La crisis de los refugiados, en su mayoría procedentes de la Guerra de Siria, cuenta ya con una foto icónica y, sobre todo, vergonzosa para la Europa del siglo XXI. El cuerpo del pequeño Aylan Kurdi (tres años) inerte en una playa turca en Bodrum estremecía y abochornaba a toda Europa (a todo el mundo) en la mañana del 2 de septiembre. El drama siempre ha estado ahí. Aylan Kurdi ni es la primera, ni será la última víctima. El drama continuará si la UE sigue dividida, peleándose por las cuotas de refugiados, y sin afrontar de frente un problema del que forma parte.
Más de setenta refugiados aparecían muertos, asfixiados como animales,
en un camión abandonado en el arcén de una autovía austriaca. 24 horas antes,
medio centenar más de refugiados se encontraban sin vida en el interior de la
bodega de un barco naufragado frente a las costas libias.