La Unión Europea afronta el momento más crítico de su
existencia. O avanza o revienta. No hay término medio. La respuesta sanitaria y
económica al virus debe ser colectiva y solidaria. Cualquier otra postura
arruinará un proyecto que se tambalea desde las egoístas e ineficaces medidas que se
aplicaron en la crisis de 2008. Un segundo error sería letal.
António Costa, primer ministro de Portugal, ha resumido mejor que nadie el momento histórico al que se enfrenta la Unión Europea.
El último Consejo Europeo del pasado 26 de marzo fue un vergonzoso desastre en plena crisis humanitaria del covid-19.
La unión saltó por los aires.
Alemania, con Holanda como fiel brazo ejecutor y el apoyo de Austria y Finlandia, frenó en seco los planes de Italia, España, Francia, Portugal, Grecia, Bélgica, Eslovenia e incluso Irlanda y Luxemburgo de emitir eurobonos (coronabonos) para compartir la deuda que ha generado y generará la pandemia sanitaria del covid-19 y la incalculable crisis económica y laboral subyacente. “¡Nein, nein, nein!”, bramó Merkel, la dueña e institutriz del cotarro. Un papel que ejecuta con gusto.
El norte de la UE repetía la estrategia de la crisis de 2008 y abandonaba al sur. Otra vez, la UE de las dos velocidades. Otra vez, el moralista cuento de la hormiga del norte y la cigarra del sur. Otra vez, el mismo error. Otra vez, la UE que falla a sus ciudadanos más vulnerables cuando más la necesitan.
Bien pueden hablar de ello los griegos.
Ni un ápice de solidaridad con alguien que, en teoría, es tu socio.
La UE se cobra sus deudas hasta el último céntimo (eso con los amigos).
Solo el papel jugado por el BCE, con el italiano Draghi, palió el desastre en plena locura de recortes y austeridad.
Alemania y Holanda vuelven a la carga: prohibido mutualizar la deuda. El problema no es nuestro. La culpa es del lujurioso sur, esa cigarra que no se preparó para el invierno.
No era la estrategia adecuada en 2008. Mucho menos ahora.
Que escuchen a António Costa:
“Es hora de comprender a todos. No fue España quien creó el virus ni fue España quien lo importó. El virus infelizmente nos atrapa a todos por igual. Si no nos respetamos todos, los unos a los otros, y si no comprendemos que ante un desafío común tenemos que responder en común, entonces nadie ha comprendido lo que es la UE. Si algún país de la UE cree que resuelve el problema del virus dejándolo suelto en los otros países, está muy engañado. El virus no conoce fronteras. Los primeros portugueses contaminados lo fueron por viajar a otros países, no podemos culpar a esos países”.
Costa replicaba al ministro de Finanzas holandés, Wopke Hoekstra, que había sugerido una investigación de la UE, mientras se amontonaban y se amontan los fallecidos por el covid-19, para detectar por qué algunos países no disponen de un margen presupuestario para combatir al virus a pesar del crecimiento económico de los últimos años.
Una indisimulada puñalada trapera a Italia y España, en su peor momento en muchos años, sin tener, además, la valentía de citar a ambos países.
“Ese discurso es repugnante en el marco de la Unión Europea. Esa es la expresión adecuada: re-pug-nant-te”, deletreó Costa en referencia a las palabras de Hoekstra.
“Si la UE quiere sobrevivir, es inaceptable que un responsable político, sea del país que sea, pueda dar una respuesta de esa naturaleza ante una pandemia como la que vivimos. Por cosas como estas, ya todos percibimos que era insoportable trabajar con el señor Dijsselbloem, pero por lo visto hay países que insisten en ir cambiando de nombres y mantener personas con el mismo perfil”, ha añadido Costa.
Dijsselbloem, ministro de Finanzas de Holanda entre 2012 y 2017 y presidente del Eurogrupo entre 2013 y 2018, acusó a los países del sur de gastarse el dinero en “alcohol y mujeres” hace apenas tres años.
El mensaje del opulento norte de la UE hacia el sur es recurrente cada vez que ocurre una crisis: una regañina y un castigo, vía rescate, con condiciones humillantes. Así funciona la UE desde hace tiempo y así, peligrosamente, lo están observando cada vez más ciudadanos.
El proyecto corre peligro si la respuesta al covid-19 es la misma que la respuesta a la crisis económica de 2008.
La paciencia se acabó.
La Unión Europea afronta el momento más crítico de su existencia:
O avanza o revienta.
No hay término medio.
“O la UE hace lo que hace falta o este será su fin”.
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