Vacío institucional a
Mariano Rajoy en la Conferencia Iberoamericana de Panamá con las ausencias de once
mandatarios: Cristina Fernández (Argentina), José Mújica (Uruguay), Sebastián
Piñera (Chile), Dilma Rousseff (Brasil), Rafael Correa (Ecuador), Raúl Castro
(Cuba), Nicolás Maduro (Venezuela), Evo Morales (Bolivia), Otto Pérez Molina
(Guatemala), Ollanta Humala (Perú) y Daniel Ortega (Nicaragua). Los puentes
entre ambos lados del Atlántico se debilitan.
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Inauguración de la XXIII Cumbre Iberoamericana. Foto: http://cumbreiberoamericanapanama.pa/ |
XXIII Cumbre Iberoamericana.
Un puente entre España y los países hermanos latinoamericanos que se debilita.
A Panamá no han acudido once mandatarios: Cristina Fernández (Argentina), José Mújica
(Uruguay), Sebastián Piñera (Chile), Dilma Rousseff (Brasil), Rafael Correa
(Ecuador), Raúl Castro (Cuba), Nicolás Maduro (Venezuela), Evo Morales
(Bolivia), Otto Pérez Molina (Guatemala), Ollanta Humala (Perú) y Daniel Ortega
(Nicaragua). Tampoco el Rey de España, en proceso de recuperación de una
nueva operación de cadera, pero sí su hijo, el Príncipe de Asturias, y el
presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, que encabeza la delegación española. Rajoy ha recibido un soberano plantón en una Cumbre que cada año tiene
menos interés en el continente americano. Tanto que, a partir de 2014, se convertirá
en una cita bianual.
Empieza a ser una tradición
que estas cumbres sean un fracaso diplomático antes incluso de celebrarse. Hace
un año, en Cádiz, faltaron seis jefes de estado: Cristina Fernández
(Argentina), Hugo Chávez (Venezuela), Raúl Castro (Cuba), Otto Pérez Molina
(Guatemala), Federico Franco (Paraguay) y José Mújica (Uruguay). En Panamá, se
repiten ausencias, algunas por motivos de salud, como Cristina Fernández,
recién operada de un hematoma craneal; otras son ya tradicionales: Cuba (Raúl
Castro) y Venezuela (Nicolás Maduro). Guatemala (Otto Pérez Molina) y Uruguay
(José Mújica) repiten ausencia. Y se suman países tan importantes como Brasil
(Dilma Rousseff), Chile (Sebastián Piñera), Ecuador (Rafael Correa), Perú
(Ollanta Humala) y Bolivia (Evo Morales). Once en total con Nicaragua (Daniel
Ortega).
Tardamos menos en decir
qué presidentes o jefes de Estado sí están presentes en Panamá que en citar los ausentes. Sin
menospreciar a ningún país, en la Cumbre apenas si tienen presencia relevante España, con
Mariano Rajoy; México, con Enrique Peña Nieto; Colombia, con Juan Manuel
Santos; y Portugal, con Cavaco Silva y Passos Coelho. Curiosamente, las
delegaciones con mayor peso son las de Portugal, con el presidente de la
República y el primer ministro, y España, con el presidente del Gobierno y el
heredero a la Corona. Don Juan Carlos, además, estaría seguro en Panamá si no fuera por
sus problemas de salud. Incluso ha enviado un mensaje grabado a los asistentes.
Da la sensación de que estas cumbres han dejado hace tiempo de interesar al
otro lado del Atlántico.
Conviene analizar por qué
crece y crece esta desafección institucional hacia España y, en menor medida, hacia Portugal.
Nada es casual. Esos problemas de agenda, fina excusa utilizada por muchos
mandatarios latinoamericanos para explicar su ausencia, demuestran,
por un lado, el frío estado de las actuales relaciones diplomáticas entre
países cultural, histórica y lingüísticamente hermanos y, por el otro, la
apertura de nuevos mercados al margen de España. Es un enorme fracaso, en
especial para España.
En Latinoamérica, viven más
de 600 millones de habitantes, diez veces más que entre España y Portugal. Por
volumen demográfico y por capacidad económica de progreso, estamos hablando de un mercado de primer nivel en todo
el mundo. Tanto para España como para Portugal, inmersas en una crisis económica
sin precedentes en su historia moderna, una posición privilegiada en Latinoamérica
significaría una oportunidad que, por cuestiones idiomáticas, culturales e
históricas, como mencionaba antes, no tienen Alemania, Francia, Italia o Reino
Unido.
No es algo nuevo, pero creo
que España no ha aprovechado por completo estos elementos para posicionarse
económicamente al otro lado del Atlántico. ¡Claro que existe una importante y
creciente presencia de empresas españolas en países latinoamericanos! ¡Faltaría más! No obstante, el deficiente estado de
las relaciones diplomáticas, como se demuestra en cada Cumbre, no facilita una
más fructífera relación comercial.
“Las cumbres son una ocasión para la reflexión sobre lo que somos y
sobre lo que podemos hacer juntos en la escena internacional y en beneficio de
nuestros ciudadanos”, ha señalado Rajoy en Panamá. Quizás sea un momento
ideal para realizar autocrítica y pensar por qué muchos dirigentes
latinoamericanos no quieren sentarse en la misma mesa con nosotros e
impulsar una relación de igual a igual que elimine las reticencias de una
visión diplomática propia del colonialismo…, si es que queremos evitar que
Latinoamérica rompa con España.
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