Advierto. Me la pelan (así de claro) las encuestas, que ofrecen además resultados muy dispares (no todas van a estar, por tanto, acertadas). Paso olímpicamente del alud de sondeos (¡qué mala suerte tengo que nunca me han preguntado ni conozco a nadie que haya respondido!) que busca condicionar el cambio social en Andalucía y pronostica una victoria fuerte del PSOE con un PP bastante en forma pese al desgaste en La Moncloa. El bipartidismo, que empezó a tambalearse en las elecciones europeas, se va a llevar un fuerte golpe en las urnas. Se lo merecen.
Andalucía. Casi ocho millones y medio de habitantes, comunidad más poblada de España. Sin embargo, es la tercera economía del país. El PIB de Andalucía es claramente inferior a Cataluña (con siete millones y medio de habitantes) y Madrid (seis millones y medio). La renta per cápita asciende a 18.300 euros, solo más que en Extremadura. El desempleo afecta al 34,2% de la población activa. Otro negativo e involuntario récord de Andalucía.
Y, por si fuera poco, Andalucía, cuna de dos mayúsculos escándalos de corrupción: Caso de los ERES (266 imputados, más de medio centenar de ellos son exaltos cargos de la Junta de Andalucía como los expresidentes Chaves y Griñán) con 1.200 millones de euros defraudados (cálculos provisionales) y Caso de los Cursos de Formación, que podría alcanzar los 2.000 millones de euros de fondos, preferentemente de la UE, hurtados a los parados.
Esa Andalucía que necesita, desde hace mucho tiempo,
urgentemente un cambio radical está llamada a las urnas el próximo domingo 22
de marzo para renovar su Parlamento, feudo histórico socialista. El PSOE lleva
en el poder en Andalucía desde la reinstauración de la democracia con Rafael
Escudero (1982-1984), José Rodríguez de la Borbolla (1984-1990), Manuel Chaves
(1990-2009), Gaspar Zarrías (en funciones) (2009), José Antonio Griñán
(2009-2013) y Susana Díaz (tras la dimisión de Griñán el 27 de agosto de 2013). Demasiado tiempo. Hay que ventilar la casa.
¿Y qué va a pasar en Andalucía? Desde luego, una
cosa tengo muy clara: las encuestas no van a acertar. Hace ya mucho tiempo que los
sondeos son una herramienta más del poder político, con la connivencia de la
abundante prensa cautiva que hay en España, para condicionar el voto. Una
tendencia que se ha acelerado con la crisis y con la creciente esperanza en la
sociedad de un radical y real cambio en nuestras instituciones. Los sondeos no son una
verdad suprema. No se los crean.
Tampoco tengo la verdad suprema, ni mucho menos. Me limito a expresar
mi opinión, que para eso esto es un blog. No creo que Andalucía vaya a ser
inmune a la sensación generalizada en España de que corren nuevos tiempos. El
reinado absoluto del PPSOE toca a su fin. Es cierto que Andalucía no es, precisamente,
una tierra dada a las ‘revoluciones’ como demuestra que lleva gobernada desde
1982 por el mismo partido: el PSOE. Pero si hay una cosa positiva de la crisis
(que no ha acabado por más que lo diga Rajoy, eso lo deciden los ciudadanos y
de momento una mayoría no lo percibimos) es que la sociedad ha despertado.
Hace tres años, Andalucía ofreció ya un rostro
desconocido. El PSOE, por primera vez, perdía unas elecciones autonómicas en su
comunidad más amiga. Continuó en la Junta gracias a un pacto con IU que
Susana Díaz se ha encargado de dinamitar antes de tiempo. El PP andaluz
desperdició una oportunidad histórica, se quedó a cinco escaños de la mayoría absoluta.
Arenas, el eterno perdedor en Andalucía, pagó los platos rotos de las primeras medidas
del Gobierno de Rajoy. En solo tres meses, por si alguien lo dudaba, el PP
había demostrado en La Moncloa que su campaña en las generales había estado
plagada de mentiras y falsas promesas.
¿Y qué ha pasado desde entonces? Que España ha
despertado. Mala suerte para peperos y socialistas. Las elecciones de Andalucía
suponen la primera batalla en un año 2015 plagado de contiendas en las urnas
con las inminentes municipales y autonómicas de mayo, las catalanas y las
generales en el próximo otoño. Y el PP y el PSOE tienen miedo, por primera vez
desde la Transición, a perder su privilegiada situación. Las elecciones
europeas, por más que su interminable lista de contaminadores en los medios de
comunicación se afane en restarle importancia, fueron un toque de atención muy
importante e inesperado.
Tanto como para que Susana Díaz haya adelantado las
elecciones en Andalucía un año. La excusa, una discutible “pérdida de
confianza” en el pacto entre PSOE e IU. La realidad, el temor a que dentro de
un año la situación electoral del PSOE, tras un anunciado desastre en las
próximas elecciones municipales, autonómicas y generales, impida incluso
conservar el poder en Andalucía. Un escenario que incluye, además, el
hipotético pacto entre PP y PSOE tras las generales, algo que hundiría al PSOE
en Andalucía (bueno, en realidad en toda España).
No soy andaluz ni vivo en Andalucía como para
evaluar de forma directa los resultados de la coalición entre PSOE e IU.
Andalucía no ha avanzado mucho. Es la realidad. Sigue siendo el gigante de
España que no acaba de mostrar todo su potencial. La presencia de IU, con mucha
más sensibilidad social que el PSOE, sí ha permitido una mayor protección a los más
desfavorecidos. Una atención que pudo romper, sin embargo, el pacto con el PSOE tras el
controvertido realojo de familias expulsadas de sus hogares en la Corrala
Utopía de Sevilla en la primavera de 2014. Entonces, el riesgo de ruptura entre
PSOE e IU sí era cierto.
Ahora no. El adelanto electoral responde a los
intereses particulares del PSOE y Susana Díaz. El PSOE no ha querido exponer la
joya de su corona, la Junta de Andalucía, dejando las elecciones para el año
2016, cuando tocaban, tras una previsible debacle en las municipales, autonómicas y generales de
los próximos meses. De paso, Susana Díaz se adelanta a un posible pacto
nacional entre PP y PSOE, que arruinaría sus opciones en Andalucía, y a la
organización de la estructura de Podemos en Andalucía.
Aún más. El adelanto electoral se ajusta
perfectamente a un posible salto de Susana Díaz a la política nacional y
competir con el pusilánime Pedro Sánchez para la candidatura socialista en las
generales. Un éxito en Andalucía, en un tiempo en el que el PSOE solo recibe
varapalos en las urnas, incrementaría las opciones de la andaluza por más que
insista en que sus planes no contemplan abandonar la Junta. La realidad es que
en el actual PSOE importa, más que nunca, lo que se mueve en Andalucía.
Y eso lo sabe Susana Díaz. El calamitoso resultado
electoral del PSOE en los comicios europeos, con apenas el 23% de los votos,
provocó el adiós de la era Rubalcaba. Susana Díaz, con la complicidad de la
prensa, se enarboló como la esperanza socialista, el último reducto, la
inconquistable última aldea del PSOE como los galos Astérix y Obélix. En
realidad, el PSOE se limitó a salvar los muebles en Andalucía con una victoria
con el 35% de los votos. Nada excepcional en una comunidad de sólida tradición
socialista. Una victoria que, no obstante, se ha magnificado desde los medios
de comunicación.
Metidos ya de pleno en la campaña de las elecciones
andaluzas, el horizonte dibuja un escenario muy incierto. El órdago de Susana Díaz,
con el adelanto de las urnas, pinta a ‘Susanazo’ en dos semanas. No parece
previsible que el PSOE vaya a disfrutar de una mayoría absoluta. Esos tiempos
son historia. Y se abre un escenario muy complejo. ¿Con quién va a pactar
Susana Díaz para seguir siendo presidenta de Andalucía?
¿De nuevo con Izquierda Unida? ¿Y por qué adelanta las elecciones
cuando aún había un año de plazo para evaluar los resultados del pacto? ¿La confianza con IU se restablece
simplemente con el paso en las urnas? ¿Va a querer IU pactar con el PSOE tras
el desprecio que ha recibido por parte de Susana Díaz? ¿En qué condiciones van
a quedar PSOE e IU tras las urnas? Porque igual ya no suman mayoría absoluta.
Eso está casi clarísimo.
¿Con quién va a pactar Susana Díaz? ¿Con Podemos? No
parece que exista mucha sintonía entre Susana Díaz y Podemos. Más bien, nula. Si
el PSOE se sentía incómodo con IU…, con Podemos, un partido que ‘amenaza’ con
relegar a un plano marginal a los socialistas en la política nacional, la tensión sería absoluta.
Además, no parece que ambos partidos tengan mucho en común. Unos, el PSOE,
tienen sobre su cabeza el Caso de los ERE y el Caso de los Cursos de Formación, con más
de tres mil millones defraudados, y otros, por más que buscan escándalos, no
pasan de haber realizado un trabajo con la Universidad de Málaga desde Madrid
(Iñigo Errejón) y de realizar una regularización fiscal de 200.000 euros (Juan Carlos Monedero). Vamos, lo mismo.
¿Y el PP? ¿Va a pactar Susana Díaz con el PP?
Lógicamente, no, es muy pronto para hacerlo y quedar desnudos ante los españoles. No habrá pacto, al menos de forma pública. A escondidas… A ninguno de las dos patas
del deteriorado bipartidismo le interesa ensayar la gran coalición antes de las
generales (porque saben que los españoles no estamos por la labor de ese
tejemaneje impúdico solo visto con buenos ojos en el Ibex-35, Bruselas, Berlín
y las cúpulas, que no los afiliados del PPSOE). PP y PSOE, aunque sufrirán un
descalabro en las urnas (mucho mayor de lo que predicen las encuestas), sí
sumarían, no obstante, mayoría absoluta.
Quedan Ciudadanos (la nueva marca blanca del PP
aupada por los sondeos, ya veremos si también de forma tan intensa en las urnas)
y UPyD (que no entró en el Parlamento andaluz en las elecciones de 2008 y
2012). Está por ver el papel que jugarán tras el 22-M. En cualquier caso,
Andalucía no parece el mejor escenario para valorar la fuerza de Ciudadanos y
UPyD a nivel nacional. No serán esenciales en la formación de la nueva Junta de
Andalucía.
Susana Díaz vive a dos semanas de que se consume uno
de los mayores errores estratégicos en la política española. El ‘Susanazo’ se
huele por más que la catarata de sondeos oculte el hedor. El PSOE conseguirá seguro
el peor resultado de su historia en unas elecciones autonómicas en Andalucía
(el mínimo del 38,7% del año 1994 se quedará lejos). Susana Díaz está soñando
si de verdad piensa en que disfrutará de una situación más cómoda en la Junta.
Y, si así lo piensa, tiene un problema enorme de conexión con la realidad.
El ‘Susanazo’ creará incertidumbre en la política
andaluza ante un cantado desplome del PP y del PSOE en una comunidad que
necesita un cambio radical. Andalucía tiene que ser ese motor de la economía
española que con los gobiernos socialistas no ha conseguido ser. Andalucía no
necesita más socialismo, no necesita a los herederos de los inductores de
bochornosos casos de corrupción como los ERE, con la juez Alaya como ídolo de la derecha española, o los cursos de formación. No
necesita a una política, Susana Díaz, que no sabe nada más que del PSOE, donde lleva toda la vida, por más
que se defina como de la casta de los fontaneros por la profesión de su padre.
Pero, lógicamente, Andalucía tampoco necesita a un
gobierno del PP. Ninguna zona de España lo merece. Un gobierno clasista que ha
ejecutado con sumo gusto las directrices de la UE y, en especial, Alemania
creando un problema de desigualdad que va a lastrar, que está lastrando, a este
país durante muchos años. Ni PP, ni PSOE. Andalucía tiene la palabra para
demostrar madurez y empezar a escribir un futuro distinto que pasa por el
‘Susanazo’.
¿Qué es el ‘Susanazo’? Lo verán en la noche del 22
de marzo. Será el baño de realidad que recibirán el PP y el PSOE en una de las
comunidades, además, con mayor peso del bipartidismo. Supondrá abrir la ventana
a la esperanza con el horizonte cercano de las próximas elecciones municipales,
autonómicas y generales. Andalucía tiene que despertarse y despertar a quienes
llevan frenando el progreso en una comunidad que merece mejor suerte. En las
manos de los andaluces está aunque, me temo, el ‘Susanazo’ dejará una situación
muy complicada en la política andaluza con un PSOE ganador, pero muy debilitado, y un PP atrapado por Podemos. Una situación incierta que no se resolverá,
además, hasta la celebración de las generales. El lunes 23 hablamos, nos reímos
de los sondeos y de las sandeces de análisis en las tertulias y valoramos las
consecuencias del ‘Susanazo’.
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