lunes, 29 de junio de 2015

El futuro y la democracia en la UE se deciden en Grecia

El eterno tira y afloja entre Syriza, la Troika y el FMI en los últimos meses pasará necesariamente a una nueva etapa tras la convocatoria de un referéndum el próximo domingo 5 de julio. El pueblo griego, avanzado conejillo de indias de las erráticas políticas de austeridad, debe elegir entre nuevos recortes que complicarán aún más sus ya de por sí depauperadas vidas o apostar por su dignidad pero sin garantías de menos sufrimiento en los próximos años. Un callejón sin salida que se vislumbraba desde hace mucho tiempo y que empuja al proyecto europeo a una situación límite. La salida de Grecia de la zona euro supondría la menor de las preocupaciones (siendo muy importante). Significaría el fracaso moral de la UE. Significaría el fracaso de la democracia. Y ese precipicio sí que es inquietante. Grecia se la juega. Y la UE, también. Mucho más.


Los griegos hace tiempo perdieron el miedo. Quien nada tiene, poco puede perder y temer. La estrategia del miedo no llena los estómagos.

¿Pánico?. Pánico fue el de la Guerra Civil cuando al acostarte no sabías si ibas a estar vivo al día siguiente… Esta es otra guerra, pero económica, y por tanto incruenta. Nos lo tomaremos con calma, no nos queda otra”, explica Yorgos, un jubilado griego, en un reportaje en el diario El País.

Más de la mitad de los hogares griegos sobreviven gracias a la pensión de uno de sus miembros. Es lo que sucede, como bien sabemos en España, cuando el mercado laboral no ofrece demasiadas oportunidades. Los jubilados griegos, que no han sido (lógicamente) los causantes de la crisis, se han llevado, sin embargo, buena parte del peso de las reformas y los recortes. Esta crisis es así de injusta e hipócrita. Las pensiones del sector privado se devaluaron un 44,2% entre 2010 y 2013 y un 48% en el sector público. Así lo han exigido la Troika (o Eurogrupo) y el FMI a pesar de los inexistentes progresos y beneficios en la economía del país: caída del 25% del PIB, pérdida del 37,2% del poder adquisitivo y desempleo del 26% (más del 50% entre los menores de 25 años). Algún día la historia juzgará con severidad a la Troika y el FMI. La pensión media en Grecia es actualmente de 664,9 euros. Pero el 45% de los pensionistas no llegan a esa cantidad. No estamos hablando de un derroche. La pensión media en España supera, por ejemplo, los 1.010 euros.

El ‘corralito’ parcial (se pueden sacar hasta 60 euros cada día) impuesto por el Gobierno griego, con el objetivo de frenar la masiva salida de depósitos y evitar de esta manera el hundimiento de los bancos helenos, sí que asusta. No se puede negar. Pero más cornadas da el hambre, que diría un torero. Al pueblo griego le sobra coraje. Y le sobra hambre. No le ha quedado otra a lo largo de su convulsa historia moderna:

-Ocupación nazi (1941-1944, en la isla de Creta hasta mayo de 1945). 160.000 civiles, en bombardeos y crímenes contra la humanidad, y 35.000 soldados muertos. 600.000 griegos perecieron también de hambre.

-Guerra Civil (1946-1949). Más de 150.000 muertos y un millón de desplazados.

-Dictadura de los Coroneles (1967-1974).

-Crisis económica y social (desde 2008).

Aspasía, de 76 años, en el mismo reportaje de El País muestra una entereza que no se corresponde con el alarmismo que venden numerosos medios de comunicación en España: “No tengo tarjeta (para acudir a un cajero) pero tampoco miedo. No voy a hacer colas. Tengo comida suficiente en casa y esto no me asusta en absoluto. Viví la ocupación nazi y no me impresiona nada de lo que pase”.


Tsipras planta cara a las humillantes exigencias de los acreedores.
El presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsellbloem,
y el ministro de Economía griego, Yanis Varoufakis.
Las conversaciones del Gobierno de Syriza con la Troika y el FMI se dinamitaron el pasado fin de semana. Atenas, pese a que el grifo de la liquidez se cortaba y tiene que pagar 1.600 millones de euros al FMI mañana (30 de junio) y 3.500 millones el próximo 20 de julio al BCE (dinero que no tiene), no estaba dispuesta a una nueva humillación al pueblo griego a cambio de medidas que no se corresponden con lo prometido en la campaña de las elecciones del mes de enero. Y medidas que solo han empeorado la vida de los griegos.

Tsipras no es Samaras o Papandreu, no es un títere en Atenas de los mandamases no electos de la Troika y el FMI. Tsipras ha apelado a la dignidad del pueblo griego. Un referéndum para que sean los griegos, y solo los griegos, quienes decidan entre dos alternativas: nuevos recortes que complicarán aún más sus ya de por sí depauperadas vidas o apostar por su dignidad pero sin garantías de menos sufrimiento en los próximos meses y años.

“Ante el chantaje del ultimátum que nos exige aceptar una severa y denigrante austeridad sin fin y sin ninguna expectativa de recuperación social y económica, os pido que respondáis de manera orgullosa y soberana, como la historia del pueblo griego lo demanda.

Ante el autoritarismo y la austeridad inflexible, responderemos con democracia, en calma y decisivamente.

Grecia, la cuna de la democracia, enviará una respuesta democrática resonante a Europa y a todo el mundo.

Estoy personalmente comprometido a respetar el resultado de vuestra elección democrática, cualquiera que sea.

Y estoy absolutamente convencido de que vuestra decisión honrará la historia de nuestro país y enviará un mensaje de dignidad al mundo.

En estos momentos críticos, todos debemos recordar que Europa es el hogar común de los pueblos. En Europa no existen dueños e invitados.



Grecia es y seguirá siendo una parte integral de Europa, así como Europa es una parte integral de Grecia. Pero sin democracia, Europa será una Europa sin identidad y sin rumbo.

Os invito a todos a demostrar unidad nacional y calma para optar por la decisión correcta.

Por nosotros, por las futuras generaciones, por la historia de los griegos.

Por la soberanía y la dignidad de nuestro pueblo”.

Discurso de Alexis Tsipras, primer ministro griego desde finales del pasado mes de enero, tras la histórica convocatoria de un referéndum el próximo 5 de julio sobre las medidas que la Troika y el FMI exigen a Grecia a cambio de inyectar más liquidez y evitar la quiebra del país.

Medidas que pasan por “una mayor desregularización del mercado laboral, recortes en las pensiones, más reducciones en los salarios del sector público y un incremento en el IVA de alimentos, restaurantes y turismo, mientras que elimina las exenciones tributarias de las islas griegas”. Vamos, una nueva dosis de austeridad que ha dejado al enfermo griego al borde del colapso. Matar al enfermo con la misma medicina, con el mismo tratamiento, que no solo no ha mejorado el estado del paciente sino que ha empeorado hasta colocarlo a un paso de la muerte.

La UE y el FMI no pueden llevarse las manos a la cabeza. La absurda apuesta por la austeridad es la que causó la elección de Tsipras, del junco que se resiste a doblegarse como sí ocurrió con sus antecesores. 

El pueblo griego no tiene nada que perder. Ya sabe muy bien lo que conlleva someterse a las medidas de la Troika y el FMI: más pobreza.

El rechazo abre un horizonte muy complejo e incierto. Sin duda dificultoso. Pero, como piensa Yorgos y otros muchos griegos, “nos lo tomaremos con calma, no nos queda otra”.

Siempre han sido la Troika (no olvidemos que fueron libremente la banca alemana y francesa quienes decidieron comprar la deuda pública helena, porque les resultó entonces muy atractiva, pese a que Atenas jamás podrá devolverla íntegramente) y el FMI quienes han tenido en sus manos la solución, al menos parcial, del problema griego y de la crisis en Europa. De momento, Papá Obama ya ha llamado al orden a la UE desde la Casa Blanca. Con la tensión con Rusia, por la guerra de Ucrania, en máximos desde la caída del Telón de Acero, Estados Unidos no está dispuesto a que Grecia busque cariño en Moscú. Y Rusia saque algo a cambio. Aunque solo sea por interés propio, la Casa Blanca puede ser un amigo de los griegos.

Tsipras con la canciller alemana Angela Merkel.
Porque mal vamos si los representantes de dos organismos (el Eurogrupo y el FMI) no elegidos directamente por los ciudadanos se suben por las paredes por la convocatoria de un referéndum, por dar, en definitiva, la voz al pueblo. El pueblo no es ignorante porque es el pueblo quien mejor sabe en qué consisten las medidas de austeridad dictadas por la Troika y el FMI. Más que nada porque es el pueblo quien las padece. Y no la Troika ni el FMI.

“Son los ciudadanos, no los banqueros, quienes tienen que decir la última palabra sobre las cuestiones que afectan al destino europeo”, sentencia el filósofo alemán Jürgen Habermas en un muy interesante artículo publicado en El País. 

De lo contrario, se pregunta el Premio Nobel de Economía Paul Krugman, que defiende el NO en el referéndum griego, “¿el objetivo es quebrar Syriza?, ¿forzar a Grecia a una bancarrota... desastrosa para desanimar a otros?. Pensemos en Podemos y las inminentes elecciones generales en España.

El próximo domingo, los griegos no solo dibujarán por sí mismos su futuro. El próximo domingo, el futuro y la democracia de la UE se deciden en Grecia.

Las exigencias de la Troika y el FMI colocaron a Grecia en un callejón sin salida que se vislumbraba desde hace mucho tiempo y que empuja al proyecto europeo a una situación límite. La salida de Grecia de la zona euro supondría la menor de las preocupaciones (siendo muy importante). Significaría el fracaso moral de la UE. Significaría el fracaso de la democracia. Y ese precipicio sí que es inquietante.

No hay comentarios:

Publicar un comentario