viernes, 20 de enero de 2017

Los seis grandes desafíos de la humanidad en el siglo XXI: Desigualdad (I)

Las ocho mayores fortunas acumulan tanta riqueza como la mitad más desfavorecida de toda la población del planeta (3.600 millones de habitantes). La desigualdad atrapa a cientos de millones de personas en la pobreza, fractura nuestras sociedades y socava la democracia.


Abran la mente.

Miren al futuro.

Olviden, por un momento, sus problemas cotidianos.

Y observen los grandes desafíos de la humanidad en este siglo XXI.

De su respuesta, dependerá nuestro futuro… y nuestro presente.

Apunten, que va muy en serio. Seis desafíos: 

-Desigualdad socioeconómica.

-Desconfianza institucional.

-Crisis demográfica.

-Revolución tecnológica del mercado laboral.

-Carestía de energías fósiles.

-Cambio climático. 

Seis retos del que manan, directa e indirectamente, todos los principales problemas del mundo. Todos ellos relacionados entre sí. Si no se afrontan y resuelven, fin de la partida. No hará falta que se estrelle un cometa o se declare una Tercera Guerra Mundial.

El futuro ya no nos parece una ventana abierta al optimismo, ¿verdad? 

Pero sí podemos hacer algo. Hagamos un repaso, una toma de contacto. Sepamos, al menos, a qué nos enfrentamos. Empecemos con el primer gran desafío:

-Desigualdad socioeconómica.

Amancio Ortega, fundador de Inditex; Sandra Ortega, hija de Amancio Ortega; y Juan Roig, fundador de Mercadona.

Tres españoles. Ni más, ni menos. Tres.

El patrimonio de los Ortega y Roig equivale a la riqueza de los 14,2 millones de españoles más desfavorecidos, según un reciente informe de Oxfam Intermón: ‘Una Economía para el 99%’.

Otra explícita comparación, las fortunas de Amancio Ortega, su hija Sandra y Juan Roig suman lo mismo que los bolsillos de los ciudadanos de toda la Comunidad de Madrid y la provincia de Barcelona, los dos principales focos de poder económico en España.

La desigualdad en España va a más.

La cronificación de la crisis para millones de españoles (los olvidados de la sociedad, los modernos ‘parias’) ha aumentado la brecha. Hace un par de años, los estudios de Oxfam Intermón señalaban que las veinte mayores fortunas en España tenían tanto dinero como los catorce millones de españoles más pobres. Ahora vale con tres: los Ortega y Roig.

Desde entonces, han transcurrido unos excelentes años para el clan Ortega y Roig y desastrosos para la gente con más problemas económicos.

La desigualdad en España es solo un ejemplo.

El problema es mucho mayor.

Oxfam Intermón ha aprovechado la reunión del selecto Foro Económico Mundial de Davos para alertar sobre el gravísimo desafío global de la desigualdad: las ocho mayores fortunas acumulan tanta riqueza como la mitad más pobre de toda la población del planeta (3.600 millones de personas).


“Es obsceno que tanta riqueza se concentre en tan pocas manos cuando una de cada diez personas sobrevive con menos de dos dólares al día. La desigualdad está atrapando a cientos de millones de personas en la pobreza, fractura nuestras sociedades y socava la democracia, ha resumido Winnie Byanyima, directora ejecutiva de Oxfam Intermón.

No se equivoca. Tampoco exagera. La desigualdad representa una de las principales consecuencias de un sistema socioeconómico agotado (para una mayoría), injusto y democráticamente perverso.

El informe de la ONG Oxfam Intermón, titulado Una Economía para el 99%, revela que siete de cada diez ciudadanos del mundo viven en un país en el que la desigualdad ha crecido en los últimos treinta años.

¿Esto es sostenible?

Claramente, no.

Decía Nelson Mandela que “una nación no debe juzgarse por cómo trata a sus ciudadanos con mejor posición sino por cómo trata a los que tienen poco o nada”.

Yo extendería el concepto nación al concepto mundo.

La desigualdad es un fracaso de la humanidad, de nuestra humanidad.

El gran fracaso del último siglo.

Un fracaso que tendrá consecuencias impredecibles en este siglo XXI.

¿Pero qué ha cambiado?

La desigualdad siempre ha ‘vertebrado’, principalmente, a las sociedades sudamericanas, africanas y asiáticas. Algo se ha avanzado en la lucha contra la pobreza extrema, el hambre, la malnutrición, la escolarización, la esperanza de vida... Aunque no lo suficiente.

El cambio es que la desigualdad ha arraigado donde no estaba (a simple vista), donde parecía haberse superado: el primer mundo.

La desigualdad será en este siglo XXI una fuente muy importante de inestabilidad política, institucional, social, económica…

El ‘paria’ del siglo XXI, a diferencia del ‘paria’ de la Edad Media u otras épocas de la historia de la humanidad, es perfectamente consciente de su injusta situación. Es la gran diferencia con respecto a épocas históricas pasadas con incluso mayor desigualdad y precariedad.

Y, sobre todo, se resiste a aceptar su posición. Se siente frustrado, engañado, humillado... Quiere y exige un cambio. Quiere y exige IGUALDAD: igualdad de DERECHOS (no solo de deberes). Igualdad de OPORTUNIDADES

Buscará soluciones a quienes se las ofrezcan, aunque vengan con falsas promesas.

Sean las que sean.

Inesperados acontecimientos del pasado año, como el Brexit y la victoria de Trump, no son ajenos al concepto de desigualdad.


Es más fácil colocar etiquetas que ir al fondo de los problemas: la creciente percepción de una creciente desigualdad en el primer mundo. Mucha gente percibe que su calidad de vida se ha deteriorado mientras un pequeñísimo y privilegiado sector de la población no cesa de enriquecerse.

Si las élites económicas, financieras, empresariales, políticas y sociales continúan más preocupadas de reventar las costuras de sus bolsillos que de ayudar a los más desfavorecidos, el conflicto está cantado. Y, a la larga, perdido.

Si las élites no ofrecen un mundo más justo, los ‘parias’, como ha pasado a lo largo de la historia de la humanidad, buscarán cómo crearlo.

La desigualdad ni puede ni debe ser algo aceptado como inevitable en nuestras democracias. Eso de ‘siempre ha habido ricos y pobres’ ya no funciona para atemperar a los desfavorecidos. El mundo exige igualdad.

El siglo XXI no lo pondrá nada fácil.

Los otros cinco grandes desafíos de la humanidad están íntimamente relacionados con el concepto de la desigualdad. 

El desinterés de las élites por los desfavorecidos ha propiciado una peligrosa desconfianza institucional (los valores democráticos están en serio peligro). El boom demográfico (con una población descontrolada en casi todo el planeta, pero insuficiente en Europa) ya está exprimiendo los recursos (finitos) de nuestra planeta. La revolución tecnológica del mercado de trabajo amenaza, a medio plazo, con destruir muchos más empleos de los que creará. La carencia de energías fósiles alterará el mapa geopolítico y las condiciones de vida de los ciudadanos. Y el incuestionable cambio climático convertirá a algunas zonas del mundo en inhabitables.

Al final, hablamos siempre de desigualdad. Unos ganan; otros pierden. O, para ser más exactos, unos ganan porque otros pierden.

Los seis grandes desafíos de la humanidad en el siglo XXI exigen una solución para TODOS. De lo contrario, la desigualdad, como siempre ha ocurrido, desembocará en problemas adyacentes más cotidianos, como guerras, migraciones forzosas, conflictos sociales, laborales, religiosos... Caos. Y más desigualdad.

Llegará el día en el que el Amancio Ortega de turno tendrá tanto dinero como casi el resto de los españoles.

Llegará el día en el que el Bill Gates de turno contará con tanto patrimonio como casi un continente entero.


Y cuando llegue ese día, quizás sea ya muy tarde para que la solución al desafío de la desigualdad sea posible.

Un mundo absolutamente desigual, consciente de esa desigualdad, es un mundo abocado a un enfrentamiento social de dimensiones desconocidas.

Quizás sea el mayor desafío en la historia de la humanidad. Quizás la supervivencia misma de la humanidad dependa, precisamente, de la solución a la desigualdad.

Quizás la historia de la humanidad no sea más que un camino hacia la igualdad.

No vamos por la dirección correcta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario