martes, 11 de octubre de 2016

El caso Piqué

¿Deporte o política? ¿Hay que elegir? ¿Son excluyentes? En España, tristemente, nunca lo han sido. El deporte, con el fútbol como disciplina más popular, siempre se ha politizado. Todos lo han hecho. El fútbol ha funcionado como una habitual excusa en el pendiente (porque se quiere) problema de los nacionalismos. El anuncio del central catalán de abandonar la selección tras el Mundial de Rusia representa el último capítulo de una constante historia de recelos ‘patrióticos’ hacia el jugador del Barça. El detonante final, las mangas cortadas de una camiseta larga que carecía, supuestamente, de los remates con las rayas rojigualdas. Así de absurdo. ¿Deporte o política? Juzgue usted.

Gerard Piqué, con la famosa camiseta del partido en Albania.
Vamos a hablar de fútbol. O de política, que es casi lo mismo.

España derrotó el pasado domingo a Albania, en suelo albanés, por dos a cero en partido de la fase de clasificación para el próximo Mundial de Rusia 2018.

El encuentro, deportivamente, no pasará a la historia. Uno más de la selección.

Pero sí se recordará por sus consecuencias políticas: el caso Piqué. Porque no es casual.

Sí, políticas, que ya sabemos que el fútbol, en España, nunca ha sido solo fútbol.

Al final del encuentro, el central del Barça salía al paso de la última polémica generada a su alrededor. Se rendía:

“El Mundial de Rusia va a ser mi último compromiso con la selección. No es una decisión de hoy ni mucho menos. Es una más después de muchas. Yo he intentado darlo todo siempre y creo que no hay ninguna duda. Hay gente que considera que es mejor que no esté.

Hace tiempo que ya lo tengo en la cabeza. Siempre lo he dado todo en el campo y, aunque hay gente que me lo ha agradecido, hay otros que no quieren que esté. Lo tengo muy meditado, no es una calentura. Hay que tomar decisiones. A veces no es lo que uno desea. Siento que después de Rusia va a terminar una etapa”.

¿Qué había pasado en Albania?

Piqué, acostumbrado a jugar con camisetas de manga larga, pidió, antes de comenzar el encuentro, que le recortaran, por comodidad para moverse en el césped, las mangas de la elástica.

Y las redes sociales comenzaron a hervir: Piqué, observado al milímetro en cada declaración y/o movimiento, se había cortado la camiseta para quitarse los remates rojos y amarillos, del color de la bandera de España, de las mangas.

La explicación era otra, pero el discurso ya estaba construido.

Juzgado y condenado sin escuchar al ‘reo’.

De poco valió el comunicado de la Real Federación Española de Fútbol:

“Al contrario de lo que han indicado algunos comentarios malintencionados en los que se acusaba al jugador español de cortar sus mangas para evitar vestir un remate con los colores nacionales, la RFEF quiere aclarar que dicho remate solo existe en la camiseta Adidas de mangas cortas, y no en la de mangas largas, que es la que usó Piqué en el encuentro”.

Gerard Piqué (29 años) debutó con la selección española absoluta el 11 de febrero de 2009, en un amistoso ante Inglaterra en el Ramón Sánchez Pizjuán de Sevilla. Previamente, había pasado por todas las categorías inferiores del combinado nacional.

Desde su debut con la selección absoluta, Piqué ha disputado 85 partidos con España. Titular indiscutible en el eje de la zaga, campeón del mundo en Sudáfrica en 2010 y de Europa en Ucrania en 2012. Participó, además, en el Mundial de Brasil en 2014, la Eurocopa de Francia de este año y dos ediciones de la Copa Confederaciones, en 2009 y 2013.

Sin discusión, uno de los mejores jugadores de la historia del fútbol español.

¿Y cuál es el problema?

Piqué nunca ha gozado del cariño de toda la afición española.

En contra tres ‘objeciones’: catalán, culé-antimadridista y bocazas.

No estamos hablando de alguien con la cabeza especialmente bien amueblada. Piqué tiene una personalidad peculiar. Un ‘niño grande’ con un sentido del humor ‘provocador’, a menudo con poca gracia, con algo con lo que el español medio no juega: el fútbol.

Piqué pasó a ser el enemigo número uno del madridismo más pasional.

No se esforzó por evitarlo. Al contrario, siempre ha parecido disfrutar.

¿Y ya está?

No. Piqué recogió el rol ‘político’ en la selección que habían tenido antes Xavi o Puyol.

Siempre en duda. Siempre sospechosos.

Existe un sector de la ‘afición’ española que entiende el deporte como una sublimación del nacionalismo. El deporte se convierte en una coartada para la reafirmación patriótica y el deportista, poco menos, que en un soldado.

No le busquen coherencia. Los nacionalismos, todos los nacionalismos, son así de pueriles.
Pero cuidado con jugar con los razonamientos pueriles. Cuando se apela al corazón, y no a la cabeza, los riesgos se multiplican y la capacidad de entendimiento desaparece.

El caso Piqué, como las anteriores dudas infundadas con Xavi y Puyol, no deben entenderse sin el contexto socio-político que se vive en España con el nacionalismo catalán y el independentismo catalán reclamando un referéndum de independencia.

Al deportista catalán, como antes al vasco, se le exige, más que a ninguno otro, una exaltación patriótica absoluta, como si fuera a la guerra a defender al país entero.

Poco importa si el deportista es madrileño, andaluz o castellano. No hay dudas de su españolidad. Y si se pone, además, una pulserita de España en la muñeca, ahí tenemos a un patriota. ¿Qué más da si juega bien o mal? Es un patriota.

Pero, si el deportista es catalán…

Siempre en duda. ¿Qué más da si juega bien? Es sospechoso de antiespañol. Siempre.

Porque el deporte es política.

El fracaso deportivo en el Mundial de Brasil elevó la reacción popular al antimadridismo confeso de Piqué y su catalanismo público. Más aún tras asistir a una manifestación en una de las últimas Diadas en la que se clamaba por el derecho a decidir, si bien Piqué nunca se ha declarado directamente como independentista.

Tampoco pasaba nada si lo fuera.

No, no pasaba nada.

Esto es deporte. No es el Ejército. Bueno, ni en el mismo Ejército, con una tropa con numerosos efectivos de origen sudamericano, es preciso el patriotismo sino hacer bien su trabajo. 

Piqué con su hijo, ambos con la camiseta de la selección española.
¿Acaso alguien se piensa que TODOS los deportistas, de TODOS los deportes, catalanes, vascos o gallegos se sienten cien por cien españoles? ¿Seguro? ¿TODOS?

Es más, ¿alguien se piensa que TODOS los deportistas, independientemente de su comunidad de origen, acuden a las grandes competiciones con la camiseta de España por cuestiones patrióticas?

¿Y no será porque son, simplemente, deportistas?

El caso es que, sin los éxitos deportivos en los últimos años de la selección, el respeto a Piqué desapareció.

Piqué defendía la camiseta de España, sin fallos en el césped y sin escatimar un esfuerzo, mientras recibía la reprobación de una parte de la afición en las gradas en recientes partidos disputados en León, Oviedo, Logroño y Alicante.

¿Qué querían esos ‘aficionados’?

Piqué cumplía con su labor: jugar al fútbol.

Pero ese no era el problema. Ese nunca ha sido el problema.

Ni siquiera una infantil manera de expresar su antimadridismo.

¿Acaso tiene algo que ver la polémica de la camiseta con su forofismo culé?

Piqué era sospechoso. Piqué era catalán.

No se trata de jugar bien al fútbol. No se trata de ser un buen deportista. Se trata de pegarse públicamente golpes en el pecho y llorar a lágrima viva mientras suena el himno. Se trata de colocarse, cuanto más símbolos nacionales mejor, emblemas que incidan en el patriotismo del deportista.

¿Ven como el deporte es política?

Piqué se rindió, se irá de la selección.

Y, como el fútbol se han empeñado algunos en convertirlo en política, se acaba el tiempo.

Se acaba el tiempo para impedir, con una relación más adulta y tolerante, que Cataluña se acabe yendo de España al igual que Piqué ha anunciado su marcha de la selección española de fútbol.

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