viernes, 31 de octubre de 2014

Rajoy, el Senado no es un confesionario

“En nombre del PP quiero pedir disculpas a todos los españoles por haber situado en puestos de los que no eran dignos a quienes en apariencia han abusado de ellos”. Y, ¿ya está? ¿Con eso vale? Pues va a ser que no, señor presidente.


24 horas antes de que estallara la Operación Púnica (35 detenidos y 15 imputados), que arrancó el lunes 27 de octubre con Madrid como epicentro y extensiones en Murcia, Valencia y León, Mariano Rajoy minimizaba en la clausura de la XXII Intermunicipal del PP el impacto de la corrupción en España. Lo hizo fiel a su cobarde estilo de afrontar los problemas, sin citarlos.

“Ya sé que se han producido algunas cosas que no nos gustaría que se produjeran, pero estamos tomando decisiones y la justicia está actuando. Dejémosla trabajar (…). Unas pocas cosas no son 46 millones de españoles ni el conjunto de España. Yo, desde luego, no lo voy a aceptar nunca por más que a algunos les guste hacer según qué cosas”.

Esas cosas que Rajoy no se atrevió a citar por su nombre son los constantes casos de corrupción que sacuden a España y que han provocado un enorme hartazgo social que explotará (¿alguien lo duda?) en las urnas con un castigo histórico al bipartidismo PP-PSOE. Rajoy salía al paso, de forma timorata, al escándalo de las tarjetas black de Caja Madrid-Bankia y a la imputación de Ángel Acebes por apropiación indebida por omisión de dinero de la caja B del PP destinado a comprar acciones del ultraconservador medio de comunicación Libertad Digital.

Dos escándalos que estrechaban aún más el cerco sobre Rajoy. Rodrigo Rato (exdirector general del FMI, expresidente de Bankia, exministro de Economía y Hacienda y exvicepresidente del Gobierno de José María Aznar) y Ángel Acebes (exsecretario general del PP, exministro de Interior, exministro de Justicia, exministro de Administraciones Públicas y hasta exconsejero de Bankia) han compartido trayectoria política con el presidente del Gobierno. Tres leales de Aznar acosados por la corrupción, dos en los tribunales y el tercero en la sociedad por omisión. Todo esto con Jaume Matas en prisión, Carlos Fabra camino de ella, Paco Camps salvado en el caso de los trajes por un jurado popular con pocas luces, Sonia Castedo riéndose de toda Alicante y…

Por no hablar de la trama Gürtel y los papeles de Bárcenas. ¿Recuerdan? Normal que ya, en ocasiones, se nos pasen algunas “cosas”, como diría Rajoy. Es absolutamente vergonzoso que, seis años después del comienzo de la investigación, el único que ha pagado por Gürtel a día de hoy sea el juez instructor: Baltasar Garzón. España es sinónimo de corrupción. Es cierto, “unas pocas cosas no son 46 millones de españoles ni el conjunto de España”. Pero de ahí a infravalorar el problema de la corrupción como pretenden Rajoy y el PP…


Rajoy lo hizo. Y las consecuencias fueron instantáneas. Rajoy se marchó a la cama el domingo muy ufano, orgulloso de sí mismo por sus palabras en la XXII Intermunicipal del PP, por hacerle la pelota a la sociedad española resaltando nuestra limpieza mientras metía en el mismo saco de 46 millones de españoles a ciudadanos normales que no tenemos nada que ver con la corrupción con manzanas podridas del sistema político.

Durmió a pierna suelta el domingo. Soñó, y todo, con Merkel. Pero le llegó un duro despertar con la Operación Púnica que salpicaba a empresarios corruptos con importantes dirigentes del PP. También del PSOE, como el alcalde de Parla y el exprimer edil de Cartagena. Al frente de la operación aparecía, no obstante, un primer espada del PP de Esperanza Aguirre en Madrid: Francisco Granados, exsecretario regional, exconsejero de Presidencia de la CAM, exdiputado en la Asamblea de Madrid y exsenador. Y es que la vida de los corruptos está llena de antiguos cargos donde han ido sembrando su maquiavélico plan.

Granados, que en los últimos tiempos se había revelado como mordaz tertuliano y firme defensor de su limpieza política (¡cuántos Granados habrá sueltos por las tertulias y los organismos públicos, cuánta hipocresía y desvergüenza campando a sus anchas!), se quedó sin asiento en el Senado y la Asamblea de Madrid en el pasado mes de febrero. Al limpio Granados le habían cazado una cuenta oculta en Suiza. ¿Qué tendrá Suiza para enamorar a tanto dirigente popular que presume de españolidad con una pulserita en la muñeca mientras cambia de nacionalidad cuando acude al banco?



El juez de la Audiencia Nacional Eloy Velasco ha mandado a Granados, el cerebro de la trama, a prisión como supuesto autor de delitos de blanqueo, organización criminal, tráfico de influencias, cohecho, malversación, prevaricación y fraude. Toda una joya. En la trena, le esperan el actual alcalde de Valdemoro (localidad natal de Granados), José Carlos Boza (PP), el primer edil de Torrejón de Velasco, Gonzalo Cubas (PP), y el presidente de la Diputación de León, Marcos Martínez (PP), heredero de la fallecida Isabel Carrasco.

Imputados están los alcaldes de Parla, José María Fraile (PSOE), Collado Villalba, Agustín Juárez (PP), Casarrubuelos, David Rodríguez (PP) y Serranillos del Valle, Antonio Sánchez (Unión Democrática Madrileña). Son esas “pocas cosas”, según Rajoy, que no representan a los 46 millones de españoles. Pero, señor Rajoy, una cosa (es que esta palabra vale para todo) es decir que no nos representan y otra muy distinta infravalorar su existencia (que no es anecdótica) e importancia.

No creo que nadie en este país esté en disposición de descartar que dentro de una semana o un mes brote otro escándalo de corrupción. Vamos, otra cosa más para Rajoy. Las hay de todos los colores con los ERES machacando al PSOE en Andalucía, los Pujol desnudando a CiU en Cataluña y Gürtel y sus innumerables ramificaciones e imitadores aniquilado al PP. ¿Son solo unas cosas? ¡Por supuesto que no!



Rajoy acudió dos días después del comienzo de la Operación Púnica al Senado. Lo confundió con un confesionario y a los senadores y ciudadanos con unos sacerdotes: “Entiendo y comparto plenamente la indignación de los ciudadanos, lamento profundamente la situación creada. Entiendo el hartazgo de los españoles, estas consultas resultan particularmente hirientes cuando los españoles han tenido que aportar tantos sacrificios y esfuerzos para sacar al país de la crisis”.

El presidente del Gobierno, más que acorralado por la corrupción (nadie ha olvidado, salvo él y los suyos, que aparece en los papeles de Bárcenas como perceptor de sobresueldos de la caja B del PP), se nos marcó una disculpa borbónica a mayor honra y salud del rey Juan Carlos tras su escapada a Botswana para matar elefantes solo descubierta por una inoportuna caída sobre su maltrecha cadera. “Lo siento, me he equivocado y no volverá a pasar”. En versión de Rajoy: “Lamento profundamente la situación creada y en nombre del PP pido disculpas a los ciudadanos”.

Y, ¿ya está? ¿Con eso es suficiente? ¿Qué espera Rajoy: la absolución con un par de Padre Nuestros y Ave Marías? No sé, uno no es de misa y comunión ni diaria, ni semanal, ni anual, pero tiene formación infantil católica y recuerda que para ganarse el perdón hacía falta el propósito de enmienda. ¿Existe ese propósito en el PP y, en concreto, en Rajoy? Lo dudo mucho. Si existiera, debería responder por muchas, muchas cosas. Y cuando digo cosas, como las nombra Rajoy, me refiero a casos de corrupción.

Pues no, señor Rajoy, el Senado no es un confesionario y los ciudadanos no somos sacerdotes a la espera de devolver al redil a las arrepentidas ovejas descarriadas. De todos modos, ¿espera nuestra absolución? No se la doy. No veo, por ningún lado, arrepentimiento sincero, más bien huida de piernas de “esas cosas” que, apenas 24 horas antes de estallar la Operación Púnica, eran tan poco relevantes.

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