… pero me temo que así lo
hará. Como si fuera una relación amorosa rota con mucho dolor y resentimiento, el presidente
del Gobierno se mostrará en el Senado (el edificio del Congreso está en obras) absolutamente ofendido
por las acusaciones de su extesorero. Confiaba en lo que hacía, y me engañó. Yo
no soy culpable. ¿Alguien duda de que utilizará esta estrategia? Él es el bueno
del cuento.
El presidente del Gobierno
hablará. Y no porque le guste. La gravedad de las acusaciones del extesorero
del Partido Popular, Luis Bárcenas, no le dejan otra salida. La sociedad
española necesita explicaciones claras y absolutamente convincentes. De lo
contrario, la sombra de la duda seguirá creciendo en torno a la cúpula del PP
y, por extensión, en La Moncloa.
Me preparo para lo peor y
espero lo mejor. Mariano Rajoy comparecerá mañana, 1 de agosto, en el Senado (el edificio del Congreso
de los Diputados está en obras). Tendrá que disipar todas las dudas que se amontonan en torno
a la cúpula del PP desde que estallara el ‘caso Bárcenas’ en el pasado mes de
enero. Han sido seis meses en los que el presidente del Gobierno, fiel a su
carácter de Don Tancredo, ha optado por mirar hacia otro lado en vez de
afrontar el problema. Desde luego, no se puede decir que Mariano Rajoy Brey sea
un político valiente. Su resistencia a citar el nombre de Luis Bárcenas parece
diseñada por un novio o marido despechado que no quiere saber nada de su
expareja. ¡Me ha traicionado!
Y es que la historia entre
Rajoy y Bárcenas bien parece un cuento de amor en el que el final no respeta la
tradición de las historias de enamorados. Rajoy y Bárcenas no viven felices ni
comen perdices. Han roto. Y, como despechados amantes, tras unos últimos
intentos con ‘mensajitos’ al móvil, se han declarado la guerra. Bárcenas, que
tenía pasta pero no poder político ni judicial, ha acabado en prisión. Desde
allí, está ajustando cuentas contra Rajoy y contra la ‘bruja’ de su historia de
amor (ya se sabe que en todo cuento que se precie debe existir): María Dolores
de Cospedal. Que si había financiación ilegal en el partido al menos en los
últimos veinte años, que si se recibían donativos de empresas, que si se repartían
sobresueldos en sobres…
Rajoy también ha
oficializado una dolorosa ruptura. Había tanta pasión que el entonces
presidente del PP elevó a Bárcenas hasta tesorero del partido tras el durísimo Congreso
de Valencia en junio de 2008. Era un ‘regalazo’ por su fidelidad en los malos
momentos tras años como gerente. Como en todos los relatos de amor, llegaron
los problemas con un nombre terrorífico: trama Gürtel. El ‘lobo feroz’ Baltasar
Garzón devoraba dirigentes de la familia popular. Rajoy no abandonó entonces a
Bárcenas. Confió en él. ¿Qué prueba más grande quieren de amor incondicional?
Al ‘lobo feroz’ le cortaron las garras y los dientes. Rajoy y Bárcenas guardaban
las distancias pero seguían unidos.
El ‘lobo’ volvió con otros
nombres: ‘El Mundo’ y ‘El País’. Aparecieron documentos muy feos que
cuestionaban los negocios de la feliz pareja, del presidente y el tesorero de
una empresa llamada Partido Popular. Y Bárcenas, que había hecho una pequeña
fortuna custodiada en ese país tan bondadoso con el dinero llamado Suiza,
protegió a su amor. Negó la veracidad de los papeles, forzó su letra en una
prueba caligráfica e incluso arremetió contra poderosos espectros con forma de
periodistas. ¡Ayúdame, Mariano, ayúdame! En esta ocasión, Rajoy no le escuchó.
Su amor comprometía su posición social. Se había convertido en el hombre más
importante del país.
Y llegó la ruptura. Bárcenas
acabó en prisión. Ofendido, empezó a contar al juez Ruz los detalles de la
contabilidad del PP. Admitió que antes había mentido por fidelidad al partido.
Hay amores tan poderosos que acabas cometiendo muchas tonterías.
Rajoy, despechado, no se
quedó atrás. Con la ayuda de sus amigos, con los que forma eso llamado Gobierno,
y con sus compañeros del PP, ha cortado para siempre con su tesorero. Ni quiere
hablar de él. Sus amigos le hacen el trabajo sucio. Bárcenas es ahora un
delincuente.
Y en estas llegamos a la
víspera de la comparecencia de Rajoy en el Congreso. El presidente del Gobierno
tendrá que abrir las heridas de su amor con Luis Bárcenas. Los ‘lobos’ de la
oposición quieren explicaciones. Pero Rajoy se ha guardado un as: en la mano la
comparecencia será de carácter más general y no hablará solo sobre Bárcenas.
Debatirá sobre el supuesto progreso de la economía y no se lo pensará (¿alguien
lo duda?) a la hora de sacar los trapos sucios de los amores de la
oposición. ¿Cuánto tardará Rajoy en decir las palabras ERE, Griñán y Andalucía?
Igual hasta menos que Luis Bárcenas.
Se hará el ofendido, como un
enamorado despechado contra su antigua pareja porque Mariano Rajoy quiere que,
al menos para él, el cuento sí que tenga un final feliz.
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