La eurofobia y el euroescepticismo se multiplican. Triunfa en el corazón de
Europa (Francia) y en su potente extrarradio (Reino Unido). Las formaciones de
ultraderecha se dispersan con éxito en casi todos los países: Holanda, Dinamarca, Austria, Finlandia, Polonia, Italia, Suecia... En el Parlamento
Europeo incluso habrá diputados de formaciones nazis como Movimiento por una Hungría Mejor, Aurora Dorada
(Grecia), Ataka (Bulgaria) o el mismo NPD alemán. La izquierda más crítica con la actual UE también emerge, con la
victoria de Syriza en Grecia y el fenómeno de Podemos en España como banderas. ¿Se moverá la burocracia de Bruselas
para relanzar el proyecto europeo o la UE seguirá desangrándose acomodada entre las élites financieras, empresariales y políticas y alejada de los ciudadanos?
‘Sí a Francia. No a Bruselas’. El Frente Nacional ha ganado por primera
vez unas elecciones en Francia. 4.7 millones de votos y 24 eurodiputados. Ha
multiplicado por ocho su presencia en el Parlamento Europeo. “No es una alerta,
es un terremoto”. El primer ministro francés, el socialista Manuel Valls,
reconocía el impacto de la victoria de la ultraderecha. Un serio aviso para la
estabilidad de una UE que se ha abrazado a las élites financieras, empresariales y políticas en la batalla contra la crisis mientras se alejaba de los ciudadanos.
‘Thank
you. Our journey continues, are you in?’. El UKIP agradece en su web la confianza de los votantes. La victoria en
las elecciones europeas (4.3 millones de votos y 24 eurodiputados) es el
comienzo de un viaje. Un viaje en el que Europa no cuenta. El UKIP, como el
Frente Nacional, consiguió el 25-M su primera gran victoria nacional en las urnas con un mensaje muy antieuropeo. El
partido liderado por Nigel Farage lo tiene muy claro desde su misma denominación: Partido
para la Independencia del Reino Unido.
La UE del rechazo avanzó preocupantemente el pasado domingo. Ganó
posiciones en casi todo el continente con dos simbólicas picas conquistadas por
la ultraderecha (teñida de ultranacionalismo) en Francia (el corazón de Europa y
del proyecto europeo) y Reino Unido y una plaza más protagonizada por la izquierda ‘radical’ en
Grecia. Syriza (1.5 millones de votos y seis diputados) canalizó la indignación
del pueblo griego, empobrecido y convertido en un protectorado alemán.
Europa vive su momento más convulso desde la Segunda Guerra Mundial. La
crisis, la nefasta gestión de la crisis de la UE (contaminada por los intereses
particulares de la banca alemana), ha colocado al proyecto europeo al borde del
colapso. Se está quedando sin apoyos en la sociedad. Europa estaba mucho más unida e ilusionada en la década de los cincuenta, con la
gestación de la Comunidad Europea del Carbón y el Acero (CECA) en 1951 y la Comunidad
Económica Europea (CEE) tras la firma del Tratado de Roma en 1957.
¿Qué pasaría si el Frente Nacional ganara unas elecciones presidenciales en Francia o el
UKIP unos comicios generales en el Reino Unido? ¿Seguirían Francia y el Reino Unido dentro de la UE?
¿En qué situación quedaría la UE si perdiera a alguno de estos dos influyentes
socios e incluso a los dos? Bruselas debe mostrar vida inteligente, recuperar la iniciativa, regresar a la calle, abandonar los despechos y responder
a un reto factible que podría destruir un proyecto construido durante más de
medio siglo y dinamitado por la burocracia.
Las curiosas leyes electorales que rigen en Francia y Reino Unido (aunque parezca mentira existen sistemas aún peores que el español) complican un triunfo electoral del Frente Nacional y el UKIP en unos comicios
generales. Pero ojo con infravalorar el riesgo y un vuelco en las urnas. El Frente Nacional ya se plantó
en una segunda ronda en las presidenciales de 2002. Entonces, Jean-Marie Le Pen, con un discurso muy duro, cargado de antisemitismo, asustó a Francia. No pasó del 17.7% ante Jacques Chirac. Una década después, las circunstancias
han cambiado.
La derecha tradicional francesa, en la era Sarkozy y la era pos-Sarkozy, ha perdido
el rumbo. El Partido Socialista disfruta de un amargo (y seguro efímero) paso por
el Elíseo con el decepcionante François Hollande. El bipartidismo francés ha comprado en
los últimos meses parte del mensaje del Frente Nacional, en especial en la
dialéctica anti-inmigración. Han entrado a debatir en un terreno que beneficia
a la ultraderecha. No tengo tan claro que ahora el votante socialista apoyara a la
UMP en una segunda vuelta o viceversa para frenar a Le Pen. Una circunstancia muy peligrosa.
Si Hollande ha resultado un bluff, no menos ha sido David Cameron en el
Reino Unido. La victoria de los euroescépticos complica mucho las futuras expectativas electorales de los conservadores. La UE nunca ha sido un proyecto alabado por los
británicos, que siempre se han tomado muy en serio su situación geográfica y
política como una isla próxima pero, al mismo tiempo, alejada, de Europa. A la vez, dentro y fuera de Europa. El
histórico triunfo del UKIP, con un marcado carácter xenófobo, es un salto
adelante.
La diferencia es que el voto al UKIP ha dejado de ser un voto de castigo.
Ese apoyo podría trasladarse a unas elecciones generales. El sistema electoral
británico, muy favorable (como todos) al bipartidismo, se puede volver en
contra de Cameron. Si el UKIP se asienta en amplias zonas del suroeste y en
todo el este, complicará la reelección a los conservadores. Cameron tendrá que
radicalizar su discurso antieuropeo para seguir en Downing Street.
El órdago del Frente Nacional y el UKIP a la UE arrancará ya. Ambas
formaciones eurófobas están luchando por contar con un grupo propio en el
Parlamento de Estrasburgo. Un altavoz directo contra Bruselas. Necesitan 25 diputados, algo
que por sí solas ya casi obtienen, y representación en siete países. Una premisa más
complicada por mucho que el escepticismo europeo haya avanzado en las
últimas elecciones.
Lo tiene más fácil Farage, que ha rechazado aliarse con Le Pen. El UKIP cuenta con el probable apoyo de los
nórdicos antieuropeos. La ultraderecha danesa ganó las elecciones y sumó cuatro
diputados. Los Verdaderos Finlandeses (dos escaños) y el Partido Nacionalista
Sueco (dos) también han obtenido representación. Si Farage atrae a los
euroescépticos daneses, finlandeses y suecos, tendrá seguro grupo propio en
Estrasburgo. El UKIP tiene el compromiso del diputado electo de otras tres
formaciones antieuropeas: Svobodní (República Checa), Anel (Grecia) y Orden y
Justicia (Lituania).
Le Pen lo tiene más complicado. Cuenta con cuatro apoyos fuertes: la Lega
Nord de Italia (cinco eurodiputados), el Partido de la Libertad de Holanda
(cuatro), el FPÖ de Austria (cuatro) y el Vlaams Belang de Bélgica (uno). Pero necesita dos voces más para tener grupo parlamentario en Estrasburgo. Tiene
de plazo hasta finales de junio para cumplir un objetivo delicado. ¿Se atreverá
Le Pen a pactar con los nazis del Movimiento por una Hungría Mejor, Aurora Dorada (Grecia), Ataka (Bulgaria) o el NPD alemán? No lo parece pero... Más posible sería una alianza con el Congreso de la Nueva Alianza de Polonia (cuatro eurodiputados).
Farage o Le Pen, al menos uno de ellos, evidenciarán en el Parlamento Europeo el
creciente y muy peligroso euroescepticismo. No creo que sea necesario recordar qué sucedió en Europa cuando el nacionalismo dominó la política. ¿Estamos dispuestos a cometer los mismos errores casi siete décadas después? La ultraderecha y el ultranacionalismo suponen, además, el rostro más extremo del desencuentro con la UE, aunque no el único.
La Izquierda Unitaria, muy crítica con el actual funcionamiento de la UE ronda los cincuenta representantes con la inclusión del fenómeno Podemos en España. También entre los partidos no adscritos a ningún grupo europeo existe un fuerte anti-europeísmo. Ahí está el Movimiento 5 Estrellas de Beppe Grillo: casi seis millones de votos y 17 europarlamentarios. Farage no ha dudado en entrevistarse con Grillo, líder de la segunda opción más importante en Italia.
La Izquierda Unitaria, muy crítica con el actual funcionamiento de la UE ronda los cincuenta representantes con la inclusión del fenómeno Podemos en España. También entre los partidos no adscritos a ningún grupo europeo existe un fuerte anti-europeísmo. Ahí está el Movimiento 5 Estrellas de Beppe Grillo: casi seis millones de votos y 17 europarlamentarios. Farage no ha dudado en entrevistarse con Grillo, líder de la segunda opción más importante en Italia.
¿Se moverá la burocracia de Bruselas para relanzar el proyecto europeo o
la UE seguirá desangrándose? ¿Necesitará Bruselas que Le Pen o Farage consumen
su órdago, ganen unas elecciones generales y saquen directamente a Francia y Reino Unido de
la UE? ¿Necesitará Bruselas que el malestar ciudadano contra las injustas
medidas anti-crisis (siempre sobre la espalda de los ciudadanos más desfavorecidos) cambie los
gobiernos de Grecia, Italia o España?
De momento, el bipartidismo europeo ha
perdido 65 escaños (sesenta el PP europeo y cinco la socialdemocracia) ¿Tomarán
nota o dejarán que la UE se rompa y se muera lentamente? La UE del rechazo ha
venido para quedarse. Y crecer. ¡Cuidado!
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