Las ocho mayores fortunas acumulan tanta riqueza como la mitad más desfavorecida de toda la población del planeta (3.600 millones de habitantes). La desigualdad atrapa a cientos de millones de personas en la pobreza, fractura nuestras sociedades y socava la democracia.
Miren al futuro.
Olviden, por un
momento, sus problemas cotidianos.
Y observen los
grandes desafíos de la humanidad en este siglo XXI.
De su respuesta,
dependerá nuestro futuro… y nuestro presente.
Apunten, que va muy en serio. Seis desafíos:
-Desigualdad socioeconómica.
-Desconfianza institucional.
-Crisis demográfica.
-Revolución tecnológica del mercado laboral.
-Carestía de energías fósiles.
-Cambio climático.
Seis retos del que manan, directa e indirectamente, todos los principales problemas del mundo. Todos ellos relacionados entre sí. Si no se afrontan y resuelven, fin de la partida. No hará falta que se estrelle un cometa o se declare una Tercera Guerra Mundial.
Apunten, que va muy en serio. Seis desafíos:
-Desigualdad socioeconómica.
-Desconfianza institucional.
-Crisis demográfica.
-Revolución tecnológica del mercado laboral.
-Carestía de energías fósiles.
-Cambio climático.
Seis retos del que manan, directa e indirectamente, todos los principales problemas del mundo. Todos ellos relacionados entre sí. Si no se afrontan y resuelven, fin de la partida. No hará falta que se estrelle un cometa o se declare una Tercera Guerra Mundial.
El futuro ya no nos
parece una ventana abierta al optimismo, ¿verdad?
Pero sí podemos hacer algo. Hagamos un repaso, una toma de contacto. Sepamos, al menos, a qué nos enfrentamos. Empecemos con el primer gran desafío:
Pero sí podemos hacer algo. Hagamos un repaso, una toma de contacto. Sepamos, al menos, a qué nos enfrentamos. Empecemos con el primer gran desafío:
-Desigualdad socioeconómica.
Amancio Ortega,
fundador de Inditex; Sandra Ortega, hija de Amancio Ortega; y Juan
Roig, fundador de Mercadona.
Tres españoles. Ni
más, ni menos. Tres.
El patrimonio de
los Ortega y Roig equivale a la riqueza de los 14,2 millones de españoles más
desfavorecidos, según un reciente informe de Oxfam Intermón: ‘Una Economía para
el 99%’.
Otra explícita comparación,
las fortunas de Amancio Ortega, su hija Sandra y Juan Roig suman lo mismo que
los bolsillos de los ciudadanos de toda la Comunidad de Madrid y la provincia
de Barcelona, los dos principales focos de poder económico en España.
La desigualdad en
España va a más.
La cronificación de
la crisis para millones de españoles (los olvidados de la sociedad, los
modernos ‘parias’) ha aumentado la brecha. Hace un par de años, los estudios de
Oxfam Intermón señalaban que las veinte mayores fortunas en España tenían tanto
dinero como los catorce millones de españoles más pobres. Ahora vale con tres:
los Ortega y Roig.
Desde entonces, han transcurrido unos excelentes años para el clan Ortega y Roig y desastrosos para la gente con más problemas
económicos.
La desigualdad
en España es solo un ejemplo.
El problema es
mucho mayor.
Oxfam Intermón ha
aprovechado la reunión del selecto Foro Económico Mundial de Davos para alertar
sobre el gravísimo desafío global de la desigualdad: las ocho mayores fortunas
acumulan tanta riqueza como la mitad más pobre de toda la población del planeta
(3.600 millones de personas).
No se equivoca.
Tampoco exagera. La desigualdad representa una de las principales consecuencias
de un sistema socioeconómico agotado (para una mayoría), injusto y
democráticamente perverso.
El informe de la
ONG Oxfam Intermón, titulado ‘Una Economía para el 99%’, revela que siete de cada diez ciudadanos del mundo viven en un país en el
que la desigualdad ha crecido en los últimos treinta años.
¿Esto es
sostenible?
Claramente, no.
Decía Nelson
Mandela que “una nación no debe juzgarse por cómo trata a sus ciudadanos con
mejor posición sino por cómo trata a los que tienen poco o nada”.
Yo extendería el concepto
nación al concepto mundo.
La desigualdad es
un fracaso de la humanidad, de nuestra humanidad.
El gran fracaso del
último siglo.
Un fracaso que
tendrá consecuencias impredecibles en este siglo XXI.
¿Pero qué ha cambiado?
La desigualdad
siempre ha ‘vertebrado’, principalmente, a las sociedades sudamericanas,
africanas y asiáticas. Algo se ha avanzado en la lucha contra la pobreza extrema, el hambre, la malnutrición, la escolarización, la esperanza de vida... Aunque no lo suficiente.
El cambio es que la
desigualdad ha arraigado donde no estaba (a simple vista), donde parecía
haberse superado: el primer mundo.
La desigualdad será
en este siglo XXI una fuente muy importante de inestabilidad política,
institucional, social, económica…
El ‘paria’ del
siglo XXI, a diferencia del ‘paria’ de la Edad Media u otras épocas de la
historia de la humanidad, es perfectamente consciente de su injusta situación. Es la gran diferencia con respecto a épocas históricas pasadas con incluso mayor desigualdad y precariedad.
Y, sobre todo, se resiste a
aceptar su posición. Se siente frustrado, engañado, humillado... Quiere y exige un cambio. Quiere y exige IGUALDAD: igualdad de DERECHOS (no solo de deberes). Igualdad de OPORTUNIDADES.
Buscará soluciones
a quienes se las ofrezcan, aunque vengan con falsas promesas.
Sean las que sean.
Inesperados
acontecimientos del pasado año, como el Brexit y la victoria de Trump, no son ajenos
al concepto de desigualdad.
Si las élites
económicas, financieras, empresariales, políticas y sociales continúan más preocupadas de reventar las costuras de sus bolsillos
que de ayudar a los más desfavorecidos, el conflicto está cantado. Y, a la larga, perdido.
Si las élites no
ofrecen un mundo más justo, los ‘parias’, como ha pasado a lo largo de la
historia de la humanidad, buscarán cómo crearlo.
La desigualdad ni
puede ni debe ser algo aceptado como inevitable en nuestras democracias. Eso de ‘siempre ha
habido ricos y pobres’ ya no funciona para atemperar a los desfavorecidos. El mundo exige igualdad.
El siglo XXI no lo pondrá nada fácil.
Llegará el día en el que el Amancio Ortega de turno tendrá tanto dinero como casi el resto de los españoles.
El siglo XXI no lo pondrá nada fácil.
Los otros cinco
grandes desafíos de la humanidad están íntimamente relacionados con el concepto de la desigualdad.
El desinterés de las élites por los desfavorecidos ha propiciado
una peligrosa desconfianza institucional (los valores democráticos están en
serio peligro). El boom demográfico (con una población descontrolada en casi
todo el planeta, pero insuficiente en Europa) ya está exprimiendo los recursos
(finitos) de nuestra planeta. La revolución tecnológica del mercado de trabajo
amenaza, a medio plazo, con destruir muchos más empleos de los que creará. La
carencia de energías fósiles alterará el mapa geopolítico y las condiciones de
vida de los ciudadanos. Y el incuestionable cambio climático convertirá a
algunas zonas del mundo en inhabitables.
Al final, hablamos
siempre de desigualdad. Unos ganan; otros pierden. O, para ser más exactos,
unos ganan porque otros pierden.
Los seis grandes
desafíos de la humanidad en el siglo XXI exigen una solución para TODOS. De lo
contrario, la desigualdad, como siempre ha ocurrido, desembocará en problemas
adyacentes más cotidianos, como guerras, migraciones forzosas, conflictos
sociales, laborales, religiosos... Caos. Y más desigualdad.
Llegará el día en el que el Amancio Ortega de turno tendrá tanto dinero como casi el resto de los españoles.
Llegará el día en
el que el Bill Gates de turno contará con tanto patrimonio como casi un continente
entero.
Un mundo
absolutamente desigual, consciente de esa desigualdad, es un mundo abocado a un
enfrentamiento social de dimensiones desconocidas.
Quizás sea el mayor desafío en la historia de la humanidad. Quizás la supervivencia misma de la humanidad dependa, precisamente, de la solución a la desigualdad.
Quizás sea el mayor desafío en la historia de la humanidad. Quizás la supervivencia misma de la humanidad dependa, precisamente, de la solución a la desigualdad.
Quizás la historia
de la humanidad no sea más que un camino hacia la igualdad.
No vamos por la
dirección correcta.
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