jueves, 18 de diciembre de 2014

¡Felicidades Cuba!

Principio del final de una anomalía, de un vestigio de una Guerra Fría que (supuestamente) se derrumbó con la caída del Muro de Berlín. Washington y La Habana comienzan una nueva e ilusionante era. “A fin de cuentas, estos cincuenta años han demostrado que el aislamiento no ha funcionado. Ha llegado la hora de un nuevo enfoque” ha reconocido el mismo Obama. “Todos somos americanos”. Entre el castrismo y el bloqueo de Washington, los únicos que han sufrido han sido los ciudadanos cubanos. Ahora sí tienen derecho a soñar con su libertad.


Obama se ha ganado su paso a los libros de historia. Más allá de ser el primer presidente negro en Estados Unidos y su mejor respuesta a la crisis económica mundial, Obama había decepcionado a mucha gente (a mí me había decepcionado enormemente) en lo que supone el gran lunar de la Casa Blanca en los últimos tiempos: la política exterior. La Administración Obama ha sido errática con múltiples equivocaciones en la llamada Primavera Árabe en Egipto y Libia. Estados Unidos no ha sabido qué hacer en Siria y sigue con los brazos cruzados en Palestina. De la guerra de Ucrania, mejor ni hablamos.

Con Cuba, Obama ha acertado:

“Nací en 1961, justo dos años después de que Fidel Castro tomara el poder en Cuba y unos meses después de la invasión en la Bahía de Cochinos, en la que se intentó derrocar a su régimen. En las siguientes décadas, la relación entre nuestros países se desarrolló con el trasfondo de la Guerra Fría y la firme oposición de Estados Unidos al comunismo. Solamente nos separan 90 millas. Pero año tras año, se endureció la barrera ideológica y económica entre los dos países”.

La situación diplomática entre Estados Unidos y Cuba es una anomalía, una herencia de la Guerra Fría en pleno siglo XXI.

“A fin de cuentas, estos 50 años han demostrado que el aislamiento no ha funcionado. Ha llegado la hora de un nuevo enfoque”, ha admitido el presidente de Estados Unidos.

Obama ha demostrado la sensatez y el sentido común que muchos europeos y ciudadanos de otras partes del mundo esperamos de la primera potencia del mundo:

“No pienso que podamos seguir haciendo lo mismo durante más de cinco décadas y esperar un resultado distinto. Además, intentar empujar a Cuba al colapso no beneficia los intereses de Estados Unidos ni los de los cubanos”.

Eisenhower, John Fitzgerald Kennedy, Lyndon Johnson, Richard Nixon, Gerald Ford, Jimmy Carter, Ronald Reagan, George Bush (padre), Bill Clinton y George Bush (hijo) fracasaron en su estrategia para derrocar el castrismo asfixiando a los ciudadanos cubanos. El aislamiento a Cuba no ha dañado a los Castro, solo ha dañado a los cubanos, empobrecidos entre el comunismo de La Habana y el bloqueo de Washington, secundado por sus aliados occidentales.


¿Qué forma es esa de provocar un cambio en Cuba hacia la democracia mediante el sufrimiento del pueblo cubano? Una estrategia que no solo ha sido ineficaz sino, sobre todo, inhumana. No tenía sentido mantener una situación larvada hace más de medio siglo en un contexto histórico muy diferente, en plena Guerra Fría.

Obama ha rectificado un error histórico clamoroso de la Casa Blanca:

“Esta política rígida no sirve bien ni al pueblo estadounidense ni al pueblo cubano y se origina en eventos que ocurrieron antes de que muchos de nosotros naciéramos. Piensen que por más de 35 años hemos tenido relaciones con China, un país mucho más grande también gobernado por el Partido Comunista. Hace casi dos décadas, restablecimos relaciones con Vietnam, donde luchamos una guerra en la que perecieron más estadounidenses que en ninguna confrontación de la Guerra Fría”.


¿Y Cuba? Cuba, que mantiene a Rusia como amiga, tiene a Venezuela como principal valedora internacional y se ha acercado con inteligencia a China, ha sido la excepción. La excepción y, a menudo, la excusa. Los Castro han sabido muy bien manejar para su provecho el bloqueo. Para Estados Unidos la existencia del castrismo ha servido para aumentar su área de influencia en el mundo.

En ningún momento estoy realizando una defensa del castrismo. No necesito conocer Cuba para saber que sus más de once millones de ciudadanos no viven en las mejores condiciones posibles. Cuba no es pobre (que se lo pregunten a Fidel Castro y su fortuna personal de 550 millones de dólares, según la revista norteamericana Forbes), pero los cubanos sí son pobres. La carestía de alimentos es algo cotidiano en el último medio siglo en el país caribeño. Pero, digo yo, habrá una mejor estrategia para derrotar al castrismo sin que eso conlleve el innecesario sufrimiento del pueblo.

Obama, con la aquiescencia de Raúl Castro y la inestimable colaboración del Papa Francisco (que nos dure muchos años este buen señor), ha tomado una decisión histórica.

No es una cesión, en absoluto, como han clamado algunos republicanos, como el senador por Florida Marco Rubio, y sectores del anticastrismo en Florida. ¿Qué sentido tenía mantener una política que no ha servido para devolver la democracia a Cuba sino para aumentar la pobreza de los cubanos? Ninguno. ¿No ha sido suficiente con más de medio siglo de error diplomático?

Yo también quiero mi Cuba libre, como cantaba la conocida anticastrista Gloria Estefan. Pero ese objetivo no puede pasar por un mayor dolor del pueblo cubano que, por si no tuviera suficiente con vivir bajo el yugo de una dictadura comunista, ha tenido que convivir con un bloqueo diplomático de quienes decían mirar por su bienestar. Con amigos así, ¿para qué quiere uno enemigos?

La pelota está, como siempre, en el alero de Estados Unidos. En concreto del Partido Republicano, que tiene mayoría en la Cámara de Representantes. El final del bloqueo y el comienzo definitivo de una nueva etapa en Cuba se encuentra en manos de los congresistas republicanos que deben decidir si quieren cerrar (ya va siendo hora) la Guerra Fría y escuchar las voces jóvenes del exilio cubano que piden cambios en la relación entre Washington y La Habana o si prefieren continuar con una estrategia con la que no se ha conseguido ningún avance.

Quiero ser optimista. Hoy, por primera vez, me apetece decir:

¡Felicidades Cuba! Lo mejor aún está por llegar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario