¿De qué sirve una democracia sobre la que pende como un hacha afilada la sombra de la duda? El Partido Popular debe decidir ya si pesan más sus intereses particulares y su apego al poder o la limpieza del sistema. El ‘caso Bárcenas’ no solo puede y debe liquidar a Mariano Rajoy y la cúpula actual y pasada del PP sino que es una gran oportunidad para demostrar que nuestra clase política sí es merecedora del respeto de los ciudadanos. Si todo esto se tapa, será la muerte de la democracia española. Cualquier otra salida será un insulto a la sociedad. Que se sepa todo y, si hay que empezar de cero, pues que se haga.
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Luis Bárcenas, la mano que mece la cuna del PP y de Mariano Rajoy. |
“Bárcenas me contó que lo hasta ahora publicado no es
sino una pequeña parte de la documentación que obra en su poder (…) Además de
los originales de las fotocopias realizadas por Trías, conserva la
‘contabilidad B’ de los años no publicados y que en ella hay pagos en negro a
dirigentes del PP. Mayor aún sería la trascendencia, de acuerdo con su versión,
de otros documentos y discos duros que probarían la sistemática financiación
ilegal de las campañas del partido. No quiso concretar más pero, en un momento
de la conversación, dijo que la divulgación de esos documentos haría caer al
Gobierno”.
Las cuatro provechosas horas que pasó Pedro J. Ramírez, director de ‘El Mundo’, con el extesorero del Partido Popular días antes de su ingreso en prisión, el jueves 27 de junio, han colocado al Gobierno y al PP en un camino sin retorno. El hedor de las enormes sospechas sobre una financiación ilegal “durante al menos los últimos veinte años” no pueden caer en saco roto. El PP tiene un problema muy gordo con Bárcenas. El canario ha empezado a cantar, y no será fácil callarlo. Los españoles necesitamos saber todo lo que ha pasado en las cuentas del PP. Necesitamos saber si podemos aguantar dos años y medio más en La Moncloa a un partido con gravísimas acusaciones de corrupción.
Las cloacas del edificio de la calle Génova 13 de Madrid están llenas de sospechas, de graves sospechas. España no puede permitirse arrastrar a un Gobierno sustentado por un partido acorralado por la corrupción. Tanto que hablan de la marca España, ¿cómo vamos a vender la imagen de este país cuando el mismo presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, aparece en la diana de la contabilidad B del PP? Ahora no vale con eludir el nombre de tu extesorero, no vale con no contestar preguntas de los periodistas, no vale con comparecencias a través de una televisión de plasma, no vale con señalar con el dedo a la misma persona que no hace mucho protegías y promocionaste a tesorero, Rajoy debe dar explicaciones, y explicaciones absolutamente convincentes, en el Congreso. Y, si las sospechas siguen sin desaparecer, debe inmediatamente dimitir y convocar elecciones.
Si el señor Mariano Rajoy ama tanto a su país como alardea, el mejor servicio que podría hacerle es disipar todas las dudas que se acumulan sobre la financiación de su partido. Todas. El silencio no es aceptable, la indignación por las acusaciones, tampoco. Es inconcebible mantener como presidente del Gobierno a alguien que, presuntamente, ha estado engañando a la sociedad sobre la financiación de un partido del que ha sido secretario general y es actual presidente. No se puede confiar el mando de un país a un capitán que miente a su tripulación. La mentira no tiene cabida en la presidencia de un país que sufre una crisis económica y laboral sin parangón.
La entrevista de Pedro J. Ramírez con Luis Bárcenas y la posterior aparición de reveladores documentos originales (ya se acabó la excusa de las fotocopias utilizada cuando se publicaron los papeles del extesorero en ‘El País’) requieren un esclarecimiento absoluto de lo que ha pasado en el PP. “El dinero se entregaba en bolsas, maletines o maletas en el despacho del tesorero Álvaro Lapuerta en la calle Génova y en presencia de Bárcenas, en calidad de gerente. Ambos contaban los billetes y los metían en la caja fuerte, bromeando a menudo sobre si se fiaban el uno del otro o no”, relata el director de ‘El Mundo’.
“Al día siguiente de la entrega o como mucho durante la semana posterior, Lapuerta llamaba al ministro, secretario de Estado, presidente, consejero autonómico, alcalde o concejal competente en el asunto que afectaba al donante. Según Bárcenas, siempre recurría a la misma literalidad: ¿Qué tal? Soy Álvaro Lapuerta. Te va a llamar fulanito. Tengo interés en que lo recibas. No conozco el tema del que te va a hablar. Solo te pido que seas amable y te tomes un café con él. Todos sabían que era el tesorero el que llamaba”, prosigue Pedro J. Ramírez.
“De acuerdo con esta versión, parte del dinero entregado se ingresaba en las cuentas bancarias del partido, parte se destinaba a pagar en negro el sobrecoste de las campañas electorales para eludir la fiscalización del Tribunal de Cuentas y otra parte se quedaba en la caja fuerte y era utilizado para ‘otros fines’. El principal y más recurrente de esos ‘otros fines’ era el pago trimestral de sobresueldos en metálico al presidente, secretario general y vicesecretarios generales del partido”, añade.
Oigan, de película. No parece, precisamente, un sistema improvisado sino un perfecto modelo montado desde el PP para favorecer a empresarios afines y aprovecharse a cambio de determinados factores. A eso se llama corrupción y financiación irregular. ¿Qué cara deben poner los pequeños y medianos empresarios que han votado a Rajoy, que han apoyado a un partido con una intrigante red de contactos para adjudicar obras y servicios y reservada para 'cuatro amigos'? Los fondos del PP nunca han estado secos, el dinero brotaba y brotaba. En Génova idearon un flujo económico del que salían beneficiados políticos y empresarios, pero no los ciudadanos. Si fuera algo limpio, no se habría hecho en los despachos del PP a espaldas de los españoles.
¿Cómo creer en las palabras del señor Rajoy que se ha vanagloriado en más de una ocasión de no estar en la política para ganar dinero cuando su nombre aparece como receptor de sobresueldos en su época de ministro de Aznar? Algo que está prohibido por el régimen de incompatibilidades de los miembros del Gobierno. ¿Cuánto ha ganado realmente Mariano Rajoy en su vida política? Seguramente nunca lo sabremos. ¿A cambio de qué llegaba ese dinero? ¿Cómo confiar en un sistema que se encuentra viciado desde sus más altas esferas? Luis Bárcenas debe cantar caiga quien caiga y aunque a algunos anteriores amigos no les guste nada la letra de la canción.
Sin que sirva de precedente estoy de acuerdo con Pedro J. Ramírez. Luis Bárcenas había considerado hasta ahora que “en las actuales circunstancias lo último que le conviene a España es que caiga este Gobierno”. Hago mía la contestación del director de ‘El Mundo’: “Le contesté que en cualquier circunstancia lo último que le conviene a cualquier democracia es estar asentada sobre la mentira. (…) Al término de la conversación le dije que, si estaba en condiciones de probar documentalmente y en sede judicial la mitad de lo que me había contado, provocaría una gran catarsis en el sistema político español y prestaría un importante servicio a la sociedad”.
Ironías de la vida pero, vistas las circunstancias, Luis Bárcenas, si cuenta todo lo que sabe, será una de las mejores cosas que le han pasado a la joven democracia española. Si calla, la corrupción habrá ganado. Lo último que nos conviene es seguir instalados en la mentira.
Las cuatro provechosas horas que pasó Pedro J. Ramírez, director de ‘El Mundo’, con el extesorero del Partido Popular días antes de su ingreso en prisión, el jueves 27 de junio, han colocado al Gobierno y al PP en un camino sin retorno. El hedor de las enormes sospechas sobre una financiación ilegal “durante al menos los últimos veinte años” no pueden caer en saco roto. El PP tiene un problema muy gordo con Bárcenas. El canario ha empezado a cantar, y no será fácil callarlo. Los españoles necesitamos saber todo lo que ha pasado en las cuentas del PP. Necesitamos saber si podemos aguantar dos años y medio más en La Moncloa a un partido con gravísimas acusaciones de corrupción.
Las cloacas del edificio de la calle Génova 13 de Madrid están llenas de sospechas, de graves sospechas. España no puede permitirse arrastrar a un Gobierno sustentado por un partido acorralado por la corrupción. Tanto que hablan de la marca España, ¿cómo vamos a vender la imagen de este país cuando el mismo presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, aparece en la diana de la contabilidad B del PP? Ahora no vale con eludir el nombre de tu extesorero, no vale con no contestar preguntas de los periodistas, no vale con comparecencias a través de una televisión de plasma, no vale con señalar con el dedo a la misma persona que no hace mucho protegías y promocionaste a tesorero, Rajoy debe dar explicaciones, y explicaciones absolutamente convincentes, en el Congreso. Y, si las sospechas siguen sin desaparecer, debe inmediatamente dimitir y convocar elecciones.
Si el señor Mariano Rajoy ama tanto a su país como alardea, el mejor servicio que podría hacerle es disipar todas las dudas que se acumulan sobre la financiación de su partido. Todas. El silencio no es aceptable, la indignación por las acusaciones, tampoco. Es inconcebible mantener como presidente del Gobierno a alguien que, presuntamente, ha estado engañando a la sociedad sobre la financiación de un partido del que ha sido secretario general y es actual presidente. No se puede confiar el mando de un país a un capitán que miente a su tripulación. La mentira no tiene cabida en la presidencia de un país que sufre una crisis económica y laboral sin parangón.
La entrevista de Pedro J. Ramírez con Luis Bárcenas y la posterior aparición de reveladores documentos originales (ya se acabó la excusa de las fotocopias utilizada cuando se publicaron los papeles del extesorero en ‘El País’) requieren un esclarecimiento absoluto de lo que ha pasado en el PP. “El dinero se entregaba en bolsas, maletines o maletas en el despacho del tesorero Álvaro Lapuerta en la calle Génova y en presencia de Bárcenas, en calidad de gerente. Ambos contaban los billetes y los metían en la caja fuerte, bromeando a menudo sobre si se fiaban el uno del otro o no”, relata el director de ‘El Mundo’.
“Al día siguiente de la entrega o como mucho durante la semana posterior, Lapuerta llamaba al ministro, secretario de Estado, presidente, consejero autonómico, alcalde o concejal competente en el asunto que afectaba al donante. Según Bárcenas, siempre recurría a la misma literalidad: ¿Qué tal? Soy Álvaro Lapuerta. Te va a llamar fulanito. Tengo interés en que lo recibas. No conozco el tema del que te va a hablar. Solo te pido que seas amable y te tomes un café con él. Todos sabían que era el tesorero el que llamaba”, prosigue Pedro J. Ramírez.
“De acuerdo con esta versión, parte del dinero entregado se ingresaba en las cuentas bancarias del partido, parte se destinaba a pagar en negro el sobrecoste de las campañas electorales para eludir la fiscalización del Tribunal de Cuentas y otra parte se quedaba en la caja fuerte y era utilizado para ‘otros fines’. El principal y más recurrente de esos ‘otros fines’ era el pago trimestral de sobresueldos en metálico al presidente, secretario general y vicesecretarios generales del partido”, añade.
Oigan, de película. No parece, precisamente, un sistema improvisado sino un perfecto modelo montado desde el PP para favorecer a empresarios afines y aprovecharse a cambio de determinados factores. A eso se llama corrupción y financiación irregular. ¿Qué cara deben poner los pequeños y medianos empresarios que han votado a Rajoy, que han apoyado a un partido con una intrigante red de contactos para adjudicar obras y servicios y reservada para 'cuatro amigos'? Los fondos del PP nunca han estado secos, el dinero brotaba y brotaba. En Génova idearon un flujo económico del que salían beneficiados políticos y empresarios, pero no los ciudadanos. Si fuera algo limpio, no se habría hecho en los despachos del PP a espaldas de los españoles.
¿Cómo creer en las palabras del señor Rajoy que se ha vanagloriado en más de una ocasión de no estar en la política para ganar dinero cuando su nombre aparece como receptor de sobresueldos en su época de ministro de Aznar? Algo que está prohibido por el régimen de incompatibilidades de los miembros del Gobierno. ¿Cuánto ha ganado realmente Mariano Rajoy en su vida política? Seguramente nunca lo sabremos. ¿A cambio de qué llegaba ese dinero? ¿Cómo confiar en un sistema que se encuentra viciado desde sus más altas esferas? Luis Bárcenas debe cantar caiga quien caiga y aunque a algunos anteriores amigos no les guste nada la letra de la canción.
Sin que sirva de precedente estoy de acuerdo con Pedro J. Ramírez. Luis Bárcenas había considerado hasta ahora que “en las actuales circunstancias lo último que le conviene a España es que caiga este Gobierno”. Hago mía la contestación del director de ‘El Mundo’: “Le contesté que en cualquier circunstancia lo último que le conviene a cualquier democracia es estar asentada sobre la mentira. (…) Al término de la conversación le dije que, si estaba en condiciones de probar documentalmente y en sede judicial la mitad de lo que me había contado, provocaría una gran catarsis en el sistema político español y prestaría un importante servicio a la sociedad”.
Ironías de la vida pero, vistas las circunstancias, Luis Bárcenas, si cuenta todo lo que sabe, será una de las mejores cosas que le han pasado a la joven democracia española. Si calla, la corrupción habrá ganado. Lo último que nos conviene es seguir instalados en la mentira.
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