5 de julio de 2015. Punto de inflexión en la historia de Europa. Grecia
decide. En juego, tras años de austeridad sinsentido y contraproducente, una nueva política para que todos (y no solo unos cuantos) superemos la
crisis. Pero en juego, también, el mismo proyecto europeo. Un eventual ‘no’,
que obligará a revisar el marco de las negociaciones de la Troika con Atenas,
medirá el valor democrático real de la UE.
Grecia. La cuna de la democracia, la filosofía, la arquitectura
y la escultura clásicas. El germen del olimpismo. El paraíso mediterráneo oriental.
La patria de los grandes armadores. La pasión desbordada por el baloncesto. La alegre danza del sirtaki. O,
sencillamente, el hogar del yogur y la moussaka.
Por historia, Grecia no tiene nada que envidiar a ningún
pueblo europeo. Más bien al contrario. Fue la griega la primera gran
civilización en Europa. Entre otros muchos avances, legó un modelo de organización
política y social que no solo persiste 25 siglos después sino que continúa siendo
el sistema más respetado en todo el mundo: la Democracia. Etimológicamente, el
gobierno (krátos) del pueblo (demos). Que parece que, a menudo, los mismos políticos lo han olvidado.
Sin embargo, Grecia ha cambiado mucho desde que
fuera el epicentro de la sociedad occidental. Hoy es un pueblo machacado por la
crisis y, aún más importante, por la errónea gestión de la crisis con una
obsesiva defensa y exigencia de las políticas de austeridad. Hoy es un pueblo
objeto de crueles mitos que atentan contra su dignidad. Hoy es un pueblo al
borde del precipicio que purga errores propios, de sus anteriores primeros
ministros y de sus ciudadanos, y ajenos, de la Troika y el FMI. Hoy es un
pueblo que hace mucho tiempo perdió la ilusión y (ya veremos) el miedo porque
tiene poco o nada que perder.
25 siglos después desde que se empezara a hablar de
la palabra democracia, los griegos tienen en su mano la posibilidad de abrir,
al menos en Europa, una nueva era con el referéndum del domingo 5 de julio de
2015 convocado por el Gobierno de Syriza.
Yo digo: Όχι.
La convocatoria de un referéndum (¿existe una
manifestación mejor y mayor de la democracia?) sobre las duras exigencias de la
Troika y el FMI para evitar, a cambio, el estrangulamiento económico de Grecia,
nos ha permitido a muchos (al menos a los que no estudiamos griego en el
colegio) conocer dos palabras claves en este 5 de julio de 2015:
Nai (Sí) y Όχι (No).
Grecia decide.
Nai (Sí) y Όχι (No).
Grecia decide.
Grecia tiene la palabra del futuro de la UE. De lo
que salga en las urnas este domingo y de la actitud posterior que tengan el
Gobierno de Atenas y las instituciones europeas y el FMI en los días posteriores
dependerá la historia de los próximos años en la UE. Hay mucho en juego, mucho
más que la economía griega o la salud del euro. Lo que está en juego es la
misma democracia. Europa, si no sabe responder a lo que decidan los griegos, no
podrá volver a mirarse al espejo y acelerará, en su lugar, en la peligrosa
espiral de desapego con los ciudadanos en la que vive (e insiste) en los
últimos tiempos.
“Lo que hacen con Grecia tiene un nombre: terrorismo”.
“Es difícil no sentir que estás en guerra cuando te
obligan a cerrar los bancos por preguntar al pueblo (…). La Troika nos puso
frente a un dilema absolutamente cruel: firmad o tendréis que cerrar los bancos
(…). ¿Por qué nos han forzado a cerrar los bancos? Para insuflar miedo. Y
cuando se trata de extender el terror, se llama terrorismo”.
Me cae bien este tío. Las cosas hay que llamarlas
por su nombre.
La Troika y el FMI no están cómodos con el Gobierno
de Syriza. No solo no lo han disimulado sino que van directos a acabar con Tsipras y
colocar, de nuevo, a algún leal súbdito. Realmente, es un Golpe de Estado
económico con consecuencias políticas. La Troika y el FMI quieren pasar por
encima de la democracia en Grecia.
Comenta Varoufakis en El Mundo: “Durante mi primera semana como
ministro me reuní con el presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, y ya entonces
me dejó muy claro que solo teníamos dos opciones: o firmábamos el acuerdo que
el anterior Gobierno griego había aceptado o pondrían fin al programa de
ayudas. Le pregunté si me estaba amenazando con un ‘Grexit’ en nuestra primera
reunión, y él respondió insistiendo en que, si no firmábamos, pondría fin al
programa de ayudas. Pero todos sabemos que cortar el programa de ayudas
significaba obligarnos a cerrar los bancos. Así que, lo que le puedo decir es
que todo esto lo tenían preparado desde el principio, que ya hace cinco meses
existía un plan para acabar con un Gobierno que no aceptaba dejarse chantajear
por el ‘establishment’ europeo”.
Nunca ha habido, por parte del Eurogrupo y el FMI, un
deseo real de entendimiento. No se ha respetado la decisión de los griegos en
las elecciones del pasado mes de enero que otorgaron el poder a Syriza y, con ello, una nueva relación con la Troika.
Por eso, hay que decir, alto y claro: Όχι.
En el referéndum de este domingo 5 de julio está en
juego la misma democracia europea.
“Europa, el lugar que inventó la democracia, se ha
convertido casi sin que nos diéramos cuenta en enemiga de la democracia (…). Democracia
es un sistema en el que la gente normal toma decisiones muy complejas”, recuerda Varoufakis en El Mundo.
No sé qué decidirán los griegos, ni creo realmente
que lo sepa nadie. Y mucho menos los grandes medios de comunicación al servicio
del poder (¿se han dado cuenta de que no existe espacio para la disidencia
cuando toca hablar de política internacional?). Y, ni qué decir tiene, paso de las encuestas que
cambian de resultado de un día para otro.
El referéndum griego es un punto de inflexión. Una
fecha realmente histórica que nos juzgará en el futuro. Grecia decide. En
juego, tras años de austeridad sinsentido y contraproducente en Europa, una nueva
política para que todos (y no solo unos cuantos) superemos la crisis. Pero en
juego, también, el mismo proyecto europeo. Un eventual ‘no’, que obligará a
revisar el marco de las negociaciones de la Troika con Atenas, medirá el valor
democrático de la UE.
Europa, si no sabe responder a la libre expresión de los griegos en las urnas, quizás tenga que dejar de llamarse demócrata. Le vendría muy grande ese adjetivo. Ese es el problema.
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