viernes, 3 de octubre de 2014

Quiero ver a Blesa entre rejas

Otra del engendro Bankia, en concreto de Caja Madrid: 86 consejeros usaron entre 2003 y 2012 tarjetas de crédito opacas de la entidad para sus gastos personales en restaurantes, viajes, hoteles, ropa… La factura total asciende a más de 15 millones de euros. Otra más de una caja rescatada con dinero público (22.424 millones) por su pésima gestión mientras engañaba a 300.000 clientes con la fraudulenta venta de preferentes (3.000 millones en títulos) y desahuciaba (y desahucia) a miles de familias.


Advierto, éste es un artículo escrito desde la más absoluta indignación. Si usted vive en los altares sociales, políticos, monárquicos, económicos, financieros y empresariales de esta pantomima de democracia llamada España, le servirá para echarse unas risas a mi costa. ¡Cuidado! Mi indignación es sobradamente compartida por el conjunto de la sociedad española. El hedor a mierda que sale de vuestros bolsillos es ya irrespirable. Porque, sencillamente, ¡estamos hasta los cojones!

Miguel Blesa (Linares-Jaén, 1947) pasa por ser una de las mayores ratas que ha parido la amorfa democracia española. No le busquen en las alcantarillas de nuestras ciudades revolcándose entre la basura y las aguas sucias. Blesa es una rata refinada, de las que se mueven en coches de lujo. Caja Madrid le compró, en plena crisis, un BMW blindado por valor de 510.000 euros. Blesa recorría las calles de Madrid en un Ferrari 612 Scaglietti con un precio de mercado de casi 300.000 euros. Caprichos de millonario. Ni se molestaba en esconder su opulento y ostentoso estilo de vida.

Blesa es la típica rata refinada que viste trajes y camisas a medida, tiene una bodega llena de Vega Sicilia y encarga caviar Beluga Royal “que en la calle lo vende a 700.000 el Kg, pero a nosotros nos lo deja en 240.000 Pts/Kg (merece la pena) pero que no lo digamos a nadie”, se lee en uno de los múltiples correos electrónicos del expresidente de Caja Madrid mientras negocia la adquisición con un intermediario. Blesa es la típica rata refinada que se fotografía, lleno de orgullo, con cabezas de piezas de caza mayor: osos, leones, búfalos, ciervos…





Blesa es la típica rata refinada que se aloja en hoteles de cinco estrellas (y se quedan cortas) en sus paradisíacas vacaciones en compañía. Porque Blesa es la típica rata refinada que, pasados los años y a pesar de que la inflexible Ley de la Gravedad le impida ya ponérsela tiesa, se rodea de jóvenes mujeres en fiestas de la jet set. Tras divorciarse de su primera esposa, María José Portela, se casó hace justo un año con una exempleada de Caja Madrid, Gema Gámez Pérez, 26 años más joven. Ya, es que el amor no tiene edad (ironía).

Blesa llevaba (y lleva) la típica vida de niño pijo con pasta y complejo de ostentación. Nunca he entendido la necesidad de algunos ricos de ir pavoneándose por las calles agitando billetes. No todos lo hacen. Los hay más discretos e inteligentes. Para algunos, sin embargo, el dinero es algo tan vulgar como su personalidad. Blesa, apodado ‘Michi’ en su casa amiga, el PP, es la típica rata refinada que podría dar clases sobre ello. ¿Envidia? Ninguna. Soy de gustos más comunes.

Blesa, amiguísimo de Aznar con el que labró su ascenso social y económico, comprobó que las ratas refinadas también acaban, a veces, en cuartuchos oscuros y húmedos. Bueno, tampoco dramaticemos sobre la condición general de nuestras prisiones. El juez Elpidio José Silva le echó el lazo con la sospechosa compraventa del City National Bank of Florida el 7 de noviembre del año 2008. Una operación inflada (927 millones de dólares) que generó unas pérdidas de 500 millones de euros para Caja Madrid.





Algo olía raro. Blesa y otros cargos de Caja Madrid habrían cobrado de forma irregular cerca de 100 millones de dólares en comisiones por la compra del Banco de Florida. El juez Silva le mandó a prisión el 5 de junio del año 2013 sin posibilidad de fianza por delitos societarios, administración desleal, falsedad en documento y posible apropiación indebida. No duró ni quince días. La justicia le cubrió el culo por primera vez. La Audiencia Provincial de Madrid anuló la causa. Dos semanas antes, durmió otra noche en Soto del Real tras pagar una fianza de 2,5 millones de euros. No le costó mucho encontrar el dinero.

Es lo que tienen las ratas refinadas, el olor a dinero crea amigos, amigos muy poderosos en todas las esferas. Poco importaba que el escándalo de las preferentes hubiera estallado meses antes con Bankia (producto de la fusión, principalmente, entre Caja Madrid y Unicaja) en el centro de la diana, la misma Bankia que había colocado a España al borde del rescate total del país y que costó, de todas maneras, 22.424 millones de euros de los ciudadanos. Las ratas refinadas tienen esa suerte.


La CNMV ni movió un dedo con la comercialización de las preferentes, producto de alto riesgo colocado y colado sin información a ciudadanos normales a partir de mayo de 2009. La rata refinada de Blesa se descojonaba de los clientes en un correo electrónico interno de la compañía tras el éxito de la campaña: “Qué bárbaro. Y eso que habíamos engañado a los clientes”. Las ratas refinadas son así de graciosas. Pero ni la compra fraudulenta del City National Bank of Florida ni el escándalo de las preferentes han servido para mandar al trullo a esta rata.

Blesa y sus contactos han conseguido cargarse al juez Elpidio José Silva, suspendido de sus funciones. La Fiscalía ha pedido hasta treinta años de inhabilitación por un presunto delito de prevaricación. Los cómplices de la rata han maniobrado en los bastidores todo lo que han podido. Ya intentaron colarle a una magistrada, María Tardón, que fue concejal del Ayuntamiento de Madrid del PP y consejera de Caja Madrid. Le salvó una oportuna recusación. Silva, con sus defectos (exceso de protagonismo), ha sido objeto de un enorme linchamiento mediático. Al final, para algunos periódicos, Blesa era una víctima. En fin..., en fin.

Y encima se hizo el ofendido. Blesa, en su denuncia por prevaricación al juez Silva, se presentó como el pobrecito de la historia: “Hay un perjuicio económico evaluable, consecuencia de la fianza. Pero hay uno mayor, que es el perjuicio moral, por ese proceder prevaricador que ha tenido el juez, a mí y a mi familia, difícilmente reparable. Espero que esa deuda se salde en justicia”. El ego de la rata refinada de Blesa es inmenso. ¿De verdad se cree que mantiene algún prestigio en la sociedad?


La última de la Caja Madrid de Blesa es la aparición de un comprometido listado con 86 nombres de directivos y consejeros de la entidad que, por si no tuvieran suficiente con sus generosos sueldos (Blesa se embolsó 20 kilos en siete años en la Caja, contaron entre 2003 y 2012 con tarjetas de crédito opacas para sus gastos personales en restaurantes, viajes, hoteles, ropa… La factura total asciende a más de 15 millones de euros. Otra más de la rata refinada para mantener su estilo de vida. ¡Oigan, que se conoce que no le llegaba a final de mes!

Blesa no ha sido el principal beneficiario, aunque su participación en el escándalo no es anecdótica: 436.700 euros. No era algo de lo que se sintiera arrepentido. Más bien, al contrario. La actitud personal de Blesa es la típica de un pijeras con pasta que se cree que puede comprar el mundo. Desgraciadamente, el mundo, quizás, no, pero España sí que ha estado durante mucho tiempo a sus pies. Blesa, en su último mes como presidente de Caja Madrid, en enero de 2010, cargó hasta 19.000 euros en su tarjeta de empresa. Se despidió por todo lo alto. Se rió otra vez de todos.

En la Caja Madrid de la rata refinada de Blesa todo era posible. Todo menos algo que millones de españoles exigimos: “Queremos verte en la cárcel”. ¡Ah!, por cierto, no soy un afectado por la estafa de las preferentes, ni conozco a nadie cercano atracado por Blesa, simplemente quiero que las ratas, por muy refinadas que sean, no estén en la calle, sino en la cárcel. ‘Michi’, ése es tu hogar. Te esperan. Estás tardando.

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