Casi 600.000 alumnos perdieron las ayudas para libros de texto en el
pasado curso tras un impresentable recorte del 47% (un total de 67 millones)
del Ministerio de Educación. Las becas no
universitarias también empiezan a escasear con unas plantillas de profesores
aligeradas. La comunidad educativa ha explotado mientras el Gobierno y su
ministro se parapetan ante una ofensiva que consideran política. ¡Será que los
‘profes’, los niños y sus papás son todos unos ‘rojazos’, no te digo! No hay futuro sin formación, pero la formación tiene ahora un precio, el precio de la crisis. Paga una recesión económica que no ha provocado.
Dice el Talmud judío que “el futuro del mundo pende del aliento de los
niños que van a la escuela”. No parece que el actual Gobierno español comparta
esta trascendental y acertada visión del papel de la educación como vehículo de progreso
de las sociedades. En medio de una brutal crisis económica de ciclo largo y
resolución indeterminada, el Ejecutivo de Mariano Rajoy no ha dudado en afilar
las tijeras para recortar uno de los grandes pilares del Estado del Bienestar y
uno de los principales factores para el avance de cualquier país: el sector
educativo.
Insiste en que sus planes educativos, que tienen a la polémica Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa como eje, no se centran “en el incremento de la inversión sino en la mejora de la eficacia y la eficiencia de los recursos disponibles y la modernización de la educación, lo que supone no solo la introducción de nuevas técnicas sino, sobre todo, la introducción de mejoras metodológicas que ayuden al cambio del paradigma educativo”. El mismo manipulador mensaje de siempre: estamos en crisis porque gastábamos demasiado.
Volvemos a los años de la posguerra con familias prestándose los
libros del colegio de sus niños. Un ‘apaño’ que se une a los improvisados ‘mercadillos’ con estudiantes vendiendo material de cursos pasados. ¡Qué bonita marca
España, señores del PP! ¡Menos mal que somos el milagro económico del mundo,
señor Montoro! Pues fíjense que yo en la vida, en la década de los ochenta y
noventa, cuando estaba en el colegio, escuché este tipo de noticias. ¿También
las ayudas a los libros de texto eran las culpables de la crisis?
El cabreo de padres, alumnos y profesores es evidente, creciente y justificable. El
Gobierno, no se sabe muy bien por qué, ha decidido complicar el acceso a la
educación no universitaria (la básica) en medio de una recesión económica de
impacto desconocido en los tiempos modernos. La Plataforma Estatal por la
Escuela Pública inicia mañana, lunes, (23 de septiembre) una consulta
ciudadana, que se extenderá hasta el 13 de octubre, sobre los recortes en
educación, la Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa y el Real
Decreto de Becas. La consulta se efectuará en la entrada de todos los centros
educativos y universitarios con mesas organizadas de forma conjunta por la
asociación de padres y madres, el alumnado y el profesorado. Rajoy recibirá el
17 de octubre las respuestas de la comunidad educativa y del conjunto de la
sociedad. ¿Las escuchará?
España, lejos de aumentar o, al menos, mantener la inversión, ha
optado por reducir el gasto en educación. Poco importa que ello implique que
miles de alumnos pierdan unas, en ocasiones, imprescindibles ayudas económicas
para, por ejemplo, comprar unos carísimos libros de texto. Poco importa que la reducción de
las becas dificulte la continuidad de los estudios una vez concluida la
enseñanza obligatoria. Poco importa que la disminución del número de profesores complique una atención más individualizada a cada alumno.
El Gobierno de Mariano Rajoy, con el ministro José Ignacio Wert al
frente, no ha tenido compasión. La educación es un lastre para corregir los
datos macroeconómicos que obsesionan en La Moncloa, Bruselas y Berlín. Los
números importan más que las personas. Así de triste, y así de real. El gasto en educación es un nicho
perfecto para desatar las tijeras del PP. En 2009, supuso un desembolso histórico de más de
52.572 millones de euros, un 5,02% del PIB, según datos del Instituto
Nacional de Estadística.
Los Presupuestos Generales de 2013 evidencian un desalentador recorte.
El Gobierno dispuso una partida de 46.915 millones para Educación, un 4,55% del
PIB. Las tijeras del Partido Popular se han llevado más de 5.500 millones de
euros que se destinaban a la formación de nuestros niños y jóvenes. Y eso
conforme a las cifras presupuestadas porque falta por conocer los números
exactos. ¿Qué ha hecho el Gobierno con ese dinero? ¿Qué era más importante que
la educación para llevarse más de 5.500 millones de euros? ¿Hasta dónde quieren
afilar las tijeras los señores Rajoy y Wert?
El Gobierno Zapatero, esa pérfida izquierda derrochadora, tenía otra
visión de la educación. Era una apuesta irrenunciable. En 2004, primer año,
aunque no completó, del Ejecutivo socialista de Zapatero, se invirtió 36.290,6
millones de euros. En 2009, se llegó a una cifra récord de 52.572 millones de
euros. Un importante crecimiento. Una apuesta por las políticas sociales que se
mantuvo en tiempos de crisis. En 2011, último año del segundo mandato de
Zapatero, la inversión en educación aún era importante: 50.427,1 millones de
euros.
Está claro que, según quien esté en La Moncloa, existen prioridades.
Rajoy, que prometió en la precampaña de las elecciones generales de octubre de
2011, no tocar el gasto social, con la educación como una de las supuestas infranqueables líneas rojas, no ha tardado en ‘traicionar’ sus planes iniciales. El Gobierno
tira de manual de defensa con explicaciones que chocan con la realidad de los
números.

Pero, ¿ha sido la inversión en educación la culpable de la actual
situación económica? No. Entonces, ¿por qué debe sufrir la locura desmedida de
las tijeras del PP? Pocas inversiones más productivas existen que la formación
de las nuevas generaciones. ¿Qué clase de sociedad defiende el PP cuando está asfixiando
económicamente al sistema educativo, desde los profesores hasta las familias
pasando por los niños como principales víctimas de una demencial política de
austeridad que confunde constantemente los objetivos y los culpables reales de
la crisis?
Los recortes económicos en educación tienen consecuencias muy dañinas en
el presente que, además, se multiplicarán en el futuro. ¿Qué pretende el
Gobierno, por ejemplo, recortando el número de profesores? Los centros
públicos, según cifras provisionales, emplearon en el curso escolar 2012/13 a
un total de 664.325 docentes. En apenas un año, las restricciones
presupuestarias del Gobierno liquidaron a casi 20.000 profesores en la escuela
pública. Una caída que no se ha repetido en los centros concertados y privados
que incorporaron a casi un millar de docentes hasta llegar a 189.332.
Salvo en Educación Infantil, donde el alumnado está bajando debido al descenso
de la natalidad y al retorno a sus países de origen de muchos inmigrantes debido a la
ausencia de trabajo en España, el número de estudiantes crece en todos los niveles. Sin embargo, el
Gobierno recorta en profesores. No parece una medida, precisamente, que persiga
la calidad de la educación.
Olviden por un momento las aulas de su infancia con
cuarenta o más compañeros. La composición de las clases ha cambiado mucho desde
entonces. Hay colegios con una notable presencia de alumnos extranjeros
procedentes de sistemas educativos distintos y, en ocasiones, con idiomas
diferentes. Y esos niños merecen nuestra atención. Segregarlos, además, como he
escuchado en ocasiones a medios de comunicación conservadores, conllevaría un
incremento de la plantilla del profesorado, ¿no? ¿O es que van a aprender solos?
Los daños colaterales de las tijeras del PP no se detienen aquí. El
gasto en ayudas para libros de texto y material didáctico es, sin duda, la
prueba más irrebatible de las nefastas consecuencias de los recortes en el
sector educativo. Según cifras provisiones, en el curso 2012/13, hubo 396.781
beneficiarios con una inversión de 68.570 euros, un 47% menos que un año antes.
En los siete anteriores cursos, se rondó siempre el millón. ¿Qué solución les
da el Gobierno de Mariano Rajoy a las familias de 600.000 alumnos que han
perdido las ayudas para los libros de texto? Un dato que en este nuevo curso es
mucho mayor.

El Ministerio de Educación no ha tenido más remedio que reconocer que es
“una barbaridad” el recorte de beneficiarios de esta ayuda. No obstante, vuelve
a las excusas y alude a que se debe a un reajuste de las comunidades autónomas
que ofrecían libros casi gratuitos sin atender a las circunstancias económicas
de las familias de los solicitantes.
La Federación de Enseñanza de CCOO reprende, por su parte, al Gobierno y añade que,
además, “el contexto se agrava por el descenso de becas de comedor y la
eliminación de las medidas que garantizaban la equidad de nuestro sistema
educativo, que hasta hace poco podía presumir de ser uno de los que más éxito
tenía a la hora de evitar las repercusiones que tienen las diferencias
socioculturales en el nivel de los estudiantes, con una equidad próxima a la de
los países nórdicos”.
Las becas generales (exención de matrículas o compensación por los pocos
recursos de la familia), aprendizaje de idiomas, formación del
profesorado, movilidad interna y movilidad internacional (Erasmus y Séneca) también han comenzado
a restringirse. En el curso pasado, según cifras provisionales, el gasto bajó
en 134 millones y el número de beneficiarios disminuyó en casi 25.000.
Se mire
por donde se mire, todas las partidas presupuestarias en educación han sido
trasquiladas por el voraz apetito de las tijeras del Gobierno que no ha dudado
en meter mano a la formación de las nuevas generaciones de españoles. ¿Es una
medida inteligente dotar de menos medios a nuestro sistema educativo de cara al futuro
del país? ¿No se ha dejado suficientemente claro que la formación es esencial
para el progreso de cualquier sociedad? Se conoce que en tiempo de crisis,
algunos creen que no. Pues, miren, justo lo contrario. En tiempos de crisis,
más que nunca, debería invertirse en educación. Con un poco de suerte, cuando
algunos de los niños que están hoy en las aulas lleguen a políticos serán más
avispados que los actuales. Con un poquito de suerte.

Una semana después, el jueves 24 de octubre, se celebrará una huelga
general de la enseñanza en todos los niveles. El ministro de Educación, José
Ignacio Wert, un provocador nato, no ha perdido la ocasión para cargar contra
estas movilizaciones que considera son, “se mire como se mire, políticas”. “No
está justificada una huelga que se plantea frente a un instrumento legislativo
como la Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa, que está siendo
discutido por los representantes de la soberanía popular (...) Las huelgas
políticas no están contempladas ni amparadas por la Constitución ni la
legislación laboral”. “No es constructivo -ha insistido- el enfrentarse a la
aprobación de una norma que, como su propio rotulo indica, busca mejorar la
calidad de la educación, sin ninguna propuesta constructiva”. El ministro debe pensar que la inmensa mayoría de los profesores, padres y alumnos son unos radicales “rojazos”.
¿No están justificadas las quejas, señor Wert? ¿De verdad que no? ¿De verdad que los
españoles debemos estar calladitos ante los salvajes e innecesarios recortes en
educación? No sabía yo que la crisis la habían creado los profesores, los
alumnos y sus familias. ¿Por qué deben cargar con las consecuencias? ¡Deje de
provocar! ¡Deje de incendiar la educación! Usted es un ministro que no puede
pisar un colegio o una universidad sin temor a ser soberanamente abucheado.
Tanto que incluso se ha suspendido por primera vez la inauguración oficial del
curso no universitario. Piense por qué es usted tan despreciado en la mayoría de colegios, institutos y universidades de toda España.
“El futuro del mundo pende del aliento de los niños que van a la escuela”,
dice el Talmud. Menos para el actual Gobierno de España que considera que el
futuro del mundo pende del aliento de los bancos y los burócratas de la Unión
Europea que han decidido someter nuestras existencias. Se están cargando
nuestro presente, y nuestro futuro. La educación es una víctima más. No quieren un pueblo formado con capacidad para pensar por sí mismo.
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