Israel
golpea, una vez más, con saña a la población palestina. Los principales medios de comunicación occidentales se posicionan clamorosamente del lado hebreo. Y eso que el balance provisional es dramático con casi cuatrocientos muertos palestinos, en su mayoría civiles
con una enorme presencia de niños. No estamos hablando de terroristas de Hamas ni de escudos humanos. Los bombardeos son indiscriminados con objetivos tan difusos como una playa donde unos niños jugaban al fútbol. Mientras, Estados Unidos acusa directamente
a Rusia del gravísimo derribo de un avión comercial que sobrevolaba la zona
controlada por los prorrusos en Ucrania. La prensa occidental ya ha elegido un único
posible culpable: Putin. ¿Las pruebas?
“Israel utiliza sofisticados
aviones de ataque y buques de guerra para bombardear densamente atestados
campamentos de refugiados, escuelas, edificios de apartamentos, mezquitas y
barrios para atacar a una población que no tiene Fuerza Aérea, ni defensa
aérea, sin Marina, sin armas pesadas, ninguna unidad de artillería, sin
armadura mecanizada, no hay ningún comando en el control, ni Ejército… Y lo
llama una guerra. No es una guerra, es un asesinato” (Noam Chomsky).
Chomsky, de familia hebrea, lleva
media vida denunciando la manipulación informativa. El panorama que describe
de Gaza no coincide con la sesgada visión pro-israelí que aparece en muchos
medios occidentales. La prensa al servicio del más poderoso. ¡Qué novedad! ¡Jamás
hubo tantos medios de comunicación y, sin embargo, jamás fuimos presa de tanta manipulación,
en especial por las grandes corporaciones de mass media! Y nada mejor que no
una guerra, sino dos guerras: Gaza y Ucrania, para comprobar el vasallaje del
periodismo con los principales centros de poder político y económico.
¿Saben qué? Que ya no me creo casi
nada de lo que nos cuentan, en especial de las noticias internacionales, más complicadas de verificar en persona. Las
posibilidades para contrastar la información son reducidas y, además, costosas
en tiempo, esfuerzo intelectual e incluso dinero. Nuestro conocimiento de la
política internacional está profundamente contaminado por lo que leemos o
escuchamos en los grandes medios de comunicación. ¿Qué sé yo lo que sucede, por
ejemplo, en Filipinas? No me voy a pagar un avión y una estancia larga en Manila para enterarme
qué sucede en Filipinas. Ni en Kiev, ni en Damasco, ni en Bagdad, ni El Cairo... Estamos indefensos. Nos tenemos que creer lo que nos cuentan, sea o no verdad.
El reciente Mundial de fútbol ha
desnudado a Brasil. Y no solo en el césped con la sonrojante actuación de la
Canarinha. Ya tuvimos un ensayo en la Copa Confederaciones hace un año. De
repente, millones de ciudadanos de todo el mundo descubrimos que los brasileños
no eran tan felices como nos contaban, que el progreso económico no estaba
llegando (ni mucho menos) a todos. Descubrimos que todas las informaciones que
en los últimos años nos habían vendido las bonanzas de Brasil eran, como mínimo,
incompletas. Nos habían mentido. Y no es un caso aislado.
No hemos vuelto a saber nada de
qué está sucediendo en Egipto. Pasamos de una prensa internacional enemiga del
dictador militar Mubarak y defensora de unas elecciones libres democráticas (ganadas
por los Hermanos Musulmanes de Mursi) a una prensa defensora de un Gobierno de
militares que protagonizó un golpe de Estado contra Mursi. Todo vale. Lo mismo
podríamos decir de Libia, Siria, Egipto, Afganistán… Lo que se critica hoy, se
defenderá mañana. La única hoja de ruta posible es la que salga de Washington, Londres,
Berlín o Bruselas. La prensa no protestará. Y si lo hace, pues le tocará al valiente de turno esconderse como a Julian Assange, fundador de Wikileaks.
La manipulación informativa
alcanza niveles máximos de contaminación en situaciones de conflicto como actualmente en Gaza y Ucrania. Me ceñiré, por proximidad, a la prensa española. Portada
del diario La Razón del pasado jueves 17 de julio: ‘Verdugos de su pueblo. Mueren
cuatro menores palestinos en un ataque israelí que tenía como objetivo un
miembro de Hamas. La organización se infiltra en la población civil e impide su
evacuación’.
Israel había asesinado a cuatro
niños, dos de diez años y otros dos de once años, tras bombardear ¡¡¡una
playa!!! No sabía yo que los terroristas de Hamas se ocultan en una playa. ¿Se esconderán bajo la arena? La Razón, lejos de recriminar a Israel el bombardeo, responsabiliza de la muerte de los niños a los mismos palestinos. Vergonzoso, pero no era la primera vez que
el ultraconservador diario (auténtico órgano de propaganda del PP) se posicionaba lealmente del lado israelí. Unos días
antes, bajo una tendenciosa foto con israelíes protegidos detrás de sus coches,
alarmaba sobre la histeria provocada por el lanzamiento de cohetes de Hamas.
El mismo día que el Gobierno de
Israel (no confundirse con el pueblo judío) masacraba a cuatro niños palestinos
en Gaza, el otrora diario progresista El País sacaba una foto de portada con un
tanque israelí con el siguiente texto: ‘Israel ordena a 100.000 palestinos de
la Franja que evacuen sus viviendas’. De la muerte de los niños palestinos en
una playa bajo el fuego hebreo, nada de nada. Manipulación fina. El País ocultó
en su portada el asesinato. ABC tomó la misma decisión y prefirió un fotomontaje
con el toro de Osborne repleto de banderas para vender la supuesta mejoría de
la imagen internacional de España.
El derribo de un avión comercial
de Malaysia Airlines por un misil de autoría desconocida en el este de Ucrania
ha relegado a Gaza al segundo plano. Israel sigue con el camino libre para
continuar una ofensiva desproporcionada pero avalada por la prensa occidental.
Nadie defiende el cruel asesinato de tres adolescentes israelíes a manos de Hamas en Cisjordania. Pero, ¿esa atrocidad permite que Israel
invada Gaza y sume ya casi 400 muertos, la mayoría de los cuales nada tienen que
ver con los terroristas de Hamas?
Pero la manipulación informativa
no descansa. Con Gaza envuelta en sangre, Ucrania (donde el vacío informativo
ha sido clamoroso en las últimas semanas, como si no hubiera ahí una guerra) ha
regresado a primera página con el derribo cerca de la frontera rusa de un
Boeing de Malaysia Airlines que cubría la ruta entre Amsterdam y Kuala Lumpur.
Un misil derribó el avión. El resultado ya todos lo conocemos: casi trescientos
muertos. Un ataque miserable contra un objetivo civil.
Y, ¿qué ha hecho nuestra querida
prensa española? ¿Se ha limitado a informar de los hechos, a ofrecer cobertura por igual a ambos bandos (Ucrania-Estados Unidos-UE, por un lado, y los rebeldes
prorrusos y Rusia, por el otro)? No. La prensa española no ha tardado en
posicionarse. Siempre que se habla de manipulación viene muy bien citar al
diario La Razón. Portada de ayer (sábado 19 de julio): ‘Todos señalan a Putin’.
¿Para qué esperar a la investigación? Occidente ya tiene culpable, único
culpable.
Toda la prensa española se subió de
inmediato al carro del presidente Obama. Estados Unidos tenía su culpable.
¿Para qué escuchar las explicaciones rusas? Y, sobre todo, ¿para qué esperar a una investigación independiente? Portada (del mismo sábado) de El
País: ‘Obama apunta a la complicidad de Rusia en el derribo del avión’; El
Mundo: ‘Obama responsabiliza a Putin’; ABC: ‘Occidente señala a Putin’; y La
Vanguardia: ‘Obama apunta a los aliados de Putin por el avión abatido’. ¿No se
estarán dando demasiada prisa? La investigación ni siquiera ha empezado. Los
cuerpos acaban de ser recuperados.
La súbita aparición de supuestas conversaciones
de militares prorrusos reconociendo el derribo resulta demasiado obvia. Todo
demasiado sencillo para explicar algo, afortunadamente, muy poco habitual: el
derribo de un avión comercial por un misil. Sí, la contaminación informativa se
repite en el lado ruso. No se trata de posicionarse de un bando u otro. Se
trata de escuchar a ambos, como en Gaza. La prensa debería tener voz propia y
no ser utilizada como arma propagandística, como herramienta de guerra.
Me temo que en Ucrania nunca
sabremos las circunstancias exactas del derribo del avión de Malaysia Airlines.
Nadie tampoco aceptará la responsabilidad del ataque. La guerra se dirimirá a
través de los medios de comunicación. En España, sin preguntarnos a los
ciudadanos nos han situado ya a un lado de la trinchera. El enemigo es Rusia. La
herencia de la Guerra Fría sigue viva.
Pero no me gustan estas
sorprendentes prisas para atribuir la responsabilidad del derribo del avión. Ya
tenemos la experiencia cercana de los graves incidentes en el pasado invierno
en la plaza del Maidán de Kiev. Occidente nos dibujó una revolución contra
Yanukovich con unos bondadosos insurgentes con un cariz, sin embargo, bastante discutible con elementos
muy cercanos a la ultraderecha ucraniana. Entonces, ya asistimos a un ensayo de
la guerra informativa que irá a más con el misil que ha volado el avión de
Malaysia Airlines.
No nos podemos ya fiar de aquello
que escuchamos y leemos en los grandes medios de comunicación. Brasil, Iraq,
Afganistán, Libia, Siria, Egipto… Las cosas han sido tan distintas a como los grandes
medios nos las han contado que, como mínimo, toca ser prudentes. Mientras
cientos de personas mueren en Gaza y las familias del vuelo Amsterdam-Kuala
Lumpur lloran a sus muertos, la guerra informativa, con su partidista división
de buenos y malos, no cederá en su empeño hasta que sus amos políticos y
económicos cumplan sus objetivos. Siempre nos quedará Chomsky para abrirnos los
ojos.
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