Por primera vez, los
socialistas no canalizan el voto de izquierdas. El conjunto del resto de
formaciones progresistas (IU, ERC, Equo y el fenómeno Podemos, principalmente)
ha superado en las urnas a la lista encabezada por Elena Valenciano. Mucho más
que una circunstancia puntual. La crisis, más en concreto la respuesta a la
crisis, ha devorado los cimientos de un partido anclado en el pasado y desconectado
de la sociedad, incluso de sus bases y sus potenciales votantes. La solución no
pasa solo por un cambio de nombres, un Congreso preparado por la curia del
partido y unas primarias descafeinadas.
El PSOE lleva cuatro años
desangrándose. Una hemorragia que no se ha taponado desde mayo de 2010 y que ha
dejado a un enfermo anémico a punto de entrar en situación irreversible. Las
urnas de las elecciones europeas han confirmado una percepción creciente en la
calle. El PSOE ha dejado de ilusionar, ha dejado de canalizar el voto
progresista, ha dejado de ser un partido de izquierdas.
La desilusión arranca no
tanto por la crisis como por la respuesta de la crisis. José Luis Rodríguez
Zapatero es el único presidente del Gobierno que ha llegado a La Moncloa con el
aval de más de once millones de votos. Lo consiguió en 2004. Y repitió en 2008.
Ningún presidente (numéricamente) ha tenido el apoyo de tantos ciudadanos en
las urnas, aunque nunca disfrutara de una mayoría absoluta como Felipe, Aznar
y, ahora, Rajoy.
Esa ilusión se tornó en
desencanto, decepción y, con el paso de los meses, indignación. Ya saben, la
digestión de las malas noticias tiene su particular proceso. Zapatero y el PSOE
se equivocaron a la hora de gestionar la crisis. Y firmaron su acta de descomposición
el 27 de mayo de 2010. El Congreso, por los pelos, validaba el (entonces) mayor
plan de ajuste de la democracia (15.000 millones de euros) anunciado por el
presidente quince días antes.
Congeló las pensiones,
recortó el salario de los funcionarios y las inversiones públicas, suprimió el
cheque bebé… Se traicionó a sí mismo. Bajó los brazos. Zapatero se rindió a
Merkel, a la UE, al BCE, al FMI, a Obama, al conjunto de las presiones
internacionales sobre una España, supuestamente, al borde del rescate. Zapatero
se escuda en su autobiografía, ‘El Dilema’ (Planeta), con una frase de Obama:
“Este es el mundo que hemos construido y que hay que cambiar, pero hoy por hoy
nuestro margen de maniobra es reducido”.
Zapatero (antes) como Rajoy
(ahora) han reiterado que no existen otras alternativas a la salida de la
crisis. Pero, ¿es cierto? Y, sobre todo, ¿están de acuerdo los ciudadanos? Gran
parte, al menos, de los once millones de españoles que apoyaron a Zapatero en
2004 y 2008 piensan que sí existían y existen alternativas. Desde luego, la
deteriorada situación del país ofrece argumentos. Ni las medidas de Zapatero ni
de las de Rajoy han servido para salir de la crisis. Mucho menos para frenar
las desigualdades, que se han intensificado.
En aquel mes de mayo de
2010, Zapatero y el PSOE perdieron a su electorado. Se cayó la máscara. La
defensa de las políticas sociales quedó en su segundo plano. El PSOE había
comprado el manual de instrucciones de Angela Merkel y la banca. A nivel
económico, las discrepancias con el PP se habían diluido. Por supuesto, en
Ferraz no se dieron por aludidos hasta que llegaron las elecciones generales de
noviembre de 2011. Rubalcaba perdió cuatro millones de votos. Primer toque de
atención. Pero, oídos sordos. Rubalcaba se enrocó en su puesto y se las arregló para
sofocar el ‘motín’ de Carme Chacón.
El desgaste no había hecho
más que arrancar. El PSOE había liquidado su esencia obrera para abrazarse al
sistema financiero. ¿De verdad que España estuvo al borde del rescate en mayo
de 2010? Mientras Zapatero explicaba el plan de ajuste, la prima de riesgo de
la que tanto se ha hablado se movía en 103 puntos básicos. Cierto que una
semana antes se había disparado por encima de los 160. De todos modos, casi
nada en comparación con el máximo histórico de 637 puntos básicos registrados
el 24 de julio de 2012 con Rajoy en La Moncloa. Y, afortunadamente, ni aún así
cayó España (nunca caerá, como Italia, porque colapsaría la UE).
La economía española había
crecido dos décimas en el primer trimestre de 2010, antes de que Zapatero
sacara las tijeras. El PIB en el primer trimestre de 2014 se incrementó en
cuatro décimas gracias a un llamativo repunte de la inversión pública (las
trampas de Montoro) y después de que en los últimos años Rajoy no haya parado
de reclutar afiladores para sajar a los ciudadanos. La deuda pública, por su
parte, ha escalado del 70 al casi 100% del PIB. Una salvajada.
La situación de la economía española en mayo de 2010 no necesitaba recortes. Tampoco ahora. PP y PSOE han aplicado el mismo ineficaz modelo (con mayor intensidad, eso sí, Mariano Rajoy) contra la crisis. Su unidad de actuación es más que evidente cuando el bipartidismo comparte intereses (miedo da pensar en una posible gran coalición en La Moncloa para frenar a las formaciones emergentes). No les costó mucho aunar fuerzas para reformar el artículo 135 de la Constitución (sin preguntar al pueblo) consagrando el equilibrio presupuestario en las Administraciones Públicas y la prioridad del pago de la deuda pública.
La situación de la economía española en mayo de 2010 no necesitaba recortes. Tampoco ahora. PP y PSOE han aplicado el mismo ineficaz modelo (con mayor intensidad, eso sí, Mariano Rajoy) contra la crisis. Su unidad de actuación es más que evidente cuando el bipartidismo comparte intereses (miedo da pensar en una posible gran coalición en La Moncloa para frenar a las formaciones emergentes). No les costó mucho aunar fuerzas para reformar el artículo 135 de la Constitución (sin preguntar al pueblo) consagrando el equilibrio presupuestario en las Administraciones Públicas y la prioridad del pago de la deuda pública.
El plan de ajustes
presentado de mayo de 2010 era innecesario, equivocado y contraproducente para
España. Zapatero no tuvo valor político para hacer frente a Merkel y compañía.
¡Qué barbaridades estoy diciendo!, ¿verdad? No se crean. A esa misma conclusión
han llegado millones de españoles. No es un farol. Miren la evolución del voto
socialista desde la aprobación de los recortes anunciados por Zapatero. Camino
de la irrelevancia frente al ascenso del conjunto del resto de opciones progresistas.
Del 43,8% en la segunda
victoria electoral de Zapatero se bajó al 39,3% en las europeas de 2009. Un
descenso asumible tras los primeros coletazos de la crisis. La caída se aceleró
hasta el 28,7% de Rubalcaba en las generales de noviembre de 2011. ¡Quince
puntos menos! Entre medias había aparecido la traición socialista del plan de
ajuste de mayo de 2010. Las elecciones europeas, con un ridículo 23% de voto,
ha confirmado que el PSOE ha dejado de ilusionar. El amor se ha roto. Y dudo
mucho que se pueda recuperar.
Los ciudadanos han dibujado
en las urnas un panorama inaudito. Por primera vez, la suma del resto de
formaciones progresistas (con IU, ERC, Equo y el fenómeno Podemos al frente) ha
adelantado al PSOE. El socialismo español tiene motivos para preocuparse. IU y
Podemos, en coalición directa o indirecta, está en disposición de apoderarse de
un espacio electoral y social del que el PSOE había disfrutado desde la
reinstauración de la democracia. Lo ha perdido.
¿Se ha enterado ya la vieja
guardia socialista (Felipe, Chaves, Ibarra, Bono, Rubalcaba…) qué les está
pasando y les seguirá pasando? La solución no pasa solo por un cambio de
nombres, una nueva imagen tras un Congreso preparado por la curia del partido y
unas primarias descafeinadas. El PSOE rompió en mayo de 2010 con su espíritu
progresista, se desconectó de sus votantes y se fundió en el mensaje económico
de la derecha española y europea. Es algo más que una desilusión pasajera.
El socialismo español midió
mal la crisis. Tardó una eternidad en reconocerla. Recuerden aquel absurdo
eufemismo de desaceleración económica. Pero midió peor las consecuencias de la
crisis y las medidas para combatir la crisis. Hace cuatro años, Zapatero y el
PSOE perdieron una oportunidad única de demostrar que, efectivamente, como
desde que ocupan la oposición a Rajoy, existen alternativas a las imposiciones
de la troika europea, el BCE y el FMI, al discurso oficial de Merkel y la UE.
El electorado tradicional
socialista no se ha olvidado de la desastrosa segunda legislatura de Zapatero,
en especial desde aquel fatídico plan de ajuste aprobado en mayo de 2010. Otras
opciones políticas verdaderamente progresistas (se llamen Izquierda Unida,
Podemos, ERC o Equo, por citar las más votadas) han demostrado en las
elecciones europeas que muchos españoles estamos convencidos de que existen
otras salidas a la crisis distintas a las marcadas por PP (ahora) y PSOE
(antes).
El socialismo español ha
dejado de ser la opción vertebradora de la izquierda. No necesita solo un
lavado de cara tras un democrático proceso de primarias. El PSOE tiene que
recuperar su esencia. Ha perdido cuatro años. Otros ya han ocupado su espacio
en la política española y en la sociedad española. Que se acostumbren Felipe y
compañía. Ya no nos ilusionan.
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