Solo en el año 2012, más de treinta mil familias españolas se quedaron
en la calle tras perder sus primeras residencias. Otras 11.441 obtuvieron la medida de gracia de la dación en pago.
Las protestas de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca aumentan día tras
día para presionar, siempre sin el uso de la violencia, a los dirigentes del Partido Popular, los
más reticentes a cambiar una Ley Hipotecaria que la misma UE considera
“abusiva”. Sin embargo, el Gobierno y el PP, lejos de atender o, al menos, escuchar las
numerosas reclamaciones de los ciudadanos, se han revuelto contra las víctimas de la
burbuja inmobiliaria con calificativos absolutamente extemporáneos e
inapropiados. Para ellos, actúan igual que los nazis en la Segunda Guerra Mundial.
Pero, ¿dónde están las similitudes entre los nazis y los desahuciados? ¿Han creado ghettos, campos de concentración y exterminio? ¿Han provocado el mayor conflicto bélico en la historia de la humanidad? ¿Dónde están las coincidencias entre los terroristas de ETA y los desahuciados? ¿Han pegado algún tiro en la nuca, han colocado alguna bomba debajo del coche o han extorsionado a algún político? Cuidado con las comparaciones, que son odiosas y, en este caso, absurdas e hirientes a la memoria de los millones de víctimas de la locura nazi y del millar de muertos y miles de afectados por ETA. Igualar a los desahuciados con las prácticas de los nazis y de ETA es una salvajada. ¿Tan mal lleva el PP recibir críticas? ¿Dónde está su sentido de la democracia?
Mire las dos imágenes que ilustran este artículo. En la primera, se ve a un soldado nazi con un cartel de negocio judío durante la Segunda Guerra Mundial. En la segunda, una joven coloca dos pegatinas con los lemas 'Sí, se puede' y 'Pero no quieren' durante un reciente escrache en España. ¿Considera usted que significan lo mismo como han denunciado en los últimos días varios dirigentes del Partido Popular? Antes de responderme, lea la historia de Genia Rotsztejn de Unger.
Nació en 1926 en Varsovia y conoció muy de cerca la locura nazi. “Mi adolescencia transcurrió en el ghetto de Varsovia. Se vivían los últimos días de la llamada ‘Solución Final’. Éramos cuatro hermanos, dos mujeres y dos varones. A Renia y David no los veíamos desde hacía un tiempo. Habían desaparecido, seguramente asesinados en la lucha diaria por la supervivencia en el ghetto o quizás habían sido deportados a los campos de la muerte. Desde nuestro confinamiento en el ghetto, las matanzas eran habituales, lo que convertía a nuestros días en una agonía y un martirio.
A veces quisiera no recordar, borrando de mi memoria estas y otras tantas imágenes de horror que me atraviesan de dolor y pena y que aún hoy desgarran mi ser. Los mayores se escondían en los 'bunkers' mientras que los jóvenes como Mordejai Anilevich, Antek Zuckerman, Teperman, Tzivia Lubetkin y otros formaron grupos y lucharon con coraje y mucho valor por nuestra dignidad y la del pueblo judío que estaba siendo denigrado y aniquilado. Hoy nos podemos sentir llenos de orgullo por el ejemplo heroico que nos legaron. Eran adolescentes de catorce a veinte años. Mi hermano Ygnasz formaba parte de esos grupos de valientes. Un día, entró corriendo al 'búnker', alertándonos de que los nazis nos ordenaban, mediante afiches pegados en las calles, que al día siguiente debíamos presentarnos en un área de aproximadamente diez cuadras.
Ese día, Ygnasz decidió no reunirse con su grupo de lucha para quedarse con nosotros, los únicos que, de toda la familia, quedábamos en ese momento vivos y nos sugirió que desoyéramos la orden. Recuerdo la escena: estábamos mis padres, él y yo, tomados fuertemente de las manos. Y así, abrazados, permanecimos por un tiempo, temblando como hojas al viento. En un momento Ygnasz nos dijo que no debíamos tener miedo, que nos defendiéramos con los precarios elementos de lucha que consiguiésemos, que debíamos pelear con valor y dignidad hasta el final. Así estuvimos todo el día, que nos pareció eterno. Los nazis no aparecieron porque estaban abocados a matanzas callejeras. Al anochecer volvimos al 'búnker', sin mi madre, que sorpresivamente había desaparecido. Éste, que resultó el último 'búnker', era originariamente la panadería donde se horneaba el pan y que compartíamos con catorce personas. Al día siguiente, llegaron los nazis, quienes arrojaron gases dentro de nuestro escondite mientras nos ordenaban que saliéramos con los brazos en alto. Así fuimos obligados a caminar hasta el Umschlagplatz del ghetto, lugar donde se reunía a los prisioneros previo a su traslado a los campos de exterminio. En el transporte me reencontré con mi madre, pero a mi padre y a mi hermano Ygnasz nunca más los volví a ver. A pesar de haber pasado sesenta años, estas imágenes se me presentan con tanta fuerza que me parece estar reviviendo esos terribles momentos”.
Es parte del testimonio de Genia Rotsztejn de Unger, una de las supervivientes del guetto de Varsovia, creado por los nazis en la Segunda Guerra Mundial. Con un nuevo nombre, Eugenia Unger, rehízo su vida lejos de Europa tras concluir la Segunda Guerra Mundial. Escribió dos libros: ‘Holocausto, lo que el viento no borró’ y ‘Después de Auschwitz, renacer de las cenizas’. Tras su experiencia en el guetto de Varsovia, le esperó un recorrido por varios campos de concentración y exterminio nazis: Lublin, Majdanek, Auschwitz-Birkenau, Revnsbrik, Rehov y Malahov. Acabó la guerra con 27 kilos. Un esqueleto en ‘vida’.
La historia de Eugenia ilustra perfectamente el significado del nazismo. Casi siete décadas después, el Partido Popular utiliza este término para desacreditar y culpabilizar a los ciudadanos que claman por un cambio en la Ley Hipotecaria mediante ‘escraches’, protestas pacíficas a las puertas de sus domicilios. Sí, pacíficas. En ninguno de esos escraches se han producido agresiones físicas. El PP, sin embargo, califica como nazis a los manifestantes, lo cual equivale a igualarse a la situación que soportaron judíos como Genia Rotsztejn de Unger en el ghetto de Varsovia. Como poco, la comparación es irrespetuosa con la memoria de los, al menos, seis millones de muertos en los campos de concentración y exterminio nazis. Representa toda una aberración moral. La maldad destilada por el nazismo es incomparable. Hitler provocó el mayor conflicto bélico de la historia con entre sesenta y setenta millones de fallecidos, de los que bastantes más de la mitad fueron civiles. El nazismo destruyó Europa e impulsó el mayor genocidio de la historia.
¿Qué nos quiere decir el PP cuando compara los escraches con el nazismo?
¿Considera que los miembros de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca quieren
hacinar a los políticos en ghettos para matarlos de hambre e infecciones y
trasladar, posteriormente, a los supervivientes a campos de concentración y
exterminio ante pelotones de fusilamiento o inyectando Zyklon B en las tuberías de las duchas comunes de los
barracones para acabar con sus vidas?
¿Realmente son conscientes los dirigentes del PP de la salvajada de su comparación? Insisto, no ha existido ninguna agresión física en los escraches. En cambio, el nazismo es responsable de la mayor ignominia de la historia de la humanidad. Sin embargo, la secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, insistía este fin de semana en esta atroz comparación que ya habían efectuado antes otros dirigentes de su partido. Para Cospedal, los escraches son “nazismo puro” y esconden “un espíritu totalitario y sectario”. Deberían pararse, siquiera, un segundo a pensar los dirigentes del PP antes de abrir la boca. Sinceramente, no me imagino a nadie en Alemania comparando a un grupo de ciudadanos con el nazismo mientras están ejerciendo su libre capacidad democrática para discrepar con el Gobierno de turno.
El nazismo no ha sido la única acusación. En especial desde el PP de Euskadi se ha calificado también a los escraches como prácticas de ‘kale borroka’ e incluso de la misma ETA, causante de casi un millar de muertos y de miles más de heridos, además de provocar un clima de violencia insoportable en muchos municipios vascos que obligó a miles de ciudadanos a abandonar la CAV. Nuevamente, la comparación de los escraches con los etarras es absolutamente desproporcionada. Ningún miembro de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca ha remitido amenazas de muerte a políticos del PP, ni mucho menos ha colocado una bomba-lapa sobre el asiento de sus coches o les ha asestado un tiro en la nuca. Eso ni ha pasado, ni pasará, porque sencillamente los desahuciados ni son nazis ni son terroristas.
Las salvajes acusaciones de miembros del Partido Popular hacia los ciudadanos que protestan sin violencia a las puertas de sus hogares demuestran una actitud antidemocrática muy preocupante. Da la sensación, siempre que ocurren manifestaciones contra las políticas del Gobierno, que al PP le incomoda mucho la existencia de una conciencia crítica en la sociedad. Con los resultados de las elecciones de octubre de 2011, se creen legitimados para silenciar durante cuatro años cualquier tipo de protesta y, si es preciso, deslegitimarla con total vileza con comparaciones, si cabe, incluso con el nazismo. Poco importa que el programa electoral con el que el PP se presentó esté siendo sistemáticamente incumplido. No hay lugar a las protestas. Las urnas mandan. Y ya está. Y quien se queje corre el serio riesgo de ser acusado hasta de nazi o etarra.
¿Por qué se producen este tipo de protestas? Los escraches no son un capricho. No son indiscriminados, pero tampoco tendenciosos. Surgen como respuesta a la Iniciativa Popular Legislativa presentada por la Plataforma de Afectados por la Hipoteca y avalada por casi un millón y medio de firmas con la que se reclama una respuesta a la oleada de desahucios en España y cambios en una Ley Hipotecaria más que vetusta, que data de 1909. ¡Un siglo! ¡Anda que no han cambiado cosas desde entonces, incluido el mercado de la vivienda! La Ley Hipotecaria resiste. Para el Tribunal de Justicia de la Unión Europea, "no se ajusta al principio de efectividad, en la medida en que hace imposible o excesivamente difícil (...) aplicar la protección que la Directiva (comunitaria) pretende conferir a los consumidores". La Ley Hipotecaria española es, en resumen, “abusiva”.
Desde esta perspectiva, los escraches están totalmente legitimados una vez que desde el PP se han rebajado las expectativas para aprobar cambios sustanciales en el texto. Son los diputados del PP, tanto por su cantidad como por su condición de partido que sustenta el Gobierno, quienes se oponen a aflojar la soga que aprieta a los desahuciados. Por eso, los escraches van dirigidos hacia un partido en concreto. Si el PSOE o Izquierda Unida no apoyaran las demandas de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, sufrirían las mismas protestas. No se trata de politizar a los desahuciados, como pretende el PP y sus medios de comunicación afines. Hay familias que han perdido sus PRIMERAS viviendas que votan o han votado en su momento al Partido Popular. La protesta de los desahuciados no es una protesta totalitaria y sectaria, como asegura De Cospedal sobre los escraches. Es un movimiento social transversal ideológicamente que se enfoca hacia el PP por dos cuestiones muy sencillas: es el partido que gobierna España (tener responsabilidades conlleva tomar decisiones y, por tanto, poder recibir críticas, es el sano juego de la democracia: la posibilidad de discrepar) y es la formación que no quiere cambiar sustancialmente la Ley Hipotecaria de 1909.
Nazismo es que la sociedad española tenga que afrontar cada quince minutos una media de un desahucio por culpa de una brutal crisis generada en el ámbito financiero, no por los ciudadanos, y de una legislación considerara abusiva por los mismos tribunales europeos.
En esta semana, el Colegio de Registradores de la Propiedad ha respondido a una de las grandes incógnitas de los últimos años: ¿cuántos desahucios se efectúan en España de primeras residencias? El resultado es escalofriante. Solo en el año pasado: 30.034, una media de 115 por cada día hábil, un desalojo cada cuarto de hora. Y de primeras viviendas. Aquí ya no queda la excusa esgrimida desde la derecha mediática para minimizar el impacto de los desahucios: las segundas residencias, los locales (¡como si no fuera gravísimo el cierre de negocios y la pérdida, por tanto, de actividad económica!) y las plazas de garaje. 30.034 familias se quedaron en la calle, perdieron su única residencia en el año pasado. Son muchísimas. Siendo cautelosos, con una media de dos personas y media por cada hogar afectado, estamos hablando de unas 75.000 personas, una cantidad equivalente a dejar sin un techo a todos los habitantes de una ciudad de tamaño medio como Palencia.
Y no han sido, además, los únicos. El informe del Colegio de Registradores de la Propiedad refleja que en 2012 se firmaron 11.441 daciones en pago. Familias que se quedaron sin su primera residencia con el consuelo, al menos, de liquidar la deuda con la entidad financiera con la entrega del inmueble. Se conoce que la reclamación de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca de extender las daciones en pago no es tan imposible, como sostienen el PP y la derecha mediática, ya que ahora mismo se están realizando unas cuantas.
Más de 40.000 primeras residencias desalojadas. Podemos hablar de alrededor de cien mil ciudadanos afectados. Y la cifra es superior ya que un 15% de las oficinas de registradores de la propiedad no quiso aportar sus datos al informe del Colegio. Ellos sabrán por qué.
No se puede resolver un problema, como pretenden el Gobierno y el PP, ocultando su verdadera dimensión y cargando contra aquellos que piden cambiar una legislación obsoleta e injusta con los ciudadanos. Calificar los escraches como “nazismo puro” representa un insulto para las víctimas, para aquellos que han perdido sus hogares. El PP pretende colocar a los desahuciados como verdugos de los políticos, como nazis.
¿Quiere el PP ayudar, de verdad, a las familias que corren el riesgo de perder su único hogar? ¿Por qué entonces descalificar sus protestas y arramblar como un rayo contra medidas como la promovida por la Junta de Andalucía para expropiar el uso, que no la titularidad, durante un periodo de tres años en el caso de desahucios a familias en grave riesgo de exclusión social? No estamos hablando, además, de un ataque a la propiedad privada. Solo se expropiará el uso, no la titularidad. Y por un periodo limitado. Y los afectados serán exclusivamente las entidades financieras, en ningún caso particulares con pisos cerrados.
Señores del PP, el problema de los desahucios no se resuelve criminalizando a las organizaciones que trabajan para ayudar a los afectados. Señora Cospedal y compañía, no cuesta mucho documentarse un poco sobre qué fue el nazismo. Alquile una película. Compre un libro. O simplemente busque información en internet. Mire, por ejemplo, la historia de Genia Rotsztejn de Unger. Desgraciadamente, una entre millones. Mire lo que le hicieron los nazis a ella y a su familia. Y, después de ello, piense si, de verdad, cree que las personas que asisten a escraches merecen el calificativo de nazis. Algunas veces es mejor permanecer callado y parecer tonto que abrir la boca y confirmarlo. ¿No recuerda su ridícula explicación con la indemnización en diferido de Luis Bárcenas? Con el nazismo, además, no se juega. Es la mayor mancha en la historia de la humanidad. Nada es comparable con el nazismo. Nada. Y mucho menos simples ciudadanos que piden cambiar una legislación que la misma UE ha dicho que no es pertinente. Yo me preocuparía más por que en España se ejecute cada quince minutos un desahucio que por que un grupo de ciudadanos me insulte a las puertas de mi hogar. Hay gente que ni siquiera lo tiene.
Mire las dos imágenes que ilustran este artículo. En la primera, se ve a un soldado nazi con un cartel de negocio judío durante la Segunda Guerra Mundial. En la segunda, una joven coloca dos pegatinas con los lemas 'Sí, se puede' y 'Pero no quieren' durante un reciente escrache en España. ¿Considera usted que significan lo mismo como han denunciado en los últimos días varios dirigentes del Partido Popular? Antes de responderme, lea la historia de Genia Rotsztejn de Unger.
Nació en 1926 en Varsovia y conoció muy de cerca la locura nazi. “Mi adolescencia transcurrió en el ghetto de Varsovia. Se vivían los últimos días de la llamada ‘Solución Final’. Éramos cuatro hermanos, dos mujeres y dos varones. A Renia y David no los veíamos desde hacía un tiempo. Habían desaparecido, seguramente asesinados en la lucha diaria por la supervivencia en el ghetto o quizás habían sido deportados a los campos de la muerte. Desde nuestro confinamiento en el ghetto, las matanzas eran habituales, lo que convertía a nuestros días en una agonía y un martirio.
A veces quisiera no recordar, borrando de mi memoria estas y otras tantas imágenes de horror que me atraviesan de dolor y pena y que aún hoy desgarran mi ser. Los mayores se escondían en los 'bunkers' mientras que los jóvenes como Mordejai Anilevich, Antek Zuckerman, Teperman, Tzivia Lubetkin y otros formaron grupos y lucharon con coraje y mucho valor por nuestra dignidad y la del pueblo judío que estaba siendo denigrado y aniquilado. Hoy nos podemos sentir llenos de orgullo por el ejemplo heroico que nos legaron. Eran adolescentes de catorce a veinte años. Mi hermano Ygnasz formaba parte de esos grupos de valientes. Un día, entró corriendo al 'búnker', alertándonos de que los nazis nos ordenaban, mediante afiches pegados en las calles, que al día siguiente debíamos presentarnos en un área de aproximadamente diez cuadras.
Ese día, Ygnasz decidió no reunirse con su grupo de lucha para quedarse con nosotros, los únicos que, de toda la familia, quedábamos en ese momento vivos y nos sugirió que desoyéramos la orden. Recuerdo la escena: estábamos mis padres, él y yo, tomados fuertemente de las manos. Y así, abrazados, permanecimos por un tiempo, temblando como hojas al viento. En un momento Ygnasz nos dijo que no debíamos tener miedo, que nos defendiéramos con los precarios elementos de lucha que consiguiésemos, que debíamos pelear con valor y dignidad hasta el final. Así estuvimos todo el día, que nos pareció eterno. Los nazis no aparecieron porque estaban abocados a matanzas callejeras. Al anochecer volvimos al 'búnker', sin mi madre, que sorpresivamente había desaparecido. Éste, que resultó el último 'búnker', era originariamente la panadería donde se horneaba el pan y que compartíamos con catorce personas. Al día siguiente, llegaron los nazis, quienes arrojaron gases dentro de nuestro escondite mientras nos ordenaban que saliéramos con los brazos en alto. Así fuimos obligados a caminar hasta el Umschlagplatz del ghetto, lugar donde se reunía a los prisioneros previo a su traslado a los campos de exterminio. En el transporte me reencontré con mi madre, pero a mi padre y a mi hermano Ygnasz nunca más los volví a ver. A pesar de haber pasado sesenta años, estas imágenes se me presentan con tanta fuerza que me parece estar reviviendo esos terribles momentos”.
Es parte del testimonio de Genia Rotsztejn de Unger, una de las supervivientes del guetto de Varsovia, creado por los nazis en la Segunda Guerra Mundial. Con un nuevo nombre, Eugenia Unger, rehízo su vida lejos de Europa tras concluir la Segunda Guerra Mundial. Escribió dos libros: ‘Holocausto, lo que el viento no borró’ y ‘Después de Auschwitz, renacer de las cenizas’. Tras su experiencia en el guetto de Varsovia, le esperó un recorrido por varios campos de concentración y exterminio nazis: Lublin, Majdanek, Auschwitz-Birkenau, Revnsbrik, Rehov y Malahov. Acabó la guerra con 27 kilos. Un esqueleto en ‘vida’.
La historia de Eugenia ilustra perfectamente el significado del nazismo. Casi siete décadas después, el Partido Popular utiliza este término para desacreditar y culpabilizar a los ciudadanos que claman por un cambio en la Ley Hipotecaria mediante ‘escraches’, protestas pacíficas a las puertas de sus domicilios. Sí, pacíficas. En ninguno de esos escraches se han producido agresiones físicas. El PP, sin embargo, califica como nazis a los manifestantes, lo cual equivale a igualarse a la situación que soportaron judíos como Genia Rotsztejn de Unger en el ghetto de Varsovia. Como poco, la comparación es irrespetuosa con la memoria de los, al menos, seis millones de muertos en los campos de concentración y exterminio nazis. Representa toda una aberración moral. La maldad destilada por el nazismo es incomparable. Hitler provocó el mayor conflicto bélico de la historia con entre sesenta y setenta millones de fallecidos, de los que bastantes más de la mitad fueron civiles. El nazismo destruyó Europa e impulsó el mayor genocidio de la historia.

¿Realmente son conscientes los dirigentes del PP de la salvajada de su comparación? Insisto, no ha existido ninguna agresión física en los escraches. En cambio, el nazismo es responsable de la mayor ignominia de la historia de la humanidad. Sin embargo, la secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, insistía este fin de semana en esta atroz comparación que ya habían efectuado antes otros dirigentes de su partido. Para Cospedal, los escraches son “nazismo puro” y esconden “un espíritu totalitario y sectario”. Deberían pararse, siquiera, un segundo a pensar los dirigentes del PP antes de abrir la boca. Sinceramente, no me imagino a nadie en Alemania comparando a un grupo de ciudadanos con el nazismo mientras están ejerciendo su libre capacidad democrática para discrepar con el Gobierno de turno.
El nazismo no ha sido la única acusación. En especial desde el PP de Euskadi se ha calificado también a los escraches como prácticas de ‘kale borroka’ e incluso de la misma ETA, causante de casi un millar de muertos y de miles más de heridos, además de provocar un clima de violencia insoportable en muchos municipios vascos que obligó a miles de ciudadanos a abandonar la CAV. Nuevamente, la comparación de los escraches con los etarras es absolutamente desproporcionada. Ningún miembro de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca ha remitido amenazas de muerte a políticos del PP, ni mucho menos ha colocado una bomba-lapa sobre el asiento de sus coches o les ha asestado un tiro en la nuca. Eso ni ha pasado, ni pasará, porque sencillamente los desahuciados ni son nazis ni son terroristas.
Las salvajes acusaciones de miembros del Partido Popular hacia los ciudadanos que protestan sin violencia a las puertas de sus hogares demuestran una actitud antidemocrática muy preocupante. Da la sensación, siempre que ocurren manifestaciones contra las políticas del Gobierno, que al PP le incomoda mucho la existencia de una conciencia crítica en la sociedad. Con los resultados de las elecciones de octubre de 2011, se creen legitimados para silenciar durante cuatro años cualquier tipo de protesta y, si es preciso, deslegitimarla con total vileza con comparaciones, si cabe, incluso con el nazismo. Poco importa que el programa electoral con el que el PP se presentó esté siendo sistemáticamente incumplido. No hay lugar a las protestas. Las urnas mandan. Y ya está. Y quien se queje corre el serio riesgo de ser acusado hasta de nazi o etarra.
¿Por qué se producen este tipo de protestas? Los escraches no son un capricho. No son indiscriminados, pero tampoco tendenciosos. Surgen como respuesta a la Iniciativa Popular Legislativa presentada por la Plataforma de Afectados por la Hipoteca y avalada por casi un millón y medio de firmas con la que se reclama una respuesta a la oleada de desahucios en España y cambios en una Ley Hipotecaria más que vetusta, que data de 1909. ¡Un siglo! ¡Anda que no han cambiado cosas desde entonces, incluido el mercado de la vivienda! La Ley Hipotecaria resiste. Para el Tribunal de Justicia de la Unión Europea, "no se ajusta al principio de efectividad, en la medida en que hace imposible o excesivamente difícil (...) aplicar la protección que la Directiva (comunitaria) pretende conferir a los consumidores". La Ley Hipotecaria española es, en resumen, “abusiva”.
Desde esta perspectiva, los escraches están totalmente legitimados una vez que desde el PP se han rebajado las expectativas para aprobar cambios sustanciales en el texto. Son los diputados del PP, tanto por su cantidad como por su condición de partido que sustenta el Gobierno, quienes se oponen a aflojar la soga que aprieta a los desahuciados. Por eso, los escraches van dirigidos hacia un partido en concreto. Si el PSOE o Izquierda Unida no apoyaran las demandas de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, sufrirían las mismas protestas. No se trata de politizar a los desahuciados, como pretende el PP y sus medios de comunicación afines. Hay familias que han perdido sus PRIMERAS viviendas que votan o han votado en su momento al Partido Popular. La protesta de los desahuciados no es una protesta totalitaria y sectaria, como asegura De Cospedal sobre los escraches. Es un movimiento social transversal ideológicamente que se enfoca hacia el PP por dos cuestiones muy sencillas: es el partido que gobierna España (tener responsabilidades conlleva tomar decisiones y, por tanto, poder recibir críticas, es el sano juego de la democracia: la posibilidad de discrepar) y es la formación que no quiere cambiar sustancialmente la Ley Hipotecaria de 1909.
Nazismo es que la sociedad española tenga que afrontar cada quince minutos una media de un desahucio por culpa de una brutal crisis generada en el ámbito financiero, no por los ciudadanos, y de una legislación considerara abusiva por los mismos tribunales europeos.
En esta semana, el Colegio de Registradores de la Propiedad ha respondido a una de las grandes incógnitas de los últimos años: ¿cuántos desahucios se efectúan en España de primeras residencias? El resultado es escalofriante. Solo en el año pasado: 30.034, una media de 115 por cada día hábil, un desalojo cada cuarto de hora. Y de primeras viviendas. Aquí ya no queda la excusa esgrimida desde la derecha mediática para minimizar el impacto de los desahucios: las segundas residencias, los locales (¡como si no fuera gravísimo el cierre de negocios y la pérdida, por tanto, de actividad económica!) y las plazas de garaje. 30.034 familias se quedaron en la calle, perdieron su única residencia en el año pasado. Son muchísimas. Siendo cautelosos, con una media de dos personas y media por cada hogar afectado, estamos hablando de unas 75.000 personas, una cantidad equivalente a dejar sin un techo a todos los habitantes de una ciudad de tamaño medio como Palencia.
Y no han sido, además, los únicos. El informe del Colegio de Registradores de la Propiedad refleja que en 2012 se firmaron 11.441 daciones en pago. Familias que se quedaron sin su primera residencia con el consuelo, al menos, de liquidar la deuda con la entidad financiera con la entrega del inmueble. Se conoce que la reclamación de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca de extender las daciones en pago no es tan imposible, como sostienen el PP y la derecha mediática, ya que ahora mismo se están realizando unas cuantas.
Más de 40.000 primeras residencias desalojadas. Podemos hablar de alrededor de cien mil ciudadanos afectados. Y la cifra es superior ya que un 15% de las oficinas de registradores de la propiedad no quiso aportar sus datos al informe del Colegio. Ellos sabrán por qué.
No se puede resolver un problema, como pretenden el Gobierno y el PP, ocultando su verdadera dimensión y cargando contra aquellos que piden cambiar una legislación obsoleta e injusta con los ciudadanos. Calificar los escraches como “nazismo puro” representa un insulto para las víctimas, para aquellos que han perdido sus hogares. El PP pretende colocar a los desahuciados como verdugos de los políticos, como nazis.
¿Quiere el PP ayudar, de verdad, a las familias que corren el riesgo de perder su único hogar? ¿Por qué entonces descalificar sus protestas y arramblar como un rayo contra medidas como la promovida por la Junta de Andalucía para expropiar el uso, que no la titularidad, durante un periodo de tres años en el caso de desahucios a familias en grave riesgo de exclusión social? No estamos hablando, además, de un ataque a la propiedad privada. Solo se expropiará el uso, no la titularidad. Y por un periodo limitado. Y los afectados serán exclusivamente las entidades financieras, en ningún caso particulares con pisos cerrados.
Señores del PP, el problema de los desahucios no se resuelve criminalizando a las organizaciones que trabajan para ayudar a los afectados. Señora Cospedal y compañía, no cuesta mucho documentarse un poco sobre qué fue el nazismo. Alquile una película. Compre un libro. O simplemente busque información en internet. Mire, por ejemplo, la historia de Genia Rotsztejn de Unger. Desgraciadamente, una entre millones. Mire lo que le hicieron los nazis a ella y a su familia. Y, después de ello, piense si, de verdad, cree que las personas que asisten a escraches merecen el calificativo de nazis. Algunas veces es mejor permanecer callado y parecer tonto que abrir la boca y confirmarlo. ¿No recuerda su ridícula explicación con la indemnización en diferido de Luis Bárcenas? Con el nazismo, además, no se juega. Es la mayor mancha en la historia de la humanidad. Nada es comparable con el nazismo. Nada. Y mucho menos simples ciudadanos que piden cambiar una legislación que la misma UE ha dicho que no es pertinente. Yo me preocuparía más por que en España se ejecute cada quince minutos un desahucio que por que un grupo de ciudadanos me insulte a las puertas de mi hogar. Hay gente que ni siquiera lo tiene.
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