Al ministro le brota una
vena clasista que incluso ha derrapado en amplios sectores del conservador PP y confunde las becas a los universitarios con la excelencia académica. Ceñir su concesión al
expediente representa un desprecio al principio de igualdad de oportunidades que debe
imperar en un sistema educativo. Dificultar el acceso a los estudios superiores
en un país con graves problemas de empleo es la peor medida posible de cara al futuro
de España. Una auténtica payasada.
Antonio tiene diecinueve
años. Nació en León y estudia Medicina en Valladolid. Ha acabado Primero con
todas las asignaturas aprobadas. Ha sido un primer curso duro con mucho
estudio y exigencia, pero lo ha sacado adelante con notas que oscilan entre
seis y siete. De media, un 6.3. Casi todos sus compañeros han suspendido alguna
asignatura. Sus profesores están contentos con su actitud.
Antonio vive en un piso de
alquiler acompañado por otros tres universitarios. Paga 200 euros al mes más
los gastos de luz, agua, gas e internet. Se reparten las tareas de la casa,
aunque alguno se escaquea más de la cuenta y ha comenzado la Universidad con
ganas de fiesta y tiene una pródiga vida nocturna. En casa suele haber mucho
ruido y se pasa muchas horas en la biblioteca de la Facultad. Hay más silencio.
Intenta ir cada fin de semana
a León para ver a la familia, quedar con los amigos del colegio e instituto,
dar una vuelta con la novia, que está estudiando un módulo de Formación
Profesional, y estudiar al menos cuatro horas cada sábado y domingo sin el
ruido de sus molestos compañeros de piso. No encontró nada más barato en
Valladolid y una residencia estaba fuera del alcance de los ingresos de sus
padres. Se tiene que aguantar con lo que hay.
Su madre aprovecha para
meterle en la maleta alimentos básicos y reducir el gasto de su hijo en el
resto de la semana. Junto con la ropa, siempre se lleva algún plato cocinado
para que tenga algo de comer durante un par de días. A escondidas, siempre que
puede, le da algo de dinero, diez o veinte euros. Su hijo nunca los
quiere coger pero termina aceptando. “Bueno, para el viaje de vuelta”.
Los padres de Antonio han
hecho un gran esfuerzo para que fuera a la Universidad. Llevan 25 años casados
y tienen una hija estudiando Primero de Bachillerato. Es buena estudiante pero
no saben si podrá cumplir su sueño de seguir los pasos de su hermano. Es mucho
dinero. La madre de Antonio es ama de casa. Procede de una familia muy humilde
y tuvo que dejar de estudiar a los catorce años.
El padre de Antonio es
autónomo. Tiene un pequeño negocio de ropa. Las ventas no funcionan. El
consumo es reducido y la competencia elevada. Lleva quince años sin irse de
vacaciones, no puede permitírselas. Está solo en la tienda. Antes tenía un
empleado. Hace un par de años tuvo que despedirlo e indemnizarlo. El negocio
perdía dinero. Tiene la gran suerte de tener la casa pagada. La compró en 1988
con un precio asumible y con una hipoteca a quince años.

Sin embargo, su continuidad
en la Facultad depende de la beca que percibe. Cada mes en Valladolid le sale
por 800 euros. Le toca abonar la renta mensual del piso,
la mayoría de las comidas de la semana, los libros, las fotocopias… Pese a su
edad, sale poco. No le alcanza.
Estuvo un par de meses
poniendo copas en un pub los jueves y viernes por la noche. Lo tuvo que dejar.
Afectaba a su rendimiento académico, no quería llegar a clase somnoliento y sabe
que necesita aprobar para no perder la beca. Antonio sueña con ser médico,
pero hay días en los que las dificultades económicas para seguir en la Universidad
le impiden concentrarse en los estudios. Tiene miedo a no poder acabar el
grado.
Ha escuchado al ministro de
Educación, José Ignacio Wert, que se revisarán los criterios de concesión de
las becas y se exigirá una nota mínima de 6.5. Antonio, que ha aprobado todas
las asignaturas, está cerca, pero no llega. No se ha escabullido en absoluto
durante todo el curso. Simplemente, los profesores exigen bastante. A fin de
cuentas, se trata de los futuros profesionales de la salud.
En su clase, estudia
Eduardo. También es de León pero no se conocían. Por aquello del ‘paisanaje’,
se hicieron amigos en los primeros días del curso. Eduardo estuvo dudando entre
elegir Oviedo o Valladolid. Su nota de selectividad decantó la balanza. No le
daba para entrar en Oviedo. Tiene un
expediente académico muy parecido al de Antonio, con una media de 5.9, pero le ha
quedado una asignatura con un cuatro muy alto.
Eduardo también vive de
alquiler, pero no lo hace en un piso compartido con otros universitarios.
Encontró un apartamento de una habitación. Está a veinte minutos de la Facultad
pero no le importa: tiene coche y se puede permitir pagar más dinero para vivir
a su rollo, sin extraños. Cada mes de alquiler le sale por 600 euros más los
gastos derivados de la casa.
Se ha echado novia en
Valladolid, una chica un año mayor que conoció en una fiesta de la Facultad, y
a menudo pasan la noche juntos, aunque ella vive en casa con sus padres. Llevan
seis meses saliendo. Su novia estudia Empresariales sin mucha motivación. Acabó
Bachillerato sin saber qué estudiar. Sus padres fueron quienes la inscribieron
en Empresariales.
Aunque tiene coche, Eduardo
no suele ir mucho a León. Prefiere quedarse en Valladolid y aprovechar los
fines de semana con la novia, que tiene varias asignaturas pendientes de cursos
anteriores. Durante la semana no coinciden demasiado en los horarios, se ven a
veces para comer o cenar, y lo que se tercie. También intenta estudiar dos o
tres horas cada sábado y domingo.

Cuando Eduardo les planteó
que quería estudiar Medicina, no hubo pegas económicas. Se lo podían permitir.
Cada mes le mandan 1.500 euros para pagar el piso y para el resto de
gastos. No les ha gustado que Eduardo haya suspendido una asignatura pero no
supone un inconveniente para que continúe en la Universidad. Eduardo no tiene
beca, sus padres no la han reclamado. No tienen concepto de ‘nuevos ricos’ y
entienden que, vista la escasa partida presupuestaria, hay gente que la
necesita más que su hijo.
A la familia de Eduardo las
palabras del ministro Wert le han sonado a clasistas y alejadas de la realidad.
Ellos son conscientes de que tienen una situación económica privilegiada y que su
hijo, tenga o no buenas notas, concluirá el grado de Medicina. El dinero no
será un impedimento.
En la Facultad de Medicina,
entre charlas sobre profesores, exámenes, chicas o chicos y fútbol, se ha colado
el tema de las becas. Hay alumnos que por la renta de sus padres saben que concluirán
la carrera. No les preocupa demasiado el tema de las notas, les vale con
aprobar. Otros están asustados. Con apenas veinte años, temen recibir la
primera gran desilusión de sus vidas.
La concesión de una beca
puede marcar la diferencia entre seguir o no en la Universidad. Eduardo sabe
con total seguridad que el próximo año comenzará segundo de Medicina. Antonio
no lo tiene tan claro. Sus padres le dicen que no se preocupe pero es
consciente de que su continuidad en la Universidad sin una beca será complicada
y solo sería posible con un nuevo gran esfuerzo de su familia.

Wert ha matizado su
propuesta inicial tras una oleada de quejas procedentes de todo el
ámbito universitario como un inmenso tsunami. Ningún Rector de una Universidad pública española ha apoyado al
ministro. Wert incluso ha molestado a muchos dirigentes de su partido que han
calificado la medida como clasista. No obstante, ha rectificado a medias.
Ha rebajado del 6.5 al 5.5
la nota necesaria para las becas de exención de tasas de matrícula pero la
mantiene para las de residencia o las ligadas a la renta económica. Hasta el curso
pasado, el corte estaba en el cinco, el baremo que siempre se ha utilizado para
calificar a un alumno como apto o no
apto, para diferenciar el suspenso del aprobado.
En un país como España
sumido en una crisis económica de ciclo largo e indeterminado, con un desempleo
bestial, un sistema educativo con lagunas que nunca ha contentado a todos y que
ha sido cuestionado en los correspondientes informes Pisa, el Gobierno de
Mariano Rajoy, con Wert como ariete, ha optado por reducir las posibilidades de
formación de las nuevas generaciones amparándose en el coste de las becas.
¿Medida necesaria o
ideológica? ¿Creen ustedes que se conceden muchas becas en España? ¿Creen que
es un gasto desproporcionado? ¿No consideran a la educación como la inversión
más importante de futuro en un país? Desde luego no parece que reducir las
becas y complicar la continuidad de los estudios a los hijos de familias con
recursos económicos limitados sea la medida más inteligente para aumentar la
capacitación profesional de los jóvenes españoles.

Las becas dejarán de
concederse a estudiantes con problemas económicos si no alcanzan la
nota reclamada por el Ministerio de Educación. De nada servirá, por ejemplo,
tener todo aprobado en un grado si la media no llega al 5.5 o al 6.5 para los
conceptos de residencia y renta económica. Wert ha establecido una segunda nota
de corte, distinta al cinco de los profesores, para valorar a los
universitarios.
Una aplicación estricta de
los planes de Wert cambiará la fisonomía de las aulas de las facultades
españolas. Dominará un perfil de alumno adinerado, con o sin buenas notas. Las
clases medias y bajas solo tendrán ocasión de matricular a sus hijos si tienen
expedientes notables. Y todo ello en medio de un contexto económico de recesión
con menores posibilidades económicas en los bolsillos de muchas familias. No
solo no se impulsa la formación de los jóvenes, sino que se colocan
obstáculos para conseguirla.
Alumnos como Antonio y
Eduardo, con un expediente similar, no tendrán las mismas oportunidades para
garantizar su presencia en la Universidad. El Gobierno no asegura
esa igualdad de oportunidades e incluso provoca una brecha en función de las
posibilidades económicas de cada familia. Y todo por un concepto de beca mal
entendido, sea o no de una forma consciente, como una medida dirigida hacia la
excelencia académica.

Antes de acudir a la
Universidad, Gurdon fue alumno del prestigioso Eton College. Allí, un profesor
se despachó con rudeza sobre los planes académicos del futuro Nobel. En una valoración
académica sobre Gurdon señaló que: “Ha sido un período
desastroso. Su trabajo ha estado lejos de ser satisfactorio. El material
preparado ha sido mal aprendido y muchas de sus pruebas han sido hechas con
prisa. En uno de estos exámenes apenas consiguió dos puntos de cincuenta. Sus otros
trabajos han sido igualmente malos y muchas veces ha tenido problemas porque no
escucha e insiste en hacer las cosas a su manera. Creo que tiene intención de
ser científico. En su estado actual, es simplemente ridículo. Si no es capaz de
aprender simples hechos de Biología, no tendrá la oportunidad de trabajar como
especialista y será una pura pérdida de tiempo tanto para él como para los que
intenten enseñarle”.
Wert, sin embargo, sigue defendiendo el valor supremo
de las notas como máximo criterio de concesión de las becas. No le importa que
España pierda potenciales futuros grandes profesionales por las menores
posibilidades económicas de sus respectivas familias. Un alumno con malas notas
pero con dinero acabará sus estudios. Pero un universitario con un expediente
correcto pero sin dinero no pisará una Facultad.
¿Eso es defender la calidad en la Universidad, eso es
apostar por la educación en España, eso es impulsar nuestro futuro? Si es así,
señor Wert, está usted suspendido. El futuro de muchos estudiantes no puede
depender de la cartilla de sus padres. Ni se moleste en presentarse en
septiembre, señor Wert, simplemente dimita y permita que Antonio, Eduardo (dos casos simulados, pero ajustados perfiles de nuestros universitarios) y
todos los demás sigan estudiando sin depender de una beca de excelencia.
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