domingo, 6 de julio de 2014

La golfada del alcalde Rajoy

Las elecciones europeas siguen resonando con intensidad en el Partido Popular. Un severo toque de atención. Pavor a la pérdida dentro de menos de un año del amplio poder municipal de la derecha española. ¿Cómo arreglarlo? ¿Acercándose a los ciudadanos para recuperar su confianza? ¡No, qué va, cambiando la ley electoral! Si la actual no sirve para ganar, pues se cambia. Y ya está.

Mariano Rajoy, con Rita Barberá, la sempiterna alcaldesa de Valencia.
El Partido Popular lleva con el gesto torcido desde las elecciones europeas. Tenía preparado el balcón de la victoria en la sede nacional de la calle Génova de Madrid para proclamar el final de la crisis y el reinado de Marianico Rajoy ‘El Salvapatrias’. Pero… El resultado de las urnas no fue el esperado. No hubo balcón. El PP gestionaba una amarga victoria con un pobre 26% de votos. Una pérdida de dieciséis puntos con respecto a las elecciones europeas de 2009 y de dieciocho con respecto a las generales de 2011. Un señor desplome.

Las cuentas electorales no salen. La dirección nacional del PP está aterrada. La salida de la crisis que nos llevan vendiendo desde hace un año no se aprecia en la calle. Las urnas no respaldan el optimismo de Rajoy y sus alegres muchachos. Soraya Sáenz de Santamaría se jactaba recientemente de observar mayor alegría en las ciudades españolas. Un desprecio (y prepotencia) que ha pasado factura al PP. Fuga de votos con las elecciones municipales y autonómicas en el horizonte: 24 de mayo de 2015.

El PP disfruta de un enorme poder municipal. Barrió al PSOE en las municipales de 2011. De las cincuenta capitales de provincia más las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla, gobierna en 36 ayuntamientos. Solo se le resisten, por orden de población, Barcelona, Zaragoza, Bilbao, Santa Cruz de Tenerife, Pamplona, San Sebastián, Lleida, Tarragona, Ourense, Lugo, Girona, Pontevedra, Toledo, Cuenca, Segovia y Soria. Se le escaparon también grandes ayuntamientos como Vigo, Gijón, Hospitalet de Llobregat, Terrassa y Sabadell. Pérdidas importantes, pero menores. El PP tiñó España de color azul.


Una pírrica victoria en las próximas elecciones municipales supondría un severo revés. Sería un aviso muy importante de cara a las elecciones generales. Pero es que, además, significaría un quebradero de cabeza interno. ¿Dónde colocar a tanto cargo y asesor que lleva años disfrutando de su parcela de poder? El PP es una engrasada máquina electoral. En realidad, es lo único que domina: ganar elecciones. No es un partido, actualmente, organizado para pasar a la oposición en los principales ayuntamientos. 

Hay ayuntamientos muy importantes de España que llevan en manos del PP durante mucho tiempo (demasiado tiempo): Madrid y Valencia (desde 1991) y Málaga, Murcia, Alicante y Valladolid (desde 1995). Palma de Mallorca y Las Palmas de Gran Canaria han tenido alcaldes populares en cuatro de las últimas cinco legislaturas. Sevilla, Córdoba y A Coruña han sido recientes conquistas. Una hegemonía que los resultados de las últimas elecciones europeas ha puesto en peligro. Rajoy se enfrenta a un doble reto: ganar las elecciones locales y evitar una crisis interna de partido con demasiado cargo, afiliado o asesor ocioso.

El riesgo es evidente, incluso con una ley electoral (con el sistema D’Hondt) tan injusta como la española que beneficia a los partidos mayoritarios (los minoritarios necesitan un 5% mínimo de los sufragios para optar al reparto de concejales) y permite disfrutar de una mayoría absoluta con mucho menos del 50% de los votos. El PP, por ejemplo, tiene mayoría absoluta en La Coruña y Las Palmas de Gran Canaria con apenas el 43% de los votos. Una situación, como mínimo, discutible.

Ana Botella y su último 'relaxing cup of café con leche'.
Si las elecciones municipales repitieran los resultados de las europeas, el Partido Popular (¿con quién pactaría?) se abocaría a un desastre electoral. Perdería prácticamente todas sus mayorías absolutas. Los pactos entre PSOE e IU, más la irrupción de Podemos, cambiarían alcaldías muy simbólicas: Madrid, Valencia, Sevilla, Málaga, Valladolid, Palma de Mallorca, Murcia… Incluso en algunos casos sin contar con UPyD, cuyo papel poselectoral es una incógnita. Al PP solo le vale un resultado: mayoría absoluta. Y esa posibilidad, ahora mismo, es una quimera.  

Recuerden que les decía que, si algo hace bien el PP, es ganar elecciones. Realmente es un partido creado para ganar elecciones gracias a la unión en una única lista de un amplísimo espectro de la derecha española: centristas, conservadores, liberales, monárquicos, ultracatólicos, nacionalistas españoles y (que nadie lo niegue) nostálgicos de la dictadura franquista. Casi toda la derecha en un mismo puño, superando sus diferencias (al menos en los últimos viente años mientras las urnas han funcionado), para perpetuarse en el poder. Una estrategia que favorece al PP frente a una izquierda históricamente más dividida en España.

Mariano Rajoy ‘ha encontrado’ la solución. De repente, le ha dado por la regeneración democrática. ¿Generosidad? En absoluto, puro interés y cálculo electoral. Rajoy ha trasladado al Comité Ejecutivo Nacional del PP una siniestra propuesta: cambiar las reglas del juego en las elecciones municipales. Los alcaldes representarán SOLO a la lista más votada. Portazo a las posibles coaliciones en la oposición. Perdida, muy posiblemente, la mayoría absoluta en múltiples ayuntamientos, el PP quiere atrincherarse en el poder cambiando las normas en mitad del partido, a solo un año de las elecciones, con la excusa de una regeneración democrática que solo esconde intereses particulares.

Rajoy, preparando una reforma electoral municipal ajustada al traje del PP.
¿Por qué no piensa el PP a qué se debe su creciente imposibilidad de pactar con ninguna otra formación política en los grandes ayuntamientos? ¿Por qué ese desprecio a las alianzas electorales? ¿Tienen menos legitimidad los gobiernos de coalición? ¿Representan acaso a menos ciudadanos? ¿Entiende el PP la democracia como un exclusivo ejercicio de poder de mayorías absolutas o de mayorías relativas? ¿Quiere cerrar la boca a la oposición? ¿Realmente es una demanda ciudadana que gobierne siempre la lista más votada aunque no tenga mayoría absoluta? 

Yo no he visto manifestaciones en las calles de Zaragoza, Santa Cruz de Tenerife, Vigo, Gijón, Ourense, Lugo o Pontevedra (donde el actual alcalde no representa a la lista más votada). ¿Por qué ese repentino interés del PP por garantizar que gobierne siempre el partido con más votos? No siempre ha sido así. Se me ocurren dos casos muy claros. En 2009, el PP apoyó al PSE en Euskadi aun cuando la fuerza más votada había sido el PNV. Dos años antes, el PP pactó con Coalición Canaria para evitar que el PSOE, lista con más votos, gobernara en el archipiélago. El PP, como el resto de partidos, ha firmado en el pasado pactos que han dejado en la oposición a la candidatura más votada. Y es algo legítimo. ¿Por qué ahora no lo sigue siendo?

La respuesta siempre está en el toque de atención de las urnas de las elecciones europeas. Las grandes alcaldías están en el alero. La golfada que prepara el PP es, tristemente, plausible. Su mayoría absoluta en el Congreso y el Senado (qué grave error cometió el pueblo español el 20 de noviembre de 2011) se lo permite. No necesita ningún apoyo. Solo su rodillo. Y no es algo que, históricamente, haya cohibido al PP. Si tiene que aprobar algo solo, lo hace. El cambio que ha propuesto Rajoy supondría una reforma de la Ley de Bases de Régimen Local y la Ley Electoral. Sí, esas mismas leyes que durante muchos años el PP (especialmente) y el PSOE se han negado tocar para impedir una mayor presencia en las instituciones de los partidos ‘minoritarios’.

Rajoy y el PP ultiman una reforma electoral que solo responde a sus intereses particulares.
A Rajoy se le ha iluminado, de repente, la luz. Resulta que la Ley Electoral se puede modificar. ¡Claro que se puede! Pero, ¡claro, para el beneficio del PP! Como llegar a pactos es algo complejo para un partido de esencia autoritaria, sin cintura para el diálogo y los consensos, la solución al órdago de las elecciones municipales pasa por cambiar las reglas de elección de las alcaldías. ¿Se imaginan que el PP gobernara un Ayuntamiento con, por ejemplo, el 25% de los votos solo porque el resto de las formaciones, sumando el 75% restante, estuvieran por detrás? Pues es lo que plantea el regenerador de la democracia Mariano Rajoy Brey. 

¿Se imaginan que el PP consiguiera en las próximas elecciones generales el 26% de los votos (el mismo porcentaje que en las últimas europeas) y evitara cualquier tipo de pacto electoral de la oposición? ¡Sería un escándalo! Pues no se imaginen tanto que en la cabeza de Rajoy está esa posibilidad. ¿Por qué no plantea el PP, si quiere garantizar que gobierne siempre la lista más votada, la elección a doble vuelta (antigua propuesta socialista) como ocurre en países como Francia? ¿No será que sabe perfectamente que los electores que no son del PP apoyarían mayoritariamente a la candidatura de la oposición? Entonces, ¿no sería válido que gobernara la lista más votada? Todo este problema le pasa al PP porque, por mucha mayoría absoluta que tenga en el Congreso, el Senado, muchas autonomías y ayuntamientos, está SOLO. Es un partido SOLO que ha espantado, con su autoritarismo, al resto de formaciones. No pueden pactar con nadie. Solo los suyos les quieren. Y cuando no son mayoría absoluta...

Modificar la Ley Electoral no debería ser una decisión exclusiva de un partido por mucho que tenga mayoría absoluta en el Congreso y Senado gracias, precisamente, a una normativa que muchas formaciones llevan años pidiendo que se renueve para plasmar mejor en las instituciones, de una manera más justa y equitativa, el resultado de las urnas. Un cambio de estas características requiere de un amplio consenso de las fuerzas políticas. La Ley Electoral no se puede reformular solo con el interesado impulso del PP. Eso no es regenerar la democracia. Es retorcerla para que se ajuste a tu medida. Rajoy, además de presidente, quiere ser alcalde o, al menos, garantizar, al precio que sea, la continuidad de sus alcaldes.

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