voté a IU. Lo tenía decidido desde
hace tiempo. Con sus defectos, una pesada estructura de partido y una mala
política de comunicación (Cayo Lara es un líder sin chispa para conseguir la
atención del ciudadano), IU representaba muy bien las ansias de cambio de la sociedad.
Al menos hasta que apareció Podemos. IU, que rechazó una alianza previa con el
partido de Iglesias, se quedó en seis eurodiputados. Podemos asombró con cinco
eurodiputados y 1.253.837 votos.
Las encuestas, fieles
a su tradición en España, patinaron con estrépito. Valga como ejemplo la
oficial del CIS que vaticinó un único eurodiputado a Podemos y un anecdótico
1,8% de los votos. Las urnas hablando alto. La formación de Iglesias, con solo
cuatro meses de vida, atrajo ya al 7,98% de los votantes. Y eso que muchos, yo
soy un ejemplo, aún estábamos a la expectativa. Conocíamos poco sobre el
proyecto de Podemos. Y, aunque la música sonaba bien, opté por algo más seguro:
IU.
El desconocimiento
sobre Podemos ha durado un suspiro. Al poder político le olió a cuerno quemado
el movimiento del 15-M por más que, aparentemente, se desinflara con el paso de
los meses. En realidad, nunca lo hizo. Quedaron los círculos y, sobre todo, el
espíritu y deseo de cambio. Algo que el PP se encargó de aflorar más tras su
llegada a La Moncloa aplicando un programa B oculto (ya saben la afición del PP
por las cosas en B, como su contabilidad, los sobresueldos a sus dirigentes o
las reformas en su sede) contra las clases medias y bajas (reforma laboral,
subida de impuestos, recortes sociales…).
Así que los perroflautas
(como el sector más conservador de la sociedad española calificó despectiva,
altiva e ignorantemente al 15-M) pasaron a hacer política, como les habían
provocado desde el PP. Lo hicieron, abrieron un camino emergente en la sociedad
española y demostraron que, pese a quien le pese: ‘Sí, se puede’. Las críticas
a Podemos han sido feroces, descabelladas, muy ofensivas, injustificables…: comunistas, etarras,
bolivarianos, guerracivilistas, defensores de Venezuela, Cuba, Irán… Las
burradas han sido (están siendo) tantas e inverosímiles que cuesta
recopilarlas y creerlas.
La derecha española
sacaba la patita que lleva medio escondida desde la reinstauración de la
democracia. El PP atesora un poder casi absoluto: mayoría absoluta en el
Congreso y el Senado y en gran parte de los principales gobiernos autonómicos y
ayuntamientos. Y se ha pensado que debe ser así siempre. También sus múltiples
apoyos mediáticos. La prensa en España no es libre. Cuanto más grande es el
medio, menos. Podemos pasó a la diana del PP, de sus medios afines e incluso de
un PSOE descabalgado.
Nunca antes había
visto un ataque del poder tan extremo. PP y PSOE no solo están contando con el
apoyo entregado de los grandes medios de comunicación (¿hay algún periódico de
papel que no haya sacudido a Podemos?) sino que también se ha unido, como no
podía ser de otra manera, el poder económico. Sí, ese que se las ingenia, con
la connivencia del PP y del PSOE, para no pagar casi impuestos. Aún no han
gobernando (y espero que lo harán), pero Podemos se ha llevado más críticas que
Zapatero y Rajoy unidos.
Huele a miedo. Les
decía al principio que en años precedentes me costaba introducir de vez en
cuando una charla política entre familiares, amigos o compañeros de trabajo. Porque,
muy a mi pesar, muchos estaban plácidamente dormidos como ovejas del rebaño del
poder. Alguno queda aún. Pero hoy ya quedan menos ovejas. El pueblo ha
despertado. ¿Y existe mayor temor para quienes llevan décadas manejando
nuestros hilos desde las más altas instancias financieras, empresariales y
políticas?
Podemos supone la ilusión
de un pueblo por el cambio, por una verdadera democracia, por un sistema fiscal
justo, por la igualdad, por la dignidad laboral…, por todo aquello que no hemos
tenido durante años y que hemos clamado, en voz baja, desde entonces. La
habilidad de Podemos es converger todos esos deseos. No es un voto de rabia, no
es un voto irracional como defienden los defensores del bipartidismos. ¿Acaso
es racional apoyar al PP y al PSOE, expertos en hacer lo contrario de lo que
dicen y acosados por la corrupción?
Las encuestas son una
herramienta más del poder, siempre lo han sido, para canalizar el voto hacia
los dos partidos defensores de un sistema que se han cargado ellos mismos. Esas
mismas encuestas que fallaron en las elecciones europeas se han resistido a
plasmar lo que se escuchaba en la calle: el ascenso imparable de Podemos por
más barbaridades que se digan de ellos. Finalmente, El País colocó el pasado
domingo a Podemos como la fuerza más votada.
El CIS gubernamental,tras retrasar un par de días la publicación de su encuesta, se
ajustó el gorro de cocina para rebajar la nueva situación política en España.
Podemos, la principal fuerza en intención directa de voto, pasaba al tercer
lugar en la estimación de voto. ¿Por qué? Porque lo dice el CIS con su receta mágica y sus sofisticados ingredientes secretos para cocinar una encuesta. No hay nada
como engañarse, ya lo hicieron en mayo con las europeas. ¿Quieren otro
ridículo? Entonces Podemos quintuplicó las previsiones del CIS. Ya veremos qué pasa en las próximas municipales y autonómicas en mayo de 2015 y en las generales a final de año. Parece muy improbable que el PSOE, con el ascenso de Podemos, supere el 20% de los votos. Pero, claro, el PP necesita al PSOE alto para que el sistema (su sistema) no se desmorone.
La calle habla más
alto que las encuestas. Con una recuperación económica que no es tal, con un
país con las clases medias empobrecidas con respecto al inicio de la crisis, y
con una corrupción galopante (la última pasa por los 36.000 euros que el
presidente de Extremadura, José Antonio Monago (PP), cargó al Senado para
visitar durante dos años a su ‘querida’ en Canarias), Podemos solo supone una ‘amenaza’ para los poderosos. Para el resto, es
una ilusión. Sí se puede. Es hora de apretar el botón de reiniciar. ¡Es la hora de la gente!
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