viernes, 30 de mayo de 2014

Elecciones Europeas (3): El PSOE ha dejado de ilusionar

Por primera vez, los socialistas no canalizan el voto de izquierdas. El conjunto del resto de formaciones progresistas (IU, ERC, Equo y el fenómeno Podemos, principalmente) ha superado en las urnas a la lista encabezada por Elena Valenciano. Mucho más que una circunstancia puntual. La crisis, más en concreto la respuesta a la crisis, ha devorado los cimientos de un partido anclado en el pasado y desconectado de la sociedad, incluso de sus bases y sus potenciales votantes. La solución no pasa solo por un cambio de nombres, un Congreso preparado por la curia del partido y unas primarias descafeinadas.


El PSOE lleva cuatro años desangrándose. Una hemorragia que no se ha taponado desde mayo de 2010 y que ha dejado a un enfermo anémico a punto de entrar en situación irreversible. Las urnas de las elecciones europeas han confirmado una percepción creciente en la calle. El PSOE ha dejado de ilusionar, ha dejado de canalizar el voto progresista, ha dejado de ser un partido de izquierdas.

La desilusión arranca no tanto por la crisis como por la respuesta de la crisis. José Luis Rodríguez Zapatero es el único presidente del Gobierno que ha llegado a La Moncloa con el aval de más de once millones de votos. Lo consiguió en 2004. Y repitió en 2008. Ningún presidente (numéricamente) ha tenido el apoyo de tantos ciudadanos en las urnas, aunque nunca disfrutara de una mayoría absoluta como Felipe, Aznar y, ahora, Rajoy.

Esa ilusión se tornó en desencanto, decepción y, con el paso de los meses, indignación. Ya saben, la digestión de las malas noticias tiene su particular proceso. Zapatero y el PSOE se equivocaron a la hora de gestionar la crisis. Y firmaron su acta de descomposición el 27 de mayo de 2010. El Congreso, por los pelos, validaba el (entonces) mayor plan de ajuste de la democracia (15.000 millones de euros) anunciado por el presidente quince días antes.


Congeló las pensiones, recortó el salario de los funcionarios y las inversiones públicas, suprimió el cheque bebé… Se traicionó a sí mismo. Bajó los brazos. Zapatero se rindió a Merkel, a la UE, al BCE, al FMI, a Obama, al conjunto de las presiones internacionales sobre una España, supuestamente, al borde del rescate. Zapatero se escuda en su autobiografía, ‘El Dilema’ (Planeta), con una frase de Obama: “Este es el mundo que hemos construido y que hay que cambiar, pero hoy por hoy nuestro margen de maniobra es reducido”.

Zapatero (antes) como Rajoy (ahora) han reiterado que no existen otras alternativas a la salida de la crisis. Pero, ¿es cierto? Y, sobre todo, ¿están de acuerdo los ciudadanos? Gran parte, al menos, de los once millones de españoles que apoyaron a Zapatero en 2004 y 2008 piensan que sí existían y existen alternativas. Desde luego, la deteriorada situación del país ofrece argumentos. Ni las medidas de Zapatero ni de las de Rajoy han servido para salir de la crisis. Mucho menos para frenar las desigualdades, que se han intensificado.

En aquel mes de mayo de 2010, Zapatero y el PSOE perdieron a su electorado. Se cayó la máscara. La defensa de las políticas sociales quedó en su segundo plano. El PSOE había comprado el manual de instrucciones de Angela Merkel y la banca. A nivel económico, las discrepancias con el PP se habían diluido. Por supuesto, en Ferraz no se dieron por aludidos hasta que llegaron las elecciones generales de noviembre de 2011. Rubalcaba perdió cuatro millones de votos. Primer toque de atención. Pero, oídos sordos. Rubalcaba se enrocó en su puesto y se las arregló para sofocar el ‘motín’ de Carme Chacón.


El desgaste no había hecho más que arrancar. El PSOE había liquidado su esencia obrera para abrazarse al sistema financiero. ¿De verdad que España estuvo al borde del rescate en mayo de 2010? Mientras Zapatero explicaba el plan de ajuste, la prima de riesgo de la que tanto se ha hablado se movía en 103 puntos básicos. Cierto que una semana antes se había disparado por encima de los 160. De todos modos, casi nada en comparación con el máximo histórico de 637 puntos básicos registrados el 24 de julio de 2012 con Rajoy en La Moncloa. Y, afortunadamente, ni aún así cayó España (nunca caerá, como Italia, porque colapsaría la UE).

La economía española había crecido dos décimas en el primer trimestre de 2010, antes de que Zapatero sacara las tijeras. El PIB en el primer trimestre de 2014 se incrementó en cuatro décimas gracias a un llamativo repunte de la inversión pública (las trampas de Montoro) y después de que en los últimos años Rajoy no haya parado de reclutar afiladores para sajar a los ciudadanos. La deuda pública, por su parte, ha escalado del 70 al casi 100% del PIB. Una salvajada. 

La situación de la economía española en mayo de 2010 no necesitaba recortes. Tampoco ahora. PP y PSOE han aplicado el mismo ineficaz modelo (con mayor intensidad, eso sí, Mariano Rajoy) contra la crisis. Su unidad de actuación es más que evidente cuando el bipartidismo comparte intereses (miedo da pensar en una posible gran coalición en La Moncloa para frenar a las formaciones emergentes). No les costó mucho aunar fuerzas para reformar el artículo 135 de la Constitución (sin preguntar al pueblo) consagrando el equilibrio presupuestario en las Administraciones Públicas y la prioridad del pago de la deuda pública.

El plan de ajustes presentado de mayo de 2010 era innecesario, equivocado y contraproducente para España. Zapatero no tuvo valor político para hacer frente a Merkel y compañía. ¡Qué barbaridades estoy diciendo!, ¿verdad? No se crean. A esa misma conclusión han llegado millones de españoles. No es un farol. Miren la evolución del voto socialista desde la aprobación de los recortes anunciados por Zapatero. Camino de la irrelevancia frente al ascenso del conjunto del resto de opciones progresistas.


Del 43,8% en la segunda victoria electoral de Zapatero se bajó al 39,3% en las europeas de 2009. Un descenso asumible tras los primeros coletazos de la crisis. La caída se aceleró hasta el 28,7% de Rubalcaba en las generales de noviembre de 2011. ¡Quince puntos menos! Entre medias había aparecido la traición socialista del plan de ajuste de mayo de 2010. Las elecciones europeas, con un ridículo 23% de voto, ha confirmado que el PSOE ha dejado de ilusionar. El amor se ha roto. Y dudo mucho que se pueda recuperar.

Los ciudadanos han dibujado en las urnas un panorama inaudito. Por primera vez, la suma del resto de formaciones progresistas (con IU, ERC, Equo y el fenómeno Podemos al frente) ha adelantado al PSOE. El socialismo español tiene motivos para preocuparse. IU y Podemos, en coalición directa o indirecta, está en disposición de apoderarse de un espacio electoral y social del que el PSOE había disfrutado desde la reinstauración de la democracia. Lo ha perdido.

¿Se ha enterado ya la vieja guardia socialista (Felipe, Chaves, Ibarra, Bono, Rubalcaba…) qué les está pasando y les seguirá pasando? La solución no pasa solo por un cambio de nombres, una nueva imagen tras un Congreso preparado por la curia del partido y unas primarias descafeinadas. El PSOE rompió en mayo de 2010 con su espíritu progresista, se desconectó de sus votantes y se fundió en el mensaje económico de la derecha española y europea. Es algo más que una desilusión pasajera.


El socialismo español midió mal la crisis. Tardó una eternidad en reconocerla. Recuerden aquel absurdo eufemismo de desaceleración económica. Pero midió peor las consecuencias de la crisis y las medidas para combatir la crisis. Hace cuatro años, Zapatero y el PSOE perdieron una oportunidad única de demostrar que, efectivamente, como desde que ocupan la oposición a Rajoy, existen alternativas a las imposiciones de la troika europea, el BCE y el FMI, al discurso oficial de Merkel y la UE.

El electorado tradicional socialista no se ha olvidado de la desastrosa segunda legislatura de Zapatero, en especial desde aquel fatídico plan de ajuste aprobado en mayo de 2010. Otras opciones políticas verdaderamente progresistas (se llamen Izquierda Unida, Podemos, ERC o Equo, por citar las más votadas) han demostrado en las elecciones europeas que muchos españoles estamos convencidos de que existen otras salidas a la crisis distintas a las marcadas por PP (ahora) y PSOE (antes).

El socialismo español ha dejado de ser la opción vertebradora de la izquierda. No necesita solo un lavado de cara tras un democrático proceso de primarias. El PSOE tiene que recuperar su esencia. Ha perdido cuatro años. Otros ya han ocupado su espacio en la política española y en la sociedad española. Que se acostumbren Felipe y compañía. Ya no nos ilusionan.

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