El asesinato de la presidenta de la Diputación de León, que algunos
medios de comunicación han atribuido alegremente al progresivo clima de rechazo
ciudadano a nuestros representantes, constata un fenómeno creciente y muy preocupante
en las redes sociales: la insensibilidad de una parte de la sociedad. No es
algo circunstancial, Internet está repleto de bulos, acusaciones falsas y
gravísimos insultos. ¿Dónde están los límites?
El teclado de un ordenador, un Ipad o un dispositivo móvil se ha
convertido en una poderosa y peligrosa herramienta de difamación. Los límites
de la libertad de expresión corren un serio peligro de ser pisoteados por un
irresponsable uso de un fenómeno social que protagoniza los últimos años: las
redes sociales. El asesinato de la presidenta de la Diputación de León, Isabel
Carrasco, ha sido la última demostración.
Carrasco, una política de personalidad indómita con muchos frentes
abiertos, había coleccionado una infinidad de enemistades en su larga
trayectoria política que se remonta a los tiempos de José María Aznar como
presidente de la Junta de Castilla y León. Su asesinato, en un probable caso de
venganza laboral de una extrabajadora de la Diputación ayudada por su madre, no
tiene, sin embargo, nada que ver con su perfil político. Es un hecho execrable,
absolutamente cruel, repugnante e inhumano, pero de carácter personal.
Las redes sociales, algunos de sus participantes, no han reaccionado a la
altura. Los comentarios de pésame se han mezclado con otros de contenido dudoso
alegrándose o, como poco, justificando un asesinato. Isabel Carrasco ha sido
una doble víctima. Amparados en la libertad de expresión pululan cientos de
terroristas del teclado. Nadie está a salvo. Poco importa incluso que muchos
comentarios vayan acompañados de nombre y apellidos.
“Hay que limpiar las redes de indeseables”. El ministro del Interior,
Jorge Fernández Díaz, ha defendido la necesidad de establecer unos mecanismos
de seguridad en Internet. No creo que sea algo descabellado. Es de lo poco
sensato que ha dicho este ministro desde que asumió el cargo. El nivel de
virulencia verbal en las redes sociales es bochornoso, impropio de una sociedad
respetuosa con los derechos humanos. Internet no puede ser un
territorio sin ley.
Pero, ¿cómo acometer este problema? Las recientes detenciones de una
veintena de internautas por infamias a las víctimas de ETA y exaltación del
terrorismo son un primer paso, pero no el definitivo. ¿Dónde colocar los límites
de un comentario personal en una red social? Las víctimas de ETA no son las únicas
vilipendiadas en la red. Por ejemplo, a Pilar Manjón, presidenta de la Asociación de Afectados del 11-M, le han dicho de todo en la red. Corre prisa elaborar una legislación al respecto que,
sin lesionar la libertad de expresión, incluya también el respeto a todos los
derechos fundamentales reconocidos en nuestra Constitución.
Internet no puede convertirse en una tasca del Salvaje Oeste con grescas verbales entre
personas de gatillo fácil con el teclado. Las normas de participación en los
foros de los medios de comunicación son sistemáticamente quebrantadas. La
argumentación y el intercambio de opiniones pasan, a menudo, a un segundo plano
dejando paso a la imposición de ideas y, directamente, al insulto contra aquel
que piensa de una manera diferente. No hay más que entrar en un foro de contenido
deportivo o político. ¡Cuidado, que vuelan ‘balas’!
Los insultos a Isabel Carrasco reflejan una tendencia en las redes sociales
y en los foros de Internet: la sensación de que todo vale, que cualquier frase
se puede soltar por muy bestia que sea. Las redes sociales están pasando de
herramienta de comunicación a arma de ofuscación con un enorme desprecio por
personajes públicos pero también por ciudadanos anónimos. ¿Para eso ha quedado
Twitter? Pues me alegro de no tener cuenta.
No obstante, lo que sea lee en las redes sociales no es más que una extensión
del clima que se cultiva en muchas tertulias políticas, donde gana la Ley del
Cavernícola y de la Provocación (piensen en gente como Hermann Terstch o
Alfonso Rojo), y en algunos editoriales de medios de comunicación. No es de
recibo atribuir el asesinato de Isabel Carrasco al indudable malestar
ciudadano con la clase política. Y, sin embargo, algunos no han dejado escapar
la oportunidad.
Pese al descrédito de nuestros gobernantes, la sociedad española lleva
años dando un magnífico ejemplo de comportamiento democrático. Los desvaríos, convenientemente
destacados y agrandados en algunos medios, son mínimos. El asesinato de Isabel
Carrasco es un desgraciado hecho puntual con motivaciones personales, en
absoluto, según los primeros datos de la investigación, por cuestiones
políticas.
Twitter se ha contaminado del aire barriobajero que se respira en las
tertulias políticas y en las portadas, editoriales y columnas de algunos
periódicos y ediciones digitales. La libertad de expresión es una de las bases
de un sistema democrático pero flaco favor nos estaremos haciendo si hacemos un
uso irresponsable de ella. Desgraciadamente, tendrán que recordar a algunos que
existen unos límites. Se les ha olvidado.
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