El
referéndum de Cataluña ocupará mañana (las ediciones digitales ya han indicado
por dónde irán muchos de los titulares) portadas y portadas en todos los
diarios españoles y minutos y minutos en todas las cadenas de radio y
televisión. Lo lleva haciendo mucho tiempo, demasiado. La novedad será que ese
interés saltará también a la prensa internacional y a la política
internacional, hasta ahora en un discreto segundo plano. Y el dictamen, con las
imágenes en caliente de las cargas policiales (con más de setecientos heridos,
dos de ellos graves), apunta a un fuerte tirón de orejas a la desmedida
respuesta del Gobierno español.
“Esto es repugnante
e injustificable”.
La creadora de la
saga literaria juvenil Harry Potter, la británica JK Rowling, reacciona con
estos dos adjetivos a un vídeo del corresponsal en España del Financial Times,
Michael Stothard.
El vídeo ilustra la actuación de la Policía Nacional en un colegio electoral de Barcelona. Entre
llantos, los policías arrastran a chavales que defendían el derecho a votar
en el referéndum.
Haría bien JK
Rowling en no mirar más vídeos. No es de los peores que han circulado en las
últimas horas sobre el celo de la Policía Nacional y la Guardia Civil para
impedir el 1-O.
No voy a esperar al
recuento de los votos.
Poco importa.
El referéndum de
Cataluña carece de validez legal, aunque el Parlament, ante un previsible arrollador apoyo a la independencia, podría sentir la tentación de declarar
unilateralmente la independencia en los próximos días. No es descartable,
aunque tampoco otras vías menos rupturistas.
Por encima de los
votos, la foto del referéndum del 1-O ya está hecha.
No es nada
favorecedora para nadie, en especial para el Gobierno de Mariano Rajoy.
Los días previos al
referéndum discurrieron bajo una innecesaria escalada de tensión que ha
desembocado, como se temía, en incidentes muy graves en las calles, en los
alrededores de los colegios electorales. El enorme despliegue de seguridad, con
diez mil agentes entre la Policía Nacional y la Guardia Civil, ha deparado 761
heridos, dos de gravedad, según el último parte del Departament de Salut de la
Generalitat de Catalunya.
En la era de
internet y de los teléfonos móviles, las imágenes de las cargas han circulado
instantáneamente, al unísono de la mayoritaria indignación de la sociedad
catalana y de una parte significativa de la sociedad española. No toda, no nos
engañemos. Desgraciadamente, Rajoy ha optado, por convencimiento, por lo que le
llevaban años reclamando muchos de sus votantes con Cataluña: “mano dura”. Él,
encantado. Así entienden algunos el diálogo.
Lo que pase a
partir del 2-O dependerá, en buena medida, de eso que se llama, cursimente,
comunidad internacional, en especial el ámbito de la Unión Europea.
Hasta ahora, la UE había
cedido el protagonismo (casi) total del Gobierno español. La independencia de
Cataluña era un asunto interno de España. ¡Ojalá la UE hubiera tenido un papel
más activo! Si algo han demostrado los políticos catalanes y españoles es una
insufrible incapacidad para entenderse. Nunca han querido. Y nunca querrán, ni
tras el 1-O.
Pero el referéndum ha salido mal para Rajoy. Muy mal.
Pero el referéndum ha salido mal para Rajoy. Muy mal.
Las imágenes de las
cargas policiales se han visto en todo el mundo. Y la prensa internacional ha
cuestionado la proporcionalidad. El relato empieza a caer del lado
independentista. También, aunque con timidez, la posición de importantes políticos
en Europa: los primeros ministros de Bélgica y Eslovenia (Charles Michel y Miro
Cerar), los líderes de la oposición británica (el laborista Corbyn) y alemana
(el socialdemócrata Schulz), la izquierda francesa (Jean-Luc Melenchon y Benoît
Hamon), la primera ministra escocesa (Nicola Sturgeon) y el líder de los liberales en el Parlamento Europeo y exprimer ministro belga (Guy Verhofstadt).
Ahora bien Rajoy en
leerles y escucharles.
Es el primer tirón
de orejas en público. Llegarán más en privado.
La UE, salvo un
viraje de 180 grados, no apoyará una independencia de Cataluña, pero tampoco
parece estar dispuesta a secundar la estrategia de la ‘mano dura’ de Rajoy, con
la Constitución, el Tribunal Constitucional y el fiscal general del Estado, en
una mano, y la porra, las bolas de goma y botes lacrimógenos, en la otra.
Rajoy ha perdido el
relato y, por mucha legalidad que le acompañe, el perdedor del 1-O ha sido
únicamente y exclusivamente él.
Mañana los
teléfonos de sus colegas europeos no le darán la enhorabuena.
Ya se lo ha dicho
la madre de Harry Potter: “Repugnante e injustificable”.
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