domingo, 31 de mayo de 2020

Covid-19: No somos mejores personas

El virus no nos ha cambiado. Si acaso ha servido para aumentar el odio de algunos y ensanchar las diferencias en la sociedad. No estamos más unidos que antes. Quizás incluso estemos más distanciados. Y no solo físicamente para evitar contagiarnos. La humanidad ha perdido otra oportunidad y ha demostrado que sigue sin estar preparada para futuros y mayores desafíos. Ni ante el inmenso dolor, se supone que compartido, de una pandemia hemos remado todos juntos.


#SalimosMásFuertes.

Los principales diarios (de papel) llegaron al quiosco el pasado lunes, con toda España ya como mínimo en la fase 1 de la desescalada de la pandemia del covid-19, con una cubierta institucional en sus portadas (la prensa conservadora tan reacia al Gobierno no le hizo ascos al dinero de Moncloa).

Mensaje ‘millennial’, ‘hashtag’ mediante:

#SalimosMásFuertes.

El mensaje colectivo institucional de las últimas dramáticas semanas.

Pero los virus no nos hacen mejores personas. Los virus nos enferman y, en ocasiones, nos matan. Al menos más de 27.000 españoles han fallecido durante la pandemia del covid-19. El balance provisional en el mundo excede los 300.000 muertos.

Ningún virus es un antídoto para la insolidaridad, la avaricia y el egoísmo.

Ningún virus nos inmuniza ante la maldad, la ignorancia y la estupidez.

Del covid-19 no saldremos más fuertes y, mucho menos, juntos y siendo mejores personas.

Esta vez, tampoco, como casi en todas las crisis anteriores (económicas, sociales, sanitarias, raciales...).

Las buenas personas siguen siendo buenas personas. Y las malas personas siguen siendo malas personas. O, algunas, incluso peores. 

Trump, Bolsonaro o Johnson, los grandes defensores de la fallida ‘inmunidad de rebaño’, han actuado como se esperaba de ellos: el mercado antes que las personas. Al igual que sus abnegados discípulos de España. Ninguna sorpresa con Casado y Abascal, erosionando al Gobierno para conseguir lo que las urnas repetidamente les negaron en el pasado año.

El virus no nos ha cambiado. Si acaso ha servido para aumentar el odio de algunos y ensanchar las diferencias en la sociedad. No estamos más unidos que antes. Quizás incluso estemos más distanciados. Y no solo físicamente para evitar contagiarnos. La humanidad ha perdido otra oportunidad y ha demostrado que sigue sin estar preparada para futuros y mayores desafíos. Ni ante el inmenso dolor, se supone que compartido, de una pandemia hemos remado todos juntos.

El covid-19 ha sacado lo mejor y lo peor de cada persona: los aplausos, puntuales cada día a las ocho de la tarde, de gratitud hacia los sanitarios y de ánimo a los vecinos, pero también las multas por los incumplimientos del Estado de Alarma (muchos más de los sancionados) y las protestas en plena crisis. Los malos nunca descansan. Tienen su plan, pase lo que pase.

Ni en un momento de máxima vulnerabilidad, el mundo (España es un fiel reflejo) ha caminado junto. Imposible llegar a un acuerdo, ni siquiera de mínimos, entre países y entre ciudadanos.

El enemigo real, el covid-19, ha sido la coartada para seguir a lo nuestro, a dividirnos.

No somos mejores que antes de la pandemia.

Ningún virus cambia a las personas: las enferma, las mata, las arruina…, pero las sociedades cambian cuando sus ciudadanos lo desean. Y hace mucho tiempo que en el mundo, y particularmente 
en España, nadie quiere cambiar. Haya o no un virus que nos ponga a todos contras las cuerdas.

#NoSalimosMásFuertes.

De hecho, somos más débiles.

El covid-19 ha avisado sobre nuestra vulnerabilidad física.

Un virus menos letal que muchos anteriores (viruela, sarampión, SIDA,…), pero muy contagioso y sin vacuna o tratamiento efectivo, ha obligado a medio mundo a refugiarse en sus casas para evitar un colapso sanitario de consecuencias incalculables en número de vidas.

El covid-19 ha constatado también la vulnerabilidad de nuestras economías.

Las secuelas del virus tardarán en desaparecer, con riesgo de convertirse en endémicas.

Pero, sobre todo, el covid-19 ha confirmado que somos incapaces de compartir un mismo objetivo, por mucho que a todos (aunque demasiados se crean inmunes a la enfermedad y sus consecuencias socioeconómicas) nos afecte.

No, del covid-19 no saldremos más fuertes, ni como individuos ni como sociedades.

Nos queda mucho trabajo por delante. Y nos quedará más si hacemos el camino, como hasta ahora, más separados que unidos. Juntos.

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