La huelga de trece días de los barrenderos
y jardineros ha dañado la imagen internacional de Madrid ocupando páginas y
páginas de periódicos y ha dejado en evidencia la capacidad de la actual
alcaldesa de Madrid para dirigir un Ayuntamiento en quiebra técnica con una deuda de casi
7.500 millones de euros. Ni está capacitada para reaccionar a situaciones de
conflicto (recordemos su huida a un spa de Lisboa tras la tragedia del Madrid
Arena) ni para gestionar unas cuentas públicas precarias que han obligado, por
ejemplo, a las concesionarias del servicio de limpieza a plantear un descomunal
ERE con más de un millar de afectados más rebajas salariales de hasta el 40%
para los trabajadores que conservaran sus empleos. Solo la lucha de la
plantilla ha impedido un nuevo desastre laboral. ¡Ojalá sus problemas a la hora
de hablar en inglés fueran los únicos de Ana Botella!
Ana Botella cumplirá a
finales del próximo mes de diciembre dos años como alcaldesa de Madrid. El ascenso de Alberto Ruiz-Gallardón al Gobierno de Mariano Rajoy como ministro de
Justicia dejó a su cuestionada número dos en la lista de las
elecciones municipales de mayo de 2011 al frente del Ayuntamiento más
importante de España. Ana Botella se convertía en alcaldesa. Hasta entonces
había sido la estirada señora de José María Aznar, la esposa del expresidente del Gobierno. Pero se aburría en casa.
Botella encontró un entretenimiento y cumplió el capricho de entrar en política a sus 49 años. Desde 2003 es concejal del
Ayuntamiento de Madrid. Pero lo más divertido estaba por llegar con su promoción a alcaldesa.
A Ana Botella le importaba más minimizar ligeramente los gastos de su
ruinoso Ayuntamiento. Confiaba en que los trabajadores, como suele suceder en
España, agacharan la cabeza y aceptaran el ERE. Error. Ana Botella no contaba
con la posibilidad de una huelga. Es lo que tiene vivir en los mundos de Yupi y
no tener ni idea de dirigir un Ayuntamiento, menos uno con las cuentas
erosionadas por el despilfarro de su predecesor Gallardón. Incluso cuando estás
a un paso de vivir en la inmundicia, existe dignidad. Botella no contaba con la
lucha de los barrenderos y jardineros.
La prueba más evidente de que la actuación de Ana Botella en la huelga
de limpieza, que se ha saldado sin despidos y recortes salariales, ha sido
penosa es la reacción de la inmensa mayoría de los madrileños. Las huelgas
tienen el hándicap de molestar a los ciudadanos y, con ello, ganarse enemigos
en la sociedad. Esta vez no ha sido así. Los comerciantes, infestados de basura
en la entrada de sus negocios, han culpado a la alcaldesa. Los vecinos, con
montañas de desperdicios a la puerta de sus casas, han responsabilizado a la
alcaldesa. Solo los fieles a la causa ‘pepera’ han avalado su gestión.
En apenas dos años, Botella
ha dado reiteradas muestras de su incapacidad. Hay tres momentos que
ejemplifican claramente sus carencias para dedicarse al mundo de la política:
la gestión de la tragedia del Madrid Arena, la carrera olímpica para la
candidatura de los Juegos de 2020 y la huelga de trece días de los barrenderos y jardineros. Tres
conflictos donde ha patinado y ha demostrado que el cargo le viene muy grande.
Con la tragedia del Madrid
Arena, decidió marcharse de fin de semana a un spa de Lisboa con tres
adolescentes fallecidas y dos muy graves, que acabaron muriendo, en una macrofiesta celebrada en un
recinto municipal con exceso de aforo. Botella resiste en el
Ayuntamiento tras cortar la cabeza a su núcleo duro: Miguel Ángel Villanueva
(exvicealcalde), Pedro Calvo (exdelegado de Economía) y Antonio de Guindos
(exdelegado de Seguridad).
Salvó la primera crisis de Gobierno en el Ayuntamiento de Madrid
eludiendo su propia responsabilidad en la tragedia del Madrid Arena. Botella colocó un
infranqueable cortafuegos con las dimisiones de Villanueva, Calvo y Guindos. La
alcaldesa, cuya inclusión como número dos de Gallardón ya había suscitado
muchas dudas por su escasa experiencia política y sus nulas dotes de mando,
corroboraba todo lo que se esperaba de ella: una bochornosa ineptitud.
Pero Botella aún tenía un as en la manga para sacar pecho: la tercera
carrera olímpica. Tras las decepciones de los Juegos de 2012 y 2016, que se
marcharon a Londres y Rio de Janeiro, respectivamente, el PP y su coro
mediático tiraron de optimismo (visto el resultado más que infundado) para vender
que la candidatura de Madrid 2020 sería, ahora sí, la elegida. Botella se volcó
en la carrera olímpica marginando los múltiples problemas económicos del Ayuntamiento.
Tomó el camino equivocado. Se dejó llevar por la euforia. No resolvió los problemas que arrastraba la
candidatura madrileña, algunos tan lapidarios como la crisis de la economía española y las manifiestas dudas internacionales sobre la lucha contra el dopaje.
Madrid 2020 eludió estos espinosos temas. En su lugar, se optó por el humo y el triunfalismo.
Bueno, y por el famoso ‘relaxing cup of café con leche en la Plaza Mayor”. A Ana
Botella, con la naturalidad de un percebe, se le olvidó además ir a clases de inglés. Aceptó a su marido como profesor y…
El discurso ante el COI salió como era presumible con esos mimbres:
mal. La alcaldesa de Madrid hizo el ridículo.
La candidatura olímpica relegó a un segundo plano la problemática, casi
agónica, situación económica del Ayuntamiento de Madrid. La deuda ascendía en el
pasado mes de abril a casi 7.500 millones de euros. Una cantidad que, en la
práctica, significa su quiebra técnica. Es curioso que la derecha política y
mediática española acusen a la izquierda de derrochadora cuando el Ayuntamiento
más ruinoso del país es el de Madrid, gobernado por el Partido Popular desde 1991.
El Ayuntamiento de Madrid es lo más parecido en Europa a Detroit y su
histórica quiebra de 14.000 millones de euros. Tiempo al tiempo. De momento, es el
Ayuntamiento más endeudado de España (él solito suma la mitad de los números
rojos de todo el país) y de Europa. Es el coste de las políticas de Alberto
Ruiz-Gallardón promoviendo obras faraónicas a cargo del bolsillo del ciudadano.
¿Cómo se pagan ahora? Fácil, de los impuestos, claro. Los madrileños son víctimas
de una confiscatoria política fiscal. Que pregunten a Gallardón y ahora a Botella.
No me estoy desviando del tema. Los errores de gestión de Ana Botella en
la tragedia del Madrid Arena y en la carrera olímpica y la situación económica
del Ayuntamiento de Madrid son dos imprescindibles puntos de partida para
explicar la huelga de limpieza viaria en la capital de España. Desde la
Alcaldía se instó en el reciente concurso de adjudicación del servicio de
limpieza y mantenimiento de los espacios públicos y zonas verdes, que se licitó
por 1.943 millones de euros y entró en vigor el pasado 30 de julio, a reducir
costes al máximo.
Y las empresas concesionarias (FCC, Ferrovial, OHL y Sacyr Vallehermoso)
cumplieron con creces con una rebaja adicional de 373 millones de euros. Ajustaron
al máximo su margen de beneficios. Tanto que era imposible mantener el servicio
en las actuales condiciones por esa cantidad. El ERE estaba cantado y, pese a
los desmentidos del Ayuntamiento de Madrid, era conocido. Hace menos de cinco
meses, la concejal Raquel López (IU) aventuraba despidos. El Partido Popular la acusó de agorera.
No resultó una acusación gratuita. Salvo
Ferrovial, FCC, OHL y Sacyr Vallehermoso anunciaron, finalmente, un ERE para 1.134
trabajadores del servicio de limpieza y jardinería del Ayuntamiento de Madrid,
lo que supondría despedir a uno de casi seis empleados de la plantilla actual. Como medida adicional, un
enorme recorte salarial de hasta el 40% para los barrenderos y jardineros cuando sus
sueldos oscilan entre 500 euros mensuales por el turno de fin
de semana y 1.300 euros.
La propuesta de FCC, OHL y Sacyr Vallehermoso suponía
mandar a más de mil personas al paro y dejar a más de cinco mil trabajadores en
riesgo de exclusión social con sueldos tercermundistas. Era una consecuencia
lógica a las exigencias del Ayuntamiento de Madrid. La contención en las
ofertas para adjudicarse el concurso del servicio de limpieza y jardinería era
un canto a un futuro ERE. Y eso la alcaldesa y el Partido Popular lo sabían de
sobra. Obligar a las empresas a minimizar sus ofertas suponía condenarlas a efectuar
futuros despidos.

La falta de previsión de la alcaldesa, comenzando por las exigencias
económicas en el concurso de adjudicación del servicio de limpieza, ha
provocado una huelga de trece jornadas que ha deteriorado aún más su imagen como
gestora política, pero también la de Madrid. La capital de España ha
protagonizado páginas y páginas vergonzantes en la prensa internacional donde
se ha cuestionado las escasas habilidades políticas de Ana Botella. El daño a
la ‘marca España’, de la que tanto presume el PP, es notable.
Madrid, que es el único destino turístico español que está perdiendo
visitantes, tendrá que prepararse para un nuevo descenso. A nadie le apetece
tomar un “relaxing cup of café con leche” en la Plaza Mayor de una ciudad que
ha sufrido una huelga de limpieza durante casi dos semanas. La imagen de la
capital de España ha quedado muy tocada a nivel internacional. ¿Es Ana Botella
la persona indicada para revertir esta situación? No lo parece.
Al menos en esta ocasión no se ha ido de fin de semana a un spa de
Lisboa como con la tragedia del Madrid Arena. Ahora bien, Ana Botella ha tenido
la tentación de lavarse las manos, una táctica que le apasiona cada vez que
debe dar la cara. Su capacidad de reacción ante la huelga ha sido lenta y torpe
asegurando que suponía un conflicto entre empresas y trabajadores sin ninguna
responsabilidad municipal. Será que Ferrovial, FCC, OHL y Sacyr Vallehermoso
decidieron por su cuenta ponerse a limpiar las calles y no porque ganaran un concurso
del Ayuntamiento.
Botella, que en los últimos meses había reprendido a los madrileños por haberse acostumbrado a una ciudad demasiado limpia, ha acusado, sin detallar cifras, a los huelguistas de impedir el
cumplimiento de los servicios mínimos y de ensuciar adrede tirando
basura y destrozando mobiliario urbano. La alcaldesa ha criminalizado a esos
avariciosos barrenderos y jardineros. ¡Mira que pretender tener un sueldo
digno. Qué osadía! Mientras la basura se amontonaba en las calles de Madrid,
más en unos barrios que en otros (hasta para eso hay clases), la imagen de
Botella se consumía entre toneladas y toneladas de mierda. Su patético
ultimátum tirando de los trabajadores de la empresa pública Tragsa tampoco ha
sido, precisamente, una decisión inteligente.

Madrid Arena, Juegos Olímpicos de 2020 y huelga del servicio de limpieza
y jardinería. En apenas un año, Ana Botella ha demostrado que, si estaba
aburrida en casa, tenía mejores opciones que divertirse metiendo la pata al
frente de un Ayuntamiento que necesita un perfil político completamente
antagónico. Los ciudadanos no pueden sufrir las carencias de una señora
con el ego muy elevado desbordada cada vez que tiene que hacer frente a un conflicto. ¿Cuál será la
siguiente de Ana ‘Basuras’ Botella? Si solo fuera su inglés.
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