miércoles, 28 de mayo de 2014

Elecciones Europeas (2): Cataluña (nación o frustración)

La independencia no para de ganar adeptos. ERC derrota por primera vez en las urnas a la oficialista CiU. Las opciones ‘españolistas’ se desangran. A falta de apenas cinco meses para la consulta, la Generalitat y el Estado deben buscar un acuerdo político y social que permita un referéndum ‘realista’, bajo el amparo legal del Estado español, en el que los catalanes conozcan a fondo todos los pros (y los contras) de una ruptura.


‘Ara és l’hora, vine!’ (‘Ahora es el momento, ven!’) La web de Esquerra Republica de Catalunya refleja en una frase el sentir de sus dirigentes, sus militantes y sus votantes. El objetivo maximalista de la independencia de Cataluña ha dejado de ser maximalista. Es, simplemente, realista. Las elecciones europeas han relanzado, por si hiciera falta, un creciente sentir social a escasos cinco meses del 9-N, la fecha elegida por la Generalitat para realizar una consulta sobre el futuro de Cataluña.




Ni soy catalán ni vivo en Cataluña. No creo, de todos modos, que eso impida que emita una opinión. Ya en este blog me he expresado en más de una ocasión al respecto. No estoy a favor de la independencia de Cataluña. Tampoco soy un férreo defensor del centralismo. Desde siempre he tenido bastante miedo a los nacionalismos, sean del tipo que sean. A fin de cuentas, el independentismo catalán y el nacionalismo español se retroalimentan. Durante muchos años se han servido el uno del otro para cumplir sus metas.

Cataluña se escapa de España. Hablo desde Castilla, desde ese vasto territorio, por cierto, muchísimo más olvidado que Cataluña por las políticas estatales. Los pasos que está cubriendo la Generalitat y, sobre todo, el pueblo catalán no dejan muchas más salidas que la independencia. No la apoyo pero, llegados a este punto, convencer a una mayoría de catalanes de que vivirán mejor dentro de España es perder el tiempo.

¡Claro que existen muchos catalanes que no son independentistas! Sin embargo, elección tras elección aumenta el número de los partidarios de la ruptura. ERC ha conseguido algo inaudito, derrotar por primera vez en las urnas al ‘establishment’ catalán desde la reinstauración de la democracia: la burguesía catalanista y, con el tiempo (en parte por convicción, en parte por empuje social) independentista representada por CiU. Hasta ahora, solo el PSC había sumado alguna victoria puntual, en especial en elecciones generales.

Maragall (enfermo de Alzheimer) en un mitin de ERC en las pasadas elecciones europeas.
La victoria de ERC es un claro síntoma del camino que ha decidido emprender el pueblo catalán. El éxito electoral no se puede ocultar y debe interpretarse en clave catalana. La participación ha crecido en más de diez puntos, del 36,9% de las europeas de 2009 al 47,6% del pasado domingo. Un importante ascenso que no se ha repetido en ninguna otra comunidad. Cataluña ardía en deseos de votar soberanismo, aunque fuera en una cita europea. ERC ha sido la indiscutible vencedora con el 23,6% de los votos. Nunca antes había obtenido un resultado tan abultado.

CiU, por mucho que Artur Mas sea el president de la Generalitat, ha dejado de canalizar la voluntad de Cataluña. Desde que CiU se adscribiera, ya sin disimulos, al independentismo, no ha hecho más que perder votos. Entre el original y la copia, Cataluña ha optado por el original, por una ERC que siempre ha jugado a lo mismo: a la independencia. En las elecciones europeas de hace cinco años, los republicanos se limitaron a un 9,2% de los votos. La subida es espectacular: más de catorce puntos.

ERC marca el ritmo del proceso independentista. Es el verdadero termómetro de hasta dónde está dispuesta la sociedad catalana en su pulso con el Estado. Hace menos de cuatro años, en las elecciones catalanas de 2010, ERC era la quinta fuerza tras CiU, PSC, PP e ICV con apenas el 7% de los votos. Atrás quedaban los años de gloria con Carod Rovira y los nefastos tripartitos con los gobiernos de Maragall y Montilla. Dos socialistas que, consciente o inconscientemente, terminaron por incubar el independentismo a la espera de su floración.

Porque el ascenso de ERC hay que interpretarlo como la consecuencia de una deriva independentista mal calculada por CiU y por el desplome del PSC. Mas, tras lanzarse ‘al monte’ cual Ibarretxe, le hizo la campaña a ERC en las adelantadas elecciones autonómicas de 2012. El independentismo fetén se convertía en segunda fuerza política en escaños en el Parlament por delante del PSC ya con un 13,7% de los votos. Algo más que un indicio de quién absorbía las multitudinarias Diadas soberanistas.

Cataluña ha cambiado las senyeras por las esteladas.
Artur Mas y Mariano Rajoy, tras las elecciones europeas, ya tienen la respuesta de qué se está cociendo en las calles de Cataluña. ERC es la primera opción política. Las urnas han confirmado un rumor ‘silenciado’ o ‘minimizado’ por las encuestas de los medios más cercanos a la burguesía catalana de CiU y de los medios defensores de la unidad de España. Como siempre, los sondeos fallaron. Sencillamente, o no sabían o no querían mostrar la realidad.

¿Y ahora qué? De verdad, ¿y ahora qué? A cinco meses del 9-N, de que la Generalitat convoque una consulta independentista que vulnera la Constitución, ¿cómo se para (si es que se puede) y cómo (medios legales y pacíficos) a una mayoría de catalanes que no quieren ser españoles? En realidad, ¿se les puede parar? Entre ERC, CiU e ICV, las fuerzas defensoras de la consulta, aunaron más del 55% de los votos en las elecciones europeas. Entre PSC, PP y Ciudadanos, contrarias al referéndum, se quedaron en el 30%.

Señalaba al principio de este artículo que no estoy a favor de la independencia de Cataluña. Pero, ¿y ahora qué? ¿Cree, de verdad, el Gobierno de Mariano Rajoy que prohibiendo la consulta se relajara la tensión soberanista? Más bien sería al contrario. Retrasaría los planes de ERC, pero se aseguraría una futura victoria, quizás hasta aplastante, en unas próximas elecciones autonómicas. Y, con ello, la posibilidad real de una declaración unilateral de independencia.

Via Catalana Cap a la Independència en la Diada de Catalunya 2013.
Cataluña se ha situado, porque ha querido, ante una disyuntiva histórica de compleja ejecución: Nación o Frustración. O nos dejan crear nuestro propio Estado, una opción que, visto el ascenso de las opciones soberanistas, es ya claramente mayoritaria, o seguiremos en España con un enorme enfado muy complicado de gestionar. ¿Hasta qué punto puede España permitirse una Cataluña enojada?

Me temo que ya no hay marcha atrás. Cataluña ha emprendido un camino sin vuelta: la independencia. Otro día podremos discutir cómo se ha llegado a esta situación con una enorme irresponsabilidad del Estado central (por la permisividad socialista y por el desprecio hacia los nacionalismos periféricos del PP) y de la Generalitat cultivando durante décadas un problema que se veía venir, reinventando la historia e incluso azuzando el desprecio a lo español.

La independencia está a la vuelta de la esquina. Ha pasado a ser un debate estéril en el que los argumentos no cuentan, no se escuchan. Es momento de que el Gobierno y la Generalitat pacten una consulta legal, amparada por el Estado, en la que se escuchen todas las voces y los catalanes conozcan los pros, pero también los múltiples y desconocidos contras, de la independencia. ERC y una importante parte del pueblo catalán son conscientes de que ‘Ara és l’hora, vine!’. Adeu Catalunya. Mejor hacerlo con control que dejarlo todo en manos de ERC. Entonces, será tarde.

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