sábado, 29 de noviembre de 2014

España pasa hambre

La Federación Española de Bancos de Alimentos apela, una vez más, a la solidaridad ciudadana para recoger 18 millones de kilos de alimentos no perecederos. Hace años, iniciativas similares servían para paliar la carestía en los países subdesarrollados. Hoy el objetivo es más cercano, que nuestro vecino, nuestros hermanos, nuestros padres, nuestros hijos, nuestros amigos, nosotros mismos no pasemos hambre. ¡Y dirán que hemos salido de la crisis! ¡Vergüenza!


El autor de este blog, servidor de ustedes, estudió en un colegio concertado desde el extinto curso de Preescolar hasta el igualmente desaparecido curso de COU. Fui alumno del CCV (Centro Cultural Vallisoletano-Maristas), una elección de mis padres por cuestiones geográficas (desde la galería de mi casa se veía el amplio patio del colegio) y por el prestigio de la escuela.

Como alumno de un centro concertado religioso, no recuerdo ninguna clase de adoctrinamiento. Les insto a leer este blog y no encontrarán, precisamente, a un autor conservador y a un votante del PP, más bien al contrario. Me educaron en libertad (más de lo que algunos mitos indican) con una amplia mayoría de profesores sin relación con el clero.

De aquella etapa, hablo entre los años 1985 y 1997, recuerdo periódicas actividades solidarias para ayudar a los más necesitados: Día del Domund, Operación Bocata, caminatas y distintas recogidas de alimentos. Las clases de mi colegio tenían un escalón para subir al tradicional encerado. Era el lugar escogido para dejar las bolsas de solidaridad de cada alumno. Entonces, éramos unos cuarenta por cada clase. El escalón se llenaba de bolsas de comida con aceite, leche, galletas, pasta, legumbres, conservas…

Entonces, el hambre tenía rostro de niño africano. Aún es así. Pero casi dos décadas después, la exclusividad no solo es de África. Este fin de semana, el Banco de Alimentos está realizando una macrocampaña de recogida de productos no perecederos con un destinatario que, en mis campañas escolares, no era el objetivo: los mismos ciudadanos residentes en España. En pleno siglo XXI, como clara consecuencia de la crisis económica (que no ha desaparecido), en España hay mucha gente que pasa hambre. ¡Qué vergüenza!

La Federación Española de Bancos de Alimentos, que reúne a 52 Bancos de Alimentos de toda España, ha apelado a la solidaridad ciudadana para recoger 18 millones de kilos de alimentos no perecederos. No se trata de responder a una urgencia humanitaria por un terremoto o unas inundaciones en un país subdesarrollado, ni para ayudar a la población civil en un conflicto bélico, ni una acción para paliar el hambre en África, Asia o Sudamérica.


Estamos hablando de España. Estamos hablando de una España empobrecida, con una brecha social, económica y laboral indignante, con millones de ciudadanos pasándolo mal, muy mal. Tanto como para no tener ni para comer. La Federación Española de Bancos de Alimentos atiende a casi un millón y medio de personas. Y creciendo. Y no están solos. Está también la solidaridad de conocidas ONG como Cáritas, Cruz Roja, Mensajeros de la Paz…

Esto es una vergüenza. No me sobra nada, no atravieso (pocos pueden decir lo contrario en este país) mi mejor momento económico. Pero no paso hambre. Nunca me ha faltado un plato sobre la mesa, ni mis tres comidas. Soy consciente de que, pese a mis dificultades, tengo suerte, mucha suerte incluso. Miles de familias no pueden decir lo mismo.

Esta es la verdadera España que tenemos en el año 2014. Una España, a menudo, silenciada. Una España, a menudo, avergonzada. Una España, que si no actuamos, será cada vez más pobre y numerosa. ¿De verdad podemos, como lleva haciendo el Gobierno del Partido Popular en los dos últimos años, vanagloriarnos de la situación del país? ¿Se puede ser más miserable, más insolidario, más injusto?

A mí, no me pregunten. Díganselo a los señores de La Moncloa, a los señores del PP, a los señores del Ibex-35, a los señores que les apoyan en los medios de comunicación. Según ellos, vamos en la buena senda.

Yo, sin embargo, no puedo dejar de pensar que aquellas bolsas que dejaba de niño en el colegio para ayudar a los pobres africanos son ahora para que puedan comer gente que nos cruzamos cada día por las calles.

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