domingo, 30 de junio de 2013

Wert cierra la Universidad

Al ministro le brota una vena clasista que incluso ha derrapado en amplios sectores del conservador PP y confunde las becas a los universitarios con la excelencia académica. Ceñir su concesión al expediente representa un desprecio al principio de igualdad de oportunidades que debe imperar en un sistema educativo. Dificultar el acceso a los estudios superiores en un país con graves problemas de empleo es la peor medida posible de cara al futuro de España. Una auténtica payasada.

 
Antonio tiene diecinueve años. Nació en León y estudia Medicina en Valladolid. Ha acabado Primero con todas las asignaturas aprobadas. Ha sido un primer curso duro con mucho estudio y exigencia, pero lo ha sacado adelante con notas que oscilan entre seis y siete. De media, un 6.3. Casi todos sus compañeros han suspendido alguna asignatura. Sus profesores están contentos con su actitud.

Antonio vive en un piso de alquiler acompañado por otros tres universitarios. Paga 200 euros al mes más los gastos de luz, agua, gas e internet. Se reparten las tareas de la casa, aunque alguno se escaquea más de la cuenta y ha comenzado la Universidad con ganas de fiesta y tiene una pródiga vida nocturna. En casa suele haber mucho ruido y se pasa muchas horas en la biblioteca de la Facultad. Hay más silencio.
Intenta ir cada fin de semana a León para ver a la familia, quedar con los amigos del colegio e instituto, dar una vuelta con la novia, que está estudiando un módulo de Formación Profesional, y estudiar al menos cuatro horas cada sábado y domingo sin el ruido de sus molestos compañeros de piso. No encontró nada más barato en Valladolid y una residencia estaba fuera del alcance de los ingresos de sus padres. Se tiene que aguantar con lo que hay.
Su madre aprovecha para meterle en la maleta alimentos básicos y reducir el gasto de su hijo en el resto de la semana. Junto con la ropa, siempre se lleva algún plato cocinado para que tenga algo de comer durante un par de días. A escondidas, siempre que puede, le da algo de dinero, diez o veinte euros. Su hijo nunca los quiere coger pero termina aceptando. “Bueno, para el viaje de vuelta”.
Los padres de Antonio han hecho un gran esfuerzo para que fuera a la Universidad. Llevan 25 años casados y tienen una hija estudiando Primero de Bachillerato. Es buena estudiante pero no saben si podrá cumplir su sueño de seguir los pasos de su hermano. Es mucho dinero. La madre de Antonio es ama de casa. Procede de una familia muy humilde y tuvo que dejar de estudiar a los catorce años.
El padre de Antonio es autónomo. Tiene un pequeño negocio de ropa. Las ventas no funcionan. El consumo es reducido y la competencia elevada. Lleva quince años sin irse de vacaciones, no puede permitírselas. Está solo en la tienda. Antes tenía un empleado. Hace un par de años tuvo que despedirlo e indemnizarlo. El negocio perdía dinero. Tiene la gran suerte de tener la casa pagada. La compró en 1988 con un precio asumible y con una hipoteca a quince años.
La familia de Antonio llega, pese a todo, a final de mes con muchos apuros. Sin embargo, no han querido fallar a su hijo. Antonio, que se gastó sus ahorros en un ordenador y la fianza del piso, siempre ha sido muy responsable. Ha sacado todos sus cursos con buenas notas y no tuvo dificultades para entrar en Medicina.
Sin embargo, su continuidad en la Facultad depende de la beca que percibe. Cada mes en Valladolid le sale por 800 euros. Le toca abonar la renta mensual del piso, la mayoría de las comidas de la semana, los libros, las fotocopias… Pese a su edad, sale poco. No le alcanza.
Estuvo un par de meses poniendo copas en un pub los jueves y viernes por la noche. Lo tuvo que dejar. Afectaba a su rendimiento académico, no quería llegar a clase somnoliento y sabe que necesita aprobar para no perder la beca. Antonio sueña con ser médico, pero hay días en los que las dificultades económicas para seguir en la Universidad le impiden concentrarse en los estudios. Tiene miedo a no poder acabar el grado.
Ha escuchado al ministro de Educación, José Ignacio Wert, que se revisarán los criterios de concesión de las becas y se exigirá una nota mínima de 6.5. Antonio, que ha aprobado todas las asignaturas, está cerca, pero no llega. No se ha escabullido en absoluto durante todo el curso. Simplemente, los profesores exigen bastante. A fin de cuentas, se trata de los futuros profesionales de la salud.
En su clase, estudia Eduardo. También es de León pero no se conocían. Por aquello del ‘paisanaje’, se hicieron amigos en los primeros días del curso. Eduardo estuvo dudando entre elegir Oviedo o Valladolid. Su nota de selectividad decantó la balanza. No le daba  para entrar en Oviedo. Tiene un expediente académico muy parecido al de Antonio, con una media de 5.9, pero le ha quedado una asignatura con un cuatro muy alto.
Eduardo también vive de alquiler, pero no lo hace en un piso compartido con otros universitarios. Encontró un apartamento de una habitación. Está a veinte minutos de la Facultad pero no le importa: tiene coche y se puede permitir pagar más dinero para vivir a su rollo, sin extraños. Cada mes de alquiler le sale por 600 euros más los gastos derivados de la casa.
Se ha echado novia en Valladolid, una chica un año mayor que conoció en una fiesta de la Facultad, y a menudo pasan la noche juntos, aunque ella vive en casa con sus padres. Llevan seis meses saliendo. Su novia estudia Empresariales sin mucha motivación. Acabó Bachillerato sin saber qué estudiar. Sus padres fueron quienes la inscribieron en Empresariales.
Aunque tiene coche, Eduardo no suele ir mucho a León. Prefiere quedarse en Valladolid y aprovechar los fines de semana con la novia, que tiene varias asignaturas pendientes de cursos anteriores. Durante la semana no coinciden demasiado en los horarios, se ven a veces para comer o cenar, y lo que se tercie. También intenta estudiar dos o tres horas cada sábado y domingo.
Eduardo quiere ser médico porque lo ha mamado en casa. Su padre es neurólogo en el Hospital Universitario de León. Tiene un sueldo alto. Se ha labrado su éxito profesional a base de esfuerzo y reclama a su hijo que estudie en serio. No quiere un niño de papá. Eduardo no lo es. Exprime al máximo sus aptitudes. Mientras, la madre de Eduardo trabaja en el Ayuntamiento de León. Cada mes, la familia, que no tiene más hijos, ingresa cerca de cuatro mil euros. Pagan una hipoteca de 900 euros. Les quedan más de tres mil limpios.
Cuando Eduardo les planteó que quería estudiar Medicina, no hubo pegas económicas. Se lo podían permitir. Cada mes le mandan 1.500 euros para pagar el piso y para el resto de gastos. No les ha gustado que Eduardo haya suspendido una asignatura pero no supone un inconveniente para que continúe en la Universidad. Eduardo no tiene beca, sus padres no la han reclamado. No tienen concepto de ‘nuevos ricos’ y entienden que, vista la escasa partida presupuestaria, hay gente que la necesita más que su hijo.
A la familia de Eduardo las palabras del ministro Wert le han sonado a clasistas y alejadas de la realidad. Ellos son conscientes de que tienen una situación económica privilegiada y que su hijo, tenga o no buenas notas, concluirá el grado de Medicina. El dinero no será un impedimento.
En la Facultad de Medicina, entre charlas sobre profesores, exámenes, chicas o chicos y fútbol, se ha colado el tema de las becas. Hay alumnos que por la renta de sus padres saben que concluirán la carrera. No les preocupa demasiado el tema de las notas, les vale con aprobar. Otros están asustados. Con apenas veinte años, temen recibir la primera gran desilusión de sus vidas.
La concesión de una beca puede marcar la diferencia entre seguir o no en la Universidad. Eduardo sabe con total seguridad que el próximo año comenzará segundo de Medicina. Antonio no lo tiene tan claro. Sus padres le dicen que no se preocupe pero es consciente de que su continuidad en la Universidad sin una beca será complicada y solo sería posible con un nuevo gran esfuerzo de su familia.
Los profesores palpan el debate y no ocultan su interés para hablar sobre el mismo con los alumnos. No quieren perder a futuros médicos por cuestiones económicas. No les parece justo. Son conscientes de que un 6.5 es una buena nota para un grado como Medicina que requiere muchas horas de estudio y comprensión de los conceptos. No quieren regalar las notas porque sería contraproducente para los chavales, para su futuro profesional, pero tampoco quieren que la ausencia de becas excluya a gente con capacidad para ser un buen médico.
Wert ha matizado su propuesta inicial tras una oleada de quejas procedentes de todo el ámbito universitario como un inmenso tsunami. Ningún Rector de una Universidad pública española ha apoyado al ministro. Wert incluso ha molestado a muchos dirigentes de su partido que han calificado la medida como clasista. No obstante, ha rectificado a medias.
Ha rebajado del 6.5 al 5.5 la nota necesaria para las becas de exención de tasas de matrícula pero la mantiene para las de residencia o las ligadas a la renta económica. Hasta el curso pasado, el corte estaba en el cinco, el baremo que siempre se ha utilizado para calificar  a un alumno como apto o no apto, para diferenciar el suspenso del aprobado.
En un país como España sumido en una crisis económica de ciclo largo e indeterminado, con un desempleo bestial, un sistema educativo con lagunas que nunca ha contentado a todos y que ha sido cuestionado en los correspondientes informes Pisa, el Gobierno de Mariano Rajoy, con Wert como ariete, ha optado por reducir las posibilidades de formación de las nuevas generaciones amparándose en el coste de las becas.
¿Medida necesaria o ideológica? ¿Creen ustedes que se conceden muchas becas en España? ¿Creen que es un gasto desproporcionado? ¿No consideran a la educación como la inversión más importante de futuro en un país? Desde luego no parece que reducir las becas y complicar la continuidad de los estudios a los hijos de familias con recursos económicos limitados sea la medida más inteligente para aumentar la capacitación profesional de los jóvenes españoles.
El ministro parte de un punto incorrecto. Wert considera las becas como un instrumento para premiar la excelencia académica. Para el titular de Educación, los únicos alumnos que merecen este apoyo económico del conjunto de la sociedad son aquellos que tienen buenas notas. Wert solo mira el expediente medio y coloca la misma exigencia en todos los grados independientemente de su diferente dificultad.
Las becas dejarán de concederse a estudiantes con problemas económicos si no alcanzan la nota reclamada por el Ministerio de Educación. De nada servirá, por ejemplo, tener todo aprobado en un grado si la media no llega al 5.5 o al 6.5 para los conceptos de residencia y renta económica. Wert ha establecido una segunda nota de corte, distinta al cinco de los profesores, para valorar a los universitarios.
Una aplicación estricta de los planes de Wert cambiará la fisonomía de las aulas de las facultades españolas. Dominará un perfil de alumno adinerado, con o sin buenas notas. Las clases medias y bajas solo tendrán ocasión de matricular a sus hijos si tienen expedientes notables. Y todo ello en medio de un contexto económico de recesión con menores posibilidades económicas en los bolsillos de muchas familias. No solo no se impulsa la formación de los jóvenes, sino que se colocan obstáculos para conseguirla.
Alumnos como Antonio y Eduardo, con un expediente similar, no tendrán las mismas oportunidades para garantizar su presencia en la Universidad. El Gobierno no asegura esa igualdad de oportunidades e incluso provoca una brecha en función de las posibilidades económicas de cada familia. Y todo por un concepto de beca mal entendido, sea o no de una forma consciente, como una medida dirigida hacia la excelencia académica.
Quisiera recordarle a Wert, a quien no parece importarle que sus palabras estén ocasionando desconfianza hacia la actitud de los estudiantes entre los ciudadanos que jamás han pisado una Universidad, un reciente caso sobre el valor real de las notas con el último premio Nobel de Medicina, John Gurdon, toda una eminencia en el terreno de la clonación, como afectado.
Antes de acudir a la Universidad, Gurdon fue alumno del prestigioso Eton College. Allí, un profesor se despachó con rudeza sobre los planes académicos del futuro Nobel. En una valoración académica sobre Gurdon señaló que: “Ha sido un período desastroso. Su trabajo ha estado lejos de ser satisfactorio. El material preparado ha sido mal aprendido y muchas de sus pruebas han sido hechas con prisa. En uno de estos exámenes apenas consiguió dos puntos de cincuenta. Sus otros trabajos han sido igualmente malos y muchas veces ha tenido problemas porque no escucha e insiste en hacer las cosas a su manera. Creo que tiene intención de ser científico. En su estado actual, es simplemente ridículo. Si no es capaz de aprender simples hechos de Biología, no tendrá la oportunidad de trabajar como especialista y será una pura pérdida de tiempo tanto para él como para los que intenten enseñarle”.
Wert, sin embargo, sigue defendiendo el valor supremo de las notas como máximo criterio de concesión de las becas. No le importa que España pierda potenciales futuros grandes profesionales por las menores posibilidades económicas de sus respectivas familias. Un alumno con malas notas pero con dinero acabará sus estudios. Pero un universitario con un expediente correcto pero sin dinero no pisará una Facultad.
¿Eso es defender la calidad en la Universidad, eso es apostar por la educación en España, eso es impulsar nuestro futuro? Si es así, señor Wert, está usted suspendido. El futuro de muchos estudiantes no puede depender de la cartilla de sus padres. Ni se moleste en presentarse en septiembre, señor Wert, simplemente dimita y permita que Antonio, Eduardo (dos casos simulados, pero ajustados perfiles de nuestros universitarios) y todos los demás sigan estudiando sin depender de una beca de excelencia.

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