domingo, 17 de noviembre de 2013

Ana ‘Basuras’ Botella

La huelga de trece días de los barrenderos y jardineros ha dañado la imagen internacional de Madrid ocupando páginas y páginas de periódicos y ha dejado en evidencia la capacidad de la actual alcaldesa de Madrid para dirigir un Ayuntamiento en quiebra técnica con una deuda de casi 7.500 millones de euros. Ni está capacitada para reaccionar a situaciones de conflicto (recordemos su huida a un spa de Lisboa tras la tragedia del Madrid Arena) ni para gestionar unas cuentas públicas precarias que han obligado, por ejemplo, a las concesionarias del servicio de limpieza a plantear un descomunal ERE con más de un millar de afectados más rebajas salariales de hasta el 40% para los trabajadores que conservaran sus empleos. Solo la lucha de la plantilla ha impedido un nuevo desastre laboral. ¡Ojalá sus problemas a la hora de hablar en inglés fueran los únicos de Ana Botella!
 
 
Ana Botella cumplirá a finales del próximo mes de diciembre dos años como alcaldesa de Madrid. El ascenso de Alberto Ruiz-Gallardón al Gobierno de Mariano Rajoy como ministro de Justicia dejó a su cuestionada número dos en la lista de las elecciones municipales de mayo de 2011 al frente del Ayuntamiento más importante de España. Ana Botella se convertía en alcaldesa. Hasta entonces había sido la estirada señora de José María Aznar, la esposa del expresidente del Gobierno. Pero se aburría en casa. Botella encontró un entretenimiento y cumplió el capricho de entrar en política a sus 49 años. Desde 2003 es concejal del Ayuntamiento de Madrid. Pero lo más divertido estaba por llegar con su promoción a alcaldesa.

En apenas dos años, Botella ha dado reiteradas muestras de su incapacidad. Hay tres momentos que ejemplifican claramente sus carencias para dedicarse al mundo de la política: la gestión de la tragedia del Madrid Arena, la carrera olímpica para la candidatura de los Juegos de 2020 y la huelga de trece días de los barrenderos y jardineros. Tres conflictos donde ha patinado y ha demostrado que el cargo le viene muy grande.
 
Con la tragedia del Madrid Arena, decidió marcharse de fin de semana a un spa de Lisboa con tres adolescentes fallecidas y dos muy graves, que acabaron muriendo, en una macrofiesta celebrada en un recinto municipal con exceso de aforo. Botella resiste en el Ayuntamiento tras cortar la cabeza a su núcleo duro: Miguel Ángel Villanueva (exvicealcalde), Pedro Calvo (exdelegado de Economía) y Antonio de Guindos (exdelegado de Seguridad).
 
Salvó la primera crisis de Gobierno en el Ayuntamiento de Madrid eludiendo su propia responsabilidad en la tragedia del Madrid Arena. Botella colocó un infranqueable cortafuegos con las dimisiones de Villanueva, Calvo y Guindos. La alcaldesa, cuya inclusión como número dos de Gallardón ya había suscitado muchas dudas por su escasa experiencia política y sus nulas dotes de mando, corroboraba todo lo que se esperaba de ella: una bochornosa ineptitud.
 
Pero Botella aún tenía un as en la manga para sacar pecho: la tercera carrera olímpica. Tras las decepciones de los Juegos de 2012 y 2016, que se marcharon a Londres y Rio de Janeiro, respectivamente, el PP y su coro mediático tiraron de optimismo (visto el resultado más que infundado) para vender que la candidatura de Madrid 2020 sería, ahora sí, la elegida. Botella se volcó en la carrera olímpica marginando los múltiples problemas económicos del Ayuntamiento.
 
 
Tomó el camino equivocado. Se dejó llevar por la euforia. No resolvió los problemas que arrastraba la candidatura madrileña, algunos tan lapidarios como la crisis de la economía española y las manifiestas dudas internacionales sobre la lucha contra el dopaje. Madrid 2020 eludió estos espinosos temas. En su lugar, se optó por el humo y el triunfalismo. Bueno, y por el famoso ‘relaxing cup of café con leche en la Plaza Mayor”. A Ana Botella, con la naturalidad de un percebe, se le olvidó además ir a clases de inglés. Aceptó a su marido como profesor y… El discurso ante el COI salió como era presumible con esos mimbres: mal. La alcaldesa de Madrid hizo el ridículo.
 
La candidatura olímpica relegó a un segundo plano la problemática, casi agónica, situación económica del Ayuntamiento de Madrid. La deuda ascendía en el pasado mes de abril a casi 7.500 millones de euros. Una cantidad que, en la práctica, significa su quiebra técnica. Es curioso que la derecha política y mediática española acusen a la izquierda de derrochadora cuando el Ayuntamiento más ruinoso del país es el de Madrid, gobernado por el Partido Popular desde 1991. 
 
El Ayuntamiento de Madrid es lo más parecido en Europa a Detroit y su histórica quiebra de 14.000 millones de euros. Tiempo al tiempo. De momento, es el Ayuntamiento más endeudado de España (él solito suma la mitad de los números rojos de todo el país) y de Europa. Es el coste de las políticas de Alberto Ruiz-Gallardón promoviendo obras faraónicas a cargo del bolsillo del ciudadano. ¿Cómo se pagan ahora? Fácil, de los impuestos, claro. Los madrileños son víctimas de una confiscatoria política fiscal. Que pregunten a Gallardón y ahora a Botella.
 
No me estoy desviando del tema. Los errores de gestión de Ana Botella en la tragedia del Madrid Arena y en la carrera olímpica y la situación económica del Ayuntamiento de Madrid son dos imprescindibles puntos de partida para explicar la huelga de limpieza viaria en la capital de España. Desde la Alcaldía se instó en el reciente concurso de adjudicación del servicio de limpieza y mantenimiento de los espacios públicos y zonas verdes, que se licitó por 1.943 millones de euros y entró en vigor el pasado 30 de julio, a reducir costes al máximo.
 
 
Y las empresas concesionarias (FCC, Ferrovial, OHL y Sacyr Vallehermoso) cumplieron con creces con una rebaja adicional de 373 millones de euros. Ajustaron al máximo su margen de beneficios. Tanto que era imposible mantener el servicio en las actuales condiciones por esa cantidad. El ERE estaba cantado y, pese a los desmentidos del Ayuntamiento de Madrid, era conocido. Hace menos de cinco meses, la concejal Raquel López (IU) aventuraba despidos. El Partido Popular la acusó de agorera.
 
No resultó una acusación gratuita. Salvo Ferrovial, FCC, OHL y Sacyr Vallehermoso anunciaron, finalmente, un ERE para 1.134 trabajadores del servicio de limpieza y jardinería del Ayuntamiento de Madrid, lo que supondría despedir a uno de casi seis empleados de la plantilla actual. Como medida adicional, un enorme recorte salarial de hasta el 40% para los barrenderos y jardineros cuando sus sueldos oscilan entre 500 euros mensuales por el turno de fin de semana y 1.300 euros.
 
La propuesta de FCC, OHL y Sacyr Vallehermoso suponía mandar a más de mil personas al paro y dejar a más de cinco mil trabajadores en riesgo de exclusión social con sueldos tercermundistas. Era una consecuencia lógica a las exigencias del Ayuntamiento de Madrid. La contención en las ofertas para adjudicarse el concurso del servicio de limpieza y jardinería era un canto a un futuro ERE. Y eso la alcaldesa y el Partido Popular lo sabían de sobra. Obligar a las empresas a minimizar sus ofertas suponía condenarlas a efectuar futuros despidos.
 
A Ana Botella le importaba más minimizar ligeramente los gastos de su ruinoso Ayuntamiento. Confiaba en que los trabajadores, como suele suceder en España, agacharan la cabeza y aceptaran el ERE. Error. Ana Botella no contaba con la posibilidad de una huelga. Es lo que tiene vivir en los mundos de Yupi y no tener ni idea de dirigir un Ayuntamiento, menos uno con las cuentas erosionadas por el despilfarro de su predecesor Gallardón. Incluso cuando estás a un paso de vivir en la inmundicia, existe dignidad. Botella no contaba con la lucha de los barrenderos y jardineros.
 
La falta de previsión de la alcaldesa, comenzando por las exigencias económicas en el concurso de adjudicación del servicio de limpieza, ha provocado una huelga de trece jornadas que ha deteriorado aún más su imagen como gestora política, pero también la de Madrid. La capital de España ha protagonizado páginas y páginas vergonzantes en la prensa internacional donde se ha cuestionado las escasas habilidades políticas de Ana Botella. El daño a la ‘marca España’, de la que tanto presume el PP, es notable.
 
Madrid, que es el único destino turístico español que está perdiendo visitantes, tendrá que prepararse para un nuevo descenso. A nadie le apetece tomar un “relaxing cup of café con leche” en la Plaza Mayor de una ciudad que ha sufrido una huelga de limpieza durante casi dos semanas. La imagen de la capital de España ha quedado muy tocada a nivel internacional. ¿Es Ana Botella la persona indicada para revertir esta situación? No lo parece.
 
Al menos en esta ocasión no se ha ido de fin de semana a un spa de Lisboa como con la tragedia del Madrid Arena. Ahora bien, Ana Botella ha tenido la tentación de lavarse las manos, una táctica que le apasiona cada vez que debe dar la cara. Su capacidad de reacción ante la huelga ha sido lenta y torpe asegurando que suponía un conflicto entre empresas y trabajadores sin ninguna responsabilidad municipal. Será que Ferrovial, FCC, OHL y Sacyr Vallehermoso decidieron por su cuenta ponerse a limpiar las calles y no porque ganaran un concurso del Ayuntamiento.
 
Botella, que en los últimos meses había reprendido a los madrileños por haberse acostumbrado a una ciudad demasiado limpia, ha acusado, sin detallar cifras, a los huelguistas de impedir el cumplimiento de los servicios mínimos y de ensuciar adrede tirando basura y destrozando mobiliario urbano. La alcaldesa ha criminalizado a esos avariciosos barrenderos y jardineros. ¡Mira que pretender tener un sueldo digno. Qué osadía! Mientras la basura se amontonaba en las calles de Madrid, más en unos barrios que en otros (hasta para eso hay clases), la imagen de Botella se consumía entre toneladas y toneladas de mierda. Su patético ultimátum tirando de los trabajadores de la empresa pública Tragsa tampoco ha sido, precisamente, una decisión inteligente.
 
La prueba más evidente de que la actuación de Ana Botella en la huelga de limpieza, que se ha saldado sin despidos y recortes salariales, ha sido penosa es la reacción de la inmensa mayoría de los madrileños. Las huelgas tienen el hándicap de molestar a los ciudadanos y, con ello, ganarse enemigos en la sociedad. Esta vez no ha sido así. Los comerciantes, infestados de basura en la entrada de sus negocios, han culpado a la alcaldesa. Los vecinos, con montañas de desperdicios a la puerta de sus casas, han responsabilizado a la alcaldesa. Solo los fieles a la causa ‘pepera’ han avalado su gestión.    
 
Madrid Arena, Juegos Olímpicos de 2020 y huelga del servicio de limpieza y jardinería. En apenas un año, Ana Botella ha demostrado que, si estaba aburrida en casa, tenía mejores opciones que divertirse metiendo la pata al frente de un Ayuntamiento que necesita un perfil político completamente antagónico. Los ciudadanos no pueden sufrir las carencias de una señora con el ego muy elevado desbordada cada vez que tiene que hacer frente a un conflicto. ¿Cuál será la siguiente de Ana ‘Basuras’ Botella? Si solo fuera su inglés.

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