¿Deporte
o política? ¿Hay que elegir? ¿Son excluyentes? En España, tristemente, nunca lo
han sido. El deporte, con el fútbol como disciplina más popular, siempre se ha
politizado. Todos lo han hecho. El fútbol ha funcionado como una habitual excusa
en el pendiente (porque se quiere) problema de los nacionalismos. El anuncio
del central catalán de abandonar la selección tras el Mundial de Rusia
representa el último capítulo de una constante historia de recelos ‘patrióticos’
hacia el jugador del Barça. El detonante final, las mangas cortadas de una
camiseta larga que carecía, supuestamente, de los remates con las rayas
rojigualdas. Así de absurdo. ¿Deporte o política? Juzgue usted.
Gerard Piqué, con la famosa camiseta del partido en Albania. |
Vamos a hablar de fútbol. O de política, que es casi lo mismo.
España derrotó el
pasado domingo a Albania, en suelo albanés, por dos a cero en partido de la
fase de clasificación para el próximo Mundial de Rusia 2018.
El encuentro,
deportivamente, no pasará a la historia. Uno más de la selección.
Pero sí se
recordará por sus consecuencias políticas: el caso Piqué. Porque no es casual.
Sí, políticas, que ya
sabemos que el fútbol, en España, nunca ha sido solo fútbol.
Al final del
encuentro, el central del Barça salía al paso de la última polémica generada a
su alrededor. Se rendía:
“El Mundial de
Rusia va a ser mi último compromiso con la selección. No es una decisión de hoy
ni mucho menos. Es una más después de muchas. Yo he intentado darlo todo
siempre y creo que no hay ninguna duda. Hay gente que considera que es mejor
que no esté.
Hace tiempo que ya
lo tengo en la cabeza. Siempre lo he dado todo en el campo y, aunque hay gente
que me lo ha agradecido, hay otros que no quieren que esté. Lo tengo muy
meditado, no es una calentura. Hay que tomar decisiones. A veces no es lo que
uno desea. Siento que después de Rusia va a terminar una etapa”.
¿Qué había pasado
en Albania?
Piqué, acostumbrado
a jugar con camisetas de manga larga, pidió, antes de comenzar el encuentro,
que le recortaran, por comodidad para moverse en el césped, las mangas de la
elástica.
Y las redes sociales
comenzaron a hervir: Piqué, observado al milímetro en cada declaración y/o movimiento, se había
cortado la camiseta para quitarse los remates rojos y amarillos, del color de
la bandera de España, de las mangas.
La explicación era
otra, pero el discurso ya estaba construido.
Juzgado y condenado
sin escuchar al ‘reo’.
De poco valió el
comunicado de la Real Federación Española de Fútbol:
“Al contrario de lo
que han indicado algunos comentarios malintencionados en los que se acusaba al
jugador español de cortar sus mangas para evitar vestir un remate con los
colores nacionales, la RFEF quiere aclarar que dicho remate solo existe en la
camiseta Adidas de mangas cortas, y no en la de mangas largas, que es la que
usó Piqué en el encuentro”.
Gerard Piqué (29
años) debutó con la selección española absoluta el 11 de febrero de 2009, en un
amistoso ante Inglaterra en el Ramón Sánchez Pizjuán de Sevilla. Previamente,
había pasado por todas las categorías inferiores del combinado nacional.
Desde su debut con
la selección absoluta, Piqué ha disputado 85 partidos con España. Titular
indiscutible en el eje de la zaga, campeón del mundo en Sudáfrica en 2010 y de
Europa en Ucrania en 2012. Participó, además, en el Mundial de Brasil en 2014,
la Eurocopa de Francia de este año y dos ediciones de la Copa Confederaciones, en 2009 y 2013.
Sin discusión, uno
de los mejores jugadores de la historia del fútbol español.
¿Y cuál es el
problema?
Piqué nunca ha
gozado del cariño de toda la afición española.
En contra tres ‘objeciones’:
catalán, culé-antimadridista y bocazas.
No estamos hablando
de alguien con la cabeza especialmente bien amueblada. Piqué tiene una
personalidad peculiar. Un ‘niño grande’ con un sentido del humor ‘provocador’,
a menudo con poca gracia, con algo con lo que el español medio no juega: el
fútbol.
Piqué pasó a ser el
enemigo número uno del madridismo más pasional.
No se esforzó por
evitarlo. Al contrario, siempre ha parecido disfrutar.
¿Y ya está?
No. Piqué recogió
el rol ‘político’ en la selección que habían tenido antes Xavi o Puyol.
Siempre en duda.
Siempre sospechosos.
Existe un sector de
la ‘afición’ española que entiende el deporte como una sublimación del
nacionalismo. El deporte se convierte en una coartada para la
reafirmación patriótica y el deportista, poco menos, que en un soldado.
No le busquen
coherencia. Los nacionalismos, todos los nacionalismos, son así de pueriles.
Pero cuidado con
jugar con los razonamientos pueriles. Cuando se apela al corazón, y no a la
cabeza, los riesgos se multiplican y la capacidad de entendimiento desaparece.
El caso Piqué, como
las anteriores dudas infundadas con Xavi y Puyol, no deben entenderse sin el contexto
socio-político que se vive en España con el nacionalismo catalán y el
independentismo catalán reclamando un referéndum de independencia.
Al deportista
catalán, como antes al vasco, se le exige, más que a ninguno otro, una exaltación
patriótica absoluta, como si fuera a la guerra a defender al país entero.
Poco importa si el
deportista es madrileño, andaluz o castellano. No hay dudas de su españolidad. Y si se pone,
además, una pulserita de España en la muñeca, ahí tenemos a un patriota. ¿Qué más da si juega bien o mal? Es un patriota.
Pero, si el
deportista es catalán…
Siempre en duda. ¿Qué más da si juega bien? Es sospechoso de antiespañol. Siempre.
Porque el deporte
es política.
El fracaso deportivo
en el Mundial de Brasil elevó la reacción popular al antimadridismo confeso de
Piqué y su catalanismo público. Más aún tras asistir a una manifestación en una de las
últimas Diadas en la que se clamaba por el derecho a decidir, si bien Piqué
nunca se ha declarado directamente como independentista.
Tampoco pasaba nada
si lo fuera.
No, no pasaba nada.
Esto es deporte. No
es el Ejército. Bueno, ni en el mismo Ejército, con una tropa con numerosos efectivos de origen sudamericano, es preciso el patriotismo sino hacer bien su trabajo.
Piqué con su hijo, ambos con la camiseta de la selección española. |
¿Acaso alguien se
piensa que TODOS los deportistas, de TODOS los deportes, catalanes, vascos o
gallegos se sienten cien por cien españoles? ¿Seguro? ¿TODOS?
Es más, ¿alguien se
piensa que TODOS los deportistas, independientemente de su comunidad de origen,
acuden a las grandes competiciones con la camiseta de España por cuestiones
patrióticas?
¿Y no será porque
son, simplemente, deportistas?
El caso es que, sin
los éxitos deportivos en los últimos años de la selección, el respeto a Piqué
desapareció.
Piqué defendía la
camiseta de España, sin fallos en el césped y sin escatimar un esfuerzo,
mientras recibía la reprobación de una parte de la afición en las gradas en recientes partidos
disputados en León, Oviedo, Logroño y Alicante.
¿Qué querían esos ‘aficionados’?
Piqué cumplía con
su labor: jugar al fútbol.
Pero ese no era el
problema. Ese nunca ha sido el problema.
Ni siquiera una
infantil manera de expresar su antimadridismo.
¿Acaso tiene algo
que ver la polémica de la camiseta con su forofismo culé?
Piqué era
sospechoso. Piqué era catalán.
No se trata de jugar bien al fútbol. No se trata de ser un buen deportista. Se trata de pegarse públicamente golpes en el pecho y llorar a lágrima viva mientras suena el himno. Se trata de colocarse, cuanto más símbolos nacionales mejor, emblemas que incidan en el patriotismo del deportista.
¿Ven como el deporte es política?
Piqué se rindió, se irá
de la selección.
Y, como el fútbol
se han empeñado algunos en convertirlo en política, se acaba el tiempo.
Se acaba el tiempo para
impedir, con una relación más adulta y tolerante, que Cataluña se acabe yendo
de España al igual que Piqué ha anunciado su marcha de la selección española de fútbol.
No hay comentarios:
Publicar un comentario