viernes, 30 de enero de 2015

Tsipras, Distomo, el ejemplo de Versalles y el Acuerdo de Londres

Y Grecia se hartó. La rotunda victoria de Syriza (casi con mayoría absoluta), a pesar de la campaña del miedo agitada torpemente desde la UE y la prensa occidental, abre un escenario que la Troika no deseaba: que alguien se atreviera a decir ‘no’. Las políticas de austeridad impuestas a Atenas no solo han resultado improductivas sino que, además, están provocando un enorme, innecesario y amoral daño a los griegos para pagar una deuda impagable salvo a costa del dolor de los ciudadanos. Alemania, si cree en una Europa unida (y no sometida), debería mirar a su pasado (no tan pasado) y entenderlo.


Pues no, no soy, precisamente, un germanófilo. Lo siento a quien no le guste leerlo pero el papel de Alemania en el siglo XX no es para sentir, desde luego, una gran admiración por el pueblo alemán. Hipocresía cero que no estamos en un medio de comunicación para hacer el paripé. El pasado (reciente por cierto, un siglo no es nada cuando hablamos de historia) está ahí. La Segunda Guerra Mundial reformuló por completo el mundo. Tras casi seis años de un devastador conflicto, que costó la vida a alrededor (al menos) de setenta millones de personas, la humanidad se convenció de que la Segunda Guerra Mundial no podía repetirse.

La responsabilidad alemana es de sobra conocida. Nadie en sus sanos cabales puede negarla. La esvástica nazi arrasó Europa. Grecia no fue una excepción por mucho que el cine de Hollywood (principal narrador popular de la Segunda Guerra Mundial) haya pasado prácticamente de contarnos esta historia. La esvástica llegó a ondear en la misma Acrópolis de Atenas. El hogar donde nació la democracia cayó en manos del totalitarismo y locura nazi. Alemania completó el trabajo que no pudo concluir la Italia fascista de Mussolini, frenada en seco meses antes por los griegos.

La invasión nazi en Grecia (1941-1944, en la isla de Creta hasta mayo de 1945) deparó la muerte de 160.000 civiles, en bombardeos y crímenes contra la humanidad, y 35.000 soldados. Además, hasta 600.000 griegos murieron de hambre. La Alemania nazi no escatimó crueldad en el suelo de los padres de la democracia. El Tribunal de La Haya tiene, por ejemplo, pendiente una resolución sobre la Masacre de Distomo el 10 de junio de 1944. Las SS castigaron con suma inhumanidad un ataque de la insurgencia con la ejecución de niños en las cunas, mujeres embarazadas y hasta la decapitación del cura del pueblo.


Estamos hablando de hace apenas setenta años. NO OLVIDEMOS LA HISTORIA.

Distomo ilustra la siniestra huella de la Alemania nazi en Grecia. En palabras de Sture Linner, jefe de la Cruz Roja Internacional en Grecia:

“Los buitres se elevaban lentamente y vacilantes a baja altura a los lados de la carretera cuando nos oyeron llegar. Durante cientos de metros por la carretera, cuerpos humanos colgaban de cada árbol, perforados con bayonetas, algunos estaban todavía vivos.

Eran los habitantes del pueblo, que fueron castigados de esta manera porque eran sospechosos de proporcionar ayuda a los guerrilleros de la región, que habían emboscado a una unidad de las SS. El olor era insoportable.

En el pueblo, los últimos restos de las casas todavía estaban ardiendo. Cientos de cadáveres de personas de todas las edades, desde ancianos a recién nacidos, estaban esparcidos alrededor de la tierra. Varias mujeres fueron asesinadas con bayonetas, sus vientres destrozados y sus pechos cortados. Otras yacían estranguladas con sus propios intestinos envueltas alrededor de sus cuellos”.

Recuerde, amigo lector, la Masacre de Distomo no es algo inventado (ojalá). Sucedió. La prueba está en el Tribunal de La Haya.

La rotunda victoria de Alexis Tsipras (Syriza) en las elecciones griegas, con casi nueve puntos de ventaja sobre el conservador (y dócil para los intereses de la Troika, que no del pueblo heleno) Samaras, primer ministro entre el 20 de junio de 2012 y el pasado lunes 26 de enero, ha avivado inevitablemente el fantasma del pasado entre Grecia (el país que está padeciendo con mayor saña la VIGENTE crisis económica) y Alemania (quien reparte y ORDENA el bacalao en la UE).


Grecia ha desobedecido a la Troika. El ‘diablo’ Tsipras es el nuevo primer ministro. De nada ha servido la patética e insultante campaña del miedo contra Syriza, secundada fielmente por la prensa occidental, con amenazas como una salida inminente de Grecia del euro y el cierre de los mercados. Angela Merkel y su delfín Wolfgang Schäuble han fracasado. El pueblo griego, emulando a Emiliano Zapata, ha respondido a la Troika que “prefiere morir de pie antes que vivir de rodillas”. ¿Susto o muerte? Susto, por supuesto. ¿Ilusión o rendición? Siempre ilusión, por difícil que sea.

Y, claro, la Troika está que trina. A Tsipras no le han dado ni un día de margen y la lameculera prensa occidental (el periodismo está MUY enfermo) ya ha empezado a intoxicar contra Syriza. La ausencia de mujeres en el Ejecutivo de Tsipras (una anédcota, Samaras solo tenía una en un total de dieciocho ministerios) se ha elevado a ‘casus belli’ contra el nuevo Gobierno de Grecia. Las malas noticias sobre Grecia se amontonan: caída de la Bolsa (todo un drama para subir al día siguiente), salida de depósitos y acercamiento de Atenas a Rusia. Ya saben, a la Troika no le gusta desobedecer a la Casa Blanca y hay que hundir a Putin.

Tras dos rescates y una improductiva y salvaje política de austeridad made in Merkel, los griegos viven hoy peor que antes de la intervención de la Troika. Los avances son nulos. En las últimas semanas, resultaba dramático escuchar que un tercio de los griegos ha perdido el acceso a la sanidad pública, servicio que quitan a los parados con más de un año de antigüedad. ¿Se imaginan que pasara eso en España? Una Grecia con un enorme potencial turístico pero con muchos hoteles convertidos hoy en albergues de personas sin techo.

“Europa ya no es víctima de la crisis. La crisis terminó donde comenzó, en Estados Unidos, gracias a la política monetaria y fiscal expansiva. Europa es hoy víctima de las políticas de austeridad impuestas por la Europa conservadora y por las decisiones insolidarias de la canciller Merkel. La gestión neoliberal de la crisis ha llevado a los países del sur de Europa a un equilibrio políticamente inaceptable y económicamente insostenible”, denunciaba recientemente Tsipras durante la última campaña electoral.


A la Troika todo esto le importa, sin embargo, cero, por no decir un pimiento. ¡Ríanse ustedes de algunos tópicos como la cabezonería alemana! Merkel no cede y no está dispuesta a levantar la bota sobre la yugular de los griegos que, por muchos errores que hayan cometido en el pasado (sobre todo sus gobernantes) con gastos innecesarios como los Juegos Olímpicos de Atenas 2004, no merecen un castigo ‘divino’ de esta envergadura. Merkel debería aceptar que no todos compartimos su luteranismo y nula empatía. Hablamos de una política que jamás reconoce sus errores… Merkel, con la aquiescencia de sus lacayos, entre los que lamentablemente se encuentra España con el pusilánime Rajoy, se está cargando el espíritu de concordia de la UE.

No siempre fue así. Europa sobrevivió, tras la Segunda Guerra Mundial, gracias a la reconciliación entre todos sus pueblos. Y cuando hablo de todos los pueblos incluyo lógicamente a Alemania. Europa perdonó a Alemania. La misma Alemania que ahora exige, exige y exige sin importarle el dolor de los ciudadanos de otros países. De tanto exigir, Alemania ha desangrado a Grecia hasta extremos de atreverse a desobedecer a la madrastra de Berlín.

Creo, sinceramente, que nos hemos pasado en la condescendencia hacia Alemania a la hora de hablar sobre la Segunda Guerra Mundial. Tanto esmero, para conseguir la reconciliación, hemos puesto que Alemania ha acabado por dar carpetazo a asuntos importantes de aquella época. Cuidado con recordar matanzas como la de Distomo en Grecia, que eso es pasado y pecado. Y, parece ser, se tiene que olvidar.

La inmensa mayoría de los alemanes abomina del nazismo, aunque no hay que perder de vista a los seiscientos mil alemanes que apoyaron en las últimas elecciones al NPD (neonazis). Miedo me dan. Pero si Alemania es hoy el motor económico de Europa no ha sido solo por su aplaudido espíritu trabajador. Un mito tan gastado que parece que solo trabajan los alemanes. Los países que sufrieron el yugo nazi colaboraron en el despegue económico alemán.


El Acuerdo de Londres (ver información detallada), suscrito el 27 de febrero de 1953, allanó la transición de Alemania de la posguerra al crecimiento económico. Sin ese Acuerdo, que durante años quedó en el olvido para no causar ningún tipo de escarnio en el pueblo alemán, la historia habría sido (sin duda) muy distinta. Pero Europa, entonces, había aprendido de sus errores. Las punitivas (y excesivas) cláusulas de indemnización establecidas en el Tratado de Versalles tras la Primera Guerra Mundial fue una causa importante en el advenimiento del nazismo. Alemania, empobrecida por Europa, reaccionó con violencia. Hitler hizo escarnio del Tratado de Versalles para su subida al poder y todo lo que vino después.

Lo avisó el economista británico John Maynard Keynes, una de las mentes más claras del siglo XX, en 1919, apenas firmado el Tratado de Versalles:

La política de reducir (el país) a la servidumbre durante una generación, de envilecer la vida de millones de seres humanos y de privar a toda una nación de felicidad, sería odiosa y detestable, aunque nos enriqueciera a nosotros, aunque no sembrara la decadencia de toda la vida civilizada de Europa”.

Keynes no se equivocó como confirmaron los acontecimientos futuros.

Cada pueblo debe asumir sus responsabilidades. También Grecia, pero también Alemania. Pero la reacción germana en el periodo de entreguerras marcó unos límites. El Acuerdo de Londres refleja esa esencia: no a la humillación. Casi una veintena de países entendieron el camino, entre ellos estaba Grecia: Bélgica, Ceilán (actual Sri Lanka), Dinamarca, Francia, Irán, Italia, Yugoslavia, Canadá, Liechtenstein, Luxemburgo, Noruega, Paquistán, Suecia, Suiza, España, Suráfrica, Reino Unido y Estados Unidos. Los griegos ‘perdonaron’, en menos de diez años, la locura nazi. Primaba la necesidad de la reconciliación.

Alemania salió del Acuerdo de Londres, al que se fueron sumando progresivamente más países, aliviada con la mitad de la deuda contraída tras la Primera Guerra Mundial cancelada. Hablamos de 30.000 millones de marcos, lo que suponía el 150% de las exportaciones alemanas en 1950. Alemania obtuvo, además, un regalo extra: una reducción del interés en el remanente de la deuda.


Europa y el mundo entero accedieron a una quita (eso que algunos dicen ahora que es imposible para Grecia o España) muy importante en la deuda alemana. Merkel parece haberlo olvidado. Y sus palmeros y súbditos en la UE, también. O quizás, simplemente, no les interesen las lecciones de la historia, algo que no puede ser más dramático en un político.

“Es imprescindible aliviar la carga de la deuda de manera coordinada a través de la creación de una Conferencia Europea sobre la Deuda, que tome como referencia la Conferencia de Londres de 1953 que facilitó la recuperación alemana en la posguerra. Una solución colectiva y socialmente sostenible para el sobreendeudamiento de la zona euro no debe entenderse, por parte de la canciller Merkel, como una medida asociada al riesgo moral; debería ser un deber moral” (Alexis Tsipras).

Alemania consiguió el perdón del mundo, con Grecia incluida. Más de medio siglo después, y sin ninguna guerra de por medio, los griegos no obtienen el mismo favor de aquellos a quienes ayudaron.

Ni Merkel, ni la UE, ni la Troika han aprendido la lección de Distomo, Versalles y el Acuerdo de Londres. ¡Pues qué pena me dan! Hellas, Hellas, Hellas.

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