Jordi
Évole se lo pidió en ‘Salvados’. Y el exsecretario general socialista lo soltó.
Admitió lo que muchos, ‘sotto voce’, denunciamos cada día desde hace…: las
presiones del poder financiero, las presiones de la gran patronal, las
presiones de los principales medios de comunicación… Nunca antes un dirigente
político del ‘establishment’ había reconocido en público las incontables presiones
que recibe. Ese es el gran valor de una entrevista que demostró que el fracaso
del pacto entre PSOE y Podemos o la negativa para hablar con los nacionalistas
eran exigencias que venían desde mucho más arriba que de Ferraz.
La entrevista,
junto con el reportaje, es uno de los géneros periodísticos más agradecido.
Hace falta, eso sí,
un buen entrevistador (que no siempre lo hay) y un buen entrevistado (que
tampoco es frecuente).
Jordi Évole y Pedro
Sánchez sí lo fueron en ‘Salvados’ (link a la entrevista).
Cuando una
entrevista acaba derivando en una charla surge algo indispensable para llegar a
una buena entrevista: sinceridad.
El lector, el
oyente o el espectador, en este caso, es el gran beneficiado.
Cierto es que, como
recuerda el periodista y experto en relaciones internacionales Felipe Sahagún, “no
hay mejores entrevistas que las de los despedidos y cabreados. Siempre son las
más sinceras”.
Sánchez cumplía
ambos requisitos.
Los superaba. Más
que despedido, había sido ‘decapitado’ políticamente, en público y con
alevosía, del cargo de secretario general del PSOE. Y, más que cabreado, estaba
dolido, decepcionado, desilusionado.
Évole es un tío
listo. Sabe preguntar. Sabe escuchar. Y sabe sacar lo mejor de cada
entrevistado. Es un magnífico periodista. Y que dure mucho.
La entrevista
llegaba apenas unas horas después de la dimisión de Sánchez como diputado y de
la definitiva sesión de investidura de Rajoy, con la vergonzosa abstención de
68 diputados del PSOE.
En carne viva. Con
la herida abierta y expuesta.
Ni Évole, ni
Sánchez quisieron que fuera una entrevista más.
No lo fue.
Évole detectó que,
esta vez, tenía enfrente a un político que tenía ganas de hablar. No fue una
confesión completa. Pero fue mucho más de lo esperado. Mucho más de lo
habitual.
“Pedro, suelta el
freno de mano”.
Y lo soltó.
Ignoro cuál será el
papel de Pedro Sánchez en la política española en medio plazo. Ni digamos a
largo plazo. Mucho me temo que su aventura ‘quijotesca’ se estrelle contra los
molinos, como el héroe ‘cervantino’. La cabeza de Sánchez pende ‘simbólicamente’
de las almenas de Ferraz como advertencia.
El PSOE ya no está
en manos de los militantes, aún menos de los votantes, si es que alguna vez lo
estuvo.
El gran valor de la
entrevista de Jordi Évole a Pedro Sánchez trasciende las confidencias internas
del funcionamiento interno del PSOE. El gran valor de la entrevista apunta a la
confirmación, por primera vez, de un dirigente del ‘establishment’ de las fuertes
presiones de todo tipo que ha recibido. Presiones del poder financiero, presiones
de la gran patronal, presiones de los principales medios de comunicación…
Sánchez admitió lo que muchos, ‘sotto voce’, denunciamos cada día desde hace…
Por eso, el futuro
político de Sánchez es muy dudoso. Traspasó una línea, hasta ahora,
infranqueable. Consciente o inconscientemente, cuestionó el funcionamiento de
la democracia española.
Deslizó la verdadera
línea de mando: banca/patronal – medios de comunicación – políticos –
ciudadanos.
Y no solo en
España.
Évole: “¿Hay
despachos en los que se deciden cosas que debería decidir la ciudadanía?”.
Sánchez: “Eso pasa
en todos los países”.
El testimonio de
Pedro Sánchez no tendría la misma intensidad si lo dijera Pablo Iglesias,
Alberto Garzón o cualquier otro político colocado fuera del ‘establishment’.
Sánchez desnudó el
verdadero sistema, soltó el freno de mano y relató por qué fracasó el Gobierno
alternativo a Rajoy:
“Ha habido
determinados medios de comunicación que me dijeron que, si había entendimiento
con Podemos, lo criticarían. ‘El País’ ha sido uno de ellos. Una de las
explicaciones por las que la línea editorial ha sido tan abusiva e incluso
insultante en lo personal ha sido por que pudiera haber un entendimiento entre
las dos izquierdas (PSOE y Podemos). Me reuní con los responsables de ‘El País’
y me dijeron que o Rajoy, o la línea editorial de ‘El País’ no iba a ayudar
para que hubiera un gobierno progresista liderado por el Partido Socialista”.
Sorpresa, sorpresa.
La prensa
saltándose su papel de contrapoder y ejecutando el papel de lacaya del poder.
Como ustedes comprenderán,
para los que somos periodistas, sorpresa, ninguna. Es lo que hay. La libertad
de prensa es una quimera en este país. Y pobre del valiente que se atreva. Por
eso, el periodismo, tristemente (me entran ganas de llorar), está lleno hoy de mediocres
‘ovejitas’. Abundan en el segundo plano, pero también, y es lo grave y más
importante, en la dirección de los medios.
¿Y esto por qué
pasa?
Sánchez acertó:
“Muchos medios
están en manos de empresas que nada tienen que ver con los medios de
comunicación”.
Sánchez: “Algunos
empresarios han intentado influir a través de los medios en decisiones
políticas”.
Évole: “¿César
Alierta?”.
Sánchez: “Sí”.
El quijotesco exsecretario
general socialista (quizás recordando la fuerza de los molinos de los que
hablaba) tiró entonces de freno de mano y se limitó a citar explícitamente al
expresidente de la multinacional por excelencia española: Telefónica.
La ‘teleco’ es una
de las principales accionistas del Grupo Prisa (‘El País’), junto con los
grandes bancos (Santander, Caixabank o HSBC) y un par de fondos de inversión de
la City londinense y Catar.
Todo muy ‘periodístico’,
vaya.
Sánchez: “César
Alierta y otras personas han trabajado por que hubiera un Gobierno conservador
en este país”.
La libertad de
prensa secuestrada.
Y aunque
incompleto, el testimonio de Pedro Sánchez es más que revelador.
Dibujó la España
real. Una España donde el poder financiero y empresarial ordena a los
políticos, con la complacencia de una parte importante de los medios de
comunicación, lo que deben hacer.
En su caso, lo que
no debía hacer: un Gobierno alternativo de izquierdas con Podemos.
Una entrevista, sin
duda, histórica por su significado, más allá de profundizar en la crisis del
PSOE. Pero esa es otra historia más mundana para la que no hacía falta ni
soltar el freno de mano.
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