martes, 13 de mayo de 2014

Isabel Carrasco, Twitter y el acoso a los políticos

El asesinato de la presidenta de la Diputación de León, que algunos medios de comunicación han atribuido alegremente al progresivo clima de rechazo ciudadano a nuestros representantes, constata un fenómeno creciente y muy preocupante en las redes sociales: la insensibilidad de una parte de la sociedad. No es algo circunstancial, Internet está repleto de bulos, acusaciones falsas y gravísimos insultos. ¿Dónde están los límites?


El teclado de un ordenador, un Ipad o un dispositivo móvil se ha convertido en una poderosa y peligrosa herramienta de difamación. Los límites de la libertad de expresión corren un serio peligro de ser pisoteados por un irresponsable uso de un fenómeno social que protagoniza los últimos años: las redes sociales. El asesinato de la presidenta de la Diputación de León, Isabel Carrasco, ha sido la última demostración.

Carrasco, una política de personalidad indómita con muchos frentes abiertos, había coleccionado una infinidad de enemistades en su larga trayectoria política que se remonta a los tiempos de José María Aznar como presidente de la Junta de Castilla y León. Su asesinato, en un probable caso de venganza laboral de una extrabajadora de la Diputación ayudada por su madre, no tiene, sin embargo, nada que ver con su perfil político. Es un hecho execrable, absolutamente cruel, repugnante e inhumano, pero de carácter personal.

Las redes sociales, algunos de sus participantes, no han reaccionado a la altura. Los comentarios de pésame se han mezclado con otros de contenido dudoso alegrándose o, como poco, justificando un asesinato. Isabel Carrasco ha sido una doble víctima. Amparados en la libertad de expresión pululan cientos de terroristas del teclado. Nadie está a salvo. Poco importa incluso que muchos comentarios vayan acompañados de nombre y apellidos.

“Hay que limpiar las redes de indeseables”. El ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, ha defendido la necesidad de establecer unos mecanismos de seguridad en Internet. No creo que sea algo descabellado. Es de lo poco sensato que ha dicho este ministro desde que asumió el cargo. El nivel de virulencia verbal en las redes sociales es bochornoso, impropio de una sociedad respetuosa con los derechos humanos. Internet no puede ser un territorio sin ley.

Pero, ¿cómo acometer este problema? Las recientes detenciones de una veintena de internautas por infamias a las víctimas de ETA y exaltación del terrorismo son un primer paso, pero no el definitivo. ¿Dónde colocar los límites de un comentario personal en una red social? Las víctimas de ETA no son las únicas vilipendiadas en la red. Por ejemplo, a Pilar Manjón, presidenta de la Asociación de Afectados del 11-M, le han dicho de todo en la red. Corre prisa elaborar una legislación al respecto que, sin lesionar la libertad de expresión, incluya también el respeto a todos los derechos fundamentales reconocidos en nuestra Constitución.

Internet no puede convertirse en una tasca del Salvaje Oeste con grescas verbales entre personas de gatillo fácil con el teclado. Las normas de participación en los foros de los medios de comunicación son sistemáticamente quebrantadas. La argumentación y el intercambio de opiniones pasan, a menudo, a un segundo plano dejando paso a la imposición de ideas y, directamente, al insulto contra aquel que piensa de una manera diferente. No hay más que entrar en un foro de contenido deportivo o político. ¡Cuidado, que vuelan ‘balas’!

Los insultos a Isabel Carrasco reflejan una tendencia en las redes sociales y en los foros de Internet: la sensación de que todo vale, que cualquier frase se puede soltar por muy bestia que sea. Las redes sociales están pasando de herramienta de comunicación a arma de ofuscación con un enorme desprecio por personajes públicos pero también por ciudadanos anónimos. ¿Para eso ha quedado Twitter? Pues me alegro de no tener cuenta.

No obstante, lo que sea lee en las redes sociales no es más que una extensión del clima que se cultiva en muchas tertulias políticas, donde gana la Ley del Cavernícola y de la Provocación (piensen en gente como Hermann Terstch o Alfonso Rojo), y en algunos editoriales de medios de comunicación. No es de recibo atribuir el asesinato de Isabel Carrasco al indudable malestar ciudadano con la clase política. Y, sin embargo, algunos no han dejado escapar la oportunidad.

Pese al descrédito de nuestros gobernantes, la sociedad española lleva años dando un magnífico ejemplo de comportamiento democrático. Los desvaríos, convenientemente destacados y agrandados en algunos medios, son mínimos. El asesinato de Isabel Carrasco es un desgraciado hecho puntual con motivaciones personales, en absoluto, según los primeros datos de la investigación, por cuestiones políticas.

Twitter se ha contaminado del aire barriobajero que se respira en las tertulias políticas y en las portadas, editoriales y columnas de algunos periódicos y ediciones digitales. La libertad de expresión es una de las bases de un sistema democrático pero flaco favor nos estaremos haciendo si hacemos un uso irresponsable de ella. Desgraciadamente, tendrán que recordar a algunos que existen unos límites. Se les ha olvidado.

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