Javier
perdió a su hijo, de tres años, en el atentado yihadista de Las Rambas. “Necesito
abrazar a un musulmán”. Una semana después de la muerte de Xavi, su padre se
fundía en un abrazo con el imán suplente de Rubí, localidad natal de la
familia. Es la imagen que más daño hace a los ‘odiadores’, a todos los ‘odiadores’,
a los terroristas y a los que consideran a todos como terroristas. Es la imagen
más humana. Es la imagen de la esperanza entre tanto dolor.
Xavi fue una de las
trece víctimas mortales del atropello yihadista en Las Ramblas de Barcelona el
pasado jueves 17 de agosto.
No sobrevivió a un golpe en la cabeza. El niño, sentado en una sillita, se golpeó contra el suelo tras el paso de la furgoneta conducida por Younes Abouyaaqoub.
No sobrevivió a un golpe en la cabeza. El niño, sentado en una sillita, se golpeó contra el suelo tras el paso de la furgoneta conducida por Younes Abouyaaqoub.
Xavi, residente en
Rubí, pasaba la tarde en Barcelona junto con su madre (Silvia), su hermana de
ocho años (Marina) y los tíos de su madre (Paco y Roser), casi unos abuelos más
en el seno de la familia. Los cinco habían recorrido todo el litoral de
Barcelona con ‘Las Golondrinas’, las embarcaciones turísticas de la ciudad.
Ya en tierra, Paco
tiraba del carrito de Xavi cuando la furgoneta irrumpió en Las Ramblas. Trató
de proteger al niño con su cuerpo. Pero Xavi y su ‘tío
abuelo’, de 57 años, fallecieron. Su madre y su hermana salieron ilesas. La tía
abuela sufrió heridas de diversa consideración.
Xavi fue uno de los dos menores que murieron sobre el suelo de Las Ramblas. También falleció un niño de
siete años, Julian Cadman, inglés de nacimiento y australiano de residencia.
Javier, separado de
Silvia hace un año, compartía con su exmujer la custodia de los niños. Una
quincena con cada progenitor. El niño iba a pasar unos días en Llimiana, en el
Pirineo de Lleida, de donde es originario el padre. La furgoneta
conducida por Younes Abouyaaqoub, abatido por los Mossos cuatro días después,
lo impidió.
“Necesito darle un
abrazo a un musulmán. Que esa gente no tenga miedo. Necesito hacerlo”,
confesaba Javier, el padre de Xavi, una semana después de perder a su hijo.
Lo hizo.
Javier se abrazó
con Dris Salym, el imán suplente de Rubí (el titular está de vacaciones) en un acto en memoria de las víctimas de los atentados en Las Ramblas y Cambrils.
Lloraron.
Se consolaron.
Compartieron su
dolor.
Al abrazo se unió
Silvia.
Los padres de Xavi
se fundían en un abrazo con un imán, con un representante de la religión en
cuyo nombre Younes Abouyaaqoub había asesinado a su hijo.
Es la imagen de la
esperanza entre tanto dolor.
Es la imagen que
más daño hace a los ‘odiadores’, a todos los ‘odiadores’, a los terroristas y a
los que consideran a todos como terroristas. Es la imagen más humana.
Es la imagen que
abre una ventana de optimismo ante el desafío yihadista.
Porque solo juntos,
solo juntos, se acabará con este desafío.
Los padres de Xavi
compartieron su dolor con un imán.
Porque el horror
yihadista no es patrimonio de nadie. La sociedad islámica lo sabe (y lo sufre)
bien. Más que nadie.
Nada podrá devolver
a Xavi, ni a los otros quince fallecidos en los atentados de Las Ramblas y
Cambrils.
Pero el abrazo del
padre de Xavi, que comprende “el dolor de los familiares” de los terroristas, a
un imán es el mejor ejemplo cívico posible para hacer frente a los terroristas
y a quienes quieren señalar a todos como terroristas: “Somos personas,
Somos muy, muy, muy, muy personas. No estoy hablando como si estuviera drogado.
No tomo ningún tipo de pastillas, no las necesito. Estoy hablando con el
corazón”.
Y para solucionar
el desafío del terrorismo yihadista serán necesarios muchos más abrazos como el
de Rubí y mucho mucho corazón de todos, como el padre de Xavi y el imán de
Rubí. Es el camino. Es el mejor camino.
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