sábado, 1 de junio de 2013

Ojalá Aznar vuelva porque...

…los españoles le debemos un sonoro revés en las urnas. Es el gurú de la burbuja inmobiliaria, de las privatizaciones (Gas Natural, Telefónica, Aldeasa, Tabacalera, Endesa, Repsol, Argentaria, Red Eléctrica, Aceralia, Iberia, Indra, CASA, Ence…), del endeble modelo productivo español basado en la construcción y el turismo (¿lo defiende alguien todavía?), de una entrada endeble en el euro, de la descentralización del Estado (su Gobierno fue el que transfirió competencias tan importantes como Sanidad y Educación a todas las comunidades, incluso a las que no lo habían pedido), de la Guerra de Iraq (le interesó más pasar a los libros de historia que comprobar si existían de verdad armas de destrucción masiva), de las mentiras en los atentados yihadistas del 11-M, del accidente del Yak-42, de la catástrofe ecológica del Prestige o de la participación ciudadana en la importante huelga general de junio de 2002. Que regrese, que regrese, necesita escuchar con claridad lo que millones de españoles pensamos de su gestión. Algunos han necesitado tiempo para comprobarlo, otros nunca tuvimos dudas.
Rajoy, Cascos, Aznar, Botella y Rato celebran la victoria electoral de 1996.


“Nunca he eludido mi responsabilidad, cumpliré con mi responsabilidad, mi conciencia, mi partido y mi país. No tenga dudas”. José María Aznar amenaza con volver a la política. Nueve años después de su retirada voluntaria de la primera línea, Aznar amaga con su regreso. Pues, muy bien. Por mí, que lo haga. Me importa muy poco que se deba, en realidad, a un simple deseo de notoriedad pública, algo que siempre ha anhelado un político con una desmesurada ansia de protagonismo y reconocimiento. Me importa aún menos que se deba a luchas internas en un Partido Popular que abarca demasiadas sensibilidades en la derecha española y, por tanto, notables diferencias a la hora de abordar la brutal crisis económica.

Yo quiero que vuelva Aznar. ¡Ánimo, Josemari! Los españoles le debemos a Aznar un sonoro revés en las urnas que le coloque en el lugar que merece. Rajoy, con su nefasta gestión de la crisis, ni requiere tal privilegio. Su presencia en unas próximas elecciones generales sería un insulto a la inteligencia de los votantes. ¿Qué haría entonces Mariano? ¿Explicar, de nuevo, un programa que sería papel mojado en cuanto pisara La Moncloa? De verdad, ni siquiera merece mayor atención. Aznar, sí.

Rajoy no es más que un ‘mandao’ de la derecha que fabricó Josemari. Como ministro, el gallego fue un hombre gris cuya mayor virtud fue no alzar nunca la voz. Era tan débil que Aznar, tras no poder convencer a Rodrigo Rato, se fijó irremediablemente en su figura. Necesitaba a alguien fácilmente manejable y con nula iniciativa. Dos claras derrotas electorales (en 2004 recibió el castigo que España quería dar a Aznar) y una victoria por incomparecencia de un PSOE en descomposición política no han cambiado mucho a Rajoy. Sigue siendo un hombre gris, ‘perezoso’ e incapaz a la hora de abordar cualquier problema.
Por ello, el regreso de Aznar sería una gran noticia. El actual PP, al que le chifla hablar de herencia para escurrir el bulto a la hora de afrontar sus propias responsabilidades, no es más que una copia de la obra de Josemari: conservador, ultraliberal, populista y mentiroso. Por ello, España, para purgar su espíritu, necesita cantarle en las urnas a José María Aznar ‘las cuarenta’. ¿Por qué?
Insisto, en primer lugar, porque es el creador del PP actual, el inspirador de sus políticas y el ‘padrino’ de Mariano Rajoy. Si Aznar no hubiera querido, el gallego hoy no estaría en La Moncloa. Los españoles padecemos ahora ese clamoroso error. No es que abunde la gente preparada en la derecha española, pero Josemari eligió a un político plano e incapaz de dirigir una comunidad de vecinos, como para mandar un país inmerso en una enorme crisis. Un político, además, con una inusitasa alergia hacia la verdad. No ha cumplido ni una sola de las principales promesas que efectuó en la campaña de las generales de octubre de 2011.
La responsabilidad de Aznar no se limita, sin embargo, a la elección de Rajoy. Contrariamente a lo que todavía piensan millones de votantes del Partido Popular, su gestión económica fue muy deficiente. Sus efectos afectan de lleno a España. Aznar optó por el éxito rápido, por el cortoplacismo, por el dinero fácil. ¿Había más empleo? Sí. ¿Vivían mejor los españoles? Sí. ¿Era sostenible ese modelo económico? Claramente, no. Buscó atajos: el ladrillo y las privatizaciones de grandes empresas. 
Quien piense que la crisis no habría sido tan violenta con Aznar como presidente es que no ha entendido nada. Sí, amigos de la derecha española, tanto que habláis de la herencia de Zapatero sería interesante que aludierais también a la herencia de Aznar. Zapatero es culpable de no cambiar a tiempo el rumbo de la política económica del PP (1996-2004). Pero él no creó a la bestia, se limitó a alimentarla.
No es cierto que en España existiera una elevada demanda de construcción de vivienda nueva. El fenómeno de la inmigración, vital para explicar la posterior burbuja, era entonces débil. Había un stock suficiente para atender a los jóvenes que se emancipaban o a la gente que deseaba cambiar de vivienda. La Ley del Suelo impulsada y apadrinada por Aznar permitió urbanizar casi cualquier solar o terreno. Piensen en cómo eran sus ciudades en 1996 y en cómo son ahora. Descubrirán muchos barrios nuevos. Sin embargo, la población de su municipio, en el caso de muchas capitales de provincia, es muy posible que incluso haya disminuido.
Aquel tsumani urbanístico movió muchísimo dinero, demasiado. Y se descontroló de inmediato con precios desorbitados muy alejados de la realidad económica de muchos compradores. Dio igual. Los bancos no pusieron muchas pegas a la concesión de hipotecas. Aumentaron, por ejemplo, los plazos de amortización hasta límites absurdos (hay no pocas hipotecas que vencen a los treinta y cuarenta años) para no perder clientes. Era un modelo económico peligrosísimo y, además, con fecha de caducidad. Llega un momento en que la demanda se agota. Llega un momento en que la demanda no puede hacer frente a los precios que se reclaman. Esa pesada piedra inmobiliaria lastra y lastrará a la economía española durante años y años. Ya saben quién la creó.
Aznar también fue quien prendió la vena de las privatizaciones. Mientras estaba en La Moncloa se dedicó a descuartizar el sector público, en especial a las empresas de sectores tan sensibles como la electricidad, el gas, el petróleo, el transporte, las telecomunicaciones… España, como Estado, se descapitalizó. Cayeron en manos privadas empresas como Gas Natural, Telefónica, Aldeasa, Tabacalera, Endesa, Repsol, Argentaria, Red Eléctrica, Aceralia, Iberia, Indra, CASA, Ence… ¿Ha mejorado, desde entonces, el servicio a los ciudadanos? No demasiado. Sin embargo, los costes se han multiplicado.
¿Qué hubiera pasado si Aznar no hubiera privatizado esas empresas? Seguramente contaríamos con un Estado más fuerte, con más recursos económicos y mayor capacidad para gestionar la actual crisis. Y, seguramente, no habríamos vivido una burbuja inmobiliaria tan grande. Nuestro sistema financiero estaría mejor. Fluiría el crédito. Las empresas podrían financiarsea, ahora es una quimera. Habría más empleo y consumo. Habría menos desahucios. No, las privatizaciones y la burbuja inmobiliaria creadas por José María Aznar son una triste herencia para nuestra economía actual. ¿Lo sabe Aznar? ¿No creen que es necesario que lo sepa en unas elecciones? Venga, Josemari, regresa.
Por si fuera poco, esos errores económicos (quien no los admita, que me lo explique) estuvieron condimentados con una manera de hacer política que Rajoy y los suyos usan a diario: la mentira. Con Aznar como presidente asistimos a engaños miserables en la autoría de los atentados yihadistas del 11-M, la catástrofe ecológica del Prestige, el accidente militar del Yak-42 o la participación española en la Guerra de Iraq. Aznar, que se deja querer, piensa que el pueblo ha olvidado y le abrazaría en un hipotético regreso a la política. Yo no le pondré ningún obstáculo para que lo haga. Necesita saber lo que millones de españoles pensamos de él.

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