jueves, 15 de noviembre de 2012

(Des)movilización laboral; hartazgo social

Contradictorio saldo de la huelga general del 14-N. Contradictorio y contundente. Una mayoría de trabajadores, excepto en la industria, trabajaron. Nada novedoso con respecto a la mayoría de huelgas anteriores en España, salvo en la histórica del 14 de diciembre de 1988. Sin embargo, las manifestaciones convocadas fueron un clamoroso éxito. Reflejaron, mejor que la reacción en los centros de trabajo, el profundo malestar de un amplio sector de la sociedad contra las políticas económicas, sociales y laborales del Gobierno de Mariano Rajoy.



La huelga del 14-N no pasará a la historia como una huelga total. La actividad laboral se redujo en sectores donde el movimiento obrero existe y es efectivo, como en la industria, pero fracasó en el comercio. Nada nuevo con respecto a convocatorias anteriores. Los pequeños y medianos emprendedores, empujados por la premura de la situación de sus negocios, prefieren abrir y sacar algo de dinero, aunque sea poco, que cerrar durante un día.


Las huelgas generales, al menos en España, no calan en los comercios o los bares, que son las empresas más visibles en la fisonomía de las ciudades. No olvidemos, además, que, en especial en las tiendas de ropa, las principales avenidas comerciales están copadas por grandes cadenas que poco tienen que ver con el tradicional autónomo y que coinciden, por tanto, con los intereses de la gran patronal.  
No, no creo que sea un baremo real medir el éxito de una huelga general con el número de comercios que abran o cierren. Ese no es su terreno. Además, es donde aparecen los problemas y los conatos de tensión con los piquetes informativos. No hay que dar argumentos a quienes quieren ajusticiar el derecho a la huelga con incidentes que son innecesarios y, de todos modos, menos frecuentes de lo que algunos quieren vender.

Tampoco conviene olvidar que las actuales circunstancias personales de muchos trabajadores no invitaban a secundar el paro. No todo el mundo, ni mucho menos, puede permitirse ‘regalar’ un día de trabajo. Hay que ser comprensivos con los trabajadores que querían hacer huelga, pero que no podían por motivos económicos.


Otro de los aspectos que explica el seguimiento irregular en las empresas es el miedo. En un contexto de profunda depresión laboral, el pavor a perder el puesto de trabajo está latente. Y lo está tanto en las empresas donde se han producido despidos como en el resto, visto el actual panorama económico. Para muchos trabajadores es mejor no significarse para impedir entrar dentro de un futura e hipotética lista de despedidos.
Y, sí, no niego que hay también asalariados que no creen en el valor de las huelgas, bien sea por motivos ideológicos o sociales. La (des)movilización de los trabajadores, incentivada desde hace muchos años por poderes políticos, empresariales y mediáticos, tiene unos frutos innegables. Ayer se escucharon muchas voces que apuntaban a los sindicatos como uno de los responsables de esta crisis. Una valoración, como mínimo, injusta.  No sé dónde están las responsabilidades de gobierno de las centrales sindicales.
Pero si el 14-N pasó de una manera desapercibida en el comercio, tanto como para hablar de fracaso en los medios de comunicación más próximos al Gobierno, las movilizaciones ciudadanas resultaron un clamoroso éxito. La sociedad española, en más de un centenar de manifestaciones convocadas, expresó un enérgico grito contra las políticas económicas, sociales y laborales del Gobierno de Mariano Rajoy.
En la calle, y con una destacable y mayoritaria tranquilidad, los ciudadanos ganaron el pulso del 14-N, en una jornada que se extendió a Portugal, Italia y Grecia, la Europa del Sur hostigada por la cabezonería suicida de Angela Merkel. Rajoy debe decidir si prefiere escuchar a los españoles o a la Canciller alemana.


El enfado de trabajadores y desempleados, jubilados y estudiantes, se canalizó a través de impresionantes manifestaciones, las más multitudinarias en mucho tiempo. Para encontrar movimientos ciudadanos tan numerosos en la calle habría que irse a los trágicos días posteriores a los atentados del 11-M, a las protestas por la participación española en la guerra de Iraq o al asesinato de Miguel Ángel Blanco por parte de ETA.
El Gobierno, de momento, no piensa mover ni un centímetro su posición. Craso error, aunque muy habitual en el PP: no escuchar a la sociedad. Ya por la mañana, el ministro de Economía, Luis de Guindos, insistió en que solo hay un camino para la salida de la crisis: el marcado por el Ejecutivo de Rajoy. Al menos, durante la jornada de huelga tuvieron la decencia de esconder a la ministra de Empleo, Fátima Báñez.
Pero la realidad es tozuda. Desgraciadamente, la situación económica y laboral sigue deteriorándose a pasos agigantados. El ERE de 4.500 trabajadores en Iberia, los despidos en Bridgestone o el cierre de la fábrica de Suzuki en Gijón son solo algunos ejemplos cercanos. Los efectos de la reforma laboral del PP los conocemos todos: destrucción de empleo y recortes de salarios, justo lo contrario que necesita este país.

Una realidad que ayer se plasmó también en las calles españolas con cientos de miles de personas pidiendo un cambio de políticas. Porque otro camino sí es posible. Mal haría el Gobierno si se refugia en el irregular seguimiento del 14-N despreciando lo que se vio en las manifestaciones. Pero los primeros indicios son malos. 

La delegada del Gobierno en Madrid, Cristina Cifuentes, rebajaba de una manera bochornosa la asistencia a la manifestación a apenas 35.000 personas. Por poner solo un ejemplo, y utilizando fuentes oficiales, en Valladolid hubo 35.000 personas. ¿Alguien se cree que la asistencia fue la misma en una ciudad con 330.000 habitantes que en otra que ronda los cuatro millones? El 14-N triunfó en la calle. Y es una voz que, aunque el Gobierno la quiera marginar o silenciar, no se apagará.

No hay comentarios:

Publicar un comentario