jueves, 30 de junio de 2016

El ombligo de la izquierda

¿Y qué pasó el 26-J para que la confluencia Unidos Podemos fracasara con respecto a sus elevadas (y justificadas) expectativas y el PSOE, aunque mucho menos, siguiera cayendo? Al final, vía libre para la derecha. Oportunidad perdida. Error histórico del electorado de izquierdas. Somos los culpables. Lo de siempre: izquierda dividida, izquierda reñida. Izquierda perdedora. Si dejáramos de pensar en la izquierda que nuestro ombligo es el más bonito, el más perfecto… No sabemos remar juntos. Somos gilipollas.

Los propios votantes de IU y Podemos han boicoteado el Pacto del Abrazo.
¡Qué bonito es mi ombligo!


Recuerdo un episodio de Los Simpson en el que el pendenciero bedel de la Escuela Primaria de Springfield, el escocés Willy, presume de cicatriz única (sic). Se refiere a su ombligo.

No oculta su decepción cuando descubre que esa cicatriz que cree única la tenemos todos.

Eso no ocurre, desgraciadamente, en la izquierda española.

Cada uno, tenemos un ombligo perfecto, único, el más puro ideológicamente. Nuestro ombligo es el de más izquierdas porque para eso es nuestro.

Pureza ideológica. Competimos por ver quién es más puro, quién es más de izquierdas, quién tiene el mayor ombligo. Como los machitos más retrógrados compiten por ver quién la tiene más grande.

Y así nos va.

Creo que el ombliguismo de la izquierda ha sido la principal explicación al fracaso y brutal desilusión que han supuesto las elecciones generales de 26 de junio.

Izquierda dividida, izquierda reñida. Izquierda perdedora.

Incluso cuando vamos más juntos que de costumbre.

Somos gilipollas.

Estoy enfadado. Incluso más que desilusionado.

No sabemos aparcar nuestras diferencias. Lo preferimos a enfatizar nuestras muy superiores coincidencias. No sabemos remar juntos porque, aunque nuestro proyecto político (se supone) es colectivo y solidario, nuestro ombligo es el más bonito del mundo.

Y pobre del que lo ponga en duda. Y más si encima es otro de izquierdas.

Izquierda dividida, izquierda reñida. Izquierda perdedora.

El 26-J, la izquierda española no votó (o se abstuvo, directamente, que esa es otra) pensando con la cabeza o movida por el corazón.

No, parte de la izquierda española ajustó cuentas pendientes en las urnas con parte de la otra izquierda española.

Conclusión: camino libre al PP.

La confluencia entre Podemos e IU ha fracasado. Y los culpables no son externos. No miremos al PP, ni a Ciudadanos, ni al propio PSOE, ni a una inagotable y descarada campaña mediática en contra. Ya no se habla de Venezuela. Tranquilo, volverá a hablarse cuando toque atizar a Podemos. La campaña del miedo y la difamación ha pesado, pero no tanto como los grandes culpables: los mismos votantes de Podemos e IU. Hemos sido los votantes de Podemos e IU quienes hemos hecho fracasar la confluencia.

Un fracaso que, además, no ha revertido en un avance del PSOE, el aliado forzado de Unidos Podemos.

El ombligo, nuestro bonito ombligo, el más de izquierdas del mundo, ha dilapidado una ocasión histórica en las urnas.

Podemos, junto con sus confluencias catalana, valenciana y gallega, consiguió 5.189.463 votos (69 escaños) en las generales del pasado 20 de diciembre. Un resultado soberbio. Ganador moral de las elecciones.

Un resultado tan espectacular que, inmediatamente, resucitó el debate de la necesaria confluencia con IU: 923.133 votos, pero solo dos escaños.

La confluencia, que fue imposible el 20-D por egos en Podemos e IU, ha sido, paradójicamente, la principal culpable del fracaso del 26-J.

La lista conjunta de Unidos Podemos (Podemos+confluencias+IU) se ha quedado en 5.049.734 votos. Una pérdida superior al millón de votos. Mucho, muchísimo. Uno de cada seis votantes de Podemos (+confluencias) e IU el 20-D se ha volatizado seis meses después.

¿Y por qué?

Ahí entra en juego, entre otros factores, nuestro bonito y perfecto ombligo de izquierdas. De tanto mirarlo, se nos olvidó votar o, sencillamente, preferimos mirarnos el ombligo en vez de ‘traicionar’ nuestra pureza ideológica.

Fracaso de la convergencia Podemos-IU al primer intento.

Fracaso que no debe enterrar una buena idea si los electores de izquierdas decidimos (algún día) remar todos juntos.

La convergencia Podemos-IU siempre ha sido una historia de desencuentros personales.

Buena parte de la cúpula actual de Podemos procede de IU. El éxito de Podemos siempre ha tocado el orgullo de una parte de IU. Celos. Nuestro ombligo irritado. ¡Cómo es posible que hayan llegado más lejos en dos años que nosotros en treinta-cuarenta!

Podemos también ha repartido lo suyo. La ironía no es el mejor antídoto para contrarrestar los egos umbilicales. E Iglesias lesionó el ego de buena parte de los votantes de IU cuando aludió a aquello de los pitufos gruñones.

El problema de la convergencia Unidos Podemos es que ha llegado tras más de un año de recelos personales entre ambos bandos. Muchas heridas abiertas. Muchas cuentas pendientes. Poco tiempo para curar las heridas y tender puentes.

Y en las urnas, más con la ausencia que con el voto, se ha ajustado cuentas.

Más que pensar en ganar las elecciones al PP o corroborar en las urnas el ‘sorpasso’ al PSOE, mucho elector de izquierdas se la ha devuelto a Podemos, sobre todo, o IU.

Parece claro que el casi millón de votos que consiguió IU en las elecciones del 20-D no se ha repetido en su integridad el 26-J en la lista de Unidos Podemos.

Al final, pesó más el ombligo que la unión.

Se ha ajustado cuentas incluso dentro de IU. Alberto Garzón sabe, de sobra, que no cuenta con el aval de los más veteranos: de Cayo Lara, que dijo en público que le iba a costar mucho votar a Unidos Podemos, y Gaspar Llamazares, principal voz crítica de la convergencia.

Allí donde IU estuvo más fuerte el 20-D, como en Asturias (donde la posición de Llamazares ha influido mucho) y Madrid, Unidos Podemos ha sufrido algunas de las mayores pérdidas.

Solo en la Comunidad de Madrid, la desviación de votos entre las elecciones generales del 20-D y el 26-J supera los 210.000 votos.

Un descenso incluso algo mayor (218.000 votos) en Andalucía, otro feudo histórico de IU donde la candidatura de Unidos Podemos no ha sumado, sino restado.

Parece claro que una parte del electorado de IU ha rechazado la confluencia con Podemos.

¡Ay, el ombligo, mi bonito ombligo! ¡Quién son estos para cuestionar mi ombligo!

Los desplantes personales han pesado mucho más que las ganas colectivas de cambio.

Aquello de pitufos gruñones o, en la campaña electoral, de que el comunismo es algo de la juventud se le ha vuelto en contra a Iglesias y Podemos.

Uno más uno no ha sido dos porque los votantes de Podemos e IU no lo han querido.

Porque el ombliguismo también ha aparecido en el electorado de Podemos, si bien las causas son más difusas.

La confluencia disfruta de más adeptos en Podemos, aunque alguno también ha rechazado ir de la mano de IU, un partido mucho más ideologizado que el electorado más centrista de Podemos. No olvidemos que parte del éxito de Podemos en los últimos años se explica por rescatar a miles y miles de tradicionales abstencionistas que, pudiendo hacerlo, no votaban antes a IU.

Pero lo cierto es que el ombligo de los votantes de Podemos también ha dañado los resultados electorales.

Porque no todo el descenso de Unidos Podemos se puede y se debe atribuir a IU.

Salvo en Euskadi, Navarra y La Rioja, Unidos Podemos ha bajado en todas las comunidades, incluidas Cataluña, Comunidad Valenciana y Galicia, donde ya se presentaron Podemos e IU juntos hace medio año.

La ilusión generada el 20-D no se ha repetido el 26-J.

El periodo entre elecciones ha desgastado más de lo esperado a Podemos.

Parte del electorado no ha avalado los planes de Pablo Iglesias.

Y se ha llegado al cansancio y la decepción.

Porque cada uno, como somos más puros ideológicamente, lo habríamos hecho distinto. Y mejor.

Mejor mirarnos nuestro ombligo de izquierdas, que es perfecto, que votar a alguien que no es perfecto.

Hay personas tan puras ideológicamente que, si pudieran, casi solo se votarían a sí mismas.

Así somos en la izquierda. Unos gilipollas.

Izquierda dividida, izquierda reñida. Izquierda perdedora

Perdemos. Y perdemos porque queremos.

Deje de mirarse el ombligo, coño, que hasta el bedel de Los Simpson también lo tiene.

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