jueves, 24 de septiembre de 2015

Felipe, el historiador

¿Por qué no te callas? Isidoro (que hace mucho dejó de ser Isidoro) está en racha. Ha defendido que la dictadura de Pinochet respetaba más los derechos humanos que la Venezuela de Maduro, ha vaticinado una Cataluña albanesa y con gulags de Stalin en caso de independencia y ha comparado la realidad actual catalana con la Italia fascista de Mussolini y la Alemania nazi de Hitler.

Felipe González, repasando historia en su yate.
Tenemos que llamar a Juan Carlos.

¿Sigue viviendo en la Zarzuela, no? Ahora creo que tiene aún más tiempo libre. No soy nada monárquico, pero admito que me partí de risa el famoso día del “¿Por qué no te callas?” a Hugo Chávez. ¡Qué crack! Esa cara y ese tono de voz son lo mejor que hizo Juan Carlos desde que decidió vivir la vida loca en sus últimos años de reinado.

El caso es que hay que pedirle un favor para un viejo amigo: Felipe González. Isidoro, que se dejó la chaqueta de pana en Suresnes, necesita que alguien le diga alto y claro:

“¿Por qué no te callas?”.

Isidoro sigue empeñado en lapidar el poco crédito social que le queda. No para de soltar chorradas de un tiempo a hasta parte. Isidoro abandonó el Consejo de Administración de Gas Natural Fenosa el pasado invierno tras cuatro años en el cargo excelentemente remunerados: 126.500 euros anuales. Un ‘chollito’ a cambio de asistir a poco más de una decena de reuniones cada año. Asistir y poco más. Isidoro no es precisamente una eminencia en el sector energético. Abandonó tal lucrativo negocio, no por respeto a los ciudadanos, sino porque “es muy aburrido”. Isidoro descubrió lo aburrido que era sentarse en el Consejo de Administración de Gas Natural Fenosa casi cuatro años después y unos 400.000 euros (redondeando) mediante.

Nada trágico para le economía del histórico dirigente ‘socialista’. Isidoro se lo ha montado muy bien. No iba de farol cuando soltó, recién llegado a La Moncloa, aquello de “prefiero morir apuñalado en el metro de Nueva York que de aburrimiento en las seguras calles de Moscú”. Solo que, si Isidoro fallece apuñado en Nueva York (algo que, lógicamente, nadie desea), no será en una pelea con algún indigente por llevarse a la boca un mendrugo de pan para burlar un día más a la muerte.

Isidoro tiene dinero para dar y regalar. Recientemente, adquirió una ‘modesta’ finca de 120 hectáreas en la sierra de Guadalupe (Cáceres) valorada en un millón de euros. Vamos, lo normal en cualquier austero líder socialista..., en cualquier líder socialista transformado en adalid del capitalismo. De Suresnes a ser consejero de Gas Natural Fenosa y del millonario Carlos Slim, cuyos servicios ni sabemos en qué consisten, ni en cuánto están valorados. Y es que Isidoro (el nombre clandestino de Felipe González durante la dictadura franquista) hace mucho tiempo que guardó, bien guardada, la chaqueta de pana para ser solo Felipe González. O quizás solo fue siempre Felipe González.


Y como Felipe se nos aburría en Gas Natural Fenosa, ha regresado (para desgracia de su partido y del legado positivo que aún conservaba tras catorce años en La Moncloa) a la primera línea política. Dispuesto a hacer más ruido que un Aznar que, dicho sea de paso, está sorprendentemente calladito con la independencia de Cataluña sobre la mesa.

Felipe se ha soltado. Amagó ya en plena campaña de las últimas elecciones europeas en una entrevista en el programa ‘El Objetivo’ de La Sexta con Ana Pastor. Felipe respondía, como no habría hecho nunca Isidoro, a los crecientes rumores sobre el interés del poder empresarial y financiero en un gran pacto PP-PSOE en La Moncloa. Y Felipe, poniendo como ejemplo el pacto en Alemania entre los demócrata-cristianos de Merkel y los social-demócratas de Gabriel, avaló el plan: “Si el país lo necesita, lo deben hacer”.

No es que le facilitara las cosas a Elena Valenciano. El PSOE se estrelló en las urnas con un pírrico 23%, el peor resultado nacional de los socialistas desde el final de la dictadura y la reinstauración de la democracia.

Quienes hace tiempo dejamos de creer en el PSOE como un partido progresista (más que nada porque no lo es), solo podemos decirle a Felipe: “Gracias por tu aportación. Por nosotros, no te cortes”.

Y el aburrido Felipe del consejo de administración de Gas Natural Fenosa y flamante nuevo ‘consigliere’ de Carlos Slim, comenzó su show con Venezuela. Felipe, durante su transformación de Isidoro a Felipe, ya había mostrado su peculiar sentido democrático (y no solo me refiero a la guerra sucia contra ETA). A Felipe le caía bien el entonces presidente de Venezuela, Carlos Andrés Pérez, y no le incomodaba el llamado ‘Caracazo’ (27 de febrero-8 de marzo de 1989). El amigo venezolano reprimió las protestas ciudadanas con violencia. Las fuentes oficiales cifran en 276 el número de muertos. Extraoficialmente, fueron más de tres mil.

A Felipe, que no le importó el ‘Caracazo’, sí le ha molestado la represión del Gobierno de Maduro. Anunció en marzo que defendería a los opositores venezolanos Leopoldo López y Antonio Ledezma (alcalde de Caracas), acusados por el ‘chavismo’ como los instigadores de las protestas contra Maduro en el pasado año que causaron más de cuarenta víctimas.

Felipe González, con su amigo Carlos Andrés Pérez.
La labor de Felipe con los opositores al ‘chavismo’ ha sido más propia de un show de televisión que de un abogado defensor. Venezuela, que jamás ha estado tan presente en el debate político español desde el éxito electoral de Podemos en las elecciones europeas y su supuesta colaboración con el ‘chavismo’, ni merece un presidente como Maduro, ni probablemente un abogado defensor de la oposición como Felipe González.

Y Felipe comenzó con sus originales lecciones de historiador trasnochado. Tras un mediático, pero infructuoso, viaje a Caracas para ver a sus defendidos, pasó por alto su labor diplomática en el ‘Caracazo’ y ofreció su personal visión de Venezuela:

“Es un país destruido (…). Frente a una dictadura uno sabe a qué atenerse, pero no sabe cómo enfrentarse a una democracia traicionada (…). Hay una Constitución formalmente democrática, pero se burlan todas las reglas del estado de derecho (…). Hay órdenes del Ejecutivo de a quién hay que detener o a enfrentar (…). Da bochorno que algo así pueda ocurrir. Para ver algo semejante hay que irse al Este de Europa”. Primera lección, Venezuela es la Europa del Telón de Acero. Pero con petróleo y un presidente que ve a su antecesor reencarnado en un pajarito.

El problema de Felipe con Venezuela se llama credibilidad. Nada hizo durante el ‘Caracazo’ instado por su amigo Carlos Andrés Pérez. No es la mejor postura previa para creernos su labor como abogado defensor de los opositores venezolanos. Aconsejaría a Leopoldo López y Antonio Ledezma que se buscaran otro letrado. Porque Felipe, en plena fase de revisionismo histórico, no tiene muy claro qué está pasando Venezuela.

No ha pasado ni una semana desde que tuvo la triste ocurrencia de comparar a Maduro con Pinochet, a una democracia (con sus muchas lagunas) como Venezuela con directamente una dictadura brutal, el Chile de Pinochet: "”Visité a dos condenados por la dictadura (chilena), que salieron después, en pleno estado de sitio en Chile. Pues el estado de sitio del Chile de Pinochet respetaba mucho más los derechos humanos que el paraíso de paz y prosperidad de Maduro”.

¡Ay, ay, ay, Felipe!

Y no solo ha sido Venezuela. Felipe está siendo, con diferencia, el expresidente más activo en el debate sobre la independencia de Cataluña. El más activo y el más inoportuno.

Felipe les remitió ‘a los catalanes’ (como tituló el artículo) una cariñosa y sentida carta en el diario ‘El País’ donde comparó a Cataluña con Albania, el fascismo de Mussolini y el nazismo de Hitler. Felipe, haciendo amigos:

“¿Cómo es posible que se quiera llevar al pueblo catalán al aislamiento, a una especie de Albania del siglo XXI? (…). Es lo más parecido a la aventura alemana o italiana de los años treinta del siglo pasado. Pero nos cuesta expresarlo así por respeto a la tradición de convivencia de Cataluña”.

¡Caray con el revisionismo histórico de Felipe!

Se le fue la pinza. Y le tocó rectificar en una entrevista, publicada en esta ocasión en ‘La Vanguardia’:

Felipe, machacando las expectativas electorales del PSC.
“No estoy en condiciones de decir, porque no tengo los datos para saberlo, que haya una intención ‘fascistizante’ o, conducente al fascismo hoy en Catalunya”. Felipe, además de inventarse una palabra (‘fascistizante’), decía una cosa y la contraria en cuestión de días. ¡Olé por la credibilidad y sus investigaciones históricas!

¿Aprendió la lección? No. Recuerde, señor lector, que Felipe estaba aburrido, muy aburrido, en Gas Natural Fenosa. Y se metió, él solito, en otro charco sobre la consideración (o no) de Cataluña como nación. A pregunta de ‘La Vanguardia’, “absolutamente, sí. No tengo ningún problema en reconocer la identidad catalana y en que se garantice constitucionalmente que no va a haber ningún extraviado que intente alterar ese reconocimiento”.

Y, otra vez, a rectificar con escaso éxito:

“Ni existió la pregunta, ni por tanto la respuesta que viene entrecomillada en mi boca. En esa entrevista eso no existió”.

Algo inmediatamente desmentido por el autor de la entrevista, Enric Juliana: “El texto de la entrevista de Felipe Gonzáez con la ‘La Vanguardia’ fue remitido a su oficina. Y esta fue la respuesta: «Nada que objetar»’.

Aprender no estamos aprendiendo mucho, pero lo que nos estamos riendo con el revisionismo histórico de Felipe con Venezuela y Cataluña y sus comparaciones (curiosas comparaciones) con Albania, la Chile de Pinochet, la Italia de Mussolini y la Alemania de Hitler... No tiene precio.

Y Felipe, que está embalado en la campaña electoral catalana, nos ha regalado la última con Cataluña y Stalin:

“Solo conozco un único texto constitucional que reconocía la autodeterminación de los pueblos, el de la URSS. ¿Sabes quién lo aplicó? Stalin, que autodeterminó a varios millones de soviéticos a Siberia”. Ahí estamos, Cataluña va a resucitar los gulags. De momento, no hay rectificación. Igual llega después de otra creativa interpretación histórica de Felipe.

Normal que estuviera aburrido en Gas Natural Fenosa. Allí no podía ‘defender’ la dictadura de Pinochet antes que a la ‘democracia’ de Maduro o comparar a Cataluña con Albania, los fascistas de Mussolini, los nazis de Hitler o los gulags de Stalin.

De verdad, llamen con urgencia a Juan Carlos. Tiene trabajo urgente. Es su momento. Felipe necesita que alguien le diga ya “¿Por qué no te callas?”. 

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