domingo, 31 de mayo de 2015

Rajoy señala a las televisiones

El presidente del Gobierno, tras una semana de calvario del PP, culpa del desastre electoral en las municipales y autonómicas al “martilleo constante de las televisiones” sobre los casos de corrupción que se amontonan sobre su partido. Declaraciones absolutamente antidemocráticas que hay que tomar con mucho ojo. El PP, más que nunca, quiere al periodismo controlado con las generales en el horizonte. Un toque de atención nada disimulado. El Gobierno resolverá el próximo 16 de junio el concurso de seis nuevas licencias de TDT. ¿Se las dará a quien habla de corrupción o a quien silencia la corrupción? Apuesten.

Rajoy quiere que las televisiones sean su particular 'Smithers'.
Mariano Rajoy quiere que la prensa española sea su ‘Smithers’ particular. No es nada nuevo. La derecha española siempre ha querido tener atado y bien atado al mundo del periodismo. La dictadura franquista dejó un sello bien marcado de censura durante más de tres décadas. Como ministro de Información (o más bien desinformación, propaganda y ocultación) y Turismo, entre 1962 y 1969, estuvo Manuel Fraga, el fundador de Alianza Popular, el germen del PP.

A los votantes del PP no les gusta mucho que les recuerdan cosas del pasado. “Eso es historia”, replican. Hay mucho que olvidar (sic). Pero el nulo apego de Rajoy por la prensa libre es algo instalado firmemente en el ADN de su partido. Papá Fraga les dejó bien aleccionados tras su papel de censor mayor del franquismo en una década, los sesenta, en la que España empezaba a despertar y gritar por la libertad y la democracia. La derecha española jamás ha creído en la libertad de prensa.

Rajoy ha encajado muy mal los pobres resultados electorales del 24-M. Su ego y soberbia son tan mayúsculos que es incapaz de hacer autocrítica verdadera y profunda. No lo hizo tras las elecciones europeas. Rajoy mantuvo, más bien redobló, sus esfuerzos para convencer a la ciudadanía de una recuperación económica que muchos no vemos. Porque la recuperación (carta a la que Rajoy ha vinculado su futuro político) no la deciden los datos macroeconómicos sino los bolsillos de los ciudadanos.

La primera reacción de Rajoy (que es la que quiso), en la resaca de las elecciones municipales y autonómicas, no fue precisamente de autocrítica. Rajoy solo concedió errores de comunicación y apostó por “estar más próximos, más cercanos y comunicar más con los españoles”. Vamos, que no ha entendido nada. Si piensa que solo es un problema de comunicación... La autocrítica posterior, que derivará en cambios en el Gobierno y en el PP, ha sido obligada por los movimientos críticos de barones regionales como Herrera (Castilla y León), Rudi (Aragón), Bauzá (Islas Baleares) y Fabra (Comunidad Valenciana).


Pero Rajoy sigue sin enterarse. Su autocrítica es mínima. Rajoy ha encontrado el chivo expiatorio para los malos resultados en las elecciones municipales y autonómicas: las televisiones, el “martilleo constante de las televisiones” sobre los casos de corrupción que se amontonan sobre su partido. Rajoy, en la clausura de la Reunión del Círculo de Economía de Sitges, se quejó amargamente del papel de las televisiones, de “la forma de tratar” los escándalos de corrupción del PP.

Todo eso apenas un día después de un nuevo caso de corrupción que afecta al PP. Y, cómo no, en la Comunidad Valenciana, convertida en la Costra Nostra del Levante por el PP en las últimas dos décadas. El último en caer ha sido el hasta hace dos días Delegado del Gobierno en la Comunidad Valenciana, Serafín Castellano. Un histórico del PP de la Comunidad Valenciana, consejero de Gobernación entre 2007 y 2014 con Camps y, posteriormente, Fabra. Y el protagonista de una de las imágenes de la debacle electoral del PP el 24-M abrazado a Rita Barberá mientras la todopoderosa alcalde de Valencia desde 1991 se confiesa (en privado) sobre los resultados: “¡Qué hostia, qué hostia”.

Fue un viernes (29 de mayo) de aúpa para el PP. León de la Riva, el impresentable alcalde de Valladolid desde 1995, caía por segunda vez en una semana. Primero fue en las urnas. Después en los tribunales, condenado por desobediencia. De la Riva, fiel escuela Aznar, Aguirre, Barberá o Rajoy, de los que se cree que el mundo es suyo, dilató cinco años la demolición de unos áticos que se había construido sin permiso en un céntrico piso de Valladolid.

Serafín Castellano, el último en caer.
Pero es que los casos de Serafín Castellano y León de la Riva llegaban solo un día después de que el juez de la Audiencia Nacional José de la Mata abriera juicio oral contra los extesoreros del PP Álvaro Lapuerta y Luis Bárcenas, el exgerente Cristóbal Páez, el arquitecto de las obras pagadas en B en la sede nacional de la calle Génova, Gonzalo Urquijo, su socia y una empleada por el caso de los papeles de Bárcenas. El auto del juez es demoledor ya que acusa a la cúpula financiera del PP de los delitos de organización criminal y asociación ilícita. El PP no se libra: acusado como responsable civil subsidiario y con un plazo de diez días para pagar 1,2 millones de euros por no declarar las donaciones ilegales al partido en 2008 y por las obras en negro de su sede nacional.

Estas son las noticias que molestan a Rajoy. Estas son las noticias que, según Rajoy, representan un “martilleo constante de las televisiones” sobre el PP. Rajoy se queja. Para el presidente del Gobierno, el papel de la prensa debe ser otro más cercano a proclamar y extender las bonanzas de su gestión. Rajoy entiende el periodismo como una herramienta más de su propaganda política. No cree en la libertad de prensa, como no lo hicieron sus antecesores Aznar, Fraga e incluso el efímero Hernández Mancha.

En una reciente entrevista en la Cadena SER, Hernández Mancha deslizó (sin disimulo) un mensaje peligrosísimo contra la libertad de prensa, uno de los corazones de cualquier democracia que se precie de ser llamada democracia. El presidente de Alianza Popular entre febrero de 1987 y enero de 1989 recordaba a Pepa Bueno en Hoy por Hoy (Cadena SER) de quién dependía que siguiera teniendo un salario cada mes:

La estabilidad de esta casa depende de que siga Rajoy (…). Yo sé que en España, y fuera de España, el Grupo Prisa es una columna vertebral no solamente de nuestro periodismo sino también de nuestra cultura y lamento las dificultades por las que atraviesa. Y ustedes, que tienen que velar también por la continuidad de una institución valiosa para todos los españoles, deben saber que eso vendrá garantizado si gana Rajoy y, si pierde, es posible que no esté tan garantizado”. Los Corleone eran menos directos incluso cuando dejaban una cabeza de caballo bajo las sábanas.

Manuel Fraga, fundador de Alianza Popular, no veló, precisamente, por la libertad de prensa.
Y es que el PP se ha afanado en controlar a todos los medios de comunicación en esta legislatura a mayor gloria de su fundador, Manuel Fraga. La crisis económica está siendo especialmente virulenta en el periodismo con el desplome de la inversión publicitaria y, en el caso de los periódicos, de las ventas en los quioscos. Una crisis que se une, además, a una crisis específica de sector. El mundo digital está acelerando la caída del papel.

Los grandes conglomerados de comunicación son empresas con una situación financiera muy delicada. El Gobierno ha salvado a más de uno, como el Grupo Prisa, otrora adalid del socialismo con la familia Polanco. Prisa subsiste porque así lo ha querido el PP. Pero no ha sido, como recordó Hernández Mancha en plan mafioso a Pepa Bueno, a coste cero. Hoy en día cuesta distinguir las líneas editoriales en los periódicos que se editan a nivel nacional.

Bajo la sombra de la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, se ha construido un tejido mediático de apoyo al PP. Una estrategia que, por ejemplo, en el pasado año costó el cargo a los directores de tres de los principales diarios de España: Javier Moreno (El País), Pedro J. Ramírez (El Mundo) y José Antich (La Vanguardia). El PP ha comprado gran parte de la complicidad de los periódicos tradicionales a cambio de su supervivencia. Así entienden Rajoy y los suyos el periodismo.

Pedro J. Ramírez, una de las principales cabezas cortadas por el PP.
Pero como el papel tiene cada vez un rol más secundario y el digital (un universo imposible de controlar) crece como mayor vía de crítica al Gobierno, las televisiones han sido también sometidas. Solo La Sexta (y con numerosas críticas desde la derecha por formar parte de un grupo mediático cercano al PP como Planeta) se ha escapado. Planeta ha preferido la estrategia comercial. La Sexta, el referente mediático para millones de españoles contrarios al PP, es un éxito siendo lo que es.

La corrupción, “esas pocas cosas”, según Rajoy, de las que no le gusta hablar, ha pesado, por fin, en las urnas. Ahí están los resultados del PP a nivel general y, particularmente, en comunidades como Valencia y Madrid, grandes graneros de votos de la derecha que han virado. Es evidente el castigo al PP por la corrupción. ¿Y quién tiene la culpa? Para Rajoy, como antes había deslizado el portavoz del PP en el Congreso, Rafael Hernando, la culpa es de los periodistas por no hablar de lo ‘bien que le va a España’ y poner el acento en los escándalos de corrupción. Esas pocas cosas que han afectado, por ejemplo, a los presidentes de las tres Diputaciones de la Comunidad Valenciana. Nada, una bagatela. La culpa es de los periodistas por hablar de ello.

Resultan muy inquietantes las palabras de Rajoy señalando a la prensa, en concreto a las televisiones como medio de comunicación de mayor audiencia, por el fracaso en las urnas. Sonaron, más bien, a mensaje de un mafioso recordando a quien ha ayudado qué es lo que debe hacer. Rajoy, apenas un día después de la caída del Delegado del Gobierno en la Comunidad Valenciana como presunto autor de un delito de prevaricación, malversación y cohecho durante su etapa como conceller, estaba muy preocupado. Pero el motivo de preocupación no es que hubiera un nuevo caso de corrupción sino que se hubiera conocido. ¡Estos periodistas! ¿Por qué no estarán callados como mi amigo Marhuenda, mi fiel Smithers?

A Rajoy le molesta que se hable sobre corrupción. Es más que conocido su poco apego a hablar sobre corrupción en el Congreso y a preguntas de periodistas, esos pérfidos periodistas que no quieren decir lo bien que le va a España. Rajoy sueña con controlar qué se cuenta y cómo se cuenta en los medios de comunicación. El fin último es claro: controlar la sociedad.

Jesús Cintora, la última cabeza cortada por el Gobierno en la prensa libre y crítica.
El mensaje contra las televisiones llega en un momento especialmente delicado. El próximo día 16 de junio, el Gobierno del PP repartirá seis nuevas licencias de TDT. Decisión gubernamental pura y dura. ¿A quién premiará el PP? ¿A quien habla de corrupción o a quien se la calla? Habrá que vigilar. A las licencias se han postulado cinco grupos: Atresmedia, Mediaset, Vocento, 13TV y Secuoya. Los tres últimos son altavoces habituales de las bonanzas del PP y acérrimos contrarios a las fuerzas políticas del cambio.

Mediaset no va a la zaga. Silenció su reducto de libertad en Las Mañanas de Cuatro cortando la cabeza a Jesús Cintora, muy crítico con el PP. Mientras, Atresmedia, a pesar de su ideología conservadora, juega a dos cartas: la conservadora con Antena 3 y la revolucionaria con La Sexta. Habrá que vigilar a quién premia el PP para ganarse un nuevo canal, otra voz que propague solo lo que interesa en La Moncloa.

¿Y qué le queda al periodismo, al verdadero periodismo?

Cualquier periodista que se precie de ser y llamarse periodista debe estar en contra de este Gobierno que sueña con el sometimiento total de la prensa. En realidad, sencillamente se trata de hacer nuestro trabajo (me incluyo como periodista). Lo contrario es asumir ser un ‘Smithers’, asumir que vivimos en un país sin libertad de prensa, asumir que no eres un periodista sino un funcionario de prensa al servicio de un alcalde, un presidente autonómico o un presidente del Gobierno. Eso no es periodismo, señor Rajoy. Culpe a otros de sus problemas electorales.

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