domingo, 27 de agosto de 2017

El abrazo del padre de Xavi

Javier perdió a su hijo, de tres años, en el atentado yihadista de Las Rambas. “Necesito abrazar a un musulmán”. Una semana después de la muerte de Xavi, su padre se fundía en un abrazo con el imán suplente de Rubí, localidad natal de la familia. Es la imagen que más daño hace a los ‘odiadores’, a todos los ‘odiadores’, a los terroristas y a los que consideran a todos como terroristas. Es la imagen más humana. Es la imagen de la esperanza entre tanto dolor.


Xavi fue una de las trece víctimas mortales del atropello yihadista en Las Ramblas de Barcelona el pasado jueves 17 de agosto.


No sobrevivió a un golpe en la cabeza. El niño, sentado en una sillita, se golpeó contra el suelo tras el paso de la furgoneta conducida por Younes Abouyaaqoub.

Xavi, residente en Rubí, pasaba la tarde en Barcelona junto con su madre (Silvia), su hermana de ocho años (Marina) y los tíos de su madre (Paco y Roser), casi unos abuelos más en el seno de la familia. Los cinco habían recorrido todo el litoral de Barcelona con ‘Las Golondrinas’, las embarcaciones turísticas de la ciudad.

Ya en tierra, Paco tiraba del carrito de Xavi cuando la furgoneta irrumpió en Las Ramblas. Trató de proteger al niño con su cuerpo. Pero Xavi y su ‘tío abuelo’, de 57 años, fallecieron. Su madre y su hermana salieron ilesas. La tía abuela sufrió heridas de diversa consideración.

Xavi fue uno de los dos menores que murieron sobre el suelo de Las Ramblas. También falleció un niño de siete años, Julian Cadman, inglés de nacimiento y australiano de residencia.

Javier, separado de Silvia hace un año, compartía con su exmujer la custodia de los niños. Una quincena con cada progenitor. El niño iba a pasar unos días en Llimiana, en el Pirineo de Lleida, de donde es originario el padre. La furgoneta conducida por Younes Abouyaaqoub, abatido por los Mossos cuatro días después, lo impidió.

“Necesito darle un abrazo a un musulmán. Que esa gente no tenga miedo. Necesito hacerlo”, confesaba Javier, el padre de Xavi, una semana después de perder a su hijo.

Lo hizo.

Javier se abrazó con Dris Salym, el imán suplente de Rubí (el titular está de vacaciones) en un acto en memoria de las víctimas de los atentados en Las Ramblas y Cambrils.

Lloraron.

Se consolaron.

Compartieron su dolor.

Al abrazo se unió Silvia.

Los padres de Xavi se fundían en un abrazo con un imán, con un representante de la religión en cuyo nombre Younes Abouyaaqoub había asesinado a su hijo.

Es la imagen de la esperanza entre tanto dolor.

Es la imagen que más daño hace a los ‘odiadores’, a todos los ‘odiadores’, a los terroristas y a los que consideran a todos como terroristas. Es la imagen más humana.

Es la imagen que abre una ventana de optimismo ante el desafío yihadista.

Porque solo juntos, solo juntos, se acabará con este desafío.

Los padres de Xavi compartieron su dolor con un imán.

Porque el horror yihadista no es patrimonio de nadie. La sociedad islámica lo sabe (y lo sufre) bien. Más que nadie.

Nada podrá devolver a Xavi, ni a los otros quince fallecidos en los atentados de Las Ramblas y Cambrils.

Pero el abrazo del padre de Xavi, que comprende “el dolor de los familiares” de los terroristas, a un imán es el mejor ejemplo cívico posible para hacer frente a los terroristas y a quienes quieren señalar a todos como terroristas: “Somos personas, Somos muy, muy, muy, muy personas. No estoy hablando como si estuviera drogado. No tomo ningún tipo de pastillas, no las necesito. Estoy hablando con el corazón”.

Y para solucionar el desafío del terrorismo yihadista serán necesarios muchos más abrazos como el de Rubí y mucho mucho corazón de todos, como el padre de Xavi y el imán de Rubí. Es el camino. Es el mejor camino.

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