El cambio climático, con un Mediterráneo con temperaturas extremas, se ha beneficiado final y decisivamente de una geografía desfavorable, un urbanismo descontrolado y una clase política negligente que ha fallado, para sorpresa de nadie, antes, durante y después de la catástrofe. Un caldo de cultivo letal que, al menos a corto y medio plazo, facilitará, desgraciadamente, nuevas inundaciones y desgracias.
A orillas del Mediterráneo, la lluvia se desea y se teme.