El Anteproyecto de Ley Orgánica de Protección de la Seguridad Ciudadana
que prepara el Partido Popular carga ‘indisimuladamente’ contra el derecho de
manifestación. El PP quiere acallar las protestas ciudadanas. ¿A qué me recuerda esto?
¡Ah, sí, al señor Fraga cuando clamaba aquello de “la calle es mía” para
dispersar las manifestaciones pidiendo la reinstauración de la democracia tras
la muerte de Franco! Si es que nos tendrían que aplicar a todos la Ley de Vagos
y Maleantes de la dictadura, ¡mira que atrevernos a expresar nuestras ideas,
mira que pensar que vivimos en una democracia, mira que osar criticar a nuestro
gran líder mundial Mariano Rajoy!
Resulta curioso que un partido, el PP, que hace escasos dos años obtuvo
una clara mayoría absoluta en las urnas tenga tanto miedo a los ciudadanos. ¿No
están tan seguros de que van a volver a ganar en las próximas elecciones? Igual
es que les han entrado las dudas, ¿por qué será?, y les molesta eso de que los
ciudadanos demuestren su malestar en las calles. El Ministerio de Interior,
dirigido por uno de los miembros más reaccionarios de este Gobierno, Jorge
Fernández Díaz, un personaje anacrónico, ultima un Anteproyecto de Ley Orgánica
de Protección de la Seguridad Ciudadana que plantea muchas dudas sobre su
legalidad constitucional.
Rajoy y sus muchachos arden en deseos de dificultar las mareas sociales
que recorren España y las múltiples protestas contra los recortes del Partido
Popular. Ellos piensan que manifestarse es de malos ciudadanos. Ya
tenemos elecciones cada cuatro años para pronunciarnos. Como si fueran nuestros
estrictos padres, nos castigan a cerrar la boca y sin salir de casa. ¡Y sin
merendar, coño! ¿Cómo osamos cuestionar a Mariano Rajoy Brey? Rojos, que somos unos
rojos.
Si nos quedamos sin casa, nos jodemos (como diría la diputada Andrea
Fabra) y pensamos en los pobres bancos; si nos bajan el sueldo un 40% (como se
planteó a los empleados del servicio de limpieza de Madrid), nos aguantamos sin
rechistar (eso sí, ni se nos ocurra dejar de consumir y fastidiar la
recuperación económica); si estamos enfermos y nos toca pagar por las
medicinas, sacamos la chequera (¿a quién se le ocurre ponerse enfermo y crear
gasto público?); si a nuestros hijos les dejan sin profesores, recordamos que,
cuando éramos niños, teníamos a 50 compañeros de clase… Prohibido quejarse en la calle.
El Partido Popular tiene alergia a las protestas en las calles. Claro,
cuando las convocan otros, porque bien que apoyaron marchas contra Zapatero por
su política antiterrorista o por la reforma de la Ley del Aborto. Ahora que les
toca gobernar no interesa que la gente se manifieste. Las constantes protestas
son un molestísimo grano en el culo a la hora de vender el mantra de la recuperación
económica. Rajoy ha encontrado la solución: un Anteproyecto de Ley Orgánica de
Protección de la Seguridad Ciudadana que nos condena a quedarnos calladitos.
Una mordaza legal a la libertad de expresión.
El Gobierno baraja unas sanciones muy cuantiosas para disuadir a la
gente de protestar en la calle. Así, por ejemplo, si no se producen cambios en
el Anteproyecto, se impondrán multas de entre 30.001 y 600.000 euros para las
concentraciones no comunicadas ante instituciones del Estado (Congreso, Senado,
parlamentos autonómicos y altos tribunales) aunque no tengan actividad en ese
momento. La misma sanción se impondrá para las protestas no comunicadas o
prohibidas ante infraestructuras críticas, como centrales nucleares, estaciones de metro o pistas de
aeropuerto, y a los escraches o actos de acoso a cargos públicos.
El Anteproyecto de Ley Orgánica de Protección de la Seguridad Ciudadana
supone todo un blindaje legal para proteger al Gobierno. Una vez más, los
políticos desprecian las opiniones de los ciudadanos. ¿Es que no les interesa
conocer las quejas de la sociedad? Pues, no. El Gobierno solo quiere obediencia
civil en las calles. Para vivir en democracia, ¡qué poco sentido democrático tienen!
Al ministro Jorge Fernández Díaz solo le falta poner en el preámbulo, al más
puro estilo Manuel Fraga, “la calle es mía”. Fraga, entonces ministro de
Gobernación, confiaba en desactivar las protestas que inundaban España tras la
muerte del dictador Franco. No lo logró. Más de tres décadas después, el PP
tiene el mismo propósito: evitar que la disconformidad ciudadana se aprecie en
las calles. El Gobierno se considera amo y señor para decidir dónde y cómo se
puede uno manifestar.
No es algo que deba sorprendernos. El portavoz adjunto del PP en el Congreso,
Rafael Hernando, llamó “pijo ácrata” al juez Santiago Pedraz cuando archivó la
causa contra ocho imputados por la concentración del 25 de septiembre del
pasado año ante el Congreso. La Justicia tampoco había apoyado las denuncias
del PP contra los escraches. Valga como ejemplo el auto del juez Marcelino
Sexmero, portavoz de la Asociación de
Jueces y Magistrados Francisco de Vitoria, por el escrache contra la portavoz y vicepresidenta del Gobierno, Soraya
Sáenz de Santamaría. Según el magistrado, fue un acto de libertad de expresión y del derecho de
manifestación. No hubo amenazas, ni coacciones, ni violencia. La denuncia no
prosperó.
Y, como cada vez que al PP no le dan la razón en los tribunales, se
cambian las reglas de juego. El margen de actuación de los jueces se reducirá
si sale adelante el Anteproyecto de Ley Orgánica de Protección de la Seguridad
Ciudadana. La portavoz de la Asociación
Profesional Independiente de Fiscales, Lucía Girón, ya ha avisado que “las
medidas para garantizar la seguridad nunca pueden limitar el ejercicio de
derechos fundamentales como la libertad de manifestación o la libertad de
expresión”. La moderada Asociación de Jueces y Magistrados Francisco de Vitoria
considera que supone una “ley de excepción” que “no va en consonancia con la
democracia” y que “recuerda” a la Ley de Vagos y Maleantes en vigor durante el
franquismo.
La Constitución
Española, en su artículo 21, reconoce como un derecho fundamental “el derecho
de reunión pacífica y sin armas. El ejercicio de este derecho no necesitará
autorización previa”. En España, podemos presumir de que, pese al deterioro de
la situación económica y laboral, el descontento e incluso la desesperación se
está canalizando en protestas pacíficas. ¿Dónde está la violencia que justifique
un nuevo marco legal?
A veces, da la sensación de que, precisamente, lo que
está incitando este Gobierno es la aparición de protestas descontroladas para
tener una excusa para criminalizar a los manifestantes y, sobre todo, los
motivos de las protestas. Un ejemplo claro es el ministro Wert que lleva meses
provocando a la comunidad educativa minimizando la marea verde en comparación
con los incidentes en las huelgas educativas en Chile o México. A este Gobierno
le molesta que nos manifestemos en las calles, pero casi le molesta más que nos
manifestemos pacíficamente.
La Constitución ya
delimita el derecho de reunión “en
lugares de tránsito público. Se dará comunicación previa a la autoridad, que
solo podrá prohibirlas cuando existan razones fundadas de alteración del orden
público, con peligro para personas o bienes”. Negar el uso político de la
calle, como pretende este Gobierno, es una puñalada a la democracia.
¿Qué es
más peligroso: un escrache a Soraya Sáenz de Santamaría o una protesta de los
médicos madrileños contra la privatización de la Sanidad o la celebración, por
ejemplo, de un éxito deportivo con miles de personas en la calle? Repasen los
incidentes que se producen en cada hecho. Insisto, las protestas en España son
pacíficas. No hay actos violentos, solo gente cabreada con las políticas del
Gobierno. ¿Entiende el PP que una reunión de vecinos apoyando a una familia que
va a ser desahuciada merece la amenaza de una multa de hasta 600.000 euros?
Por si fuera poco, el
Anteproyecto de Ley Orgánica de Protección de
la Seguridad Ciudadana parece escrito por un mando de los antidisturbios. ¿Cómo
les suena a ustedes que el Gobierno estudie sancionar a quien insulte a un
policía o un guardia civil o tome imágenes y fotografías? ¿El Gobierno quiere
expulsar a los periodistas de las manifestaciones, que no se vea qué pasa en
ellas?
Recordemos las imágenes de los antidisturbios entrando como el caballo
de Atila en algunas estaciones de metro de Madrid. Un exceso de celo que se
criticó gracias a las cámaras de televisión y a los móviles de algunos
ciudadanos. Ahora quedarían impunes. Lo mismo pasaría con los salvajes ocho
mossos d’esquadra que asesinaron recientemente al empresario Juan
Andrés Benítez en Barcelona en una impresentable actuación policial. Solo las
cámaras de los vecinos les han impedido, de momento, irse de rositas.
¿Qué es lo que
pretende el Gobierno con el Anteproyecto
de Ley Orgánica de Protección de la Seguridad Ciudadana? ¿Que nos quedemos
todos calladitos, que agachemos la cabeza cuando paseemos por las calles de España?
¿Que ni se nos ocurra manifestar nuestro rechazo a sus políticas? ¿Por qué nos
tiene tanto miedo este Gobierno? ¿Por qué tanto pavor y recelo a escuchar
críticas en la calle cuando vivimos en un país que garantiza el derecho a la
libertad de expresión? Mariano, nos castigas a quedarnos en casa. No te haremos
caso.
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