lunes, 31 de octubre de 2016

La entrevista sin freno de mano de Sánchez

Jordi Évole se lo pidió en ‘Salvados’. Y el exsecretario general socialista lo soltó. Admitió lo que muchos, ‘sotto voce’, denunciamos cada día desde hace…: las presiones del poder financiero, las presiones de la gran patronal, las presiones de los principales medios de comunicación… Nunca antes un dirigente político del ‘establishment’ había reconocido en público las incontables presiones que recibe. Ese es el gran valor de una entrevista que demostró que el fracaso del pacto entre PSOE y Podemos o la negativa para hablar con los nacionalistas eran exigencias que venían desde mucho más arriba que de Ferraz.


La entrevista, junto con el reportaje, es uno de los géneros periodísticos más agradecido.


Hace falta, eso sí, un buen entrevistador (que no siempre lo hay) y un buen entrevistado (que tampoco es frecuente).

Jordi Évole y Pedro Sánchez sí lo fueron en ‘Salvados’ (link a la entrevista).

Cuando una entrevista acaba derivando en una charla surge algo indispensable para llegar a una buena entrevista: sinceridad.

El lector, el oyente o el espectador, en este caso, es el gran beneficiado.

Cierto es que, como recuerda el periodista y experto en relaciones internacionales Felipe Sahagún, “no hay mejores entrevistas que las de los despedidos y cabreados. Siempre son las más sinceras”.

Sánchez cumplía ambos requisitos.

Los superaba. Más que despedido, había sido ‘decapitado’ políticamente, en público y con alevosía, del cargo de secretario general del PSOE. Y, más que cabreado, estaba dolido, decepcionado, desilusionado.

Évole es un tío listo. Sabe preguntar. Sabe escuchar. Y sabe sacar lo mejor de cada entrevistado. Es un magnífico periodista. Y que dure mucho.

La entrevista llegaba apenas unas horas después de la dimisión de Sánchez como diputado y de la definitiva sesión de investidura de Rajoy, con la vergonzosa abstención de 68 diputados del PSOE.

En carne viva. Con la herida abierta y expuesta.

Ni Évole, ni Sánchez quisieron que fuera una entrevista más.

No lo fue.

Évole detectó que, esta vez, tenía enfrente a un político que tenía ganas de hablar. No fue una confesión completa. Pero fue mucho más de lo esperado. Mucho más de lo habitual.

“Pedro, suelta el freno de mano”.

Y lo soltó.

Ignoro cuál será el papel de Pedro Sánchez en la política española en medio plazo. Ni digamos a largo plazo. Mucho me temo que su aventura ‘quijotesca’ se estrelle contra los molinos, como el héroe ‘cervantino’. La cabeza de Sánchez pende ‘simbólicamente’ de las almenas de Ferraz como advertencia.

El PSOE ya no está en manos de los militantes, aún menos de los votantes, si es que alguna vez lo estuvo.

El gran valor de la entrevista de Jordi Évole a Pedro Sánchez trasciende las confidencias internas del funcionamiento interno del PSOE. El gran valor de la entrevista apunta a la confirmación, por primera vez, de un dirigente del ‘establishment’ de las fuertes presiones de todo tipo que ha recibido. Presiones del poder financiero, presiones de la gran patronal, presiones de los principales medios de comunicación… Sánchez admitió lo que muchos, ‘sotto voce’, denunciamos cada día desde hace…

Por eso, el futuro político de Sánchez es muy dudoso. Traspasó una línea, hasta ahora, infranqueable. Consciente o inconscientemente, cuestionó el funcionamiento de la democracia española.

Deslizó la verdadera línea de mando: banca/patronal – medios de comunicación – políticos – ciudadanos.

Y no solo en España.

Évole: “¿Hay despachos en los que se deciden cosas que debería decidir la ciudadanía?”.

Sánchez: “Eso pasa en todos los países”.

El testimonio de Pedro Sánchez no tendría la misma intensidad si lo dijera Pablo Iglesias, Alberto Garzón o cualquier otro político colocado fuera del ‘establishment’.

Sánchez desnudó el verdadero sistema, soltó el freno de mano y relató por qué fracasó el Gobierno alternativo a Rajoy:

“Ha habido determinados medios de comunicación que me dijeron que, si había entendimiento con Podemos, lo criticarían. ‘El País’ ha sido uno de ellos. Una de las explicaciones por las que la línea editorial ha sido tan abusiva e incluso insultante en lo personal ha sido por que pudiera haber un entendimiento entre las dos izquierdas (PSOE y Podemos). Me reuní con los responsables de ‘El País’ y me dijeron que o Rajoy, o la línea editorial de ‘El País’ no iba a ayudar para que hubiera un gobierno progresista liderado por el Partido Socialista”.

Sorpresa, sorpresa.

La prensa saltándose su papel de contrapoder y ejecutando el papel de lacaya del poder.

Como ustedes comprenderán, para los que somos periodistas, sorpresa, ninguna. Es lo que hay. La libertad de prensa es una quimera en este país. Y pobre del valiente que se atreva. Por eso, el periodismo, tristemente (me entran ganas de llorar), está lleno hoy de mediocres ‘ovejitas’. Abundan en el segundo plano, pero también, y es lo grave y más importante, en la dirección de los medios.

¿Y esto por qué pasa?

Sánchez acertó:

“Muchos medios están en manos de empresas que nada tienen que ver con los medios de comunicación”.

Sánchez: “Algunos empresarios han intentado influir a través de los medios en decisiones políticas”.

Évole: “¿César Alierta?”.

Sánchez: “Sí”.

El quijotesco exsecretario general socialista (quizás recordando la fuerza de los molinos de los que hablaba) tiró entonces de freno de mano y se limitó a citar explícitamente al expresidente de la multinacional por excelencia española: Telefónica.

La ‘teleco’ es una de las principales accionistas del Grupo Prisa (‘El País’), junto con los grandes bancos (Santander, Caixabank o HSBC) y un par de fondos de inversión de la City londinense y Catar.

Todo muy ‘periodístico’, vaya.

Sánchez: “César Alierta y otras personas han trabajado por que hubiera un Gobierno conservador en este país”.

La libertad de prensa secuestrada.

Y aunque incompleto, el testimonio de Pedro Sánchez es más que revelador.

Dibujó la España real. Una España donde el poder financiero y empresarial ordena a los políticos, con la complacencia de una parte importante de los medios de comunicación, lo que deben hacer.

En su caso, lo que no debía hacer: un Gobierno alternativo de izquierdas con Podemos.

Una entrevista, sin duda, histórica por su significado, más allá de profundizar en la crisis del PSOE. Pero esa es otra historia más mundana para la que no hacía falta ni soltar el freno de mano.

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