viernes, 11 de julio de 2014

La última oportunidad de redención del PSOE

Eduardo Madina, Pedro Sánchez y José Antonio Pérez Tapias aspiran a la Secretaría General del todavía principal partido de la oposición. 197.468 militantes decidirán este fin de semana el futuro de una formación en claro declive. Pero, más que un candidato, los socialistas tendrán que elegir un itinerario creíble de renovación para recuperar a los millones de electores que han dado la espalda a Ferraz. No vale un simple lavado de caras y nombres.


“El progreso consiste en renovarse”, clamaba Miguel de Unamuno a la adormilada y decadente sociedad española de principios del siglo XX. Una consigna que bien podría aplicarse este fin de semana el PSOE. Renovarse o morir. El PSOE se juega este fin de semana su futuro en el momento de mayor crisis del partido desde la reinstauración de la democracia: casi sin poder y en caída libre en las urnas. Y, sobre todo, con una enorme crisis de credibilidad.


197.468 militantes decidirán al futuro secretario general del PSOE, al relevo de un Alfredo Pérez Rubalcaba que ha sumido al socialismo español en sus días más negros. No es el único culpable. Zapatero asestó un golpe mortal en mayo de 2010 bajándose los pantalones en el Congreso ante las presiones de la UE y el FMI. Las políticas de recortes entraban en España de la mano de un presidente socialista. Un punto de inflexión para un partido con 135 años. Una traición al electorado histórico socialista.

Eduardo Madina, Pedro Sánchez y José Antonio Pérez Tapias pugnan por agarrar el timón de un barco que se ha alejado extraordinariamente del puerto o, lo que es lo mismo, del pueblo. El PSOE vive bajo una tormenta que ha generado el mismo partido. Zapatero cambió el rumbo. Rubalcaba no supo (o no quiso) modificarlo. La cúpula del PSOE ha confundido en los últimos años el mensaje de Unamuno.

¿Ha cambiado su mensaje el PSOE? Desgraciadamente, sí. Las líneas entre PP y PSOE se han difuminado en materia económica. El socialismo español ha abrazado al neoliberalismo. Los recortes al Estado del Bienestar no son patrimonio exclusivo de Rajoy y el PP. El PSOE no ha estado a la altura en la respuesta a la crisis que está configurando una España a dos velocidades con una lacerante y creciente desigualdad social.

El PSOE ha abandonado a la mayoría de españoles. No dudó en apoyarse en el PP a la hora de reformar el artículo 135 de la Constitución para blindar el pago de la deuda pública sobre cualquier otra partida presupuestaria. El socialismo ha roto con sus votantes. Un divorcio público como demostró sin rubor el expresidente Felipe González insinuando una futura coalición entre PP y PSOE por el bien de España. ¿De qué España, señor González? ¡Quién le ha visto y quién le ve. Le queda desde luego mejor ahora el traje y corbata de consejero de Gas Natural que la chaqueta de pana de los años clandestinidad en la dictadura de Isidoro!

Rubalcaba se llevó la primera en la boca en las elecciones generales del 20 de noviembre de 2011. Perdió cuatro millones de votos. Pasó a la oposición con los peores resultados en las urnas desde 1979, antes de la primera victoria de Felipe González. El PSOE, borrado del mapa en las municipales de mayo de 2011, apenas conserva los gobiernos autonómicos de Andalucía y Asturias en coalición, ambos, con Izquierda Unida. Patxi López salió, posteriormente, disparado de su breve etapa como lehendakari. Peor aún le ha ido al PSC. De la Generalitat a la indigencia política. El alto precio de jugar a ser independentista.

Los comicios europeos han encontrado un nuevo fondo electoral: tres millones y medio de votos, apenas el 23% en las urnas. El PSOE tiene un grave problema. Ensimismado en su historia de partido centenario, ha optado por la involución política y económica. El PSOE, tan orgulloso de su pasado, ha traicionado a sus raíces. Ni obrero, ni socialista. ¿Si les llamó casta (a la cúpula) me acusarán de votante de Podemos? Allá cada cual. El PSOE tiene un problema que solo agrandará si no hace autocrítica.

Eduardo Madina, Pedro Sánchez y José Antonio Pérez Tapias.
“Es hora de poder cambiar el rumbo y adaptarnos a la realidad que nos exigen los ciudadanos. Hay que estar en coalición con la sociedad (…). Fuimos el progreso y la igualdad, fuimos el crecimiento y el empleo: fuimos y seremos la  solución”, promete Pedro Sánchez, que ha pasado en cuestión de semanas de semidesconocido diputado (apenas visible por su creciente fama de ‘guaperas’ del Congreso) a máximo candidato a secretario general del PSOE gracias al aval inicial de 41.338 militantes.

Vivimos un tiempo nuevo, no solo en la política. La sociedad y el país están cambiando y nosotros también tenemos que cambiar”, ha corroborado Eduardo Madina, que ha obtenido 25.238 avales. Madina, el candidato más conocido por la opinión pública, apuesta por “un PSOE al servicio de las personas para, juntos, convertirnos en el instrumento de transformación social que muchos ciudadanos esperan que seamos”.

Pedro Sánchez o Eduardo Madina, salvo sorpresa, serán el sustituto de Rubalcaba. Las opciones de José Antonio Pérez Tapias, con 9.912 avales, se antojan mínimas. Tapias representa al ala más progresista del PSOE. Tres candidatos para liderar un proyecto político en crisis. Pero, ¿es suficiente con un cambio de nombre en la secretaría general? Rotundamente, no. El PSOE tiene la respuesta en Unamuno: renovación.

Y renovación creíble. El votante socialista ha dejado de confiar en su partido. La competencia con IU y Podemos es más que una seria amenaza electoral. Realmente el socialismo se arriesga (salvo, de momento, en su feudo de Andalucía) a perder su posición de privilegio en la izquierda española. A convertirse en una opción política sin posibilidades de gobernar. La elección de secretario general y la posterior de candidato a presidente en unas primarias es la última oportunidad de redención del PSOE. Y no valdrá solo un cambio de nombres. Ya, no. La confianza se ha evaporado.

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