miércoles, 22 de diciembre de 2021

Covid-19: La mascarilla… en interiores

Me pregunto, tras meses de insistir a mis compañeros en el uso de la mascarilla en la oficina, ¿cómo les voy a convencer ahora de que se la pongan cuando la solución de la sexta ola, para Pedro Sánchez, pasa por protegerse al aire libre donde el riesgo es significativamente muy inferior? Si ya me costaba antes…


-¿Ya estás vacunado?

-Sí, con las dos (dosis), ¿por?

-Como te veo que sigues con la mascarilla…

Hace unos meses, en pleno verano, un compañero de trabajo, con el rostro al descubierto, se interesaba por mi celo con la covid-19.

Una importante precisión, no estábamos al aire libre. Trabajo en un espacio interior, en una oficina, aunque procuro que haya ventilación. Lo hago en el verano, con el calor, y lo intento en el invierno, con el frío. Si pueden los niños en los colegios, ¿por qué no los adultos en los centros de trabajo?

Casi dos años después de que ‘descubriéramos’ que las pandemias no solo existen en la antigüedad y en las películas apocalípticas, muchísima gente y, aún peor, muchísimos gobiernos (al menos así parece) siguen sin entender cómo se contagia la covid-19.

Y es curioso porque no hace tanto tiempo no teníamos tantos problemas a la hora de intuir cómo habíamos cogido una gripe, un catarro o un resfriado.

Pocas cosas había más molestas que un estornudo mejor o peor disimulado en un ascensor. O pocas certezas mayores que la velocidad y la eficacia de un contagio en los colegios o en los hogares o en las empresas. Vamos, en los interiores. No es que los seres humanos nos pillemos muchos constipados al aire libre. Y con la covid-19 no es muy diferente.

Aunque algo perplejo por la curiosidad de mi compañero, que ronda los sesenta años y, por cierto, es diabético, respondí breve y claro:

-Es que estamos en un interior.

Desde entonces, yo he seguido con mi mascarilla en la oficina.

Mi compañero y otros, también, aunque a regañadientes con el paso de las semanas y la evidente mejoría de la pandemia en las hospitalizaciones, los ingresos en la UCI y los fallecimientos.

Desde que la vacunación tomara velocidad en España, la covid-19 empezó a ser historia para mucha gente.

Pero no, esto no ha acabado.

La sexta ola, impulsada por la nueva variante ‘ómicrom’, nos ha condenado a unas segundas navidades pandémicas. Inesperadas para algunos por ese error tan humano de confundir los deseos con la realidad.

La mascarilla es la solución para el Gobierno de Pedro Sánchez, temeroso de aprobar medidas verdaderamente efectivas, pero con un mayor coste económico en plena campaña navideña.

Pero no en los interiores, donde nunca ha dejado de ser obligatoria (aunque demasiados lo hayan olvidado) y donde siempre se han concentrado los contagios, sino en los exteriores, incluso sin aglomeraciones.

Me pregunto, tras meses de insistir a mis compañeros en el uso de la mascarilla en la oficina, ¿cómo les voy a convencer ahora de que se la pongan cuando la solución de la sexta ola, para Pedro Sánchez, pasa por protegerse al aire libre donde el riesgo es significativamente muy inferior?

Si ya me costaba antes…

No hay comentarios:

Publicar un comentario