¿Se
acuerdan? Elecciones autonómicas en la Comunidad de Madrid en 2003. El PP de
Esperanza Aguirre se queda a un escaño de la mayoría absoluta. La
izquierda, con un pacto entre PSOE e IU, recuperaba la CAM pero… Saltó la
sorpresa. Inesperadamente, dos diputados socialistas, el célebre Eduardo Tamayo
y María José Sáez, se abstienen en la votación de investidura de Rafael Simancas en la Asamblea de Madrid. Las elecciones se
repiten y el PP gana por mayoría absoluta. El caso de transfuguismo más
rastrero en la democracia española. Hasta ahora. La conspiración urdida por Susana Díaz contra Pedro Sánchez,
alentada desde hace meses por la vieja guardia del PSOE y secundada por parte de los cuadros, supone el ‘Tamayazo’ moderno. El fin, como el anterior,
que también gobierne el PP.
No es no.
La rotundidad de
Pedro Sánchez a la hora de cerrar cualquier posibilidad de abstención del PSOE en
favor de un nuevo Gobierno de Rajoy ha desatado, finalmente, la Guerra de las
Rosas en Ferraz.
Las hostilidades,
no obstante, se declararon mucho antes. La rebelión de diecisiete miembros de
la Ejecutiva Federal del PSOE representa, simplemente, la declaración formal de
guerra.
El PSOE lleva en
guerra muchos años.
Los conflictos
internos surgen en los partidos políticos cuando los votantes empiezan a darles
la espalda. Algo que no suele ser casual.
El PSOE no está en
crisis por Pedro Sánchez. El PSOE no pierde elecciones por Pedro Sánchez. Al
menos, no solo por Pedro Sánchez.
El problema del
PSOE se llama PSOE. No se resuelve apuñalando por la espalda, y con alevosía,
al secretario general.
La caída electoral
del PSOE nace con la crisis socio-económica que persiste en España. Como la
mayoría de partidos hermanos en Europa, el socialismo español se alejó de su
electorado a la hora de combatir la crisis. No respondió como esperaban sus
votantes de toda la vida. La socialdemocracia europea, incluida, por supuesta,
la española, compró voluntariamente el discurso económico del neoliberalismo.
No lo hicieron millones de sus votantes. Cundió la decepción, el desánimo y la
indignación.
Es absurdo pensar
que Pedro Sánchez ha llevado al PSOE al abismo. ¡Como si el PSOE no hubiera puesto
rumbo directo al abismo hace años!
Zapatero dilapidó
la confianza de más de once millones de españoles en las elecciones de 2004 y
2008. Se rindió. Claudicó ante Merkel. Cedió ante las exigencias de austeridad
de la UE. Y el PSOE dejó de ser el PSOE.
Una parte muy
importante del socialismo español sigue sin asumir que en mayo de 2010, cuando
Zapatero aceptó las políticas de recortes de la UE, traicionó a millones de socialistas.
No volverán. Y menos con episodios como el ‘Tamayazo’ a Sánchez.
De los más de once
millones de votos que consiguió Zapatero en 2008, Rubalcaba perdió cuatro
millones en las generales de 2011. Un desplome sin precedentes en la política
española. Y Rubalcaba no dimitió. Aguantó aún hasta las elecciones europeas de
la primavera de 2014. El PSOE cayó entonces hasta el 23% de votos. Zapatero había ganado
las elecciones generales de 2008 con el 43,8% de los votos.
Antes de que Pedro
Sánchez llegara a la secretaria general del PSOE, los socialistas se habían
dejado más de veinte puntos y cuatro millones de votos en las urnas. De paso, el
desencanto por la deriva política socialista derivó en el movimiento crítico
ciudadano del 15-M, el mismo que la vieja guardia socialista menospreció, y la
confección de un espacio político que cubrió Podemos. Si el PSOE no hubiera abandonado
a millones de votantes, Podemos muy posiblemente ni habría surgido.
El PSOE de Pedro
Sánchez es un PSOE más débil que el PSOE de Zapatero e incluso que el PSOE de
Rubalcaba. Es cierto. Pero también que ha decelerado la caída del voto socialista (22,6% en
las últimas generales, apenas cuatro décimas menos que el resultado en las
europeas con Rubalcaba) e incluso ha impedido el famoso ‘sorpasso’ de Podemos.
Sin olvidar que, gracias a pactos con Podemos e IU, recuperó en las elecciones
municipales y autonómicas de mayo de 2015 importantes alcaldías y gobiernos
autonómicos.
¿Lo habría hecho
mejor otro candidato?
No.
El ‘Tamayazo’
de Ferraz no se debe a los malos resultados del PSOE en las generales de
diciembre de 2015 y junio de 2016 y en las elecciones autonómicas de Galicia y
Euskadi del pasado domingo.
Esa es la excusa.
El momento del ‘Tamayazo’
de Ferraz esconde la verdadera explicación: último mes para evitar unas
terceras elecciones generales en un año y, especialmente, movimiento a la
desesperada para impedir un hipotético pacto de investidura de Sánchez con el
apoyo de Unidos Podemos y formaciones independentistas.
Sánchez, hasta
ahora, había sido sumiso.
No deja de ser un ‘colocado’
más de Susana Díaz, la arquitecta del ‘Tamayazo’. La heredera de la peor
versión del ‘Felipismo’ buscó y encontró, en las primarias socialistas de
verano del 2014, a una figura moldeable en la secretaria general hasta su
llegada a la política nacional: Pedro Sánchez.
A Sánchez siempre
le han marcado las pautas desde Andalucía y desde los grandes ejes del poder
económico y empresarial del país. Felipe González, rescatado para la causa,
olvidó rápidamente la metáfora del ‘jarrón chino’ y los expresidentes para guiar a Sánchez y vender
la gran coalición PP-PSOE. Algo de eso hay en el ‘Tamayazo’ asestado esta
semana en Ferraz: una gran coalición en diferido, un PSOE dejando gobernar al PP.
Las dos patas del bipartidismo, juntas. El sueño húmedo del PODER.
Le afearon a Sánchez
los pactos con Podemos tras las municipales y autonómicas, cerrados con grandes
presiones. Se redimió a tiempo tras las generales de diciembre: pacto con el
comodín del establishment, Ciudadanos. Portazo, en la práctica, a un cambio
real con Podemos.
Todo estaba
controlado hasta que…: No es no.
El portazo inamovible de Sánchez a Rajoy desveló el fantasma del ‘Tamayazo’.
Más aún cuando
Ciudadanos, para evitar cualquier cambio real, se desmarcó de inmediato de un hipotético pacto entre PSOE, Unidos Podemos y Ciudadanos.
EJECUTIVA FEDERAL DEL PSOE:
¿Qué le quedaba a
Sánchez?
Sea por
supervivencia política, por ambición personal o por convencimiento político,
quedaba la carta menos deseada para el PODER: un pacto con Unidos Podemos y
formaciones soberanistas.
Es en ese contexto
donde nace, de verdad, el ‘Tamayazo’ a Pedro Sánchez: impedir el cambio.
Como Tamayo y Sáez
hace trece años en la Comunidad de Madrid.
Los malos resultados en las elecciones en Galicia y Euskadi representan una coartada, una afortunada legitimación temporal para cargarse a Sánchez.
A los promotores
del ‘Tamayazo’ no les importa la caída electoral del PSOE. Es falso. El PSOE
lleva muchos años cayendo en las urnas. Razones no faltan.
A los promotores
del ‘Tamayazo’ les preocupa que Sánchez llegue a un acuerdo que posibilite un
cambio real en España.
Porque lo que hay
no es una crisis de Pedro Sánchez, lo que hay es una crisis del PSOE, con parte
del partido empeñado en que el PP siga gobernando.
¡Y se extrañarán,
aún, de la pérdida y fuga de votantes!
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