lunes, 21 de septiembre de 2015

Las siete (o más) plagas de Cataluña

Fuera de la UE, la zona euro, la OTAN y la ONU. Manos libres para el TC para sancionar a Artur Mas. Fuga de empresas. Pensiones sin pagar. Huida de la banca. El Barça fuera de la Liga. Y un corralito. No sé yo si el Éxodo es la mejor estrategia posible para convencer a los catalanes de que se queden dentro de España.


Me voy a poner bíblico para hablar sobre la independencia de Cataluña, ¡qué coño! A fin de cuentas, es el discurso que se está empleando.


Éxodo, Capítulo 2º, Versículos (3-4). El Señor a Moisés: “Yo pondré terco al faraón y haré muchos signos y prodigios contra Egipto. El faraón no los escuchará, pero yo extenderé mi mano contra Egipto y sacaré de Egipto a mis escuadrones, mi pueblo, los israelitas, haciendo solemne justicia”.

Y ya saben. Según nos cuenta la Biblia, a Egipto le cayeron las diez plagas: 1) El agua convertida en sangre; 2) Las ranas; 3) Los mosquitos; 4) Las moscas; 5) La peste; 6) Las úlceras; 7) La tormenta y el granizo; 8) Las langostas; 9) Las tinieblas; y 10) La muerte de los primogénitos.

Hasta que el pueblo israelita consiguió la liberación y su posterior largo peregrinaje por el desierto hasta la tierra prometida:

“El faraón llamó a Moisés y a Aarón de noche, y les dijo:

-Levántense, salgan inmediatamente de en medio de mi pueblo, ustedes con todos los israelitas, vayan a ofrecer culto al Señor como lo habían pedido; llévense también como querían las ovejas y las vacas y váyanse. Y rueguen a Dios por mí”. (Éxodo, Capítulo 12º Versículos 31-32).

En los tres años de andadura de este blog me he referido frecuentemente sobre el proceso soberanista en Cataluña. Aquí están los enlaces con sus correspondientes fechas: ‘Si fuera catalán, mi apoyo para Iniciativa y Ciutadans’ (24 de noviembre de 2012, con motivo de las elecciones catalanas del 25 de noviembre de 2012); ‘Dos años, como mínimo, de inestabilidad hispanocatalana’ (20 de diciembre de 2012, CiU y ERC pactan un referéndum); ‘Diada 2013: el peligro de la ruptura definitiva’ (9 de septiembre de 2013, con el crecimiento de la movilización independentista); ‘Las decadencias de Madrid y Barcelona’ (17 de diciembre de 2013, con el secesionismo como única vía de CiU y ERC); ‘Elecciones Europeas: Cataluña (nación o frustración) (28 de mayo de 2014, con la victoria de ERC en la urnas); ‘La familia Pujol ens roba’ (28 de julio de 2014, con la corrupción del expresident Pujol y sus hijos); ‘Rajoy y Mas: cremita para seguir igual’ (31 de julio de 2014, con la infructuosa reunión entre Rajoy y Mas en La Moncloa); ‘Y el 12 de septiembre,¿qué?’ (7 de septiembre de 2014, sobre el impulso soberanista previo a la consulta del 9-N); ‘Escocia votó y el mundo no se hundió’ (19 de septiembre de 2014, tras el referéndum escocés) y ‘Cataluña: no es momento para números, ‘numeritos’ y mayorías silenciosas’ (10 de noviembre de 2014, tras la consulta del 9-N).

Y seguimos hablando de Cataluña porque el problema territorial catalán, lógicamente, no se ha resuelto. Lleva pendiente desde la Transición (tan exageradamente venerada) y, con el paso de los años, ha ido a más. Las elecciones autonómicas del próximo domingo 27 de septiembre marcarán irremediablemente un punto de inflexión en un proceso que necesita desde hace tiempo una solución. Un referéndum habría sido lo mejor pero… Lo que hay son unas elecciones autonómicas con una deliberada clave plebiscitaria, un referéndum en la sombra. Una victoria, con mayoría absoluta en escaños (ya veremos si también en votos, algo de lo que se lleva hablando, con razón, en las últimas semanas), de Junts pel Sí (la lista conjunta impulsada por Convergència y ERC), con o sin la colaboración directa de los soberanistas de la CUP, avalaría a Artur Mas para dar un paso más adelante hacia la independencia.

Y ese paso adelante solo puede ser hacia una dirección: el Estado catalán.

DIADA 2015: 


Para quienes nacimos ya en democracia, tras el final de la dictadura, el problema territorial catalán, con sus momentos más o menos álgidos, ha sido un constante compañero informativo. Ciertamente, agotador siempre hablar de lo mismo, más que nada porque no se ha avanzado. Siempre ha existido una reivindicación soberanista desde un sector importante de la población catalana.

No sé si el independentismo se encuentra ahora en Cataluña en su máximo social. Realmente, no tengo datos ni para afirmarlo, ni para desmentirlo. Cataluña siempre ha estado gobernada por opciones políticas, como mínimo, nacionalistas. Los 23 años como president de Jordi Pujol suponen una clara demostración del sentir mayoritario de la sociedad catalana. Pero también los tres años de Maragall y los cuatro de Montilla con el PSC más preocupado por la identidad catalana que por las políticas de izquierdas. De hecho, desde que el PSC se ha pronunciado claramente en contra de la independencia de Cataluña, sus expectativas electorales se han desplomado, de partido de gobierno ha pasado a actual tercera fuerza en el Parlament y con una tendencia descendente. El regreso de CiU a la Generalitat, tras las elecciones del 28 de noviembre de 2010, corroboró el tradicional predominio nacionalista en la política catalana. Si hago este repaso es simplemente para evidenciar que el problema catalán no es nuevo. Y no se ha sabido (ni querido) resolver.

¿Y qué ha cambiado en los últimos años? ¿Qué fue antes: el huevo o la gallina? CiU no se presentó en las elecciones autonómicas del año 2010 apelando a la independencia. No dejaba de ser una aspiración tradicional, pero no inmediata. Fue la ‘presión’ social, con multitudinarias manifestaciones en la Diada desde 2012, quien obligó a Artur Mas, aplicado aprendiz de Rajoy a la hora de los recortes sociales, a sumarse al carro. En cierto modo, la independencia se ha erigido como una ilusión (sea o no real) para una parte creciente de la sociedad catalana por un futuro mejor.

Ni soy catalán, ni vivo en Cataluña. He tenido mis momentos, sobre todo ligados a mi infancia (porque era lo que se respiraba en la calle) y a algo tan pasional e irracional como el fútbol, vinculados a cierto anticatalanismo naif del que no me siento orgulloso. Eso pasó, sin embargo, hace muchos años. Mis dos mejores amigos tienen, por ejemplo, raíces catalanas, aunque lleven años residiendo en Castilla.

Digamos que sentir recelo hacia Cataluña era (y es) una postura muy sencilla en el resto de España. Probablemente sea también igual en sentido contrario. A fin de cuentas, los nacionalismos se retroalimentan. Al nacionalismo catalán le han venido muy bien (electoral y socialmente) los desprecios de la derecha españolista personificada en José María Aznar, antes, y Mariano Rajoy, ahora. El PP también ha recogido en las urnas los frutos de su rechazo, sin deseos de diálogo, a todo aquello que oliera a nacionalismo catalán. Total, el PP nunca se ha comido una rosca en Cataluña.

Y como nunca ha existido propósito para dialogar, por ninguna de las dos partes, llegamos al 27 de septiembre de 2015 con las urnas decidiendo el futuro político de Cataluña.

A mí, me gustaría que Cataluña, con su singularidad lingüística, histórica y cultural, siguiera dentro de España como una nación más del Estado español. Creo que, sinceramente, le iría mejor. Pero, para mí, no es una imposición. Deben ser Cataluña y los catalanes quienes decidan libremente qué quieren ser y con quién quieren estar en el día de mañana.

Por eso, me cabrea la torpe estrategia que se está siguiendo milimétricamente desde las más altas esferas del Estado. Parece inspirada en el Éxodo de la Biblia. Lo que no se puede contraponer al independentismo es solo miedo. Solo plagas. Porque Cataluña, como el Egipto antiguo, también se aboca (para los anti-independentistas) a un desastre apocalíptico.

1) Expulsión inmediata de la Unión Europea y de la zona euro. Salida de todos los organismos internacionales en los que participa actualmente Cataluña dentro de España, como la OTAN o la ONU. Cataluña, en unas desafortunadas palabras del expresidente Felipe González en una carta publicada en El País, acabaría aislada, “una especie de Albania del siglo XXI”. Mientras, el Gobierno del Partido Popular no ha dudado en recurrir a Merkel, Cameron y hasta Obama para enseñar a los catalanes el precipicio en caso de independencia. Demasiado desmesurado todo para que resulte creíble.


2) Del miedo al aislamiento internacional a las amenazas y el vacío político. Artur Mas, que probablemente repetirá como president, en manos del Tribunal Constitucional. El PP ha propuesto una reforma del TC, que se llevará el Congreso el próximo día 29 (solo dos días después de las elecciones), que permitiría, en “circunstancias de especial trascendencia”, como una declaración unilateral de independencia de Cataluña, adoptar las sanciones necesarias “sin oír a las partes”. ¿Artur Mas en la cárcel? Todo es posible.

3) Crisis empresarial. El Círculo de Empresarios considera que, “si hipotéticamente prosperase la pretensión separatista, la economía española y especialmente la catalana sufrirían gravísimos daños. Al situarse Cataluña fuera de España, dejaría de pertenecer con carácter inmediato, entre otros organismos internacionales, a la Unión Europea (con salida de la Unión Monetaria y del Euro), Naciones Unidas y la Organización Mundial del Comercio. A su vez, se produciría una deslocalización de empresas, así como una caída de las inversiones, del PIB, de la renta per cápita, del nivel de empleo y, en definitiva, del bienestar social”.

4) Las pensiones de los catalanes. Según la ministra de Empleo y Seguridad Social, las pensiones de los catalanes “se han podido pagar gracias a la solidaridad de los españoles”. “Una Cataluña independiente no garantiza las pensiones”, ha añadido Alicia Sánchez Camacho, presidenta del PP en Cataluña.

5) Sin bancos. La Asociación Española de la Banca (AEB) y la Confederación Española de Cajas de Ahorro (CECA), de la que forman parte, entre otras entidades financieras, CaixaBank, Santander, BBVA, Bankia, Banco Sabadell y Popular, ha abierto la puerta de salida en caso de independencia. “La exclusión de Cataluña de la zona euro, como consecuencia de la ruptura unilateral del marco constitucional vigente, comportaría que todas las entidades bancarias con presencia en Cataluña afrontarían graves problemas de inseguridad jurídica. Estas dificultades obligarían a las entidades a reconsiderar su estrategia de implantación, con el consiguiente riesgo de reducción de la oferta bancaria y, con ello, de exclusión financiera y encarecimiento y escasez del crédito”.


6) El Barça, fuera de la Liga española. Javier Tebas, presidente de la Liga: “Los clubes catalanes no podrían jugar la Liga si hubiera independencia (…). La Ley del Deporte establece que el único Estado que puede jugar en competiciones nacionales es Andorra”.

7) Corralito. La última plaga anunciada este mismo lunes, a solo seis días vista de las elecciones, por el presidente del Banco de España, Luis María Linde.

No creo que desatar una catarata de plagas de proporciones bíblicas sea la mejor manera para evitar una independencia de Cataluña, para convencer (y no acojonar) a los catalanes de que España sigue siendo su casa. Veremos qué pasa el domingo. Y veremos, aún más, qué pasa los siguientes días. Si habrá, o no, plagas en Cataluña.

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