domingo, 1 de octubre de 2017

El relato internacional del 1-O

El referéndum de Cataluña ocupará mañana (las ediciones digitales ya han indicado por dónde irán muchos de los titulares) portadas y portadas en todos los diarios españoles y minutos y minutos en todas las cadenas de radio y televisión. Lo lleva haciendo mucho tiempo, demasiado. La novedad será que ese interés saltará también a la prensa internacional y a la política internacional, hasta ahora en un discreto segundo plano. Y el dictamen, con las imágenes en caliente de las cargas policiales (con más de setecientos heridos, dos de ellos graves), apunta a un fuerte tirón de orejas a la desmedida respuesta del Gobierno español.


“Esto es repugnante e injustificable”.


La creadora de la saga literaria juvenil Harry Potter, la británica JK Rowling, reacciona con estos dos adjetivos a un vídeo del corresponsal en España del Financial Times, Michael Stothard.

El vídeo ilustra la actuación de la Policía Nacional en un colegio electoral de Barcelona. Entre llantos, los policías arrastran a chavales que defendían el derecho a votar en el referéndum.

Haría bien JK Rowling en no mirar más vídeos. No es de los peores que han circulado en las últimas horas sobre el celo de la Policía Nacional y la Guardia Civil para impedir el 1-O.

No voy a esperar al recuento de los votos.

Poco importa.

El referéndum de Cataluña carece de validez legal, aunque el Parlament, ante un previsible arrollador apoyo a la independencia, podría sentir la tentación de declarar unilateralmente la independencia en los próximos días. No es descartable, aunque tampoco otras vías menos rupturistas.

Por encima de los votos, la foto del referéndum del 1-O ya está hecha.

No es nada favorecedora para nadie, en especial para el Gobierno de Mariano Rajoy.

Los días previos al referéndum discurrieron bajo una innecesaria escalada de tensión que ha desembocado, como se temía, en incidentes muy graves en las calles, en los alrededores de los colegios electorales. El enorme despliegue de seguridad, con diez mil agentes entre la Policía Nacional y la Guardia Civil, ha deparado 761 heridos, dos de gravedad, según el último parte del Departament de Salut de la Generalitat de Catalunya.

En la era de internet y de los teléfonos móviles, las imágenes de las cargas han circulado instantáneamente, al unísono de la mayoritaria indignación de la sociedad catalana y de una parte significativa de la sociedad española. No toda, no nos engañemos. Desgraciadamente, Rajoy ha optado, por convencimiento, por lo que le llevaban años reclamando muchos de sus votantes con Cataluña: “mano dura”. Él, encantado. Así entienden algunos el diálogo.

Lo que pase a partir del 2-O dependerá, en buena medida, de eso que se llama, cursimente, comunidad internacional, en especial el ámbito de la Unión Europea.

Hasta ahora, la UE había cedido el protagonismo (casi) total del Gobierno español. La independencia de Cataluña era un asunto interno de España. ¡Ojalá la UE hubiera tenido un papel más activo! Si algo han demostrado los políticos catalanes y españoles es una insufrible incapacidad para entenderse. Nunca han querido. Y nunca querrán, ni tras el 1-O.

Pero el referéndum ha salido mal para Rajoy. Muy mal.









Las imágenes de las cargas policiales se han visto en todo el mundo. Y la prensa internacional ha cuestionado la proporcionalidad. El relato empieza a caer del lado independentista. También, aunque con timidez, la posición de importantes políticos en Europa: los primeros ministros de Bélgica y Eslovenia (Charles Michel y Miro Cerar), los líderes de la oposición británica (el laborista Corbyn) y alemana (el socialdemócrata Schulz), la izquierda francesa (Jean-Luc Melenchon y Benoît Hamon), la primera ministra escocesa (Nicola Sturgeon) y el líder de los liberales en el Parlamento Europeo y exprimer ministro belga (Guy Verhofstadt).

Ahora bien Rajoy en leerles y escucharles.

Es el primer tirón de orejas en público. Llegarán más en privado.

La UE, salvo un viraje de 180 grados, no apoyará una independencia de Cataluña, pero tampoco parece estar dispuesta a secundar la estrategia de la ‘mano dura’ de Rajoy, con la Constitución, el Tribunal Constitucional y el fiscal general del Estado, en una mano, y la porra, las bolas de goma y botes lacrimógenos, en la otra.

Rajoy ha perdido el relato y, por mucha legalidad que le acompañe, el perdedor del 1-O ha sido únicamente y exclusivamente él.

Mañana los teléfonos de sus colegas europeos no le darán la enhorabuena.

Ya se lo ha dicho la madre de Harry Potter: “Repugnante e injustificable”.

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