viernes, 15 de noviembre de 2013

Al final, los peces hundieron al Prestige

La sentencia del fallo de la Audiencia de A Coruña deja impune la mayor catástrofe ecológica en España. El vertido de 63.000 toneladas de fuel del pecio del petrolero ennegreció 2.980 kilómetros de las costas españolas y francesas. Hubo (clamorosos) errores en la gestión política, no hay más que revisar el errático rumbo del barco, además de una clarísima responsabilidad del armador del buque, la compañía que fletó el viaje y la aseguradora. Francia consiguió culpar a la petrolera Total de la marea negra del Erika y BP admitió su error ante Estados Unidos por el crudo que se escapó de su plataforma en el Golfo de México. Pero esto es España en el siglo XXI. Aquí hay barra libre. Incluso en los hundimientos del Urquiola, en 1976, y el Mar Egeo, en 1992, se encontraron culpables. Ahora...
 
 
Miércoles 13 de noviembre de 2002. El Prestige, un petrolero monocasco griego, con bandera de conveniencia de Bahamas, con dueño y operadores logísticos liberianos, asegurador británico, certificado estadounidense y fletado por la firma Crown Resources, navega con 77.000 toneladas de fuel de mala calidad (pronto conoceremos una nueva palabra: chapapote) a 28 millas del Cabo Fisterra. El mar está picado, con olas de entre seis y ocho metros. El temporal arrecia en el Atlántico y zarandea a un buque viejo (26 años), mal conservado y con una carga letal. Una chatarra llena de fuel en medio de un mar embravecido.

Pasadas las tres de la tarde, el capitán del Prestige, Apostolus Mangouras, una de las tres únicas personas que se han sentado en el posterior juicio, emite un mensaje de socorro al Centro de Salvamiento de Fisterra. El petrolero ha empezado a escorarse. La tripulación, salvo el capitán, el primer oficial y el jefe de máquinas es rescatada. Mangouras llama a los dueños del Prestige para decidir si acepta ser remolcado. El petrolero, finalmente, se dirige a la costa para vaciar su pecio hasta que aparece el Ministerio de Fomento que decide mandarlo lo más lejos posible. Vamos, lo que se dice lavarse las manos, una sabia decisión.
 
El Prestige, con una herida de muerte, sigue sangrando chapapote que va llegando a las costas gallegas. Aún es poco. El rumbo es errático y cambia cada pocas horas. Una fragata portuguesa obliga incluso a modificarlo para evitar que el vertido toque sus costas. Viendo el rumbo del Prestige parece claro que las autoridades no sabían muy bien qué hacer con el petrolero. De cualquier manera, el ministro de Fomento, Francisco Álvarez Cascos, y el presidente de la Xunta, Manuel Fraga, se marcharon de caza y el ministro de Medio Ambiente, Jaume Matas, a Doñana. ¿Para qué cambiar los planes por un petrolero a punto de hundirse frente a las costas gallegas con miles de toneladas de fuel?
 
 
El petrolero monocasco no aguanta la bravura del Atlántico. Se rinde el martes 19 a las 8 horas a 133 millas de Fisterra. El Gobierno había alejado el barco (hubo quien, como el ministro de Defensa, Federico Trillo, propuso bombardearlo) lo máximo posible. Ignorancia supina. El mar no permanece quito. El fuel no cesa de salir de las bodegas del Prestige. Aunque hay quien, como Mariano Rajoy, entonces vicepresidente primero del Gobierno y ministro del Interior, solo ve unos “hilitos de plastilina solidificados”. Muy pronto, se verá que el vertido es mucho mayor de lo admitido y que los medios para contener la marea negra son muy insuficientes.
 
El vertido del Prestige acapara durante semanas la actualidad informativa ante la inoperancia del Gobierno, incapaz de evitar que las playas gallegas e incluso también asturianas, cántabras, vascas y francesas, se tiñan de negro. La vida marina llora. Y muere. Los pescadores se desesperan. Su medio de vida sufre. Su futuro queda enterrado bajo toneladas de chapapote. Solo una inmensa marea solidaria blanca (por el color de sus trajes) procedente de todos los puntos de España, con miles de voluntarios, con más ilusión que medios, combate al vertido en el mar y en las costas.
 
Una catástrofe medioambiental intensificada por un barco que jamás debió estar navegando, por unos armadores golfos, auténticos piratas del siglo XXI, y por una administración pública ineficaz y torpe. Dos meses después, en enero de 2003, el Gobierno aprobaría el Plan Galicia, con 12.495 millones de euros, para ayudar a los afectados. En abril, dio luz verde para extraer las miles de toneladas de fuel que aún aguardan en el Prestige a 3.600 metros de profundidad. Una operación cara y complicada para impedir una nueva marea negra. El vertido de unas 63.000 toneladas de fuel del pecio del petrolero ennegreció un total de 2.980 kilómetros de las costas españolas y francesas y ocasionó una factura de 4.400 millones de euros.
 
Once años después, la Audiencia de A Coruña comenzó el juicio contra los únicos cuatro imputados: el capitán Apostolos Mangouras, el jefe de máquinas Nikolaos Argyropoulos y el primer oficial Ireneo Maloto por presuntos delitos contra los recursos naturales y el medioambiente, daños y desobediencia-resistencia, y el director general de la Marina Mercante, José Luis López-Sors González, por un supuesto delito contra el medioambiente y daños. Ireneo Maloto ni siquiera se ha sentado en el banquillo. Está ilocalizable. Cuatro ‘pringados’ para responder de una catástrofe medioambiental en la que hubo responsables de mayor entidad. El juicio arrancó el 16 de octubre de 2012 y concluyó el pasado 10 de julio tras 400 horas distribuidas entre 89 sesiones y 204 declaraciones de testigos y peritos.
 
El fallo de la Audiencia ni siquiera condena a Mangouras, Argyropoulos y López-Sors. Solo impone una testimonial pena de ocho meses al anciano capitán Mangouras por un delito de desobediencia cuando inicialmente se negó a ser remolcado. La marea negra del Prestige quedaba completamente impune. Al final, el petrolero se hundió por culpa de los peces que agujerearon el pecio del buque. Nada de culpar a los armadores por fletar una chatarra con una bomba medioambiental en su interior. ¿Para qué, verdad? Al final, fueron los peces los que decidieron mandar al Prestige al quinto pinto. ¿Para qué pedir responsabilidades al Ministerio de Fomento? Si aquí, en España, nuestros políticos son inocentes de todo.
 
Con diez años de investigación, “solo se han probado aspectos adjetivos de lo ocurrido, pero no los sustanciales desde la perspectiva del Derecho Penal”, expone el Tribunal. Sí, soy consciente de que la sentencia ha avalado la decisión de alejar al Prestige de la costa. Es un fallo judicial que acato, pero no comparto. ¿De verdad fue un acierto alejar el barco, mandarlo al quinto pino como se rumoreó entonces que vociferó Cascos? No sé si el Tribunal ha visto realmente las fotos de la marea negra. Su apoyo parece más una decisión de marcado calado político como demuestra la eufórica reacción de los medios de comunicación afines al Partido Popular.
 
Tuve la mala suerte de escuchar en un debate, por ejemplo, a Antonio Pérez Henares. ¡Dios nos libre de los convertidos! Un periodista que ha virado más su ideología que el rumbo del Prestige. Tras calificar como “verbena” las protestas por la marea negra, prefirió destacar la tragedia humana, con once muertos, y ambiental del incendio de Guadalajara ocurrido en julio de 2005. Así de demagogos son los adláteres de la derecha española. Una reacción particular que también se ha repetido en editoriales de diarios como ‘ABC’, ‘La Gaceta’ y ‘La Razón’. Para la prensa conservadora, la marea negra del Prestige fue poco menos que culpa de Nunca Máis. ¡Esa manía de politizarlo todo para proteger y salvar siempre a los míos”!
 
‘ABC’ tituló su editorial como ‘Sentencia contra la manipulación’: “Lo que este desenlace judicial ratifica es que hubo una burda manipulación política del caso Prestige, que inauguró el ‘todo vale’ contra el PP, incluidos el acoso, la agresión y la amenaza”. Ahí queda eso. “Una maniobra que no ha funcionado en los tribunales”, valora. ‘La Gaceta’, ¡qué graciosos ellos!, valora el fallo con un humillante ‘Nada Máis’. Por su parte, ‘La Razón’, fiel escudero del PP, titula su editorial como ‘Restitución de la verdad’. Es curioso el baremo de ‘La Razón’ con las decisiones judiciales cuando lleva vilipendiando al Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo desde que ha tumbado la ‘Doctrina Parot’. A mí, sinceramente, me desagrada tanto esa sentencia como la del Prestige. No queda más, como demócrata, que acatarlas. ‘La Razón’ solo las acata cuando le gustan y favorecen a los suyos.
 
¿Prefieren ‘ABC’ , ‘La Gaceta’ y ‘La Razón’ que el vertido del Prestige quede sin culpables y que el coste sea asumido finalmente por el conjunto de los ciudadanos? Pues parece ser que sí. Es más importante dejar bien al Gobierno del PP, entonces dirigido por José María Aznar y que tenía al actual presidente, Mariano Rajoy, como uno de sus hombres fuerte y protagonista de la celebérrima frase de los “hilitos de plastilina” que salían del Prestige. No, señores de la prensa conservadora, no se puede dejar una catástrofe medioambiental como la del Prestige sin culpables. Pero, ¿de qué estamos hablando?
 
Miren a Francia. Allí, la petrolera Total, el cuarto grupo mundial del sector, fue condenada por el vertido de 15.000 toneladas de fuel del Erika el 12 de diciembre de 1999. La justicia francesa también condenó a Rina, la compañía de certificación marítima que declaró que la embarcación de bandera maltesa era apta para navegar, al propietario del barco y al gestor. Y no es una excepción. Otro gigante del mundo del petróleo, la británica BP, ha admitido su responsabilidad en el escape de crudo en su plataforma del Golfo de México, en aguas de Estados Unidos.
 
En España también se han encontrado culpables en los dos anteriores grandes vertidos de crudo que se han producido tras los hundimientos frente a la costa gallega del Urquiola, en 1976, y el Mar Egeo, en 1992. El Urquiola pidió ayuda tras chocar contra una aguja rocosa a la entrada del puerto de A Coruña que no aparecía en las cartas náuticas. La Comandancia de Marina ordenó alejar el barco de la costa. ¿No les suena al Prestige? Y el barco explotó derramando 100.000 millones de fuel. La justicia consideró la decisión “precipitada, desacertada, absurda y criticable” y condenó al Estado a abonar 5.500 millones de pesetas para indemnizar a compañías de seguros, bateadores, mejilloneros y pescadores de bajura gallegos.
 
El desastre ecológico del Mar Egeo, el 3 de diciembre de 1992, reavivó la pesadilla negra en A Coruña. El petrolero, de bandera griega, encalló en la bocana del puerto y se partió en dos. Siete de sus nueve tanques estallaron con casi 80.000 toneladas de fuel. Hubo juicio, como con el Urquiola, el Erika o el Presige. Y hubo culpables. Se condenó, como responsables directos de los perjuicios a la aseguradora del Mar Egeo y al Fondo Internacional de Daños Causados por la Contaminación de Hidrocarburos, y por imprudencia temeraria al capitán del barco y al práctico del puerto de A Coruña.
 
Con el Prestige, ni diez años de instrucción, ni el vivo recuerdo de semanas de presencia en los informativos con el chapapote inundando las playas, ni el lamentable estado del petrolero, ni la escapista actitud de los armadores, ni las erráticas decisiones del Gobierno han sido suficientes para hallar un culpable. Al final, el coste de los daños económicos y medioambientales será a exclusivo cargo del ciudadano. Y los culpables del hundimiento y la marea negra, los peces.

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