Las cuentas siguen sin salir. El pacto PSOE-C’s está abocado al fracaso. Ni PP, ni Podemos lo
avalarán. Sánchez y Rivera solo han seducido a la diputada de Coalición Canaria:
Ana Oramas. La sesión de investidura, que se celebrará los próximos 1 y 2 de
marzo, no saldrá adelante. Marcará el comienzo de la precampaña de las próximas elecciones generales de junio. El PSOE, que nunca ha querido verdaderamente un
pacto de izquierdas, ha resucitado el fantasma de la pinza PP-Podemos, que en su
día agitaron contra Anguita. Pero es el mismo PSOE al que se le ha caído por
completo la careta de formación progresista. ¿Credibilidad? Ninguna.
Empecemos con dos reflexiones
antagónicas, pero relacionadas, que explican muy bien en qué momentos estamos y qué podemos esperar de las próximas semanas.
Antonio Hernando, portavoz del PSOE en el Congreso: “Hoy, la gran esperanza de Mariano Rajoy se llama Pablo Iglesias” (24 de febrero de 2016).
Julio Anguita, coordinador general de IU entre 1989 y 2000, en una reciente entrevista en El Mundo: “No será la única vez que emplee este vocablo (gilipollas). También la escupe cuando se le menciona la famosa pinza que protagonizó con José María Aznar en el tardofelipismo y que algunos detectan hoy en la estrategia de Podemos y el PP. «Ese es el espantajo que sacan las inteligencias pobres, los gilipollas, cuando se denuncian las contradicciones del PSOE», se queja. «Aquí lo importante es que PP y PSOE son las dos caras del bipartito. Pero en España preferimos no pensar, porque nos duele la cabeza». (21 de febrero de 2016).
El pacto PSOE-C’s ha despertado la gastada e inverosímil estrategia socialista de la pinza. Esta vez con PP y Podemos como improbables compañeros.
Porque ya estamos en plena precampaña electoral. Realmente, llevamos en precampaña desde la noche del 20-D, desde que las urnas de las elecciones generales dejaran un escenario casi imposible para formar Gobierno.
Insté, en este mismo blog, a reservar un fin de semana del próximo mes de mayo para volver a votar. Erré en un mes. Será en junio. No contaba con que Mariano Rajoy ni siquiera intentara la investidura, lo que ha dilatado los plazos iniciales.
Pero estaba claro que volveríamos a votar.
El pomposo y estéril pacto entre PSOE y C’s (documento completo), que suma 130 escaños cuando la mayoría absoluta se encuentra en 176, es un paso más hacia las urnas.
También algo más.
Las elecciones del 20-D solo dejaron dos alternativas: pacto de izquierdas (PSOE, Podemos, con sus confluencias, e IU y apoyo explícito o implícito de los nacionalistas) y gran coalición (o pacto del inmovilismo) en alguna de sus dos variantes: PP-PSOE o PP-PSOE-C’s, opción que ha defendido el PP, con Rajoy como presidente, y también C’s, como buen representante que es de la gran banca, la gran patronal y el Ibex-35.
C’s, como se le escapó al presidente del Banco Sabadell, Josep Oliu, poco antes de su explosión electoral, no deja de ser el “Podemos de derechas”, el Anti-Podemos. Rivera, tras firmar con Sánchez, ha insistido (y seguirá insistiendo) para conseguir la adhesión del PP al pacto PSOE-Ciudadanos, la primera jugada de la gran coalición. Para eso se promocionó a Ciudadanos, para garantizar que nada cambie. Al menos, son coherentes, nunca han querido pactar con Podemos. Pero el PSOE…
Nunca he visto cerca el pacto de izquierdas. Más que nada por la inclusión del PSOE. Hace mucho, mucho tiempo, que dejó de ser un partido de izquierdas, en especial en política económica. Hace mucho tiempo que se cayó aquella careta, tanto como para pasar de más de once millones de votos en las generales de 2008 a apenas cinco millones y medio siete años después. ¿Cómo iba a cerrarse un pacto de izquierdas con un partido que no es de izquierdas?
El PSOE, en los dos meses que han pasado desde las elecciones del 20-D, no ha caminado y remado precisamente hacia el pacto de izquierdas. La excusa, la reivindicación de un referéndum de autodeterminación en Cataluña. Referéndum que, hasta hace dos días, cuando Pasqual Maragall y José Montilla eran presidentes de la Generalitat, era una reivindicación del PSC, los socios catalanes del PSOE.
Pero es que el PSOE ha cambiado ¡tanto! en los últimos años…
Pedro Sánchez es un líder débil. Quisiera, o no, explorar un pacto con Podemos, las convergencias e IU, nunca ha tenido el apoyo de quienes verdaderamente mandan en el PSOE.
No es él. En los dos últimos meses, las principales voces socialistas han sido muy reacias al pacto de izquierdas. El expresidente Felipe González, del que no queda nada de Isidoro, se ha afanado en apestar a Podemos y optar por permitir que el PP siga gobernando. No olvidemos que fue Felipe quien lanzó por primera vez la alternativa de la gran coalición PP-PSOE.
Pero no ha sido solo González. El Comité Federal del PSOE del pasado 30 de enero fue un aquelarre anti-Podemos. Los barones (ese absurdo eufemismo para designar a los principales líderes autonómicos del PSOE) leyeron claramente la cartilla a Sánchez. Nada de pacto con Podemos. Las filtraciones de aquella reunión desvelaron, hace un mes, las pocas ganas del PSOE por un pacto de izquierdas.
“Un gobierno de coalición con Podemos no lo veo. No lo veo”, sentenció Susana Díaz ante Pedro Sánchez. A fin de cuentas, era coherente con lo que hacía en Andalucía, donde gobierna gracias a Ciudadanos. Otra cosa es que esa coherencia lo sea también con el discurso ideológico fundacional del PSOE y con la ideología de las bases y los votantes socialistas.
Nunca hemos estado cerca de un pacto de izquierdas. Todos los movimientos lo atestiguan. El PSOE pactó con Ciudadanos, con la abstención del PP, la composición de la Mesa del Congreso. Una entente que buscaba debilitar a Podemos, que había pactado con sus convergencias catalana, gallega y valenciana un grupo parlamentario propio. PSOE, PP y C’s, por supuesto, lo rechazaron.
La actitud del PSOE desde el 20-D no ha sido, precisamente, la idónea para sellar un pacto de izquierdas. Pero porque nunca lo han buscado.
Las pistas han sido hasta burdas. Los socialistas, de nuevo junto con Ciudadanos y PP, apartaron a Podemos incluso en la distribución de los escaños en el Congreso, mandando a Podemos, como si fuera una formación marginal, al gallinero. Tuvieron que rectificar. Había sido demasiado evidente.
Los desplantes han sido continuos hasta el final. Mientras el PSOE se reunía con el equipo negociador de Podemos, Compromís e IU, Sánchez, a la espalda de las formaciones progresistas, se tiraba a los brazos de Albert Rivera, al que había calificado como político de derechas durante la campaña electoral.
No se equivocaba
entonces Sánchez. Rivera y C’s son de derechas, muy de derechas, con una
política económica letal para las clases populares. Lo que no dijo entonces
Sánchez es que el PSOE también es un partido de derechas, cada día más. La
careta sirvió para conservar cinco millones y medio de votos y salvar por los
pelos, gracias al voto andaluz, la segunda plaza en las generales.
El pacto PSOE-C’s, que no va a ningún lado con el anunciado rechazo del PP y Podemos, marca el comienzo de la precampaña de las elecciones generales de junio de 2016. Se habla ya de fecha exacta: 26 de junio. La sesión de investidura de Sánchez no será más que un acto de precampaña en el que el candidato socialista atizará a Podemos con una inexistente pinza con el PP.
Yo, si fuera Pablo Iglesias, le respondería con la misma frase de Julio Anguita: «Ese es el espantajo que sacan las inteligencias pobres, los gilipollas, cuando se denuncian las contradicciones del PSOE».
Porque es el PSOE, y no otros, quien tiene que explicar, al menos a los cinco millones y medio de votantes que aún les consideraban como un partido de izquierdas, ¿por qué han pactado con una formación que el mismo Sánchez consideraba el nuevo PP?
La pinza se la ha hecho el mismo PSOE pactando, ya sin careta, con la derecha.
Porque son ellos, y no otros, los gilipollas.
Antonio Hernando, portavoz del PSOE en el Congreso: “Hoy, la gran esperanza de Mariano Rajoy se llama Pablo Iglesias” (24 de febrero de 2016).
Julio Anguita, coordinador general de IU entre 1989 y 2000, en una reciente entrevista en El Mundo: “No será la única vez que emplee este vocablo (gilipollas). También la escupe cuando se le menciona la famosa pinza que protagonizó con José María Aznar en el tardofelipismo y que algunos detectan hoy en la estrategia de Podemos y el PP. «Ese es el espantajo que sacan las inteligencias pobres, los gilipollas, cuando se denuncian las contradicciones del PSOE», se queja. «Aquí lo importante es que PP y PSOE son las dos caras del bipartito. Pero en España preferimos no pensar, porque nos duele la cabeza». (21 de febrero de 2016).
El pacto PSOE-C’s ha despertado la gastada e inverosímil estrategia socialista de la pinza. Esta vez con PP y Podemos como improbables compañeros.
Porque ya estamos en plena precampaña electoral. Realmente, llevamos en precampaña desde la noche del 20-D, desde que las urnas de las elecciones generales dejaran un escenario casi imposible para formar Gobierno.
Insté, en este mismo blog, a reservar un fin de semana del próximo mes de mayo para volver a votar. Erré en un mes. Será en junio. No contaba con que Mariano Rajoy ni siquiera intentara la investidura, lo que ha dilatado los plazos iniciales.
Pero estaba claro que volveríamos a votar.
El pomposo y estéril pacto entre PSOE y C’s (documento completo), que suma 130 escaños cuando la mayoría absoluta se encuentra en 176, es un paso más hacia las urnas.
También algo más.
Las elecciones del 20-D solo dejaron dos alternativas: pacto de izquierdas (PSOE, Podemos, con sus confluencias, e IU y apoyo explícito o implícito de los nacionalistas) y gran coalición (o pacto del inmovilismo) en alguna de sus dos variantes: PP-PSOE o PP-PSOE-C’s, opción que ha defendido el PP, con Rajoy como presidente, y también C’s, como buen representante que es de la gran banca, la gran patronal y el Ibex-35.
C’s, como se le escapó al presidente del Banco Sabadell, Josep Oliu, poco antes de su explosión electoral, no deja de ser el “Podemos de derechas”, el Anti-Podemos. Rivera, tras firmar con Sánchez, ha insistido (y seguirá insistiendo) para conseguir la adhesión del PP al pacto PSOE-Ciudadanos, la primera jugada de la gran coalición. Para eso se promocionó a Ciudadanos, para garantizar que nada cambie. Al menos, son coherentes, nunca han querido pactar con Podemos. Pero el PSOE…
Nunca he visto cerca el pacto de izquierdas. Más que nada por la inclusión del PSOE. Hace mucho, mucho tiempo, que dejó de ser un partido de izquierdas, en especial en política económica. Hace mucho tiempo que se cayó aquella careta, tanto como para pasar de más de once millones de votos en las generales de 2008 a apenas cinco millones y medio siete años después. ¿Cómo iba a cerrarse un pacto de izquierdas con un partido que no es de izquierdas?
El PSOE, en los dos meses que han pasado desde las elecciones del 20-D, no ha caminado y remado precisamente hacia el pacto de izquierdas. La excusa, la reivindicación de un referéndum de autodeterminación en Cataluña. Referéndum que, hasta hace dos días, cuando Pasqual Maragall y José Montilla eran presidentes de la Generalitat, era una reivindicación del PSC, los socios catalanes del PSOE.
Pero es que el PSOE ha cambiado ¡tanto! en los últimos años…
Pedro Sánchez es un líder débil. Quisiera, o no, explorar un pacto con Podemos, las convergencias e IU, nunca ha tenido el apoyo de quienes verdaderamente mandan en el PSOE.
No es él. En los dos últimos meses, las principales voces socialistas han sido muy reacias al pacto de izquierdas. El expresidente Felipe González, del que no queda nada de Isidoro, se ha afanado en apestar a Podemos y optar por permitir que el PP siga gobernando. No olvidemos que fue Felipe quien lanzó por primera vez la alternativa de la gran coalición PP-PSOE.
Pero no ha sido solo González. El Comité Federal del PSOE del pasado 30 de enero fue un aquelarre anti-Podemos. Los barones (ese absurdo eufemismo para designar a los principales líderes autonómicos del PSOE) leyeron claramente la cartilla a Sánchez. Nada de pacto con Podemos. Las filtraciones de aquella reunión desvelaron, hace un mes, las pocas ganas del PSOE por un pacto de izquierdas.
“Un gobierno de coalición con Podemos no lo veo. No lo veo”, sentenció Susana Díaz ante Pedro Sánchez. A fin de cuentas, era coherente con lo que hacía en Andalucía, donde gobierna gracias a Ciudadanos. Otra cosa es que esa coherencia lo sea también con el discurso ideológico fundacional del PSOE y con la ideología de las bases y los votantes socialistas.
Nunca hemos estado cerca de un pacto de izquierdas. Todos los movimientos lo atestiguan. El PSOE pactó con Ciudadanos, con la abstención del PP, la composición de la Mesa del Congreso. Una entente que buscaba debilitar a Podemos, que había pactado con sus convergencias catalana, gallega y valenciana un grupo parlamentario propio. PSOE, PP y C’s, por supuesto, lo rechazaron.
La actitud del PSOE desde el 20-D no ha sido, precisamente, la idónea para sellar un pacto de izquierdas. Pero porque nunca lo han buscado.
Las pistas han sido hasta burdas. Los socialistas, de nuevo junto con Ciudadanos y PP, apartaron a Podemos incluso en la distribución de los escaños en el Congreso, mandando a Podemos, como si fuera una formación marginal, al gallinero. Tuvieron que rectificar. Había sido demasiado evidente.
Los desplantes han sido continuos hasta el final. Mientras el PSOE se reunía con el equipo negociador de Podemos, Compromís e IU, Sánchez, a la espalda de las formaciones progresistas, se tiraba a los brazos de Albert Rivera, al que había calificado como político de derechas durante la campaña electoral.
El pacto PSOE-C’s, que no va a ningún lado con el anunciado rechazo del PP y Podemos, marca el comienzo de la precampaña de las elecciones generales de junio de 2016. Se habla ya de fecha exacta: 26 de junio. La sesión de investidura de Sánchez no será más que un acto de precampaña en el que el candidato socialista atizará a Podemos con una inexistente pinza con el PP.
Yo, si fuera Pablo Iglesias, le respondería con la misma frase de Julio Anguita: «Ese es el espantajo que sacan las inteligencias pobres, los gilipollas, cuando se denuncian las contradicciones del PSOE».
Porque es el PSOE, y no otros, quien tiene que explicar, al menos a los cinco millones y medio de votantes que aún les consideraban como un partido de izquierdas, ¿por qué han pactado con una formación que el mismo Sánchez consideraba el nuevo PP?
La pinza se la ha hecho el mismo PSOE pactando, ya sin careta, con la derecha.
Porque son ellos, y no otros, los gilipollas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario