viernes, 3 de mayo de 2013

Metro de Valencia: tragedia oculta

La sociedad española y la valenciana, en especial, debemos una disculpa a los familiares de los 43 fallecidos en el accidente de la estación de Jesús. El programa ‘Salvados’ de La Sexta ha mostrado con nítida claridad los múltiples cabos sueltos de un siniestro que la Generalitat tapó con un vergonzoso desprecio a la verdad.

 
Hoy es día 3. Como cada mes, los familiares de los 43 fallecidos en el accidente de metro de Valencia del 3 de julio de 2006 se han concentrado a las 19 horas en la plaza de la Virgen. En aquella tragedia también hubo 47 heridos. Casi siete años después, la culpa ha recaído única y exclusivamente en el maquinista, uno de los fallecidos. La asociación de Víctimas del Metro 3 de julio ha regresado a la plaza de la Virgen para insistir en que se conozca la verdad del accidente. Lo han hecho con ánimos renovados.


Pocos reportajes han causado una mayor indignación ciudadana como el emitido el pasado domingo por La Sexta en el programa ‘Salvados’. Quien lo haya visto, salvo que carezca de humanidad, lo entenderá. Quien lo tenga pendiente, que no pierda la oportunidad de visionarlo en la web de La Sexta. Con un revelador título, ‘Los olvidados’, Jordi Évole firmó uno de sus mejores trabajos. Todos aquellos que hemos visto el reportaje solo podemos llegar a una única conclusión: la versión oficial es falsa, la verdad no se conoce.

Los familiares de los 43 fallecidos y los heridos en la tragedia, que ocurrió en la estación de metro de Jesús de Valencia, llevan meses y meses de lucha silenciada. La sociedad española y, por proximidad, la valenciana en particular les debemos una disculpa. La Generalitat Valenciana tapó aquella tragedia con una inusitada rapidez y un culpable fácil e indefenso: el fallecido maquinista y el exceso de velocidad del convoy. Cinco días después, Benedicto XVI viajaba a la capital del Turia para celebrar el V Encuentro Mundial de las Familias.

El accidente de la Línea 1 del metro de Valencia llegaba en un momento inoportuno. Valencia era entonces la reina de la fiesta. Un año después, las aguas levantinas acogieron la Copa América de Vela, evento que repitió en 2010. La Generalitat invirtió 1.800 millones de euros en el puerto que fue sede de las embarcaciones. La Fórmula Uno, con un circuito urbano, llegaría en 2008 con un desembolso de 90 millones de euros más un canon anual de otros veinte por cada gran premio disputado. El faraónico complejo de la Ciudad de las Artes y las Ciencias supuso otros 1.300 millones. En Valencia, se hacía todo a lo grande.

La tragedia del metro mostraba los pies de barro del gigante que el PP de la Comunidad Valenciana había gestado. No era un incidente sin importancia. Suponía, y sigue suponiendo, el accidente de metro más grave en España, el tercero en Europa y el cuarto en el mundo. Sin embargo, fue vilmente silenciado. Les debemos una seria disculpa a los fallecidos y heridos y a sus familias. La estrategia del PP surtió efecto. En realidad, no era algo novedoso.

En mayo de 2003, ya se utilizó con el accidente del Yak-42 en Turquía. 62 militares españoles y trece tripulantes fallecieron en el viaje de regreso a España desde Afganistán. El informe oficial apuntó como causas del siniestro a una “pérdida de la conciencia de la situación por la fatiga de la tripulación; el incumplimiento por la tripulación de los procedimientos normalizados; una aproximación realizada por la tripulación con falta de precisión; y una utilización incorrecta de los instrumentos y sistemas de vuelo automáticos”.

La tripulación, al igual que el maquinista del metro de Valencia, no sobrevivió y, por tanto, no pudo defenderse. Sin embargo, como en el caso de la tragedia de la Línea 1, existían fallos previos. Los militares que fallecieron habían avisado a sus familias sobre la inseguridad de los aviones en los que viajaban y habían mostrado incluso su miedo. Y ocurrió el accidente.

Fue el 26 de mayo de 2003, apenas unas horas después de que el PP hubiera obtenido una clara victoria en las elecciones municipales y autonómicas. Tanto prisa hubo para tapar el accidente que se cometieron sangrantes errores en las identificaciones de los cuerpos. En algunos féretros, había restos de hasta tres personas.

Hace un año, la Audiencia Nacional archivó por cuarta vez la causa por la contratación del avión al que los militares españoles temían más que a los insurgentes afganos. Por si fuera poco castigo para las familias de los fallecidos, el Gobierno del PP indultó a José Ramón Ramírez y Miguel Sáez, los dos comandantes sanitarios inculpados por la chapucera identificación de las víctimas que continúan vivos.

El ‘modus operandi’ del Yak-42 sirvió de inspiración en la tragedia del metro de Valencia. El objetivo ha sido el mismo: minimizar los hechos a accidente desgraciado e inevitable y negar cualquier tipo de responsabilidades políticas. Federico Trillo, entonces ministro de Defensa, es hoy embajador español en Londres. Mientras, en Valencia ningún miembro del PP ha penado culpas por la tragedia del metro.

Hasta hace una semana, la estrategia había funcionado. Fuera de Valencia, el accidente se recordaba poco, pero también en la misma capital levantina. La labor de Canal 9 ha sido importante al respecto. La tragedia del metro de Valencia pasó de inmediato a un segundo plano con la visita del Papa y tuvo una atención informativa de perfil bajo.

Sin embargo, la emisión del programa de ‘Salvados’ ha demostrado que la tragedia del metro de Valencia se encuentra lejos de ser un caso cerrado. Este mismo viernes, 3 de mayo, la presidenta del comité de empresa de la Radiotelevisión Valenciana, Salud Alcover, ha pedido perdón a las víctimas y a los familiares por el tratamiento informativo ofrecido por Canal 9 y Radio 9.

Hay dudas más que razonables para recelar de la versión oficial. Cada testimonio que se aportó en el programa de La Sexta supuso un mazazo a la explicación de la Generalitat. “Se podía haber evitado el accidente, su lucha no es injusta”, resumía Jorge Álvarez, maquinista de la Línea 1 del metro de Valencia, sobre la exigencia de los familiares de los fallecidos.

El testimonio de Álvarez indica que el lugar de accidente era un ‘punto negro’ reconocido y que, además, los cristales del convoy carecían de una fijación adecuada para responder a un siniestro. “El libro de averías no se pudo destrozar en el accidente. Se lo tuvo que llevar alguien”, agregó el maquinista sobre la ausencia del citado documento. Tampoco han aparecido las copias del libro.

La Comisión de Investigación, como casi todas en la política española, fue una pantomima. Apenas cuatro días, “la más corta del parlamentarismo valenciano”, ironizó en La Sexta Andrés Perelló, exdiputado socialista que participó en las sesiones como representante del PSPV-PSOE. Corta y sesgada. Los comparecientes llegaron con la lección aprendida con un documento elaborado por la consultora HM&Sanchís.

“Su objetivo en esta comparecencia debe ser, le pregunten lo que le pregunten y se desarrolle como se desarrolle, transmitir a los miembros de la Comisión que lo ocurrido ha sido un accidente, cuya causa ha sido el exceso de velocidad y que este exceso no puede ser atribuido a ninguna deficiencia técnica, ni a ninguna dejación de responsabilidades, ni a ningún incumplimiento de acuerdos, pues la línea 1 es segura”. Un documento publicado por el diario ‘El Mundo’ hace un año y que no ha sido desmentido.

Arturo Rocher, jefe de Seguridad de Ferrocarrils de la Generalitat Valenciana (FGV) cuando ocurrió el accidente, fue uno de los comparecientes. “Se tenía muchísimo miedo. Ya se habían encargado de decirnos que, ojo, ojo, que habían fallecido 43 personas y que esto podía tener unas consecuencias penales tremendas y había que hacer piña todos juntos”, explicó en ‘Salvados’.

Antes de la Comisión de Investigación, hubo varias reuniones con los comparecientes para que todo saliera según el guion de la explicación oficial. “No se podía utilizar la palabra tragedia, deficiencia o baliza. Eran tabú”. “O estabas dentro o estabas fuera”, recordó Rocher sobre las posibilidades para los comparecientes para no seguir las órdenes de la Generalitat.

Una vez comprobado en el reportaje que las causas del accidente no pueden ceñirse exclusivamente a un exceso de velocidad responsabilidad del fallecido maquinista, ‘Salvados’ se adentró en la faceta humana y política. Los que no vivimos en Valencia nos sorprendimos con la triste maniobra del PP valenciano para olvidar la tragedia cambiando el nombre de la estación de Jesús a Joaquín Sorolla. Solo una recogida de firmas ciudadana ha impedido por completo ese burdo cambio. La indignación crece cuando compruebas el triste y casi anónimo monolito levantado en memoria de las víctimas.

Y la náusea se desborda cuando se conoce la actitud de Juan Cotino, conseller de Agricultura en julio de 2006 y actual presidente de les Corts Valencianes. Cotino, que entonces estaba coordinando la visita del Papa, visitó a varias familias de fallecidos en Torrente. “Iba muy bien informado sobre qué estudios habían finalizado los hijos de las familias”, expuso Beatriz Garrote, presidenta de la asociación de Víctimas del Metro 3 de julio, en ‘Salvados’.

Cotino no dudó escasos días después del accidente en comprar el dolor de los familiares de los fallecidos con ofertas laborales. Eso sí, con una última pregunta: ¿qué queréis hacer con la instrucción judicial? “Un comportamiento más propio de la mafia”, tal y como define Garrote. Y no solo con ofertas laborales, también con las indemnizaciones, ofrecidas a toda velocidad a cambio de no emprender acciones legales.

A esas alturas del reportaje, cualquier espectador con un mínimo de humanidad ha llegado a dos claras conclusiones: la explicación oficial del accidente tiene serias lagunas y la Generalitat Valenciana quiso tapar cuanto antes la tragedia para no empañar una idílica Comunidad Valenciana pintada desde el Partido Popular.

Motivos más que suficientes para reabrir el caso. El accidente del metro de Valencia no ha tenido, ni siquiera un juicio. La juez encargada de la instrucción, Nieves Molina, archivó el caso ya que no encontró responsabilidades penales, matizó Vicent Peris, director del documental ‘0 responsables’, sobre la tragedia del metro de Valencia, en ‘Salvados’. Apenas si tomó declaración al perito de Adif al que encargó un informe sobre la posibilidad de que un tren pudiera volcar en la curva donde ocurrió al accidente si no respetaba los límites de velocidad.

 
No, no me olvido de la aparición estelar de Cotino. Primero negando su identidad en una llamada telefónica argumentando que quien contestaba era su hermano. Posteriormente, en persona, negándose a responder a Jordi Évole sobre el accidente de metro del 3 de julio de 2006 en la estación de Jesús de Valencia. “No tengo nada que decirle ni a usted ni a nadie”. “No le quiero responder a usted sobre este tema”.

En el programa, no quisieron participar:

-Juan Cotino (presidente de les Corts Valencianes).

-Vicente Rambla (portavoz de la Generalitat Valenciana).

-Francisco Camps (expresidente de la Generalitat Valenciana).

-Víctor Campos (vicepresidente de la Generalitat Valenciana durante el accidente).

-Nieves Molina (juez).

-HM&Sanchís (agencia de comunicación).

-Rafael Maluenda (presidente de la Comisión de Investigación).

-Serafín Castellano (diputado del PP participante en la Comisión de Investigación).

-Ricardo Costa (diputado del PP participante en la Comisión de Investigación).

-Marisa Gracia (directora gerente de FGV durante el accidente).

-Manuel Sansano (director de Operaciones de FGV).

-Vicente Contreras (director adjunto de Explotación de FGV durante el accidente).

-Juan Carlos Murillo (director de Comunicación de FGV).

-María Ángeles Ureña (directora de la Consellería de Infraestructuras durante el accidente).

Como con el accidente del Yak-42 o como en el Madrid Arena, el siniestro del metro de Valencia es una tragedia sin respuesta y cuyas responsables pretenden que sea siempre así. Que tenga que venir un programa de televisión a refrescarnos la memoria es triste pero más aún es que tenga que venir un programa de televisión a demostrar que la Generalitat Valenciana, con la connivencia de la justicia, se ha negado a buscar la verdad. La unidad UTA 3736, según ha revelado esta semana el periódico 'Levante', sufrió tres descarrilamientos previos al accidente de la estación de Jesús. Dos de ellos ya se conocían. Nunca es tarde, aunque hayan pasado casi siete años. ¿Por qué no quiere la Generalitat Valenciana que se investigue a fondo y se conozca por completo la verdad?

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